miprimita.com

Vintage 1

en Grandes Relatos

Vintage

"Lo importante es que nunca pude hacerte sentir mal,

feliz Día de la Mujer Mundial"

Andrés Calamaro

"If I changed anything about my past, I wouldn't be the same person I am today, and I like me today"

Seka

 

Cómo podría imaginar que llegarían tiempos oscuros en los que la vida, al igual que la pornografía, se convertiría en una predecible realidad a la carta, un imperio de la patanería sin trama ni sorpresa alguna, en pocas palabras, que la realidad tendría rasurado el pubis y sería empinada en un gang bang de autosuficiencia asfixiante. No es raro, entonces, que me de cuenta que toda historia porno está basada en hechos reales.

Cualquiera diría que el porno no es como para dedicarle muchas letras. En mi caso, y como se verá, ha resultado inevitable.

Aquél día comenzó como todos los lunes. Carolina, mi novia, y yo, inaugurábamos el día con un palito mañanero. Esa mañana estábamos haciendo una prueba de calidad de una pinche pasta dental de marca Colgate que prometía que te lavabas los dientes en la noche y en la mañana el aliento te amanecía fresco. Fuimos ingenuos en creer que nos sucedería como en el comercial de televisión, ese en el que una pareja aparece tendida en una cama y el sol entra por la ventana. La chica, seguramente argentina, sonríe y de la boca le surge un vapor de azul antártico que seguro olía a menta. El vaho bendito es aspirado por la narizota de su pareja, seguramente ecuatoriano, un cabrón que hasta se le quita el sueño con tanta frescura.

Acá quien sonrió primero fui yo. La cara de mi chica no fue como la de quien aspira la fragancia de la menta.

-¡No inventes! ¡No funcionó! ¡Toma!

Me pasó un vaso con agua y un cepillo que tenemos ahí junto a la cama, dizque para no levantarnos de tajo, sobre todo si queremos retozar un rato por la mañana.

Ya con boca fresca me oculté bajo las sábanas para meterle la lengua mentolada en el coño que, modorro aun, estiraba los huesos en mi boca. Los labios de su sexo se abrían como bostezando mientras yo hurgaba con paciencia. Su olor por las mañanas es tan fuerte que me enciendo de inmediato. Es algo en su espesa mata de vello lo que me adormece el cerebro pero me la pone durísima. Por la mañana le amanece hinchado su cuerpo, recargado de energía.

Como de costumbre, ella prefiere no despertarse del todo y dejarse querer. Quizá su mente analítica permanece dormida, pero su cuerpo, instintivo como es, se abandona a lo que sea que yo quiera hacerle. Luego de un rato de estármela comiendo su sexo está muy hinchado. Como quien no quiere la cosa me incorporo en mis piernas, dejando a su alcance mi verga. Su mano dormida no tarda en deslizarse hasta donde está mi garrote, y lo empieza a tocar como si fuese la primera vez que siente un palo en la mano. Instintivamente empieza a puentearme, y aunque me encanta como muñequea, entrecorto su entusiasmo de una u otra manera para evitar que me coloque tan cerca del orgasmo. Y no es que no quiera regarme, sino que, si la dejo mamarme y masturbarme, me haría eyacular en menos de un minuto, y la verdad sería un desperdicio no aprovechar este coño hinchado.

La forma más simple de distraerla de su afán puñeteador es voltearla para meterle la lengua en su ano. Nunca se queja de eso. Ya que está bien caliente, me incorporo y empiezo a juguetear en su coño con la punta de mi verga. Ella se retuerce y se estira, como si se estuviera despertando en ese preciso instante, me mira a los ojos como si me reconociera y me sonríe como si me dijera, "ah, eres tú". No sé por qué me enternece esto siendo que cuando llegamos a este momento llevo ya veinte minutos de meterle en sus orificios la lengua y los dedos, veinte minutos en que ella se llevó la mano a la boca para ensalivársela y comenzar a masturbarme con una habilidad sorprendente. Si es hasta los veinte minutos de esto que ella reacciona y se cuestiona quién le está haciendo todo esto, ya estoy cabrón.

Como sea, a veces corro con esa suerte de que reaccione rápido, pues en ocasiones ella "despierta" cuando le caen en el vientre mis chorros de semen. En fin. En esta ocasión estaba ella con una pierna levantada, con su coño expuesto, y yo sencillamente me le encajé hasta el fondo. Aunque despierto por fuera, sentí como si por dentro se abriesen distintos departamentos, cada uno con distinta temperatura y dureza.

