Aún no había salido del mundo de los sueños cuando sentí que mis muslos estaban mojados, descuidadamente bostece y me note terriblemente llena, por fin abrí los ojos y mi amante estaba allí, alzando una de mis piernas hacía el cielo y penetrándome delicadamente por mi trasero. Ningún sonido interrumpía a nuestro alrededor salvo la fricción de nuestras pieles y el aleteo del deseo recién amanecido. En el momento en que mi diligente Romeo comprendió que estaba despierta apretó mi pezón derecho, lamió mi cuello y me susurro al oído "felices sueños hechos realidad".