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Arakarina (19: Los chicos de la secta)

en Grandes Series

ARAKARINA XIX

LOS CHICOS DE LA SECTA

FAVIO

"Si ustedes viesen los ángeles que les rodean..." decía Adreil, "Llorarían de emoción". Su voz zumbaba como zumba la energía eléctrica al pasar por un cable de alta tensión, nutriendo de encanto a toda la grey ahí presente. Los más apegados entraban en trance como siempre, cerraban sus ojos como niños que duermen mientras que en sus bocas se sellaba una sonrisa desdentada y mística, como si sus almas se internaran en un lago espiritual bajo cuerpos de nutrias etéreas y juguetonas. Sus ojos daban testimonio de fe, y esa fe se encerraba en gotas que se anidaban en cada lagrimal. Ellos eran los de adelante. Eran, por así decirlo, los primeros, los invitados al banquete.

Al otro lado del templo estaba Favio, quien adolecía de una miopía interna que le hacía imposible que pudiese ver cualquier ángel o insecto que se le pareciera. Igual lloraba. De emoción ciertamente, pero de esas emociones que obedecen al nombre de "la tristeza" y "la desesperación".

La Navidad ya estaba a puerta y por donde sea se comenzaban a vender figuras de María para los nacimientos. Donde quiera aparecía ese ser famoso, la primera dama del cielo, la top model por excelencia, la que no cansa a pesar de siempre usar los mismos diseños, sin importar que nunca muestre nada, pues su sello personal no es su andar, ni su figura, sino esa inquietante expresión que implora amor, atrapándote sin falla. Verla es reconocerla a todo lo largo de las vértebras, en el fuego que envuelve el corazón, en la fragancia de la vitalidad misma, destinada a ser ignorada únicamente por quienes tienen la desdicha de no nacer nunca.

Y no sólo figuras comenzarían a vender, también estampillas, vídeo s de su vida, de la anunciación, del nacimiento de su hijo y de su suplicio bajo la cruz.

¿Cómo se supone que Favio tendría manera de tocar siquiera una de esas figuritas? ¿Cómo entrar a una iglesia y respetar tanta escultura que mostrara a María, a veces sin el menor respeto de su fuerza? Si él la amaba entonces mentían todas esas estatuas que le ponen mirada de drogada, presa de un sopor de ternura. Pero por otro lado Favio los compadecía, pues sabía que sería imposible pintar sus ojos, captar su belleza real.

 

"Esta bien" le decía en una iglesia, mientras esbozaba la oración más original de todas "así nadie más se enamorará de ti, ya bastante tengo con que seas humanamente imposible."

Cierto día, cansado ya de echar de menos a Isis, le vio en la calle, accidentalmente como siempre. Hay aquí que puntualizar que Isis nunca decía donde vivía, sólo emergía de repente, durante misa, siempre como un verdadero ángel, con su voz dulcísima, armada de una hermosura que echaba al suelo a la belleza. Y aunque se le esperase, el verla era siempre un accidente afortunado, una coincidencia que reivindica la palabra suerte.

Para Favio, la vida misma era el preámbulo perenne de una cita incierta. Así como el enamorado se siente nervioso de saber que verá a su amada, que horas antes ya empieza a saborear el dulce toque se sus labios, o que aun sin tocarla podría describirla completamente, inventando diálogos siempre acertados, revisando hasta el último detalle de su peinado, de su mirada, de su sonrisa, así Favio miraba siempre a todos lados pendiente de cualquier indumentaria que le sonara similar al de Isis. Quizá por ello se maldijo de ir tan estúpidamente vestido al encontrársela. Aunque no era él el se vestimenta más particular.

Ese día que le vio, ella iba vestida de hombre y acompañada de una muchacha bastante atractiva, ella le vio también, o bueno, volteó hacia su dirección. Quizá fijó su vista en él. Favio sonrió y puso la cara que pondría un niño en un acuario al cual su madre le dice tiernamente "mira, la ballena te está mirando a ti" y el niño lo cree.

