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Stag Life 15: Passion of Carol (1975)

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Stag Life 15: Passions of Carol (1975)

La Serie Stag Life agrupa las reseñas de las películas más significativas del género X del Siglo XX, y resume el contenido de "Memento", la memoria multimedia que conjunta los filmes y otros documentos relativos al tema.

Título: Passions of Carol (1975)

Dirige: Amanda Barton (Pseudónimo de Shaun Costello).

Título Región 4: Cuento de Navidad X.

Performancers:

Dado que la obra es adaptación de otra muy conocida, me permitiré abundar en algunas equivalencias, y como casi todos intervienen bajo seudónimo, referiré sus nombres más usuales, por si alguien quiere ahondar en la filmografía de cualquiera de ellos:

Mary Stuart, como Carol Scrooge, equivalente a Ebenezer Scrooge (aparece en créditos como Merrie Holiday).

Marc Stevens, como el Fantasma de Lance Marley.

Jamie Gillis, como Bob Hatchet, equivalente a Bob Cratchit.

Kim Pope, como la Sra. Hatchet, equivalente a la Sra. Cratchit.

Arturo Millhouse, como el espíritu de las Navidades Pasadas.

Kevin André, como el Espíritu de la Navidad Presente.

Shaun Costello, alias Rus Carlson, alias Helmut Richler (así aparece en los créditos), como el expresivo espíritu de las Navidades Futuras.

Day Jason, como la asistente de la señorita Scrooge (en créditos aparece como Daniela Di Orici).

Sonny Landham, como el aspirante a modelo.

Susan Sloan, como Barbie, la amiga de la infancia de la señorita Scrooge (en créditos aparece como Rose Cranston).

Alan Marlow, como Billy, el amigo de la infancia de la señorita Scrooge (en créditos aparece como Alan Barow).

Toni Scott, como la sirvienta de Scrooge (en créditos aparece como Angela Dermer).

Carter Stevens, como el novio de la sirvienta de Scrooge (en créditos aparece como Alan Grodin)

Stuart Dickinson, como el cliente de la puta desarrapada.

Empleado del Mes:

Mary Stuart

Reseña:

Disculpa previa. Esta es una reseña a destiempo. Quise que hubiera salido para antes de la celebración de Navidad, pero no me fue posible. Luego se me complicaba porque quería que saliera antes de la celebración de Año Nuevo, pero ello me colocaba en una nueva disyuntiva, la de decidir si reseñar ésta o "Foxtrot (1982)" que, además de mostrar un palo excelente que se procuran Ron Jeremy y Veronica Hart, culmina con una trepidante orgía de fin de año.

Así las cosas, varias razones impedían una escritura prematura: la fundamental, que me daba vergüenza escribir una reseña de "Passion of Carol (1975)" sin antes haber leído el original de Dickens. No es que sea un purista, sino que hasta hace un mes mi mente deliraba con el asunto de que el Cuento de Navidad había sido escrito por Oscar Wilde. El error, como es obvio suponer, radicaba en que siempre confundí "A Christmas Carol" (Dickens, 1843) con "El Fantasma de Canterville" (Wilde, 1887). Con semejante confusión no podía escribir la reseña. Para continuar, tuve muchos compromisos, afortunadamente. Así que mal y tarde – como diría Sabina- escribo esta reseña, escudándome en que, al ser la primera de 2010, vale como abrazo de Año Nuevo.

Pasemos pues a la reseña.

En el año de 1843 el escritor británico Charles Dickens escribió "Canción de Navidad" o "Un cuento de Navidad", (A Christmas Carol en el original inglés) es una novela corta de carácter realista-gótico que luego de su publicación tuvo un éxito extraordinario. La trama es bastante conocida: narra la travesía del señor Scrooge, un tacañazo insensible, materialista y cascarrabias, quien es visitado a la víspera de Navidad por el fantasma de un socio muerto que le avisa de la llegada de tres espíritus que le darán una lección. Los espíritus son el Espíritu de las Navidades Pasadas, el Espíritu de la Navidad Presente y el Espíritu de las Navidades Futuras. Le muestran lo humano que era, lo humano que dejó de ser, y el muerto que será. La visión le hace cambiar, del desgraciado que era, en una persona cariñosa y con sentido navideño.

Seguro han visto alguna película con esta historia. Algunos, los menos, se habrán dado el tiempo para leer el libro, que es muy corto. Incluso, la figura del Pequeño Timy diciendo (lagrimita en la mejilla, ojito Remi, y muleta al brazo) "¡Que Dios nos bendiga a todos!" es un clásico. Vamos, hasta Mickey Mouse ha sido Bob Cratchit. El libro no tiene la culpa de haber sido tan interpretado, y créanme, no es el relato melifluo que tanto empalaga por estas fechas.

Si se lee la obra, es fácil adivinar el por qué de su éxito inmediato. El cuento es rico en estampas, tantas que nos llega a casi todos (a mí me llega en varios personajes). Toca el corazón de los patrones, de los empleados, de los que tienen o tuvieron una hermana que quisieron, de quien estuvo solo, de quien alguna vez fue aprendiz, de quien es capaz de recordar la calle que se recorría en la niñez, de quien fue querido, de quien se sienta en una mesa en compañía, de quien festeja la navidad, de quien le choca, de quien sale a la calle y ve oportunidad de hacer una pequeña diferencia pero la deja pasar, de quien se sabe efímero, de quien vive el día de hoy sin darse cuenta de su valor.