Con las dos manos le sujeté una de sus nalgas y así, sin cambiar de posición, continué penetrándola. Me acomodé en una postura muy extraña que no es del todo cómoda para mí, pues prácticamente me pongo de cuclillas en el inestable colchón, pero que a ella le encanta, de hecho es su ensamble favorito para venirse. Me puse así y comencé a joderla con fuerza. Ella comenzó a aturdirse y sin medir las consecuencias me tomó una nalga con una de sus garras. Yo hice acopio de fuerza para no reducir ni un ápice mi ritmo, pese a que me estaba ella encajando un dedo –incluida su uña de acrílico- en el culo. Con una nalgada y un bramido angustiante, supe, o creí saber, que se estaba viniendo. Ella no es de venirse una vez. Me exigió que siguiera en esa misma postura y, con esa misma enjundia, se vino unas tres ocasiones más o bien el único orgasmo duró lo que cuatro de ellos.

Abrió su pierna, lo que interpreté como que ella estaba satisfecha. Me acomodé y perfilé mi aterrizaje. Para cuando ella se viene ha pasado mucho tiempo en el que he tenido que suprimir mi eyaculación. Seguido ella me complace y me anuncia desde el principio "Quiero que te vengas", y yo, obediente, concluyo con esto que no le interesa venirse ella, aunque a veces el cuerpo la traiciona. En esas veces la duración del acto se reduce drásticamente porque me enfoco en lo mío. Pero cuando no me aclara que quiere que me venga, no me siento en la comodidad de correrme si ella no se ha corrido primero.

Esta vez, como ella ya se había venido, pues todo era como caer en el vacío. Me puse a penetrarla con fuerza. Ella estaba ahí, de espaldas sobre la cama, con sus piernas abiertas, yo envistiéndola. Le tomé su mano derecha, ella quiso entrelazar románticamente nuestros dedos, pero yo tenía otro plan. Saqué mi verga a punto de estallar y se la entregué en la mano. Ella tardó una milésima de segundo en entender que le estaba regalando la responsabilidad de mi orgasmo. No es ella una chica que no sepa qué hacer en cualquier situación, y menos aun en este tipo de situaciones. Su intuición la llevó a masturbarme con una habilidad impresionante, cuidando de engullir con su coño mis testículos. Como fruto de su muñequeo comencé a regarme en su mano que, al contacto de la primer gota caliente, se volvió loca de calentura y puñeteó con el furor de un chamaco de catorce años. Mi semen terminó de convertir mi verga en una salchicha resbalosa, y ella seguía con su muñequeo hasta no convencerse que no saldría una gota más.

Yo estaba envuelto en sudor. Le sonreía diciéndole lo rico que me había venido, cuando sonó el teléfono. Vi la pantalla del teléfono, era el número de Claudia, mi secretaria. Cierto, los lunes no llego muy temprano que digamos, pero esta vez no iba ni siquiera retrasado.

Me pareció extraño que la llamada proviniera del teléfono personal de Claudia y no del conmutador de la oficina. "¿Quién se habrá muerto durante el fin de semana?" pensaba yo mientras le devolvía su llamada.

-¿Bueno? Claudia, ¿Cuéntame qué pasa? ¿Cuál es la urgencia?

-Ay jefe, se metieron a robar a la oficina.

-¿Qué se llevaron? ¿Cuándo? ¿Tú cómo estás?- repuse sin saber en qué orden preguntar las cosas.

-Bien, yo estoy bien. Bueno, un poco nerviosa. No sé que se llevaron.

-¿Qué crees que pasó?

-No sé. Se metieron por el techo. No se metieron a todas las oficinas, sólo a la suya y a la de coordinación. Yo pude pasar como si nada, el guardia ni sabía que habían robado, yo fui quien le dijo. Me senté en mi silla y me pareció raro ver la puerta de su privado abierta, como siempre la cierra, luego me fijé mejor y vi que el cristal de la puerta estaba roto. Me asomé a su privado y había un regadero. Grité y me fui de ahí.

-¿Quién está ahí ahora?

-Nadie. Desalojaron el inmueble hasta que usted llegue.

