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Hadas

en Orgías

Somos las niñas que juegan en el interior del bosque sin miedo a las criaturas oscuras, somos tan malas como buenas, cuerpos de adolescentes con la experiencia de las más viejas. Hadas con simples poderes, energías que cualquiera podría tener, pero mucha más vida, más aguante y resistencia, somos vírgenes en cuestiones morales, somos ateas para los dioses modernos, somos lubricidad y pureza, chicas de extremos y totalmente contradictorias.

La inocencia de las tierras a caído y nuestra existencia, nuestra supervivencia ya sólo puede ser así, o sino, el recuerdo de nuestra especie ya extinta. Dependemos de la creencia de los mortales, dependemos de los que podrían ser nuestros esclavos, dependemos de criaturas inferiores. Aún así orgullosa es nuestra especie, orgullosas nuestras maneras, corazón caliente y cabeza fría.

Me presentó, os presento a mis hermanas, a mis hijas, a mis madres, a mis niñas doradas, a la gente de mi pueblo, a las mías y a las que un día fueron también vuestras.

Creusa, ojos grises, llamada así por la cólera de su corazón negro, por ser una virgen promiscua que humilla a cualquiera que se situé por debajo de sus rodillas, devoradora de corazones, pálida como la muerte, marcada en todo su cuerpo por la crueldad, delgada, ruda y de pechos pequeños.

Foxie, de formas redondas y orondas, pelirroja, cualquiera podría encontrar pecas en cualquier parte de su cuerpo incluso en las más extrañas y extravagantes. Graciosa a la hora de mostrarse, provocadora y ardorosa, su corazón es grande y acoge en él a cualquier cosa que se mueva.

Livia, piel tostada, miel todo su cuerpo, pechos y pies, grácil nariz, risueña sonrisa, provoca al amor y quema los sentimientos. Una niña grande que no crece nunca salvo cuando se encuentra con sus amantes. Juguetona, amigable hasta el punto dócil, arrodillada es donde disfruta del sexo, el amor y cualquier otro placer.

Titaia, la más ardiente de todas las hadas que yo misma he conocido, más rápida que el mismo viento al cabalgar, cambia los caballos por los hombres, bestias iguales aunque no en corazón, hombres inferiores se dejan atrapar por su lazo de fuego, crudo y resistente a maldiciones, hechizos y otros amores.

Yo misma, Xanthe la rubia. Piel clara del norte, verdes mis ojos, especias en el cuerpo, nada corriente, sorpresa me llaman de vez en cuando, soy algo rara, onírica, pasional, mi abuela murió y soy yo la que se echa flores sobre el cuerpo. Melancólica, volcánica, un caleidoscopio de sensaciones, amargas y dulces, nada es lo que aparenta ser.

En batallón nos mandaron a por amor, por amor sexual, por amor a nuestra raza. Nuestra especie es frágil, tanto como el eslabón más débil de una cadena de oro. Nuestro amante es un futuro guerrero, un dios entre los hombres, un ser de inimaginable poder, aún verde, fresco como el rocío de la mañana, mas maduro mañana.

Carlos es su nombre, un niño grande, hijo del caballo, noche de la aurora, amante de Eros, hijo de Afrodita, en belleza, borracho de fe, así es.

18 años, joven para este mundo mortal más aun para nuestro universo, aún virgen y todavía creyente en la magia. Durante siglos se le enseño a besar, a tocar, a acariciar, a hablar al genero femenino, fuimos nosotras cinco sus mejores maestras. Intercambiaba besos con Livia, caricias con Titaia, manotazos con Creusa y miradas conmigo misma. A sentir, a bailar, a disfrutar de los placeres de la vida, nosotras fuimos las que le instruimos en el credo de nuestros propios dioses, Baco y el primigenio Sarico, Artemisa caza hombres, Hécate la negra, Anianka la odiosa, la temida Afrodita, la serpiente de Eros y los innombrables por ser tan ajenos a nuestros designios. Casto se mantuvo para nosotras, nuestros planes eran totalmente otros, debía ser una criatura de corazón puro, ansioso e inagotable.