Si las miradas trazaran su destino con rayos láser, justo como los apuntadores de un arma KZ-P 500 que gracias a su "telescopio" de rayo no pueden ser sino letales, o bien como los señaladores que usan los maestros que se debaten entre el modernismo y la obsolencia, si la mirada fuese así sería, por principio, muy peligrosa, pues Isis se daría cuenta que esa rayita catódica de color rojo intenso que era la mirada de Favio, se posaba sobre de ella de arriba a abajo, primero en sus piernas, en sus caderas, en sus pechos, y mucho muy insistente en su cara, si ese destello láser y delator existiese podría darse cuenta de semejante atención. Sería peligroso porque sería el fin de las miradas de reojo, moriría la discreción y nacería el mundo de la desvergüenza. Y al igual que en los artículos, ¿Cómo saber si el rayo es para clavarnos un proyectil en pleno rostro o para enseñarnos el camino a la dicha?

Una cosa es cierta, que Favio bien pagaría el precio de ser descubierto a cambio de la certeza de saberse observado él mismo. Cabe decir que el despecho opera de forma muy rara en el interior del hombre, para muestra cabe decir que Favio no esperaba más de la vida que figurar delante de Isis, que daría una de sus manos a cambio de que ella le mirara con curiosidad la muñeca, y sin embargo, si tuviera que elegir entre no ser visto a serlo sin emoción alguna, él hubiese elegido lo primero.

Así, Favio inventaba un nuevo uso a los láser, el de perderse, de interferirse a fin de borrar toda certeza del blanco, de hacerse difusos, el de hacer el efecto que sea con tal de que tal distorsión opacara la verdad de ser visto e ignorado. Nada mejor que estar plenamente seguro de que el rayo rojo e ígneo que surgía de los ojos de Isis no le había detectado, no porque las pupilas de ella no viraran en dirección de su pecho que rugía como un vehículo desvielado, tal cual su corazón, sino porque le vendría a confirmar la esperanza en que sus ojos tuvieran una mirada perdida que el pudiese encontrar, y porque no acompañar, en mejores circunstancias.

El sueño era esa ahora, que en vez de ese rayito de luz láser aparecieran millones de cristales luminosos desparramados sin orden en el medio ambiente, en clara muestra de que Isis no fijaba su atención en nada en particular, que la mirada estaba ida, fija en el mundo, tal como en un cuadro que captura todo, o dicho de otra forma, que no atiende nada.

Eso le era urgente de saber, pues de no ser así estaríamos en la situación de que Isis le había visto y reconocido, y el pavor a comunicarse con él la había hecho abordar a toda prisa un taxi, en el más claro ejemplo de desprecio, de huida.

"Seguro que en tu época eras bastante convencional, pero no para mi, María"

Pasó Favio frente a un escaparate que se adornaba con un nacimiento que abarcaba cerca de seis metros cuadrados, era un nacimiento tradicional, con piezas de tamaño normal, debiéndose aclarar que un nacimiento normal no es de esos que hacen con maniquíes de tamaño natural, que muy apenas acurrucan en una habitación en una burda representación de María, José, el bebé, tres reyes magos ya a pie (pues no hay maniquíes de un elefante, camello y percherón) cargando sus cajitas, y atrás, si se tiene suerte, un ángel.