-¡Que nadie entre hasta que llegue yo a dar indicaciones!

Regularmente me despierto a las ocho y media, me baño, almuerzo, me tomo un café con Carolina, y termino llegando a las diez con treinta, es decir, una hora y media más tarde de mi horario de entrada. Con la llamada de Claudia me levanté igual, a las ocho y media, pero me bañé en chinga, no almorcé ni bebí café. Con la camisa y pantalón arrugados y con una línea de la almohada marcada en la mejilla izquierda, me dirigí a la oficina.

Durante el camino sólo pensaba una cosa: "Seguro los ladrones encontraron el paquete con los discos de porno que guardé en el cajón de la derecha del archivero". En efecto, tenía guardado en la oficina un paquete con discos. Con suerte se habrían llevado el tambache de películas así como las dejé, envueltas. Eran como 130 copias ilegales de piratería, sin caja de plástico, en su celofán transparente, en juegos de disco y portadilla. Estaban empaquetadas porque el mismo lunes iba a vendérselas o regalárselas a un tipo que tiene un puesto en el mercado que queda cerca de la oficina, no porque me dedicara a venderlas, sino que desde que había conocido a Carolina me hice el firme propósito de dejar el vicio de la pornografía, en consecuencia quería deshacerme de ellas. Pero eso ya no sucedería.

En el mejor de los casos, los ladrones dejarían la bolsa tal como estaba y en el fondo del cajón. Era una posibilidad, aunque muy remota, pues las tenía dentro de una bolsa negra remachada con cinta de embalaje, la cual daba un aspecto sumamente sospechoso. Los ladrones tendrían que ser absolutamente faltos de curiosidad para dejar intacta esa bolsa que gritaba "¡Ábranme putos!". En un segundo escenario, los ladrones darían con el paradero de la bolsa y se la llevarían, dejándome sin películas pero liberándome de la tarea que tener que deshacerme de ellas. En el tercer escenario, el más terrible, los ladrones destriparían la bolsa y regarían por diversión las películas dentro de mi privado, todo ello a propósito, dándole un toque bochornoso a la escena del crimen, porque eso era mi oficina en esos momentos, una escena del crimen.

Llegué a las nueve con cinco al edificio del Gobierno del Estado. A mi arribo ya se había regado como pólvora el chisme de que los ladrones se habían intentado llevar el dinero de un cajero automático que estaba dentro del edificio, había trascendido que los rateros eran unos principiantes que no sabían que el cajero tenía dentro una caja fuerte que no podrían abrir a martillazos. Había trascendido también que, quizá por capricho, de las cincuenta y tantas oficinas que alberga el edificio de cuatro pisos, sólo se habían metido a mi privado y a otra oficina, ambas en el cuarto piso.

La gente de nuestras oficinas estaba amontonada en una plaza que queda frente al edificio, esperando el momento en el que se les permitiera entrar a trabajar, mientras que la policía estaba en camino.

Le pedí a Ruiz, mi empleado más alcahuete, que me acompañara a revisar las instalaciones. Entramos con un agente investigador. Sentía una curiosidad inmensa de ver cómo habían dejado mi privado, de ver qué habían roto, de ver qué se habían robado, y sobre todo, de ver en qué había parado el tema de las películas.

Cuando entramos a mi oficina las películas estaban, en efecto, regadas por todas partes. Las portadillas parecían exhibidas para su venta y yacía uno que otro disco tirado. Nada más a la entrada estaba la portadilla de "Rocco se ensarta a Suzie", con el semental italiano Rocco Siffredi cogiéndose precisamente a la tal Suzie, al estilo perro y echando una pierna para adelante para joderla mientras le da a chupar uno de sus pies. Junto a esta portadilla estaba "Blackzilla: La peor pesadilla de Papi" en cuya portada está un negro de nombre Shane Diesel que se hace apodar Blackzilla, por aquello de que el rabo le crece por el frente y parece un Godzilla con la cola al frente. La temática es que él es, precisamente, la pesadilla de Papi porque con semejante vergota destartalará a una jovencita que seguro es hija de alguien (el "Papi" en cuestión, que tiene razones para considerar una pesadilla el que el actor se la meta entera a su hijita, causándole cuando menos daño hepático o renal). Y así, portadas por todo mi privado, regadas y sin posibilidad de recogerse porque variarían la escena del crimen, las huellas, las pistas.