Alto, fuerte, de tez negra y ojos verdes, así era Carlos, musculado con el paso del tiempo, embelesado por el éxito que este cuerpo le conseguía con las féminas de su especie, no lo hacía por ellas, sino por nosotras, nos amaba desde niño y su amor no había echo sino acrecentarse con el tiempo perdido, pues dejamos de verle a los 7 años y el tiempo hace olvidar al mejor amigo, convertir al odiado en compatriota. En más de una ocasión nos había intentado invocar, pero el aroma a rosas y el clavo no nos atraía hacía él, utilizo su propia sangre y el melocotón pero nuestras puertas estaban cerradas a sus ojos. Con ellas había catado los placeres de la carne por primera vez, deseaba encontrar sus labios de menta, que las dimensiones no se hubieran perdido en el espacio y que nadie le hubiera olvidad jamás, mas cariño era lo que el ansiaba de nosotras, lo deseaba más que nuestros cuerpos desnudos sobre él, mucho más. La suavidad de nuestra piel, el aroma de nuestro pelo, no podía olvidar cosas tales, la cultura de la que gozaban, los cuentos que contaban, cada a cual a su manera, todas especiales éramos, cada una dueña de su destino, cada una experta en sus asuntos, todas nosotras hadas del deseo, del amor profano y sacro, del deseo sexual y espiritual, niñas adultas crecidas, siempre mostrando la ilusión de nuestros corazones, algo que le habíamos enseñado a Carlos, pues por adulto que fuera siempre sería un niño de espíritu, para nosotras, para él mismo y para todo el que algún día lo conozca.

El tiempo pasa, todo lo cura, todo cambia en el mundo, el verano es invierno, la primavera, otoño, el sol deja de quemar para ser luna, todo cambia, todo crece, todo muere, menos los seres inmortales, las criaturas de la noche que habitan en sueños y pesadillas.

Nosotras cinco vivíamos, gente normal en nuestro pueblo, diosas para los mortales, llevábamos los placeres de la carne de un lugar a otro, mas aquel dulce niño nos había enamorado a las cinco, todas locas, infringimos normas y nos dirigimos a su lecho tras haberlo recibido en nuestro pecho una vez, pero quien puede conformarse una sola vez con alguien amado. Nuestros corazones son grandes, mas él todo el lugar lo ocupaba.

Una noche de luna, allí en el pequeño balcón de su habitación, todas reposamos y de cerca lo admiramos como Adonis o nuestro futuro libertador. Haciendo flexiones, unas 200 o 300, sus brazos fuertes sostienen su cuerpo, su cabeza calenturienta apenas puede resistir el poderoso empuje de su miembro viril, erecto siempre en esta especial posición, a veces recuerda, como le alentábamos a que pudiera controlarlo, pues es peligroso en algunas ocasiones que él controle la situación, te puede llevar por el camino de la amargura, te puede dejar en un aprieto o te puede malograr, en cambio si lo controlas, siempre podrás tener un placer sin luego remordimientos de conciencia, a la que también hay que controlar y saber tener calladita. Cuando su amiguito se encuentra despierto y dominando la situación mientras él hace flexiones, le gusta rozarlo con el suelo, que la cabeza toque levemente con la superficie plana, no lo hace desnudo sino con ropa interior, es especial a la hora de masturbarse, primero estos calentamientos, que le hacen arder, arde su boca, su cabeza, sus tetillas, su miembro, hasta su propio culo. Sentado en el suelo le da golpes contra el mismo, contra su propio cuerpo, contra todo lo que aparezca duro, se masturba con el slip puesto y cerrando los ojos sueña con mil posiciones y cosas que supone que le darán placer pero que todavía ni siquiera alcanza a comprender y asimilar, no sabe exactamente como debe meterla ni cuantas partes erógenas tiene una mujer, demasiado introvertido gracias a sus hadas, no comenta nada y cree que la sexualidad es infinitamente personal y secreta, se quita el slip y se masturba delante del inodoro con fuerza y decisión, machaca su instrumento como si le fuera la vida en ello, sin advertir que existen mil maneras diferentes de hacerse gozar por uno mismo, que son muy diferentes y que traen miles de placeres. Cosas estas de las que nosotras cinco nos tendremos que ocupar.