Desde luego ese no era el caso de este nacimiento que Favio contempló por más de una hora, no, este era de seis metros cuadrados, pero poblado de figurillas de treinta centímetros de alto, en el caso de los humanos, lo que se llama un nacimiento tradicional. El suelo era cubierto en su totalidad de paistle fresco que en algunos sitios lucía ese verde engañoso de quien se está convirtiendo al gris, todo ensortijado y revuelto, con un sin fin de puntas, como si fuesen una sábana de espinos que luego por arte de hechicería les hubiesen vuelto de goma. Había unas áreas cubiertas de liquen, e incluso se contaban algunos helechos. En un estanque, cuya agua era un espejo vuelto arriba, se miraban unos patos de barro que proporcionalmente con los humanos estaban monstruosamente grandes, se notaba que los patos no eran parte del juego del nacimiento, pues mientras estos eran de cerámica pintados con aerógrafo, con timbres metálicos, el resto del nacimiento estaba pintado a mano, con un fino trabajo de colores, unificados con pátinas que daban sombra y vitalidad, prevaleciendo los básicos y los pasteles, nada mas y nada menos, en ese mismo estanque de frío espejo estaba un mono cuya figura no concluía en pies, sino que estaba hecho hasta la mitad del fémur, y yacía inclinado sobre el estanque con una mano fuera, y la otra inconclusa al nivel del "agua", era sin duda un pescador, diseñado para verse real, metidos sus pies en el agua, otra mano igual, y la pintura era tan detallada que a la altura de su sexo, su pantalón anaranjado lucía más oscuro, es decir, estaba húmedo. Había también una vereda hecha con dulces de colación y una carreta estaba cargada de cacahuate. En un panteón estaba sentado un perro y un hombre, y a la derecha yacían dos sujetos sentados en un plátano y señalando la estrella de Belén que se sostenía en la cumbre del pino. Obviamente que estaba la sagrada familia, y espada en mano estaba, detrás de ellos, un Ángel del Señor, mientras que asechando estaba con sus alas de murciélago el Diablo, tieso, como si lo hubieran hecho a desgana, diferenciándose claramente del resto de las estatuillas. Había además un sin fin de pastorcillos acercándose, lo que revela que Belén ha de haber sido una potencia ganadera en tiempos del nacimiento de Cristo. Pasando por ahí caminaban algunas tinajeras cargando baldes con agua. Acercándose del lado opuesto del lago, unos nopales, una bola de fieles animales, dígase vacas, burros, gallos, todos de encimosos cerca del establo, cerca pero afuera, propiedad de un dueño muy descuidado. El pino estaba decorado con dulces, ya que el aparador era de una dulcería, con algodón blanquísimo en sus ramas, blanca como la nieve que cada año se deja ver en Belén, justo en las épocas navideñas. Muchos campesinos, gente como perdida caminando en dirección del niño dios, veredas de naranjas, acantilados de guayabas, unas veladoras. La familia celestial dentro de una choza de madera cortada del monte, muy detallada, los reyes magos trepados aún en sus animales. Estaba incluso una mujer con un niño en brazos acercándose a Jesús, la cual, con un poco de imaginación, podía presumirse que era la madre de Juan el Bautista que lo llevaba a conocer a su primo. En fin, el nacimiento estaba tan colorido y tan completo que no sería raro que alguien permaneciera largo rato mirando el aparador, ni la larga permanencia fuera del mostrador sería motivo de alarma para nadie, es más, el dueño de la dulcería no llamaría a la policía delatando al fisgón, sino que sonreiría para sus adentros pensando en que el próximo año colocaría el nacimiento con más figuras todavía.

La realidad era otra. Favio se acercó y repegándose al cristal suspiró rezando la breve exclamación que los chiquillos repiten hasta el cansancio en la doctrina católica "Jesús-José-y-María, os doy el corazón y el alma-mía", y sus ojos brillaban de humedad, pues mas que una repetición monótona de la frase, era un soplo que venía de ese corazón y alma suya.

Luego comenzó a buscarse entre las figurillas, preguntándose cuál de ellos le representaría a él, pues amando a María como la amaba, seguro que estaría cerca en un momento tan importante. Por eso, cuando dio con un mono que vestía sus mejores galas siendo un pobrete, y al mirar que éste miraba la escena desde lejos, sentado en cuclillas, procurando no acercarse más, pero sin duda acechando, supo que ese debió ser él.