El pasado es hoy visto hacia atrás. Fue Albert Einstein quien dijo "Nunca reparo mucho en el futuro, pues éste llega enseguida". Y así parece ser. Al cabo de los años esta navidad será la del pasado, y quizá no lo sabremos, pero llegado ese futuro recordaremos que en aquel entonces alguien nos apreciaba bien, alguien hacía cosas para que nuestra vida no fuese un tormento, o alguien simplemente compartía lo único que en verdad poseemos: tiempo.

El año en que se escribió la obra nos ubica en plena época victoriana, y quizá por eso no hay mucho erotismo que extraer de las letras del Dickens navideño. Entre líneas, lo más cachondo del cuento son acaso dos pequeños pasajes que, en su elaboración timorata, develan que el buen Dickens sabía apreciar el valor de un buen culo y que, lejos de ser el asexuado y senil escritor que se nos viene a la imaginación cuando pensamos en él, bien pudo ser un escritor calenturiento que disfrutaba un poquillo de más, si cabe, algunos abrazos navideños (fuente inagotable de arrimones de tetas y escarceos de pubis).

Los pasajes a que me refiero derraman saliva en torno a exquisitas chiquillas que hoy llamaríamos Lolitas. En el primero, el Espíritu de las Navidades Pasadas lleva a Scrooge a ver lo que ha sido de Belle, su antigua prometida. Ella está en su casa, ya madurita, observando cómo sus hijos juegan a su alrededor. Entre su progenie está una muchacha a la cual Dickens quisiera poner en una mazmorra, según se desprende de su soliloquio. Veamos:

"Las consecuencias eran de lo más ruidoso que se puede imaginar, pero nadie se preocupaba de ello; al contrario, la madre y la hija reían de muy buena gana y se divertían muchísimo con ello; y esta última, empezando pronto, a mezclarse en los juegos, fue hecha prisionera por los pequeños bandidos del modo más despiadado. ¡Qué no habría dado yo por ser uno de ellos! Aunque yo nunca habría sido tan grosero, de ninguna manera. Por todo el oro del mundo no habría yo estrujado sus hermosas trenzas, deshaciéndolas; y respecto de su precioso zapatito, no se lo habría quitado violentamente, así Dios me salve, aunque en ello me fuera la vida. En cuanto a medirle la cintura jugando, como aquellos atrevidos, no me hubiera atrevido a hacerlo, temiendo que en castigo me quedase con el brazo doblado para siempre, a fin de que no pudiera reincidir. Y habríame agradado sobremanera haber tocado sus labios; haberle preguntado algo para hacer que los abriese; haber contemplado las pestañas en sus ojos abatidos, sin producirle nunca rubor; haber dejado sueltas las ondas de cabello, del cual una sola pulgada sería un recuerdo inapreciable; en una palabra, habríame agradado, lo confieso, haber tenido el ágil atrevimiento de un niño, y, sin embargo, haber sido lo bastante hombre para apreciar el valor de tal condición."

¡Qué elegancia la de Dickens! Si se le hubiese permitido más hubiera tejido frases como: "Y habríame agradado meterle la verga en la boca, aceptando con gallarda humildad la sentencia que por alevoso hubiere merecido. Dios me libre siquiera de imaginar con detalle lo dulce de sus mieles, o la suavidad de aquellas nalgas que con inocencia toqueteaban aquellos chiquillos para meterla al calabozo, cuanto más libre sería si no lo imaginase, por lo que, dispénseme la culpa de ello y téngase como si aquí no hubiesen cruzado esas ideas canallas, ni provocado que boqueara yo como un pez, sin razón".

En cuanto a la fantasía de ser un niño con conciencia de adulto para disfrutar furtivamente de los arrimones que sobran a todo bebé, eso amerita ya un análisis freudiano que desentrañara lo mucho que Dickens, que en paz descanse, disfrutaría (con esa lucidez que deseaba tener en su cuerpo de infante) el ser amamantado, o su ansiedad fruto de su comprometida posición en la bañera, o su gesto de sorpresa ante un eventual catarro que le llevase a la cremosa sensación de un supositorio o un termómetro rectal que no puede resistir por estupidez lingüística, limitándose a chillar de rebeldía o a poner cara de chiquillo hedonista.

El segundo párrafo al que me refiero es una joya, sobre todo por su final. Dickens identifica así a la chica en cuestión: "la sobrina de Scrooge, sobrina política". La aclaración es válida porque a leguas se percibe que en ese momento de la historia Dickens está identificado plenamente con Scrooge, es decir, en ese momento ¡Él es Scrooge!, y si se le van a antojar las nalguitas de la sobrina, al menos que sea política para no verse tan marrano. Dickens describe así a su sobrinita política:

"Era muy linda, extraordinariamente linda, de cara agradable y cándida, de sazonada boquita, que parecía hecha para ser besada, como lo era, sin duda; con toda clase de hermosos hoyuelos en la barbilla, que se mezclaban unos con otros cuando se reía, y con los dos ojos más esplendorosos que jamás habéis visto en una cabecita humana. Era enteramente lo que habrían llamado provocativa, pero intachable. ¡Oh, perfectamente intachable!"

Traducción: Tenía un culo que daban ganas de tomarlo con ambas manos, unos pechos con aureolas rosas como un par de piñones desnudos que bien valdría la pena gastar con devotos mordiscos; su olor era embriagador y exaltaba todos los instintos más básicos; con esos hoyuelos que se le hacían encima de las caderas, como una sonrisa en un rostro que afablemente recibe la visita de una verga enhiesta, mientras que su vientre era bello, terso, como dunas de arena sedientas de esperma, y un cuello que exigía la presencia de besos urgentes; bella desde sus hermosos pies que, tímidos y juguetones, se retuercen en la boca de un amante apasionado, rodillas flexibles y reacias que presagiaban el abundante vello de un pubis cubierto con pequeñas gotas de rocío de un amor que amanece, y que llama como sirenas al buen entendedor, al de olfato insensato que sigue el canto que le invita a clavar la lengua hasta el rincón más recóndito de sus cavidades dulces como un higo en flor, con un brillo de abandono sexual en la mirada, en fin, una joven cercana a lo que se podría llamar provocativa, rica, mamacita, pero intachable, eso sí ¡Muy intachable!.

