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Sobre dos muletas

en Sexo Oral

Con mi uniforme de enfermera cachonda llamaba la atención de todo el mundo, aquello me incomodaba, más que nada por que no quería recibir una demanda del sindicato de profesionales médicos por seguir estereotipando sus profesiones.

A cada paso que daba por la calle más gente se volvía para mirarme. No iba a una reunión de cosplay, sólo iba a visitar a un amigo.

Cuando llegue a su bloque de apartamentos coincidí con un vecino que entraba, después subimos juntos en el ascensor. Yo iba al séptimo y el al noveno. Durante la subida nadie dijo nada, la tensión se podía cortar con un cuchillo. Al llegar a mi piso, me despedí de él con una sonrisa y toque al timbre del apartamento de Julián.

Julián me abrió sin preguntar, últimamente era sociable y confiado en exceso. Cuando me vio apoyada en el marco de su puerta no pudo evitar carcajearse. Mis tacones blancos eran terriblemente puntiagudos y altos, mis medias de rejilla no pegaban nada con mi atuendo pero precisamente por ello eran lo mejor de él, mi bata blanca corta escondía la mínima expresión de lencería, una tonta cofia coronaba mi recogido. Precisamente esto último fue lo primero en caer, al soltarme el pelo y echarme sobre Julián que como siempre desde que lo conozco, no se había apeado de su silla de ruedas.

A mi potrillo le habían amputado las piernas, de rodilla para abajo, después de un accidente. Yo lo conocí bastante después de aquello y todo el mundo me decía que no me podía llegar a imaginar lo que había cambiado después de "su experiencia cercana a la muerte". Yo lo veía siempre tan activo, dominante y sexualmente poderoso que no lo concebía de otra manera.

Recostada de lado, ocupaba todo el ancho de su silla y rodeaba con mis brazos su cuello mientras le rozaba con mi nariz y jugaba en su cara con mi lengua.

-¿Qué haces aquí?

-Tenía un rato libre y se me ha ocurrido pasarme ¿te molesto? -le dije a la vez que le mordía desde la nariz a la barbilla, no sé muy bien por que pero tenía una gran fijación con su barbilla.

-Tú nunca molestas y así vestida mucho menos.

-A que te gusta, lo sabía perfectamente -le dije serenamente colocándome algo más erguida y mostrándole como aquella bata se ceñía sobre mis pechos y mi cadera -. Ya me conoces, cualquier excusa es buena para disfrazarme y pasar un rato divertido -Julián rió. Di un pequeño saltito para salir de su silla y me dirigí a la cocina -. ¿Quieres vino? –le pregunte.

-No gracias.

Descorche una botella y me serví yo misma en una copa. Al volver al salón Julián había sacado algo de maría y había puesto algo de música, bueno, pachangueo de ese para bailar. Tragaba el vino como una esponja, casi ni lo saboreaba. Cuando me paso el porro fume hasta que con una bocanada de humo lo azote en toda la cara. Se lo pase y me puse a mover las caderas de una forma tremendamente estúpida. Estaba contenta y me fui quitando los tacones, después la bata hasta quedarme con la ropa interior y las medias. Lo miraba casi esperando alguna reacción de tipo bestial.

Mi pie desnudo, salvo por la preciosa media que lo cubría, fue a posarse sobre la entrepierna de Julián, en un principio deje quieto mi pie, después comencé a moverlo lentamente de un lado a otro, con mi constante presión yo notaba como el miembro de Julián crecía y crecía.

Me divertía mirándolo a los ojos.

Era algo casi catártico.

Terriblemente excitante, al menos, para mí.

Sin retirar mi pie de su sitio, me fui acercando a Julián, él hacía lo propio y en toda su cara, pase mis dedos separados por entre mis labios abiertos, mientras paralizaba por completo mi respiración.

Me separe de él y levante mi pie hasta llegar con él hasta su barbilla, ja, ja, ja. Me cogió el pie con sus manos y acarició mi talón mientras chupaba minuciosamente mis dedos. Se perdían en su boca, enjuagados por su lengua. Cuando lo libero di una vuelta sobre mis talones y puse mi culo sobre su entrepierna, restregándolo, haciendo presión, golpeándolo. Sin cambiar de posición Julián apretaba mis pechos con sus dos manos abiertas mientras que yo, con expertos dedos de carterista, bajaba su cremallera y con un sólo dedo masturbaba la extensión de su polla, mi pulgar era de entre todos mis dedos, el más juguetón.

-Que mala eres –me dijo mientras yo me arrodillaba ante él.

Me dijo que no lo hiciera. Movido por su silla se fue hasta la puerta del salón y de detrás de ella saco un par de muletas. Las piernas de Julián no le servían para nada y por eso mismo había desarrollado portentosamente su pecho, su espalda y sus brazos. Se desprendió de su camiseta ajustada, de sus pantalones y su ropa interior y en una demostración de su formidable estado físico se subió a las dos muletas mientras yo quitaba de en medio la silla de ruedas.