Por un instante pasó a imaginar que era un hombre diminuto, del tamaño del nacimiento, y que todo a su alrededor se convertía en real, y los patos eran descomunales pero nunca salían del agua, afortunadamente, y corría la brisa llevando hasta su nariz cada uno de los aromas que poblaban el nacimiento de Cristo, y todos en dirección a él, deseando verle, animales y humanos, y el pino gigantesco tocando el mismo cielo, coronándose con la estrella, mientras él, abría bien sus fosas nasales para percibir el olor de madre de María, de su leche deliciosa, de su cabello acogedor, sintiendo hasta allá donde estaba, de cuclillas en el paistle que ahora eran matorrales, la suave tibieza que aquél pecho ofrecía sólo al Cristo, y eso le hacía feliz, verla feliz le hacía feliz, era amor sin duda.

Luego todo se desvaneció al pensar que Isis no era una María feliz, que la hacía falta algo, y ese algo tal vez era su compañía, pero sonrió, completa, absoluta e indudablemente seguro de que eso que él quería creer no era cierto, Isis no le necesitaba a él. Las figuras volvieron a ser simples estatuillas, y él, uno de los tantos transeúntes que se agolpaban al cristal.

¿Qué lo hacía distinto a él del resto de mirones? Todos y cada uno de los fisgones sentían un desplante de humildad y suspiraban deseando ser pastorcillos o tinajeras, y se acercaban al pesebre mas para armar tumulto y alboroto que para postrarse ante el Mesías. Favio era distinto a todos al menos en eso, el estaba ahí por amor. El no era un pastorcillo fugaz que simplemente fue a fisgonear a un bebé, no era la tinajera que quería estar al tanto del chisme, ni un rey con regalos que se aparece por única vez y nunca más regresa, no, él no era esas figurillas efímeras que vagaban por ahí de paso. Favio estaba seguro de ser un personaje mucho más importante y trascendental dentro de aquella historia, pues él no era una presencia volátil, de hecho acompañaría a María a donde quiera que ella fuese sin importar que ella nunca le correspondiera. Él no era un oportunista, estaría siempre cerca, muy al pendiente. Y esas ideas eran lo único que le hacían armarse de valor y encarar toda serie de criticas que al cristal de la dulcería le lanzaba la gente a la figurilla que lo representaba, ya fuera por sus evidentes intenciones, por su cola de rata con punta de flecha, por sus cuernos, su pata de cabra, y sobre todo, por sus espantosas alas de murciélago.

SAMUEL

- Siento que debes cortarte ese cabello, es la última vez que te lo señalo, la próxima se acompañará de una sentencia que te hará elegir entre tus cabellos y tu espíritu- Decía Adreil.

Samuel le miraba de reojo, con respeto ciertamente, pero con desconfianza, luego se tomó el atrevimiento de replicar - Los Esenios eran grandes místicos y llevaban el cabello largo, permitidme llevarlo a mi, Maestro- Lo había dicho a la manera de los iniciados de segunda clase, diciendo palabras como permitidme, os digo, lucháis, amad etc. en un tono tan falsamente espiritual pero que tanto excita a los predicadores y ni se diga a los neo Avataras y Cristos que se pueden encontrar en muchas sectas.

- ¿Acaso eres tu un Esenio?, ¿Les has visto con el cabello largo, te consta?-

Eso debería entenderse como el fin de una discusión, tajante y clara, en la cual Adreil quedaba como vencedor indiscutible y Samuel como el pendejo de turno que, dentro de su pequeñez, osaba decir tonterías, aunque de cierto, dentro de la secta se requería de valor para decirlas, pues el orden jerárquico era el fundamento de todo. Sin embargo lo que contesto Samuel hizo enmudecer a los cuatro que habían reído con el aun fresco sarcasmo de su líder.