Ruiz, que es mi empleado y sabe que no debe molestarme, sólo dibujó una sonrisa socarrona y dijo con la alegría de un niño "Mire licenciado, esa ya la vi" y señaló "Las Putas de Nacho Vidal".

Iba a empezar a dar explicaciones estúpidas para idealizar el por qué estaban ahí las películas, pero pensé que era una pendejada intentar reparar lo que ya estaba hecho. Por mi mente pasó el recuerdo de una vez traté de hablar de pornografía con Carolina, pero desistí porque ella opinó antes de siquiera entrar al tema: "Yo pienso que los infelices que ven pornografía tarde que temprano terminan pasando vergüenzas". Ni qué decir, a mí me había llegado mi momento.

Sugerí que se limpiara rápido todo el regadero, pero el encargado de seguridad del edificio había amenazado que todo debía quedarse como estaba porque era escena del crimen. Ruiz ponía cara de madurez, como si dijera, "estas cosas pasan".

Llegó la policía.

Uno a uno entraron gorilas a revisar la escena del crimen, todos ponían esa cara de "esto de encontrar ciento treinta películas pornográficas por todo el piso es absolutamente normal". Obvio, ninguno de ellos creía que aquello fuese normal. Era como una manada en la que los policías eran los machos dominantes que de vez en cuando se acoplaban con las hembras mientras yo era un macho periférico e inexperto al cual además se le atorara la verga en un alambre y que sólo pudiera salir de ese predicamento con ayuda de los demás pero sin evitar desgarrarse el pito, y ellos, los policías, más por benevolencia que por otra cosa, miraran para otro lado para no ver mi verga sangrante. La siguiente comunicación se repitió como seis o siete veces:

-¿De quién es esta oficina?

-Del Subcoordinador.

-¿Quién es el Subcoordinador?

-Yo.

Siempre la miradilla despectiva. Todos compadeciéndose de mí. Uno de ellos de plano no me quiso saludar de mano. Pregunté si ya podía juntar todo aquel desastre en vista de que no se habían llevado nada. Dijeron que no, pues estaban por llegar los peritos. Es decir, toda la bola de changos que se habían paseado por mi oficina en realidad no tenían ni por qué estar ahí, pues no encontrarían los ladrones ahí bajo el escritorio.

Cuando creí que las cosas no podían empeorar recibí en mi teléfono móvil otra llamada de Claudia (quien estaba afuera del edificio porque no les permitían entrar) quien dijo:

-Licenciado, necesito que salga. Es urgente.

Se cortó la llamada. Intenté marcarle yo, pero su teléfono no admitía mi llamada. Me resultaba más sencillo salir para ver qué era eso urgente que ella decía. Cuando salí y vi quien estaba a lado de Claudia se me heló la sangre.

Junto a ella estaba el licenciado Julián Fajardo, ni más ni menos que el Coordinador Nacional, es decir, ese que podía despedirme con un chasquido de dedos estaba ahí, en el peor día y en el peor momento.

Con la sangre liviana que tiene Claudia me dijo:

-Mire quien está aquí licenciado. Visita sorpresa.

Yo sonreí maldiciendo las putas visitas sorpresas. El Coordinador Nacional me saludó y me pidió cuentas de cómo estaban las cosas. Le dije que todo estaba bajo control y que no se habían llevado nada. "Hay un desorden en mi privado, pero nada que no pueda manejar" recuerdo haberle dicho.

-Vamos para su oficina…

Me sentí como han de sentirse los ratones que caen en una de esas trampas de pegamento, esos que están vivos pero saben que es cuestión de tiempo que les llegue un martillazo en la cabeza, o que los tiren en la basura envueltos en esa especie de melaza jodida. Cada paso me calaba. Cuando llegamos a mi privado vi que el escritorio no tenía una sola película. Alguien las había juntado. La sangre me volvió. Dije algo chistoso, no se qué fue exactamente, pero algo dije.

Mi alegría duró poco, pues en efecto, nada había encima del escritorio, pero debajo de él estaban todavía muchas películas. "El Anal-ista", "American Creampie", "Ten Little Piggies 2", "Especial de Zoofilia (Vea a la escultural Monica Mattos chupándosela a un caballo)", y un vasto repertorio.