No cabe duda que no hay respeto. Mira que leer así a Dickens. En fin. Él habla de damas intachables, sin embargo, "The Passion of Carol (1975)" habla de otro tipo de damas: de las "tachables". Y sí que son tachables.

Lo primero que hay que decir del film es que se trata de una adaptación y no de una parodia. Ello supone que en la cinta no veremos a la señorita Scrooge cogiendo con su empleado, o a los tres espíritus jodiendo a la vez a la señorita Scrooge, o a la esposa de Hatchet dándole las nalgas a alguien que no es su marido, o cualquier guión fácil que encuentre en el coctel sexual de los personajes su fortaleza.

La historia se apega lo más que puede a la historia original, con sus significativas variantes, claro está, pero respetando la idea central. Si alguien no tuviese idea de la famosísima trama de "A Christmas Carol" y descubriera esta historia en esta cinta, probablemente diría que se trata de una obra maestra, profunda, conmovedora.

La historia sucede en una invernal ciudad de Nueva York, la nieve está por todas partes, la gente va de un lado a otro. Cuando pasan las escenas de la nevada ciudad se escucha un efecto de sonido que sugiere la existencia de un viento helado. Se intercalan escenas de una recepcionista que repite insistentemente "BIVA Publications, Merry Christmas, no, la señorita Scrooge no puede atenderle, está muy ocupada y ha ordenado que no se le moleste".

Dentro del privado del privado de la señorita Scrooge están ella y su empleado Bob Hatchet, obvio, ella lo está regañando y le está haciendo la vida imposible. Para irnos pronto, Mary Stuart es la tacaña, manipuladora, dominante, avara y sexualmente castigadora señorita Scrooge, mientras que el empleado sumiso es Jamie Gillis. ¡Sí, oyó usted bien, Jamie Gillis!

Cuando Jodorowsky iba a filmar Dune, quería convocar para el papel del Emperador de la Galaxia a Salvador Dalí; la elección del pintor como actor era ya un suceso en sí mismo porque la identidad del intérprete no podría suprimirse de ninguna manera; así, la excentricidad de Dalí era tan protagónica que no importaba el disfraz que se le colocara, seguiría siendo "Dalí haciéndola de…". El Emperador estaría irremediablemente atado a la fama de su intérprete. La fama pesa, y si no me creen, pregúntenle a Mark Hamill que será, hasta la muerte y le guste o no, Luke Skywalker, y se chingó. Hago estas referencias porque, pese a que sabemos que Jamie Gillis pudo haber sido, si así lo hubiera querido, un actor dramático con posibilidades de éxito en el cine mainstream por ser bastante capaz de ajustarse a un personaje y darle credibilidad, su selección para interpretar al empleado del cuento de navidad de Charles Dickens es algo demasiado kistch. La fama de Gillis es la de un tipo retorcido e inquietante, y es imposible ignorar eso aunque esté deseándote feliz navidad.

La señorita Scrooge es la directora general de BIVA, una revista de desnudos masculinos; estando al mando es cabrona como jefa y le importa una chingada el bienestar de sus empleados, cosa que puede deducirse fácilmente luego que Hatchet le muestra unas fotos y ella le indica que son una mierda, que quedará despedido si no arregla esa porquería. Evidentemente, no importa que sea la víspera de Navidad y que el pobre de Gillis se tenga que quedar a trabajar hasta tarde. Scrooge explica sus razones:

-Las chicas de hoy no aceptaríamos vergas blandengues en nuestra habitación; mira, estos cabrones parecen impotentes. Quiero que estas vergas estén grandes y duras para antes de que salga la publicación de este mes, o quedarás despedido.

-Pero Señora Scrooge…

-No me digas así…

-Pero señora Scrooge…

-Lo estás haciendo de nuevo idiota.

-Es que le prometí a mi esposa que tendríamos una cena de Navidad…

-Si quieres tener tu cena desempleado márchate sin arreglar lo que te digo. Cuanta sandez con eso de la Navidad. No me importa qué tengas qué hacer, esas vergas deben lucir grandes y duras. Me caga que todo se paraliza en esta fecha.

Con la cola entre las patas se va Bob Hatchet a trabajar. En el muro cuelga una foto de un desnudo artístico de Marc Stevens; la imagen es incluso divertida porque él por lo regular sale haciendo papeles desarrapadosde ahí que la foto pareciera tomada a un vagabundo desnudo pero en pose, muy en la onda Mapplethorpe . La señorita Scrooge hace pasar a su privado a un modelo que va vestido de blanco, muy a la usanza de Elvis Prestley (no el Elvis rocanrolero, sino el extravagante que tanto parodian en Las Vegas).

El modelo, interpretado por Sonny Landham, dice llamarse Kurt Reynolds, y está pidiendo chamba. Le avienta a Scrooge el portafolio de fotos sobre el escritorio. Ella ignora el expediente y manda llamar a Gina, su asistente. Gina (Day Jason) entra en escena y Scrooge le dice que el caballero ahí presente se creé muy chingón, que quiere ser un chico BIVA, y le pregunta qué opina. En un gesto extraño, mientras Scrooge está diciendo esas líneas, el modelo le está haciendo "piojito", es decir, le rasca la cabeza a Scrooge con una ternura y familiaridad que queda un poco fuera de lugar pues, no perdamos el suelo: es a Scrooge a quien le está haciendo el "piojito".