Es fría la noche, nosotras calientes descongelamos todo lo que tocamos, Carlos duerme tapado por un sinfín de mantas mientras nosotras jugamos con el frío y el vapor de nuestros pulmones. Es Creusa la que abre la ventana, con dureza casi la rompe, le da igual. No hemos despertado a nuestro amante con el ruido de los cristales al caer mas el sopor del sueño es infinitamente mayor.

Nos dirigimos una mirada de complicidad al ver un dibujo colgado, todas lo recordábamos, un niño en el centro cinco ángeles rodeándolo, cada una con un color distintivo, cada una con sus pequeñas diferencias. Foxie con morados mofletes, Livia, nariz puntiaguda, de orejas alargadas la propia Titaia.

My love, I love you.

Je t’aime, mon amour.

Te quiero, mi amor.

Sus primeras palabras en tantas lenguas como nosotras mismas dominábamos. Un niño inteligente, un niño cubierto por demasiada ropa, un niño al que le despojamos de sábanas, edredones y mantas. Una criatura que se helaba por momentos y eso que llevaba puestos calcetines, pantalones y camisa. Que graciosos, que monos son los simples mortales cuando quieren. En nuestra tierra se duerme desnudo, tal vez alguna hoja tape de más pero se aparta con un silbido.

Fui yo misma la que le despertó con un beso en los labios. Colocada a sus espaldas, él en horizontal y yo detrás, por arriba, le hundí mis labios y mi lengua sobre la suya. Abrió los ojos en un suave y sobresaltado despertar.

-Hola mi amor, aquí estamos todas.

La verdad es que se sonrió al vernos, fue adorable. Me hubiera gustado no haberle despertado para contemplarlo dormido, con esa cara de paz y tranquilidad, sosiego por todo su cuerpo.

-Es un sueño esto que tengo delante de mis ojos.

-Lo que ves es lo que hay, hijo de Heraclito. Tus sentidos no te engañan esta vez, no es un sueño ni es una alteración de la realidad, nosotras mismas te vemos cambiado, pero comprendemos que la vida es cambio, que irresistible se ha vuelto tu cuerpo.

-Sigues oliendo como antaño.

-Tu pelo es más largo.

-Tus ojos son como siempre.

-¿Siguen tus labios sabiendo a miel?

-Os he ansiado durante mucho tiempo. Habéis sido mi sueño, mi desesperación, mi mayor tabú. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué hacéis aquí? ¿A dónde fuisteis?

-No preguntes ahora, calla, cierra los ojos y que el resto de tus sentidos sean los que dominen tu cuerpo –estas fueron mis palabras, ordenes dulces, palabras livianas, ojos de fuego.

Nuestros ropajes de seda caen poco a poco, uno a uno. Nos mostramos como somos, delante de él, enloquecido ante nuestras formas, sin importar nuestro significado, ni nuestro sentido, sólo forma y color, el plano más visual dominado a la perfección aunque nuestras formas pronto las contemplaría con las manos a través del tacto, al tocar nuestras curvas, nuestros surcos, nuestras imperfecciones y nuestros más bellos rincones.