El Coordinador Nacional recogió algunas películas, vio las portadillas al revés y al derecho. No parecía conmocionado. Incluso me dio por pensar que le daba alegría el enfrentar una situación así en la que él estaba en una posición sumamente segura y donde yo estaba completamente jodido. Quizá él pensaba que oportunidades como ésta se dan sólo una vez en la vida, prestándose incluso a la anécdota chistosa que podrá contar miles de veces y en la que él no corre ningún riesgo ni deshonra, justo como ver un sismo desde un helicóptero, algo muy del tipo de "Una vez corrí a un pendejo que tenía cientos de películas porno en la oficina y tuvo la puñetera suerte de que entraron a robar y los ladrones no se llevaron nada pero regaron las películas por todas partes". Sus oyentes dirían "No mames, pinche mala suerte". Y él diría taciturno, "Sí, el que es pendejo es pendejo".

Mi trabajo siempre ha sido muy bueno, siempre intenté ser brillante en lo que hacía, pero ¿Cómo lidiar con esto?. Pertenecíamos a la Coordinación Nacional del Sistema Nacional de Equidad de Género, ¿Cómo justificar que tuviera yo este material tan pleno de inequidad de género? Podía salir con la estupidez de que estaba yo estudiando al enemigo para comprenderlo mejor, pero ¿Quién creería semejante mamada? En eso, entró un policía con otro tanto de películas.

-Tome licenciado, nos las habíamos llevado para investigarlas.- reía.

El Coordinador Nacional alzó las cejas como diciendo "¿Cómo, hay mas?", y también se rió, no porque tuviera ganas de reírse, sino porque no había forma de no hacerlo. Nada más me faltaba traer el cabello rojo y ponerme una puta nariz de bolita, o agacharme a juntar las películas y me tronara el pantalón en la línea del culo. Pude por fin guardar en una bolsa de basura todas las películas y refundirlas en un cajón para tirarlas esta misma noche.

De ahí en adelante el licenciado Fajardo desvió el tema de las películas y se comenzó a interesar en el resto de aspectos de aquel conato de robo, incluso me preguntó cómo iban los resultados de la oficina. Parecía que no hubiera pasado nada. En verdad que su compostura me confundía un poco. Sabía de su fama de patrón culero, y su agudeza era casi mítica, pues pesaban sobre él leyendas de que a sus treinta años había hecho llorar a un Coordinador Estatal de Chihuahua con sólo mirarlo, y que la escena dio pena porque el llorón tenía cincuenta y siete años. Yo no entendía nada, prefería que si me iba a correr me lo dijera ahí, a solas, sin aplazar la ejecución.

La gente entró a laborar y el Coordinador Nacional fue muy amable con todos. Apenas el viernes tenía yo la ilusión de que me ascendieran al puesto de Coordinador Estatal, de hecho me había estado haciendo cargo de todo desde hacía dos meses que dicho puesto estaba vacante, pero hoy la cosa era muy distinta, pues con suerte y me despromocionarían, cuando no que me iban a echar a la calle.

De manera sorpresiva el licenciado Fajardo me preguntó enfrente de todo mi personal:

-¿Qué me dices, mi buen Ricardo, aceptas mi invitación a incorporarte a mi equipo como Coordinador Estatal?

Yo balbuceé. Se me inundaron los ojos de lágrimas. La gente creía que estaba yo conmovido por el ascenso. Nadie, excepto Ruiz, comprendía que lo que me alegraba no era el asenso, sino el no despido. Incluso el buen Ruiz me guiñó el ojo seguro de que yo le cedería mi puesto por encima de los demás compañeros del mismo nivel, no porque fuese el más capaz, que lo era, sino simplemente porque no ascenderlo aflojaría su lengua como la de una vaca loca. Él sabía lo de las películas y con su guiño me lo estaba recordando. En un microsegundo descubrí que estaba ante algo a lo que no estaba acostumbrado.

-Claro que sí, Señor, Acepto.

Fajardo me indicó que volviéramos a mi privado, me ordenó que cerrara la puerta con llave, y luego me pidió que sacara del cajón la bolsa donde había guardado las películas.

Sin saber para qué las querría, las saqué.

Saqué del escritorio la bolsa repleta de películas porno. El licenciado Fajardo me miraba inquisitivo y yo me movía torpemente. La situación no podía ser más incómoda.