La asistente le lanza un vistazo pícaro al modelo que ya se va encuerando y dice con una sonrisa juguetona "¿Y eso funciona tan bien como se ve?". Obvio, el "eso" es su verga colgante.

No se diga más. Scrooge le ordena a Gina que le de una mamada para que se le ponga grande y dura, y poder así juzgar si el tipo es competente para posar en su prestigiada publicación. Scrooge aclara: "Mr. Reynolds, quiero indicarle que esto que mi asistente está haciendo es con el único propósito de agrandar su pene, pero se trata exclusivamente de negocios. Comprenderá que es estrictamente necesario que transmita una imagen de estar muy calificado con una verga dura". Negocios o no, Scrooge comienza a apoyar la labor de agrandamiento.

Entre mamada y mamada Scrooge le pregunta a Gina si lo aprueba, y ella contesta "Sí, mucho señorita Scrooge".

Mientras, en un rincón oscuro, oscurísimo, de la empresa, está Bob Hatchet. Está realizando una especie de photoshop primitivo, retocando las fotos con un lápiz, usando el borrador. ¿De qué manera se la iba a ingeniar Gillis para hacer que las vergas de los modelos aparecieran más grandes y duras usando como única herramienta de trabajo un puto lápiz? No lo sé. Es más, no creo que sea borrando vergas que las hará lucir más grandes. Había que tomar las fotos otra vez, pero en fin, de Gillis puede esperarse cualquier cosa.

Hatchet marca al teléfono de su casa, explica que llegará tarde. "Sé que es Navidad, pero en cuanto termine estaré contigo", se escucha una pausa, va a colgar, y luego, lo increíble, Gillis, el vicioso por antonomasia, lanza un edulcorado "Sweethart? Merri Christmas, Mua!". ¿Así o más dulce? Insisto, Gillis es su propio personaje en ésta o en cualquier cinta en que participa, por lo que verlo ahí defendiendo la Navidad es impagable.

Mientras tanto, Scrooge, Reynolds y Gina se han ido a lo que supongo es un pequeño departamento adjunto a la oficina de Scrooge. Es una especie de sauna, con espejos cuadriculados en la pared, con una hedonista cama con sábanas azules, donde se dan gusto los tres. Si bien la musicalización de la película había sido plausible, su mayor acierto ocurre al musicalizar esta escena de la cama azul con fragmentos de la pieza "Tubular Bells", mejor conocida como la canción tema de la cinta "El Exorcista (1973)" de William Friedkin. Esta canción es mucho más que la célebre tonadilla que tanto pulula en los ringtones de los teléfonos móviles. Es una pieza de rock progresivo en toda la extensión de la palabra, con teclados delirantes y guitarras sincopadas que transmiten frenesí y una atmósfera inquietante, fruto de la creatividad de un temprano Mike Outfield, visceral y en plena forma artística.

Costello carece de escrúpulos a la hora de robarse bandas sonoras (en alguna de sus cintas se plagia de manera casi íntegra la banda sonora de "Taxi Driver (1976)" de Scorcese), pero en este caso digamos que simplemente usó la misma música que Friedkin.

La escena en la cama azul es muy efectiva. Landham demuestra estar calificado. Resulta memorable la postura de cowgirl invertido que le receta a una de sus meretrices, pues la cilindrea con vehemencia mientras que a ella se le ve un culazo que la verdad provoca. Landham termina regándose en medio de estertores.

Como si nada, Scrooge llega a su casa donde también tiene sirvientes a los cuales humillar. En este caso, Polly, una sirvienta (Toni Scott). El diálogo entre ambas es igual de cerrado que el que sostuvo horas antes con Bob Hatchet:

-Limpia bien.

-Pero señora…

-No me llames así… Tienes que limpiar esta porquería.

-Pero señorita, es sábado, es Navidad… quisiera ir con mi novio a festejar.

-Me lleva la chingada. Si escucho a alguien más decir la palabra Navidad voy a… Mira, si quieres copular con tu novio como una pervertida, ese es tu pedo, siempre que lo hagas dentro de tu tiempo libre, no en horas de trabajo, así que, trabaja, quiero dormir un poco y no quiero que nadie me interrumpa.

Scrooge se va a cambiar a un cuarto contiguo. Sus pechos son un tanto tristes, las aureolas de sus pezones son suavemente lisas, brillantes. Se está desnudando y sigue vociferando en contra de la Navidad.

Se supone que está en Nueva York, sin embargo, en su ventanal se observa un Big Ben de cartón piedra. Está a punto de dormir y se fuma un cigarro y toma algunas notas con un lápiz. Se queda dormida y en el ventanal que queda frente a su cama comienza a verse una espesa niebla, por no decir humo. Comienzan a sonar unas campanadas, y por ahí de las siete campanadas se empiezan a escuchar los alaridos de un alma en pena, así como el sonido de unas cadenas. Para la décimo primera campanada entra teatralmente en escena un espíritu chocarrero del que cuelgan un buen de cadenas. El espíritu es Marc Stevens, está despeinado y verde, sólo porque camina un poco sobrio se puede deducir que no es un zombie. El espíritu intenta ser gracioso. La voz que emite es espectral. "Carol. Carol Scrooge. Carol. Carol Scrooge" repite una y otra vez. Primero alza una mano como si saludara un avión, y Scrooge dormida. Luego hace la pantomima de que se está ahorcando con sus propias cadenas, y Scrooge sigue hecha una huevona. Como no funcionan estas medidas, decide subir de nivel, así, Stevens se saca la verga y se la menea, eso sí, sin dejar de berrear el "Carol. Carol Scrooge". Ni siquiera la infalible treta de sacarse la verga funciona. Ya de plano se aparece dentro de la habitación.