- Si, les he visto-

- Ver los dibujos que de ellos se hacen en los libros no es verlos realmente-

- Les he visto en astral-

Ooooooooooooooh, pareció escucharse a manera de eco al momento en que tales palabras fueron echadas en ese cósmico punto al más puro estilo de un as muy escondido en la manga de una prenda que parecía ser...¡un chaleco!.

ASTRAL, esa palabra retumbó en el entrecejo de Adreil con una fuerza de diez torbellinos. Hemos aquí de decir lo que se entendía por ASTRAL dentro de la secta.

El cuerpo astral, o el plano astral, es quizá una de las figuras más famosas dentro del esoterismo. Se habla que paralelamente al mundo en que vivimos, físico y tridimensional, existe un mundo etéreo, ajeno a lo terreno sólo parcialmente. Esta tierra es el plano tridimensional, pues todo se envuelve en tres palabras que siempre se mencionan como barrotes de una cárcel ineludible: Largo, Alto y Ancho. Así somos, con imagen en tres dimensiones. El cine, por ejemplo, no ha podido imitar convincentemente el efecto que produce, ya no en los ojos, sino en el cuerpo entero, la emanación tridimensional que la vida misma ofrece. Lo primero que hay que entender para asimilar el mundo astral, o cuarta dimensión, es que existen otras tres anteriores.

En la secta el mundo no era tridimensional, sino tridemencional, ya que cada una de esas palabrejas bastaba para acarrear segura demencia a cada uno de los fieles, apegarse a lo terreno, es decir, a lo largo- alto- ancho se identificaba con otro principio que es la Ley de Gravedad.

Ya los rosacruces gritan hasta el cansancio que Newton era un iniciado en las artes ocultas, y de ahí que conociera las leyes físicas, dicen también que la teoría de la Ley de la Gravedad es vieja como el tiempo, y que el más remoto y ancestral rosacruz ya la dominaba, pero fue hasta Newton que los maestros de lo oculto permitieron que tal secreto fuera revelado a los simples mortales, es decir, los no rosacruces, ello con la bondadosa intención de que la gente despertara un poco de ese sueño en que vivían, que reconocieran la banalidad de lo terreno y alzaran la vista al espíritu, ¿Cómo?, comprendiendo que la Ley de Gravedad no era caer siempre en dirección del suelo como las manzanas, sino al revés, como una fuerza terrena, mundana, que impide extender las alas y volar a un cielo espiritual, divinal, luminoso. Entonces, se da pie a que se enseñe que hay que saber tener fortaleza para seguir el camino del espíritu, pues siempre habrán cosas terrenas que quieran desviar nuestra atención del espíritu, y esas son precisamente las pruebas a dominar. El espíritu era entonces la única dimensión valida como meta, lo demás era demencia, perdición.

Aparece entonces la cuarta vertical, el plano astral que ya no tiene nada que ver con las tres palabras infumables, la cuarta dimensión, también llamada el tiempo, el país de los sueños. ¡ni mas ni menos que la tierra donde los sueños viven sus propios dramas!.

En el plano astral todo es ligero, el cuerpo, las cosas, el mundo entero, conocido o no. Muchas pruebas demostraban la existencia de ese mundo astral, ahí la velocidad es la velocidad del pensamiento, el cuerpo flota, vuela, no siente el dolor, es elástico. Ahí todo es ilógico, uno hace cosas que en la vida real no se atrevería, somos nosotros mismos sin ataduras.

"Freud tenía mucha razón al decir que en los sueños conoceréis a los hombres, pues esta es una negrísima verdad, lástima que el doctor era ante todo un mentalista que basaba su sabiduría en el razonamiento, eso le impidió descubrir todas las maravillas que tenía frente a sus narices. Tan cerca estaba de abrir las puertas de la cuarta vertical. Abrir su espíritu le habría permitido tocar el misterio de la plenitud sin fin, pues de cierto el país de los sueños es un mosaico interminable de imágenes, de mensajes, de compañía. La vez pasada vi el cuerpo de Freud en la cuarta, impresionado mirando a su alrededor sorprendido, tan cerca de la verdad, pero ciego. Yo les digo, practicad, practicad y practicad, sólo así podrán dominar su cuerpo astral y viajar con él a voluntad, y tomar ese fruto que se encuentra maduro que es la sabiduría. Todo lo que deseáis saber está ahí. Su cuerpo astral yace como una mano que no se usa y en consecuencia se atrofia." Decía Adreil.