-Ponlas sobre el escritorio…

Sin pensarlo comencé a colocar las películas en el escritorio, pero de una manera inconsciente las estaba acomodando por género. No me hubiera dado cuenta de ello, a no ser porque Fajardo dijo:

-Pinche Ricardo. Si serás metódico. ¿Las estás acomodando?

-No lo sé, Señor.

-Pues mira y dime.

Miré… y le dije.

-Pues al parecer así es.

-¿Qué criterio seguiste, si se puede saber?

La mirada del licenciado Fajardo era pesada, escrutadora, desarticulante. Tardé en contestar, no porque no pudiera hacerlo rápido, sino porque estaba atónito ante una conclusión que acababa de sacar: Sólo había una razón para que Fajardo pudiese descubrir que las estaba acomodando: que él mismo reconociera el refinado vínculo entre las películas de cada grupo, es decir, que él conociera también los criterios de clasificación. De alguna manera él sabía el nexo invisible entre los distintos grupos de títulos. No quise exponerlo, así que contesté su pregunta:

-Créame que lo he hecho sin pensar, pero sí, creo que hay un orden en esto. Las de acá son del género gonzo, que es una vertiente que pretende ser espontánea y retrata un falso realismo; estas de acá son producciones de un director italiano que se llama Mario Salieri, estas otras corresponden a una actriz que se llama Brianna Love…

-Escucha las chingaderas que me estás diciendo Ricardo.

Guardé silencio. Luego de ese silencio incomodísimo balbuceé.

-Me da mucha pena toda esta situación, licenciado, de verdad. Le juro que nunca más traeré pornografía a la oficina. Sé que resulta irrelevante cualquier explicación que yo le dé a esta situación, pero se la diré de todas maneras: había traído estas películas para deshacerme de ellas con un tipo del mercado…

-¿En qué año naciste, Salas?

-¿Perdón?

-¿Qué en qué puto año naciste?

-En 1969, Señor.

-¿Cuándo viste la primer cinta porno de tu vida?

-Supongo que por allá de 1983, en un cine que permitía la entrada de quien fuese.

-Eras menor de edad.

-Sólo respondo su pregunta, Señor.

Fajardo dio una respiración profunda y exhaló como si soltara un pedazo de su espíritu. Arqueó las cejas y su cara dejó aquella expresión severa para asumir una faz más bien triste. Todo entró en una calma chicha.

-Te envidio, mi buen Ricardo.

-No comprendo- Contesté con interés verdadero.

-Sí, te envidio. No digo que estuviese bien que hubieses estado expuesto a la pornografía a tan temprana edad. ¿Cuántos años tendrías? ¿Catorce? No importa. Lo cierto es que la oportunidad para ti fue así, no hubieras podido ver el porno a los veinte porque sencillamente no habías nacido antes. Naciste en el sesenta y nueve, qué se le va a hacer. Estabas en pleno desarrollo psicosexual y fue entonces que te tocó ver el mejor cine porno, como se debe, en una sala de cine. No comprendo cómo es que tienes toda esta mierda –comenzó a tomar en sus manos algunas portadillas, las cuales comenzó a aventar con desdén en la bolsa de basura-, esto es una mamada de cine. Yo nací en 1979, cuando hubiere tenido oportunidad e interés de ver porno ya se producía pura basura. Créeme Salas, nunca te avergüences de haber entrado al cine siendo un menor, pues era así o no era de ninguna manera. La era estaba en tu contra. Sólo sobreviviste. Los ochenta eran una mierda en general, lo único digno que se hizo en ese entonces era el porno.

-Supongo que tiene razón en lo que dice, Señor.

-Puedo ver que no puedes evitar clasificarlo todo. Eres un espécimen raro, Ricardo. Todo te ha de parecer extraño. ¿Nunca te ha dado por escribir cosas cachondas?

-Una vez Señor. Como celebración al no sé qué centenario de Don Quijote pretendí escribir mi propia versión alternativa de la obra de Cervantes; la iba a llamar Don Cachote. Así como Don Quijote narra la historia de un hombre que de tanto leer historias de caballerías se vuelve loco y va por el mundo creyéndose que el mundo es un mundo de caballeros andantes, yo escribiría acerca de un hombre que de tanto ver porno y leer relatos eróticos enloquecía e iba por el mundo creyendo que la realidad era una realidad porno, colocándolo en toda serie de situaciones chuscas.

