Brigitte comía fresas rodeada de muchachos, sentada sobre un viejo barril de vino, con sus botas altas marrones y su vestido rosa pálido, ese que dejaba que el sol lo penetrara e iluminara sus carnes. Lavaba delicadamente la fresa para después hundirla en azúcar o para mojar con ella sus labios. Los chicos, todos ellos altos, musculados, atractivos..., intentaban agobiarla con sus sonrisas, sus miradas, sus guiños, su marcado androgismo pero latente su masculinidad.
El sol de mayo era tapado por un cielo poblado de nubes que amenazaban tormenta, pero con tormenta o sin ella el calor era sofocante, veintisiete grados y una abundante traspiración. Los ojos verdes de Brigitte se posaban sobre los extensos campos que rodeaban el pueblo, en el horizonte un bosque poblado por sueños adolescentes, fantasías y aventuras por descubrir, y en su pierna la mano de Gérard que ascendía como una trepadora. Subió y subió hasta llegar a su entrepierna donde con dulce sorpresa descubrió que Brigitte no portaba ropa interior y que su delicado pubis se encontraba completamente rasurado.
Las fresas se perdieron y Brigitte marcho a buscar más...
Gérard y otros chicos la siguieron, ella corrió divertida por entre las viejas casas del pueblo hasta que salió de allí. A las puertas del bosque, junto a la casa de Nicole, en su huerto, se tumbo sobre la hierba y cerró los ojos mientras la brisa la envolvía en un placentero estado de quietud y sosiego, mientras el sudor de su cuerpo se evaporaba y la hierba jugaba a hacerle cosquillas.
Levanto la vista Nicole y miro a Brigitte subir colina arriba y tumbarse en su huerto, en su patio trasero. Cerró la capota del coche que intentaba reparar, se quito el mono de trabajo y descalza se dirigió hacía ella. Completamente femenina andaba a pequeños pasos que le permitían contemplar con mayor goce el cuerpo y el sagrado monte de venus de Brigitte. La increíble melena azabache de Nicole le caía por los hombros hasta posarse sobre sus pechos. Sus manos se acoplaban al cinturón que no sujetaba nada y que se encontraba sobre sus braguitas, sujetando una camiseta negra que en aquella ocasión Nicole no usaría.
Aún con los grandes guantes que llevaba en las manos y con cuidado de no tocar a Brigitte se coloco encima de ella, descubrió pequeños trozos de fresas en sus labios y suavemente beso sus labios para impregnarse del aroma y de los pequeños trozos de fresas. Los brazos de Brigitte la envolvieron y rodaron colina abajo mientras sus labios aún permanecían unidos.
-Estas loca Brigitte.
-Lo sé y creo que estar orgullosa de ello no me va a ayudar nada en esta vida.
Ambas reían. Nicole acariciaba y apretaba el trasero de Brigitte, no se había quitado los guantes y todo estaba siendo impregnado de aceite
-Besame y déjame tus guantes le suplico Brigitte. Mientras todavía Brigitte se encontraba encima de Nicole, esta le quito el vestido y dejo al descubierto sus grandes y maternales pechos, apartó su cálida melena rubia para vislumbrarla mejor. Se besaron, se acariciaron y Brigitte se levanto para tirarse al suelo. Nicole le quitó las botas y le presto sus guantes.
Miró sus piernas, contemplo su entrepierna, apreció la belleza de su vagina y pequeños lametones de gatito lubrico y dilato los hermosísimos labios vaginales de Brigitte. La esencia que brotaba de su coño, el olor que Nicole respiraba era solo superado por las rosas silvestres, por el olor del rocío de la mañana y por las fragancias de Chanel. Para expresar su goce Brigitte mordía sus labios, cerraba sus ojos y cubría su cuerpo con el aceite de los guantes de Nicole. Grandes, salvajes marcas se producían en su estómago, en sus muslos cerca de su entrepierna, en su cuello y en sus brazos. Abrió sus ojos y todo el cielo parecía dar vueltas a su alrededor.
Los insaciables labios de Nicole parecían estar absorbiendo el dulce líquido de Brigitte mientras su lengua recorría, sin olvidar un recoveco, todo el sexo de Brigitte.
Dejo escapar un alarido de gusto y placer mientras Nicole comenzaba a masturbarse. Ahora era Nicole la que tenía fresa en los labios y su jugo en la cara. Brigitte lamió con desesperación toda la cara de Nicole, se introdujo los dedos en la boca y los limpio, para luego hacerle un muerdo en el cuello.
Nicole mordió los pezones de Brigitte mientras se dejaba arañar la espalda. Se devoraban las muñecas lamiendo y provocándose pequeños mordiscos la una a la otra. Sus muñecas parecían estar sangrando aunque si eso hubiera ocurrido así, la sangre que una perdía la bebía de la otra.
Brigitte bajo las bragas de Nicole y desabrocho su cinturón. Con dificultad consiguió apretarse a Nicole y abrochando el cinturón, ambas se quedaron unidas y restregando sus cuerpos como posesas. Nicole consiguió colocar la fría planta de su pie sobre el blanco, apretado y bello trasero de Brigitte. El frío que sintió la hizo reír y que besara con mayor presión las costillas que sobresalían del cuerpo de Nicole al echar su cuerpo hacía atrás.
Sudor, aceite y fluidos corporales impregnaban sus cuerpos. El calor llamaba a la pereza y los ojos de algún voyeur podían estar haciéndose agua, por no hablar de otras partes de su cuerpo. El cinturón de Nicole era algo más que un cinturón, era un símbolo de su pasión, de que no se darían a otra persona, solo la una a la otra. Ni siquiera Gérard con su enorme cuerpo, su fuerza y toda su masculinidad podría romper ese vinculo. Durante unos minutos que parecieron horas, descansaron y sus cuerpos respiraron a la misma vez, sus corazones latieron a la misma vez y sus cuerpos parecían uno solo. Una única vagina que palpitaba y manaba vida.
Brigitte quiso susurrarle algo al oído. Mentira, quería morderle la oreja, poseer su lóbulo y saborear la carne de Nicole, ya que tras su lóbulo volvían sus pechos y su vagina. Con algo más de facilidad consiguió despegarse de Nicole y comerle su tan deseado coño.
Nicole cambió su postura para poder hacer un 69 con Brigitte. Su cinturón separaba sus pieles y sus cuerpos, comenzó a llover y el sofocante y pegajoso calor siguió donde la hierba crece fuerte y las muchachas retozan.