No importaba que Freud estuviera muerto, en la cuarta vertical no existe el tiempo, por lo tanto ahí viven el pasado presente y futuro, ahí se guardan los vivos y muertos, ahí está la sabiduría también, ahí hay libertad, y sólo mediante ejercicios se podría dominar el cuerpo astral. La disciplina debía seguirse conforme Adreil disponía.

"Estoy enfadado con vosotros, hermanos, les amo mucho y me oscurece saber que son unos desordenados, que de poco les han servido mis enseñanzas. Anoche les visite como amigo en sus sueños, y me di cuenta que en el astral no se entregan al trabajo interno, sino a la violencia y la fornicación, al materialismo e inclusive a las más estúpidas actividades, los encontré inclusive haciendo lo mismo que hacen aquí en la tierra, preocupándose porque no salen los informes, porque no se venden los productos, porque un cliente duda seguir requiriendo nuestros servicios, y mientras perdían su tiempo y su existencia, sobre sus cabezas, como un río de color enteramente azul fluía la corriente del saber, dulce y exquisito, y les señalaba el cielo, pero ustedes no me veían, algunos de ustedes me gritaban al rostro que me odiaban, otros me invitaban a sus vicios de la bebida, del cigarro, e incluso unas hermanas me invitaban a fornicar en medio de blasfemias. No es mi intención develar la identidad de esos hermanos que hicieron todo y cuanto digo, cada quién sabe qué fue lo que hizo o, en el peor de los casos, ni cuenta se dan de lo que hacen en el astral. Hermanos, es urgente despertar el cuerpo astral y dominarle, pues no es posible que vengan aquí a hablar de paz, de amor, de Dios, mientras que su parte astral coquetea con el demonio. Hagan de su cuerpo astral una entidad celeste y brillante, dejen de vestirle como una sombra gris del más repugnante hollín, cenizas de almas que se encaminan a los avernos. Todos necesitan practicar y abrir de una buena vez los ojos, sólo así podrán ser hombres y mujeres cabales, coherentes con su participación en el universo como creadores de mundos. Ni uno solo de entre ustedes es el mismo en su astral, todos, unos más, otros menos, caminan ciegos o apartados del camino. Déjenme decirles que viendo mi predicamento se acercó ante mi el venerable maestro Latarikaz, un ángel de indescriptible luz, de mirada dulce pero justa, venía acompañado de otro venerable Cristo cuyo nombre no puedo mencionarles, tal es su poder, y el ángel Latarikaz me musito al oído que mi labor no rendía frutos, que era preciso ser más severo y eficaz en mis enseñanzas, que mi ejemplo no es lo suficientemente convincente para hacerlos vivir, ellos dicen vivir al despertar de la conciencia, pues todo aquel que yace en sueños para ellos está muerto, y la mirada amorosa del ángel era una súplica, no porque él tenga nada que suplicarme nada a mi que frente a él soy una basura miserable, sino una suplica de amor, de deseo de ver sus almas salvadas. El otro maestro en cambio dijo con voz serena, "no tires rosas a los cerdos, cada quien alza su vista al cielo y ve noche o día, según el caso, sin saber que la noche es tan oscura que deja de ser, si han de rendir culto al oscuro, tendrás que abandonarles, pues es de sabios alejarse de la ponzoña" y dicho esto se retiraron. y lloré el resto de la noche, y ninguno de ustedes escuchó mi llanto, porque sus risas eran en sí mismo un llanto más espantoso que el mío. Orad, no descuidéis ni un segundo, mirad de frente porque a frente suyo fue puesto el mundo para vuestra gloria, no huyan del mal, trabájenlo."