-Muy complicado Salas, para ello necesitas haber leído Don Quijote.

-Lo hice, pero tardé tanto que cuando acabé ya no era año de su aniversario.

Su rostro comenzó a tornarse duro. La amabilidad y la sinceridad de Fajardo se estaban esfumando ante mis narices. Con un gesto me dio a entender que no me creyera que entre él y yo podía haber confianzas. Él estaba regresando a su olimpo, y yo volvía a ser su vasallo. Respiró hondo pero corto. Con mímica me hizo sentarme en mi silla, detrás de mi escritorio, con la superficie repleta de películas pornográficas. Con velocidad de alguacil sacó su teléfono móvil y con la cámara me tomó una foto. El muy cabrón me la mostró. Aparecía yo muy campante con mi escritorio lleno de portadillas, la más visible la de "MILF who love Freak Brothas", es decir, una ruca rodeada de dos vergas negras de prótesis.

-Te advierto que nada de lo que estamos platicando ahora debe saberse fuera de estas cuatro paredes. Te advierto que puedo correrte cuando me de la gana. Vas a conducir esta oficina con los mismos resultados que hasta ahora, pero además vas a tener que hacer una tarea especial para mí. Vas a ir a una tienda de computación y vas a comprar con tu dinero una memoria de ciento cincuenta gigas, y vas a concentrar ahí las películas que creas que son significativas en la historia del porno, y además deberás redactar una reseña de cada una de ellas. No quiero que me hagas reseñas técnicas, sino que escribas cómo apreciaste tú la película, lo que significó para ti. Me vale una chingada si la película de que se trate está en ruso, tú me vas a anotar qué entendiste. No quiero que busques traductores ni que me trascribas críticas ajenas. No quiero que seas un sabio. Cada día esperaré que me mandes a mi cuenta de correo electrónico las dos reseñas que puntualmente deberás mandar. Cuando llenes los ciento cincuenta gigas quedarás liberado. Entre tanto, y puesto que veo que no tienes secretaria, te mandaré una de mi absoluta confianza que no sólo te ayudará con las necesidades de la oficina, sino que te ayudará a que puedas cumplir tu misión. ¿Hay alguna duda?

-No Señor. Se puede decir más fuerte pero no más claro.

Ese es el inicio de la historia. Han pasado muchas cosas desde entonces. El recuento de los daños es como sigue: Me he quedado con un amor y he recaído en el porno. Me queda un texto que explica cómo integré el catálogo de películas XXX significativas, que he titulado "Vintage". Me deja un escrito en el que cuento mi particular historia de la pornografía, al que he titulado "La Vie in Porn". Permanecen numerosas reseñas de películas, identificadas bajo la serie "Stag Life". Y por último, me queda en el bolsillo una memoria USB de 150 gigas repleta de cine vintage y meses de trabajo que me resisto a borrar pero no he podido vender. Complicado.

Mas de Jilo

Stag Life 24: Je Suis Une Belle Salope (1976)

Stag Life 25: Roommates (1981)

Stag Life 26 Baby Face 2 (1986)

Stag Life 27: Pandora´s Mirror (1981)

Stag life 23 a scent of heather 1980

Stag life 21 casanova 1976

Stag life 22 neon nights 1981

Stag Life 20: Marathon Love (1985)

Stag Life 18: Educating Mandy (1985)

Stag Life 19: Jamie Gillis Ha Muerto

Stag Life 19: Jamie Gillis ha muerto

Stag Life 17: Here Comes The Bride (1978)

Stag Life 16: Bordell SS (1978)

Stag Life 15: Passion of Carol (1975)

Stag life 12: The Initiation of Cynthia (1986)

Stag life 14: Girl Scout Cookies (1977)

Stag life 13: Violation of Claudia (1977)

Stag life 11: Inside Jennifer Welles (1977)

Stag life 10: I Like to Watch (1982)

Stag life 9: Blonde Fire (1978)

Stag life 7: The Final Sin (1977)

Stag life 6: Beyond Shame (1981)

Stag life 8: New Wave Hookers (1985)

Stag life: Little girls blue (1977)

Stag life 5: Driller (1984)

Stag life: body love (1977)

Stag life: mad love (1988)

Stag life: expensive tastes (1978)

Diez de mayo con mi tía (Final)

