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El piropo

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A través de sus enormes y oscuras gafas de sol Gloria veía por fin el mundo. Había conseguido salir de su crisálida y todo tenía una nueva perspectiva, colores, más que nunca, llamativos y atrayentes. El mundo ya no le parecía un lugar hostil y maloliente, ahora era un paraíso reformado en el que tenían cabida todas sus esperanzas. Sus sueños ya parecían posibilidades realistas y el horizonte ya no era opresivo y desconcertante si no una milagrosa y factible creación.

La mamá de Gloria, sentada junto a ella en el asiento trasero del taxi, sabía perfectamente lo que pensaba su hija y lo que sentía, ya que ella también lo sentía todo como suyo.

Bajaron del taxi, subieron a la habitación de su hotel y volvieron a bajar a la calle.

No era gran cosa, podían haber ido a cualquier otro lugar pero decidieron entrar en el primer sitio abierto que estuviera bien cerca de su hotel. Ni la madre tenía ganas de andar por el cansancio de la espera ni la hija tenía ganas de andar por el cansancio de renacer.

Entraron en el McDonald’s y esperaron su turno en la cola.

Gloria sentía que las miradas se clavaban en ella como puñales hirientes y por primera vez en su vida la sensación le encanto, pues un arrebato de frivolidad se apodero de su perfecto diseño. Se sabía divina ¡No! Diva absoluta de la creación más genial de un artista enamorado del arte más puro y absolutista, el arte por el arte. Su más de metro ochenta no le era impedimento alguno para alzarse sobre unos buenos tacones, alguna niñata sin curvas se abría visto violentamente ridícula en sus ajustados pantalones, pero a ella le estilizaban cada una de sus curvas peligrosas. La negritud de su melena se perdía en cada ondulación y un pequeño lunar se encontraba sobre sus labios, allí donde otras por desgracia tienen que colocar un piercing.

La madre de Gloria le dijo a su hija que necesitaba ir al baño y Gloria se quedo sola en la cola. Un hombre bien vestido, elegante pero sin pasarse, el típico yuppie que acaba de salir de una reunión y tiene un veinte minutos para comer algo, se acerca a Gloria, esta justo detrás de ella, primero la mira de reojo, luego se centra en su culo, en sus caderas, le da un buen repaso y por último, mira a todas partes con disimulo y sin que nadie se constate se acerca a ella lo suficiente como para hablarle al oído, lo suficientemente bajo como para que nadie más lo oiga y ella se entere de todo.

-¿Cuánto cobras? –le pregunta él rápido y seguro de sí mismo.

Gloria se da la vuelta y antes si quiera de poder ver al yuppie, estalla en una carcajada que llama la atención de todo el mundo. Es tan fuerte su risa, que se dobla en dos y consigue sacarle los colores al tipo bien vestido, joven y ahora, más que seguro, avergonzado. Le pone una mano sobre el hombro y le dice con su tono normal.

-¡Díos mío! Voy a hacer como que me has dicho eso sólo por que te parezco de lo más atractiva, explosiva y sumamente bella. No me ha molestado que me llames puta, así de generosa soy y ya que estamos, me sienta muy bien. Hoy me acaban de reasignar y lo que más me apetecía es que me piropearan, no ha sido un obrero de la construcción, pero el piropo esta casi a la altura. Baby, no todas las trans somos putas y tú eres demasiado mono como para estar pagando.

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