Y así fue como más o menos paso. No, nuestro niño era incapaz de decidirse, incapaz de tocarnos a cualquiera de las cinco, incluso yo misma pensé que resultábamos demasiado abrumadoras, que nuestra presencia turbaría al último virgen. Sólo le falto coger un chupete y apoyarse en un rincón de la enorme cama en la que descansaba su gran cuerpo. Fue Titaia la primera en posarse en su lecho, la primera que dirigió uno de los brazos de Carlos hacía su pecho, le abrió la palma y entre dos dedos coloco su gran pezón, tímido, completamente cortado le costaba hacerlo suyo, endurecerlo con apenas movimiento, Livia, con su lengua viperina mojo el pezón de Titaia, lo endureció momentáneamente para luego pellizcarlo mientras Carlos comenzaba a coger confianzas, a moverse con más brío y a casi estallar. Maltratábamos a nuestro querido niño, completamente erecto y apunto de correrse al presentir a cinco chicas desnudas, dispuestas, sobre su cama. Inesperadamente para Carlos, Creusa le enfrió el calentón al engullir su polla de un solo bocado, helándole por completo, desde la punta hasta el culo. Ni besos, ni caricias, ni lametones, engullía como un pavo, todo y sin dejarse nada.

Livia besaba a Titaia con pasión, las dos se retorcían para el gusto de Carlos y para el suyo propio. Foxie acariciaba el culo de Creusa, le lamía la espalda y hacía como que le penetraba, yo misma hacía cosquillas a Carlos en los pies, recorría sus pies de arriba abajo, introduje en mi boca su dedo gordo y mis labios besaron su talón. Poco a poco ascendía sobre su anatomía, tobillos, rodillas, caderas, costillas, codos. Excitarlo me ponía a más no poder, saber que yo era el objeto que daba placer aunque bien mirado era Carlos nuestro objeto de placer. En círculos le rozaba un codo, una rodilla, Foxie lo hacía sobre sus tobillos sin dejar de lamer a Creusa.

Carlos descendió al venus de Titaia por mandato de la misma, ella lo dirigió, le marco el camino y se lo enseño con los ojos cerrados, le dijo donde acariciar, donde masturbar y como adular. Creusa continuaba mamando, insuflándole hiel que no miel, lo hacía por medio de sus labios, un néctar emitía, retardante, más poderoso que la propia viagra aunque necesariamente se debía proporcionar continuamente por eso chupaba y chupaba sin dejar de dar placer, erección continua para una gran corrida.

Livia se apodero de sus labios, su lengua los recorría por completo, los mordía con sus labios y tiro de ellos hasta alargarlos con los dientes más fuertes, se hincaron los cuatro labios, sus labios se encontraron y sus bocas se abrieron, las cuatro nos quedamos mirando cuando a distancia se rozaban sus lenguas, nos pareció tan bonito y placentero que todas menos Creusa nos unimos. Foxie, Titaia a la que Carlos masturbaba y yo. La saliva aumentaba en el aire y llego un momento en el que el Arxe de Anaximenes no pudo más y cayó toda sobre el pecho de Carlos. Fuimos Livia y yo las que le devoramos el pecho, le limpiamos, le atacamos, cada una por un flanco, como lobos en manada nos hacíamos con nuestra presa. Atacamos sus pezones y sus costillas. Con cosquillas y mordiscos. Apretando con nuestras lenguas y rumiando con nuestros labios. Foxie tiro de su cabeza hacía atrás y al mirar él hacía arriba le clavo sus labios con fuerza sobrenatural, como un cancer le recorría cada recoveco, aprisa, sin pausa, le faltaba tiempo. Su garganta quedo para nosotras al descubierto, un cuello bonito o perfecto, un lugar todavía sin marcar y fue allí donde atacamos, donde nuestras bocas se volvieron a unir y donde comenzó de nuevo mi relación con Livia.

Las dos nos separamos un poco del grupo y realizamos un dulcísimo 69, yo estaba abajo y ella arriba, su cuerpo sobre el mío, sentir su ombligo a la par que el mío... le azote por tres veces el trasero, mientras hacía mía su vagina. Percibiendo el placer de Carlos, Titaia, Foxie y Creusa le abandonaron, se dirigió hacía nosotras a cuatro patas, casi arrastrándose con los codos, los dos compartimos el húmedo coñito de Livia, los dos lo excitábamos por lugares distintos y de vez en cuando parábamos para besarnos, para sentir el mismo gusto a Livia en su boca y en la mía.