Diez de mayo con mi tia (10)

Diez de mayo con mi tia (11)

Diez de mayo con mi tia (9)

Diez de mayo con mi tia (8)

Diez de mayo con mi tia (7)

Diez de mayo con mi tia (6)

Diez de mayo con mi tia (5)

Diez de mayo con mi tia (4)

Diez de mayo con mi tia (3)

Diez de mayo con mi tia (2)

Kitsch

Diez de mayo con mi tia

Las manos de Lorena

Opera de reims para unas medias negras

Cuentos de peep show (5)

Cuentos de peep show (6)

Cuentos de peep show (4)

Cuentos de peep show (2)

Cuentos de peep show (3)

Cuentos de peep show (1)

Destino sin tumultos

Nunca danzarás en el circo del sol (09)

Nunca danzarás en el circo del sol (08)

Nunca danzarás en el circo del sol (07)

Nunca danzarás en el circo del sol (06)

Nunca danzarás en el circo del sol (05)

Nunca danzarás en el circo del sol (04)

Nunca danzarás en el circo del sol (03)

Nunca danzarás en el circo del sol (02)

Nunca danzarás en el circo del sol (01)

Como pez en el alma

Un mundo raro

Motel para tres

¿Quieres problemas?

Sueños ajenos

Lienzo sagrado

Mexican Beauty (1)

Arakarina (27: Final)

Arakarina (26: Breve caleidoscopio)

Arakarina (25: El tren de Sara)

Arakarina (24:Cuatro razones para cerrar los ojos)

Arakarina (23: La balada de Andrea)

Arakarina (22: La revolución de Samuel)

Arakarina (21: La balada de Samuel y Andrea)

Arakarina (18: Las bodas)

Arakarina (19: Los chicos de la secta)

Arakarina (20: El bar y Samuel)

Arakarina (17: La mano de la novia)

Arakarina (16: Sara)

Arakarina (15: Geografía de una secta)

Arakarina (14: Un rito para Arakarina)

Arakarina (13: El cumpleaños)

Arakarina (12: Gatos)

Arakarina (11: Nueva piedad)

Arakarina (10: El anillo tatuado)

Arakarina (09: La entrevista)

Arakarina (08: El vientre cálido de un hogar)

Arakarina (07: El artefacto)

Arakarina (06: Arakarina)

Arakarina (05: La fundación de Atenas)

Medias negras para una ópera de reims

Arakarina (04: Un pintor a oscuras)

Arakarina (03: Ella se casa)

Arakarina (02: La búsqueda de un pintor)

Infieles (7: El final según Cornelio)

Arakarina (01: Una chica cualquiera)

Infieles (6: El final según sonia)

Infieles (5: El final según el inspector)

Infieles (4: El arte de ser atrapado)

Infieles (3)

Infieles (2)

Infieles (1)

Radicales y libres 1998 (4)

Radicales y libres 1998 (3)

Radicales y libres 1998 (2)

Radicales y libres 1998

El Ansia

La bruja Andrómeda (I)

El ombligo de Zuleika (II)

El ombligo de Zuleika (I)

La bruja Andrómeda (II)

Tres generaciones

Mírame y no me toques (VIII - Final: Red para dos)

Mírame y no me toques (VII:Trapecio para la novia)

Mírame y no me toques (VI: Nuevas Historias)

Mírame y no me toques (V: El Casting)

Mírame y no me toques (IV: Los ojos de Angélica)

Mirame y no me toques (II: Puentes oculares)

Mirame y no me toques (III: Un abismo)

Mirame y no me toques (I: Los ojos de Claudio)

La verdad sobre perros y gatas

Amantes de la irrealidad (07 - Final)

Amantes de la irrealidad (06)

Amantes de la irrealidad (05)

Amantes de la irrealidad (04)

Amantes de la irrealidad (03)

Amantes de la irrealidad (02)

Clowns

Expedientes secretos X (II)

Noche de brujas

Día de muertos

Amantes de la irrealidad (01)

Lady Frankenstein

Expedientes secretos X (I)

El Reparador de vírgenes

Medias negras para una ópera de reims

Una gota y un dintel (II: La versión de Amanda)

Una gota y un dintel (III: La versión de Pablo)

Los pies de Zuleika

Una gota y un dintel (I)

Amar el odio (I)

Amar el odio (II)

Amar el odio (III)