Scrooge se incorpora en la modorra. Como recién levantada le pregunta que quién coño es. La voz del espíritu, otrora sepulcral, se aclara luego de una carraspera, como si lo fantasmal fuese efecto de una flema atorada.

-¿Cómo que quién soy? En vida fui tu socio Lance Marley.

-¿Por qué traes cadenas?

-Qué bueno que preguntas. Esto te pasará a ti. Pero vengo a salvarte, vengo a proponerte un trato. Te vendrán a visitar tres espíritus que te mostrarán la realidad de las cosas. Atiende a sus enseñanzas. Te digo. Vine a ayudarte, y estoy dispuesto a hacer un trato contigo, pues ¿Cómo te explico? Han pasado ya siete años de mi muerte y aun me sigues pareciendo muy linda, y no quiero decirte lo solitario que se está acá en el más allá. Nadie da buenas mamadas en el cielo.

La escena brinca hasta el cuarto de servicio, donde la sirvienta está planchando una blusa de Scrooge. Ahí, junto a ella, está su novio (Carter Stevens, otro Stevens), que es un obtuso de primera que presume de poder salir en la revista BIVA. La sirvienta se la pasa diciéndole que guarde silencio, mientras defiende y ataca a Scrooge. Este encuentro termina con un beso, e inexplicablemente no salen cogiendo después. ¿Algo salió mal? No sé. En cualquier porno no se dejaría pasar la ocasión para poner a estos dos tortolitos a joder con humilde alegría.

Se pasa a la habitación de Scrooge donde ésta le da una mamada al espíritu de Lancy. Hay mamadas, hay cópula, hay eyaculación, pero es una escena hecha con entusiasmo nulo. El cuerpo de Mary Stuart se ve lindo, pero la escena es irremediablemente fallida porque la interpretación es nula. No transmiten que sean algo. Tampoco transmiten que sean nada. En teoría es como si no estuviesen cogiendo. Si me dijeran que tal falta de encanto fue hecha a propósito porque así joden las almas en pena, no me lo creería. La música es navideña en extremo, puro piano, tan inexpresiva como la música de una tienda departamental. A Stuart se la ve distraída, y a veces hasta se ríe de la nada, como si le resultara hilarante que su compañero la tenga que empalar vestido con semejantes harapos.

Esta escena, la más obtusa de la cinta, nos lleva a reflexionar en por qué Shaun Costello eligió a Mary Stuart para el protagónico de esta película. La razón quizá sea precisamente el desempeño austero de Stuart, quien nunca termina por apasionarse demasiado. Una Scrooge interpretada por Vanessa del Rio o Leslie Bouvée sería inimaginable; tampoco podría encarnarla ninguna actriz que resultara medianamente cálida. Quizá el papel le hubiese quedado a Sharon Mitchell, pero aun ella irradiaba cierto candor en sus trabajos tempranos, los cuales no tomarían consistencia sino hasta 1977, es decir, dos años tarde. Es esa apariencia de vacío la que hace ideal a Stuart para el papel, además es linda, y convence en su rol de mujer sofisticada y no muy dominada por su libido.

En cuanto al harapiento Fantasma de Lance Marley, el malogrado Marc Stevens parece ideal. Pocos actores pueden presumir de haber vestido de manera tan estrafalaria como él, se le ha visto vestido de secuestrador cowboy, de sacerdote satánico, de mesero con el pito de fuera, de cazador furtivo (por llamarle de alguna manera a la indumentaria que usa en la cinta "Love Bus (1974)", similar a la del General Agallón Mafafas), y de Alma en Pena. A leguas se ve que el cabrón podría andar por la calle vestido así, por puro gusto. Poco maquillaje requirió para verse fantasmal, pues el cabello suyo siempre da miedo, incluso cuando sale haciéndola de guapo. Sus ojeras anticipaban, desde siempre, su destino: morir en 1989, a los cuarenta y seis años de edad, a causa de una mala combinación de drogas y SIDA.

Aparece Scrooge dormida. Acude el primer espíritu, el Espíritu de las Navidades Pasadas (Arturo Millhouse). Luce como un mago, su cara es pálida, y porta un horrible moño rojo. El espíritu la invita a viajar, basta que toque su mano. Van a una especie de purgatorio, se les acerca un monigote (en realidad es un monigote, no alguien que interpreta uno, es como un maniquí con un sombrero de bombín, y lleva colgando unos cartelones que imitan el logotipo de MasterCard, sólo que aquí se llama MasterCharge). El monigote dice, "Lleve American Express. Lleve American Express".

-¿Qué le pasa a este hombre?- pregunta Scrooge.

El espíritu contesta –En vida sólo se ocupó del dinero y de las finanzas. Vendió muchas tarjetas de crédito y la gente luego no pudo pagarlas, y con ello trajo desgracia a mucha gente. Por eso vaga aquí sin descanso, eternamente, ofreciendo tarjetas de crédito y la gente le rechaza, le dice que no una y otra vez, y el infeliz intenta vender sus tarjetas enfrentando el rechazo eterno.

Este pasaje es de una cruel actualidad, con eso de la crisis económica del 2009 el pago de los instrumentos de crédito resulta imposible para muchas familias. Desde 1975 ya se avisaba que vender tarjetas era infernal. No imagino a un empleado de Banco Santander, o de Auto Fin Auto, o de Bancomer, intentando excitarse viendo un porno y ¡Tómala! El espíritu les profetiza lo que vivirán ya que mueran por andar asignando créditos a la gente insolvente.

El espíritu lleva a Scrooge a un sitio familiar. Ella identifica a personas de su pasado.