Creusa subió entonces a la espalda de Carlos, le golpeo el trasero hasta ponerlo rojo, araño su espalda y con las piernas le hizo fuerza, le apretó y le hizo daño hasta derrumbarlo. Fue ella la que le volteó y se clavo su miembro erecto. Cabalgaba tan fuerte la amazona que los huevos de Carlos daban con fuerza sobre el colchón, podrían haberse roto, fueron penetraciones salvajes, rudas, amilanadas tan solo cuando Titaia y Foxie se arrodillaron y mientras Creusa se introducía y sacaba su miembro una por un lado lamía sus huevos y la otra por otro la polla que no estaba dentro de Creusa, lo cual era bastante difícil.

Se le subían los colores a Carlos, sus pómulos estaban rojos como si estuviera borracho, borracho de placer, de gusto alcohólico. Sarico no estaba invitado a nuestra fiesta pero aún así flotaba en el aire, un aire lleno de olor a esencias no surgidas que todavía no han brotado que pronto florecerán.

Ni Livia ni yo nos corrimos, de nuestros cuerpos no surgió nada. Tal vez algunas gotas perdidas pero eso ya son recuerdos difusos. Se puso a cuatro patas y yo la monte, se colocó sobre la cabeza de Carlos y le dio sus pechos para mamar, los chupaba y tiraba de ellos como si fuera a sacar leche de ella, cuando seríamos nosotras las únicas que recogeríamos leche aquella noche. Acariciaba yo su pelo liso, su naricita, sus labios y lo que apretaban.

Cada una de las dos se sentó sobre una de las manos de Carlos. Sentamos sobre sus dedos estirados hacía arriba. Él nos perforaba con sus fuertes dedos, se movían como serpientes, se retorcían entre nuestras entrañas. Nos echábamos hacía adelante y nos besábamos, nuestras lenguas recorrían nuestras clavículas, luego las de Carlos, las de Creusa. El imperio de las sensaciones se traslado de Oriente a Occidente, las caricias son sus reinas y nosotras las que las realizamos.

Se fueron intercambiando las ninfas sobre Carlos, Foxie por Creusa, Titaia por Foxie, Livia por Titaia y la noche siguió consumiéndose, como consumíamos poco a poco a Carlos. La madrugada llegaba a su fin y percatábamos ya el amanecer cercano. En mi lugar no fue mi vagina sino mi boca la que se introdujo la polla de Carlos. Ya no había hiel mis labios, no era yo como Creusa, en mi boca su polla se hacía agua, que ganas, con que fuerzas se corrió dentro de mi. Lo hizo muy despacio, con grandes y largos chorretones, potentes, de leche espesa y dulce. A los cinco minutos, no más, se corrió.

Cuando nos marchábamos se encontraba en paz, dormido, su cara reflejaba el placer más intenso, la felicidad absoluta, en aquellos instantes era el hombre más feliz sobre la tierra. Nosotras apostadas en el marco de la ventana nos marchábamos pero algo nos retenía y eran las ganas de reposar a su lado, de dormir abrazadas a él, el día era nuestro único repelente. Con flores de Lis bañamos la estancia y todo el día se paso en esa casa como la mañana, al volver de noche nos encontramos con la misma escena, nunca felicidad duro 24 horas, si un maldito hubiera visto su rostro hubiera reconocido la sensación que jamás tuvo.

Nos acostamos a su lado, dormimos de noche, cada una sobre una parte de él, descansamos, sentimos nuestros corazones latir, nuestro calor, nuestro sueño.

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Cuestión de formas

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Todos los fluidos

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Sobre dos muletas

Esclavos del Imperio

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Horrible dream

En nombre de la Diosa

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El beso negativo

Un cierto símil

Cazadores capullos

Mamada a un amigo casi desconocido

Press

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Niñas malas

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3 nenas

Mi niño

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El hombre de la mascara de látex

Un chico

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Chica desnuda con sombrero de vaquero y...

Mi mejor fetiche

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