Sermones como este indicaban por un lado que Adreil podía intervenir hasta en los sueños en cualquier momento y descubrir los peores males encarnados, a manera que sabía la íntima verdad y sobre todo la íntima mentira, haciéndose real aquello que dice que la mirada de Dios llega a cada rincón del universo. ¿Dónde podría esconderse ese Caín que todos llevamos dentro? El astral era un sitio peligroso. Además, en dicho lugar tenían contacto los dioses con los humanos, ahí caminaban los ángeles como en una florida alameda, también los demonios, ahí los maestros podrían hablarte al oído, ahí se miraba a un lado el presente y a otro el futuro, y ambos puntos era justo donde el buscador se parase, ahí quedaba la Suprema Logia Blanca, la Negra también, ahí estaba oculto el santo grial, el arca de la alianza, el verdadero manto de nuestro señor Jesucristo, todo dentro del templo del Ave ígnea.

¿Quién podría corroborar o desmentir todo lo que se decía del astral? Sólo los que hubieran estado ahí conscientes. Pero nadie lo había conseguido. A lo más alguno se tomó de un dedo y lo estiró para luego exclamar "estoy en astral", pero nada más, no podían viajar ni consultar la sabiduría. Es por eso que nadie absolutamente podía poner en tela de duda todo lo que Adreil narraba como alguna de sus andanzas astrales, y ni qué decir de los personajes que con él se encontraban en el astral, ángeles como Latarikaz que nadie había escuchado en su vida, efigies tan misteriosas como el Cristo del nombre inmencionable eran reales por el sólo hecho de que la entrevista había tenido lugar en la cuarta vertical, y quien no crea, que vaya allá y pregunte.

Por eso, cuando Samuel dijo que había visto a los esenios, (cuyo miembro mas celebre fue ni mas ni menos que Cristo) en el astral, la conmoción no se hizo esperar. Adreil guardo silencio para luego poner una sonrisa cínica a la vez que decía "Le espero esta noche en la entrada del templo carmesí. No me preguntes por su ubicación, estando en el plano astral, dar con él es más fácil que no dar"

La semana siguiente Samuel fue fuertemente reprendido por no acudir a la cita de Adreil. desmentir a Adreil diciendo que si había ido era impensable.

La orden fue dada, la próxima vez que entrara a la secta, su cabello debía haber sido cortado a dos centímetros del cuero cabelludo. Llegado el plazo acudió Samuel al templo con los cabellos largos, y a medio rito Adreil dio indicaciones para que le apresaran y le cortasen el cabello, y Samuel, que no era ningún Sansón, tumbó a varios hermanos a punta de puñetazos para luego bajar del área del templo a toda velocidad, mientras el guardián de la puerta del templo, erró un tajo de la espada que por liturgia debía de cargar. Samuel se vistió como pudo sin dejar de correr hacia afuera, mientras la grey se alborotaba en medio de un caos indescriptible.

Dos cosas eran ciertas, que Samuel no volvería a poner un sólo pie en la comunidad de luz, y otra, que el guardián del templo estaba medio loco y convencido de su función esotérica, pues el tajo de su espada no fue al azahar, iba con toda la intención de degollar a Samuel. Afortunadamente falló, pero Adreil, que no quería ver manchado su templo con policías (la sangre no le importaba), quitó de inmediato dicho puesto de guardián a Rogelio, y consagró como nuevo guardián del templo a Favio.

Cosa irónica, al prestar juramento como guardián del templo tenía que repetir una letanía sangrienta que no correspondía a esta época, sino al medioevo, "os juro cortar con mi espada la garganta del profano, el alma del demonio que se disfraza de mil maneras, del inicuo, del irrespetuoso"

Prometió hacer todo lo que le costaría la remoción de su encargo divino.

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