–Es mi antiguo cuarto -dice- ese es Billy Bexter, y ella es Barbie White, ella era mi mejor amiga.

-No pueden verte. Mira lo que pasa.

Llega Scrooge envuelta en un mameluco rojo. En su mano lleva una muñeca de plástico. Barbie le pide prestada la muñeca. Scrooge le presume que esa muñeca es el regalo de navidad que recibió y que no se la prestará. Luego recapacita y le dice que podría prestársela, pero que todo tiene un precio. El precio es que le de un beso. Barbie le da un beso inocente en la mejilla y Scrooge le aclara que no es ese tipo de beso el que ella necesita, sino que la bese toda, y que bese a Billy también. La cara de Scrooge es la de una niña méndiga y malvada. Billy se niega a eso de los besos, pero entonces Scrooge, que era una cabrona desde chiquilla, lo chantajea diciéndole que si no hace lo que ella dice le contará a su mamá que fue él, Billy, quien rompió un cristal con una bola de nieve. Con Barbie (Susan Sloan) prostituida a cambio de prestarle la muñeca y Billy (Alan Marlow) chantajeado con lo del cristal, Scrooge da rienda suelta a sus infantiles caprichos.

-Barbie, quiero que te arrodilles y pongas dura la "pipi" de Billy, ponlo en tu boca y sé amable. Así. Sé amable.

Todo descarrila, se intercalan escenas de la muñeca, mamadas, muñeca, mamadas, más muñeca, más mamadas. Al final está Scrooge mamándole la "pipí" a Billy mientras Barbie le mete en el coño un bracito de la muñeca. Hasta este momento de la película no se había notado el genio creativo del director, pues puede decirse que, hasta este punto, Shaun Costello se había limitado a cumplir con estoicismo su labor artesanal de crear una adaptación, sin excesos de ningún tipo. Sin embargo, todo tiene un límite, y seguro que Costello dejó de cuidar los límites mainstream con esta escena en que Scrooge le mama la verga a Billy mientras que de su coño sale una manita, como si su vagina fuese un foso voraz que engullera a un pobre cristiano. Además, en la pared están unos cuadros que representan muñecos de Billy Di Ardy, similares a galletas de jengibre, pero cogiendo, y luego esos mismos monos pero dándose una mamada de verga, con una finura estilística digna de un grafitti de baño público. La escena termina cuando Billy se le riega en las tetas a Scrooge.

No es éste el primer encuentro cercano de Mary Stuart con un muñeco de plástico, de hecho, ya en "Memories Within Miss Aggie (1974)" ella se masturba con un "Pucheritos Lily Ledy". Supongo que luego de ver su filmografía, a su paso se han de poner nerviosos los habitantes de los estantes de las jugueterías, y mínimo deberían llamarla para hacer la parodia porno de Toy Story.

La película se va haciendo más retorcida. El primer palo deambula, digámoslo así, dentro de los convencionalismos del porno. El segundo, con todo y que supone el encuentro de una mortal con un fantasma, sigue siendo, digamos, normalito. Esta tercera escena sexual ya muestra a unos supuestos niños de edad indeterminada, muestra dominación, incorpora un fist fucking contracultural (la mano de la muñeca en vez de entrar, sale) y encima están los cuadros infantiles y procaces. Perdido ya el suelo, la normalidad no volverá más.

Viene el segundo espíritu, el de la Navidad Presente, interpretado por un delirante Kevin André, impaciente como el presente, efímero, impredecible, amanerado, fársico, lúdico, en una interpretación tan sui géneris que seguramente sirvió como antecedente primitivo del desquiciado anfitrión del "Café Flesh (1982)". Su imagen es la de una tía gorda y punketa, con una peluca de micrófono en color aguamarina, una bata azul muy brillante, y una estola de tiras de plástico que seguro raspan y no calientan. Con todo y sus contradicciones, sus juegos de palabras aluden a temas cuando menos filosóficos, tales como si el presente de uno es el presente de los demás, y si el presente al identificarse es ya pasado.

Urgente como es, la encarnación del Presente no puede sino reírse de Scrooge y de todo, y decirle que observe bien y aprenda. La traslada ni más ni menos a un plano invisible desde el cual observar la cotidiana existencia de Bob Hatchet y su mujer. Gillis está poniendo esferitas en un pinito de navidad mientras su esposa paralítica (Kim Pope en una adaptación que, al estar ella lisiada y con muletas, vuelve ya innecesario al pequeño Timmy, quien por legalidad no podría haber sido incluido en esta cinta).

En casa de los Hatchet:

-Siento pena por Scrooge…

-No debieras sentirla, tu jefa es una puta bruja.

-Más bien pienso que es una persona muy solitaria. Imagino cuan sola está en un día como éste.

-Abre tu regalo…

-Pero cariño, es muy caro, no debías… Nosotros nos tenemos el uno al otro. Caray, qué hermosa eres, te amo.

En el limbo (en 1975 todavía existía el Limbo y Plutón también):

-¿Qué hay que aprender de estos dos? No cuentan con un centavo en la cuenta de banco, sólo deudas y carencias.

-Fíjate bien. Ellos son ricos.

-¿Qué riqueza puede ser esa?

-Se llama amor. Se tienen el uno al otro, y ello les basta.

La mirada de Stuart es hermosa en su incredulidad y su inocencia respecto de esos temas de amor, de riqueza espiritual y no material. Se da paso a una escena sombría de extraordinaria belleza. Gillis y Pope se entrelazan en un sexo intenso y extravagantemente hogareño a la vez.