Verdaderamente era un ser retorcido. Apostaría lo que fuera a que cuando sus piernas eran como las de un futbolista, él era de los típicos que se acostaban en la cama y se dejaban hacer, pero no ahora, ahora quizás por... rememorar tiempos pasados o simplemente por jugar se colocaba sobre dos muletas para que se la chupara.

De nuevo, me coloque ante él y agarre su polla, la cual estaba decorada con un bonito anillo que le apretaba los testículos hasta que éstos asemejaban su aspecto al de una pelota de tenis. Masajeaba su miembro con una mano, él me miraba y me susurraba vulgaridades por un tubo, realmente me divertía verlo en aquella situación, así que saque mi lengua, torcí mi cuerpo un poco más y lamí toda la extensión de su polla mientras la levantaba con mi lengua, al llegar a su capullo, lo aferre con mis labios y allí hice presión mientras continuaba masturbándolo y apretaba aún más sus cojones que con la fuerza de mi mano y la del anillo ya estaban completamente rojos, hacía allí dirigí mi lengua y los lamí y relamí antes de tragármelos, succionando como yo hacía hasta que me di de lleno con el anillo, algo que no me podía tragar.

Mientras lo masturbaba me hice un hueco por entre sus muñones y me coloque tras él, aquello casi hizo que perdiera la estabilidad, pero no calló, colocada tras él como estaba, abrí poco a poco su culito, metí un dedo, luego dos, no se los introduje, si no que acariciaba aquella zona preparándola para cuando entrara mi lengua y mi boca y hasta mi nariz, oliendo y restregando sobre su agujero. Saque mi lengua y la frote con su agujero cerrado, que poco a poco se fue dilatando hasta que mi lengua se abrió paso y ya dentro de su culo comenzó a moverse por todas partes mientras él se retorcía, le gustaba aquello y gemía, yo notaba como cerraba su boca, como movía sus ojos, como hacía fuerza hacía abajo para levantar su cuerpo un poquito más. Mientras yo continuaba con su polla aferrada a mi mano, sin detenerme en ningún momento, deprisa y fuerte.

Al cabo de unos minutos salí de su culo y me coloque frente a él, pasando de nuevo por entre sus muñones, por debajo de él, entre las muletas. Busque mi bata por el suelo del apartamento y de un bolsillo saque un vibrador, no uno de esos con forma falica si no de esos más modernos, que parecen el mando de un aparato de aire acondicionado, o el mando de un televisor, alargado pero con forma redondeada donde debiera estar la punta, no era un vibrador con finalidad vaginal, si no más bien creado para estimular el clítoris, un vibrador un tanto más discreto que los otros pero mucho más placentero.

Cuando lo encontré se lo mostré a Julián, él sonrió y yo lo puse en marcha. Al comenzar las vibraciones se lo pase por los muslos e incluso por la entrepierna para que comprobara su utilidad. Llevado por el momento me decía "métetelo", yo reía y antes de acercármelo si quiera volví a sacar mi lengua y la pase esta vez por una de sus muletas, desde la parte de abajo que es de goma y que se adhiere al suelo hasta donde él la tenía agarrada. El metal frío se iba estremeciendo ante el paso de mi lengua cálida, lo cristalino se empañaba ante mi respiración y Julián no dejaba de estar cachondo, salido perdido como me gustaba tenerlo.

Llevo el moderno vibrador a mi entrepierna y haciendo a un lado mí tanga coloque sobre mi clítoris el vibrador. No me lo introducía como ocurría con los diseñados similares a un pene, no me frotaba como hubiera echo con mis dedos, si no que colocado sobre mi clítoris lo estimulaba con una vibración rápida y seguida. Deje de sujetar el vibrador cuando comprobé que mi tanga era capaz de soportar su peso y de que se encajaba a las mil maravillas. Con mis dos manos libres sujete toda la extensión del miembro de Julián y volví a introducir su miembro mojado en mi boca aún más húmeda.

Sus venas comenzaban a hincharse y su polla estaba roja. Los flujos fluían de mi coño empapando mi tanga. Su respiración se aceleraba y yo sólo jugueteaba con su capullo.

A saco succionaba, muy deprisa chupaba. Apretaba con todo lo que tenía a mi alcance, con mis dedos sobre el anillo, con mis labios en el capullo. No llego a avisarme, pero su cuerpo se contrajo cada vez que su polla expulsaba su leche, toda su leche, todo su esperma. Sus primeros trallazos fueron tan rápidos que no me dio tiempo a tragármelos, caían sobre su polla, pingándola aún más. Los siguientes fueron directamente a mi boca, los trague sin mayor consideración y después, limpie todo aquello que embadurnaba su miembro.

Cuando lo recuerdo, lo veo a él con la cara desencajada, roja, apretada la mandíbula y consumido por su propio sudor, el cual le dejaba su cuerpo muy brillante.

Tras todo aquello me deje caer en el suelo y disfrutaba con mi vibrador. No sé exactamente que se le paso a él por la cabeza cuando de pronto comenzó a orinar, sin sujetársela ni nada. Al sentir yo su cálida orina sobre mi muslo no pude evitar una terrible carcajada, me plegue sobre mi estómago mostrando todos mis dientes mientras mis flujos no dejaban de salir y aquel hombre intentaba mantener el equilibrio.

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