Un poco eso de reseñar es contar algo y no tanto mostrarlo, pues para muestras no hay más que ver la película y listo. Lo interesante de las reseñas es que se invita a ver con otros ojos. Es bajo ese pretexto que he de decir que Kim Pope luce una familiaridad desquiciada, parecida a la que actualmente muestra la actriz Maggie Gyllenhaal, la sublime asistente masoquista de "Secretary (2002)" o la esposa embarazada de ese promocional estadounidense que es "World Trade Center (2006)". Es un poco una falta de respeto referir a Kim Pope mediante el espejeo con una actriz que ni siquiera nacía para cuando se filmó "Passion of Carol" (Gyllenhaal nació hasta el 77, o sea que sus padres ni siquiera se habían echado el palito de la concepción de Maggie). Sin embargo, el espejeo no es azaroso, pues justo eso viene siendo Pope en "Passion of Carol" una mezcla de la pervertida secretaria con la esposa del bombero en problemas.

La mirada de Pope es aciaga, experimentada como los de una anciana, febril como la de una quinceañera, confiada como la de una esposa que se sabe tesoro de su marido, excitada como la de una virgen que se sabe efímera, triste sirena de tierra que echa a sus espaldas la tarea de hacer feliz a ese hombre que se casó con ella. Todo eso es Pope. El verdadero regalo para Gillis no es eso que está en la caja y según esto es muy caro, no, sino que Gillis se echa sobre una modesta alfombra que yace junto al pinito de navidad, mientras Pope, que no puede mover las caderas, sino sólo su tronco, está recostada sobre él y le da una mamada de una autenticidad conmovedora. Se miran a los ojos, esa mamada es todo lo que tienen los pobres, pero es para ellos suficiente, lo sería para mucha gente, de hecho. Conforme la boca de Pope se desliza amorosamente alrededor de la verga de Gillis, sus manos se entrelazan, como diciendo "acepto".

Suenan villancicos mientras Gillis se ha colocado ya a espaldas de su mujer y la empieza a empalar. Ella es paralítica, no puede moverse, pero aun así puede ser todo el culo que su marido necesita, en sus nalgas vive él con un vigor que alcanza para los dos. Aunque ella no se mueve, el acto es mucho más que él masturbándose en el cuerpo de ella. Le encaja la verga y ésta sale húmeda, mojadísima, de un coño que se antoja caliente y cariñoso. El rostro de Pope está en el suelo, y su expresión es de dolor, o quizá placer, quizá va a llorar, pero de alegría. Es tan efectiva esta escena que me descubro viéndola y esbozando una sonrisa.

Ella está tumbada, y Gillis arremete contra esas nalgas monumentales, como si se cogiera a la más bella estatua de esta tierra. Hasta que por fin se riega encima de las caderas de alabastro de Pope. Se adoran. Y Scrooge está ahí, atónita, observando el misterio de dos que se quieren, intentando comprenderlo sin éxito.

-Quiero eso…-Le dice al espíritu, pero éste se ha marchado.

Aparece el tercer espíritu. Obvio no habla. Es una capucha andante, muda, inapelable. Sólo sabe señalar destinos.

Le muestra a Scrooge su navidad futura, una en la que ella es una puta de arrabal que se ve forzada a cojer con un cliente inexpresivo que parece muy convencido que al pagar una puta se sobreentiende que él no debe esforzarse nada y que la furcia es la que debe hacer todo. Scrooge va descubriendo lentamente que la historia se trata de ella:

-¿Por qué debo ver esto, si sólo aparece una puta barata?

En efecto es barata. Lleva una peluca de micrófono color amarillo. Su maquillaje está tan mal aplicado que bastaría que supera cargar, ya no digamos tocar, sino sólo cargar, una guitarra eléctrica, para que la contrataran de inmediato en el grupo de glam rock Twisted Sisters. Sus ojeras son de heroinómana. Viste sucio y mal. Liga a un cliente afuera de un cine de mala muerte donde se exhiben películas que apestan (y vaya que sí, liga al cliente debajo de un letrero de la película "Love Bus (1974)" que es de lo peorcito que dirigió Shaun Costello, quien con esto hace burla de sí mismo).

Lleva al cliente (Stuart Dickinson) a un cuartucho apestoso. La lámpara del centro es insuficiente y oscila de un lado a otro como si estuviesen en un barco y no en una pocilga en medio de Nueva York. El vaivén sirve para cambiar la iluminación entre colores azules y rojos. La música es histerizante, similar al central pasaje estridente de la pieza "Echoes" de Pink Floyd.

Scrooge descubre que ella es la puta. Sufre. Reniega. Lo que ve es demasiado para ella.

-Ven lindura, Mami va a ser buena contigo por veinte duros- dice la puta masticando un chicle.

-No sé si lo haré, es que tengo familia…

-Aja, yo también la tengo. Apúrate y vamos al grano, no tengo tu puto tiempo, debo ganarme la vida y no es platicando.

Scrooge está mirando desde el limbo y hace caras de asco ante lo que ve. Está desesperada. Quiere salvarse. Ruega:

-No quiero que esto pase. Haré lo que sea. Cambiaré. ¿Esto es lo que pasará o sólo lo que puede pasar? Si no está escrito puedo cambiarlo, ¿Cierto? Si cambio el curso de las cosas cambiará también el final ¿No es así?

Dice "please" muchas veces y lo dice de manera encantadora, arrastrando la letra s. Algo tiene la palabra "please" que lo vuelve a uno sadista, y he aquí que Mary Stuart lo dice de manera muy sugerente. El tono es de tonta desesperada, como Desirée Cousteau en "Pretty Peaches (1978)", como Carol Connors en "Candy goes to Hollywood (1979)", ¿Cómo negarles lo que sea con esas vocecitas? Pero el Espíritu de las Navidades Futuras es, además de discreto, cabrón, y no cede. Scrooge tiene que refinarse el resto de la escena.

Ella le lava la verga junto a un lavabo, en un acto de servilismo humillante para cualquiera, cuanto más para Scrooge. Van a la cama y le da una mamada con frenesí, como queriendo que el tipo se corra de inmediato para trabajar menos. No hay relación ahí distinta que la de negocios. Es tan burda la mamada que resulta excitante. Ella balbucea tonterías exageradas, según esto para que su cliente se sienta más hombre y se derrame pronto. Para colmo, previo a montarlo, le coloca un condón tan fuera de talla que el pito del cliente parece planta carnívora, o más exactamente, una cagarria. Como muchos de ustedes no saben lo que es una cagarria y se oye feo (e incluso en algunas partes de España se le dice así a la diarrea), referiré al hongo de trato bajo su nombre científico, esperando que no se preste al albur y al doble sentido: morchella esculenta. ¿Cómo? ¿Sigue sonando a culo?, bueno, refirámoslo bajo su anterior nombre científico: phallus esculentus. ¡Está peor, ahora suena como si dijéramos palo en el culo en latín! Dejémoslo así, que incluso queda con la escena que estamos viendo.

La verga de Stuart Dickinson está vestida con un condón desastroso que le hace parecer un espigado phallus esculenta, con un tronco rebasado por su cubierta que es amarillenta, cuarteada, como una serpiente que está mudando piel en vivo.

Scrooge le da servicio a su cliente y finge gozar. Imagino lo raro que ha de haber sido el guión en esta escena, algo así como: "Escena 25: Scrooge le mama la verga y finge que goza", pues de hecho el porno es un poco eso, fingir gozar, es decir, el guión le obliga a fingir que finge que goza, y eso ya está cabrón. Scrooge termina el trabajo, la escena ha sido asfixiante.

Al final, Scrooge despierta y es una nueva mujer. Se sube a una azotea y mira el mundo a través de unos nuevos ojos llenos de bondad. Es un monólogo largo y Mary Stuart no parece muy competente para hablar tanto, de tal manera que suena acartonada, como si le estuviesen diciendo sus líneas a través de un apuntador. Esto, lejos de tornar absurda la escena, le da un sabor infantil que irradia alegría.

Les amo a todos. Feliz, Feliz Navidad. Un abrazo. Dan ganas de abrazarla.

Memorabilia:

La del palito navideño. El mundo sería mejor si hubiese más de esos.

Ya en plan de conservar algo, me quedaría con la escena de Gillis y Pope, que repito, es de gran belleza. El amor venciendo cualquier dificultad. El amor es en gran medida credulidad, miré esta escena y por momentos imaginé que en realidad se trataba de un matrimonio con el predicamento aquel de que la esposa no tenga movimiento en su parte inferior, y asumiendo esto, es una de las escenas más salvajemente fuertes del cine X. Amor y porno quizá no sean buena combinación, o quizá sí. Vuelvo a repetir, tal vez alguien conozca la historia de Dickens a través de esta versión, y en mi opinión es afortunado, primero, porque ya tendrá vida para ver muchas otras versiones, y en cambio, habría tenido la ocasión de ver esta cinta con inocencia, y probar si, tal como yo supongo que sería, esta versión es tan auténtica como la que más, con un plus de vitalidad, si cabe, donde el dolor lo siente Scrooge en el cuerpo vivo, no en su anunciada muerte.

En cuanto a mis deseos para 2010. Pongan la cinta, la arenga que suelta Scrooge al final, ya que se hizo buena (más buena, vaya), es la misma que yo, en mi optimismo, les hago llegar.

Calificación:

Cuatro chiles.

Salpicaduras:

Las películas emparentadas con esta cinta pudieran ser "Alice in Wonderland (1975)", por ser una adaptación a otro clásico juvenil que no cae en las licencias de los remakes italianos de los fairy tales donde todos terminan cogiendo con todos. Si lo que quedaron fueron ganas de ver a Santa Claus cogiendo, puede acudirse a otra cinta de nombre similar, "Angela in Wonderland (1986)". Así rapidito, la cinta comienza de lleno en la acción. Mal terminan de mostrarse los créditos aparece una escena de cunilinguis; al parecer la mujer está teniendo un orgasmo y cuando dice "fuck me" se teletransporta, por arte de magia, en un laberinto que sólo se me ocurre exista en su mente. No dan mayor explicación. Es una cinta en la venia de las producciones que surgieron en imitación de "The Devil in Miss Jones (1973)", que mezclan una clasutrofobia infernal seguida de múltiples referencias fetichistas que hacen sentir una ausencia de alma. A través de los pasillos del laberinto encara cubículos de lujuria: recibe bautismo de un predicador facineroso; presencia el amansamiento de un gimiente perro humano; observa a un payaso consolarse con un harem de muñecas inflables; mira dentro de una mazmorra donde un hombre es sodomizado con un dildo mientras le dan una mamada; participa en un trío lésbico junto a dos chicas con máscaras de carnaval; un graduado (viste túnica y birrete) empala por el ano a una chica; participa en un trío con los gemelos más dispares del Universo; observa cómo un Santa Claus se jode a una adolescente de unos veintisiete años en la escena más lograda de la película, pues tanto el Santa Claus como la nena son unos calientes. Al final, la actriz principal es sometida a un gang bang de dos minutos y medio. Todo este coctel inconexo está, además, pésimamente filmado, y musicalizado con un estilo ultraochentero que exaspera, con sobredosis de teclado al son de una monótona caja de ritmos.

¡En la próxima entrega, alguna de Brigitte Lahaie!

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