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El hombre de la mascara de látex

en Sexo Anal

El hombre de la mascara de látex ya había adquirido la categoría de leyenda urbana. La verdadera realidad fue tan sólo un comentario cualquiera echo en un ascensor o un color más intenso de lo normal en una parte cualquier del cuerpo o eso que te parece oír pero no le das demasiada importancia, todo eso y mucho más fue dándole poco a poco forma y cuerpo a una leyenda que pasaba entre las adolescentes de boca en boca, no había ninguna chica de instituto que no tuviera conocimiento de la leyenda y no había ninguna chica de instituto que conociera a alguna chica que verdaderamente hubiera estado con el hombre de la mascara de látex pero todas habían oído algo.

Sonia llevaba ya tiempo dándole vueltas al asunto. No era algo muy trascendental en su vida pero era la típica tontería con la que se entretenía dándole vueltas y más vueltas mientras se aburría en clase de lengua hasta que un día se planto. Se planto en el mismo instante en el que pensó en el calor del látex y el cuero, el mismo instante en el que calculó la fuerza exacta que necesitaría una penetración para darle el mayor placer posible, en el mismo instante en el que se dio cuenta de que tenía el tanga mojado y llevaba semanas sin contacto carnal.

Fue al origen de todo.

La cuna de la vida.

El primer motor inmóvil de cualquier sociedad.

 

El lavabo de chicas. Lugar donde la maldad y la crueldad conviven en supuesta armonía con la felicidad y el compañerismo, lugar en el que las miradas matan y los humos son de amistad, lugar para putas y princesas, futuras astronautas de la nasa o amas de casa fachas.

Allí escudriño uno a uno todos los rincones, las puertas y los retretes, leyó autenticas barbaridades y encontró que alguien había escrito su número de teléfono en una puerta y entonces comprendió por que llevaban semanas dándole por culo con bromas absurdas y también encontró la siguiente inscripción:

No sabes quien es él, tras la mascara el horror, tu padre, un cura o el de inglés, cualquiera puede esconderse tras el látex, bajo la piel, si tienes fogoso corazón y fuego entre las piernas, ve con valor a la casa del ¿dolor?

D.

 

"Por favor como pueden llegar a ser las adolescentes" pensó Sonia "aunque me encanta". Apunto la dirección en la mano y salió del servicio.

 

Al terminar las clases se dirigió directamente hacía la Avenida de Cervantes donde se suponía que estaba el apartamento de tan misterioso tipo. Se acerco con total desenfado, como solía ser muy habitual en ella hacía el telefonillo y nada más apretar el botón se dio cuenta de que la leyenda urbana podía ser perfectamente eso, una leyenda urbana y que en realidad no hubiera nada de nada en ese apartamento o más bien una madre súper atareada por llevar a sus hijos a la escuela y limpiar la casa o incluso la consulta de un dentista y ella, no sería más que otra victima de una tonta broma adolescente que lo único que quiere es burlarse de calientes adolescentes. Entonces se dio cuenta de que donde había tocado al timbre no había puesto ninguna pegatina con ningún nombre cuando lo normal es que así fuera y además acababan de abrirle la puerta sin ni siquiera preguntarle quien era.

El edificio al que entraba no era nada del otro mundo, no tenía portero pero si buzón comercial, un par de plantas aunque no tenía moqueta en plan alfombra hasta el ascensor. Sonia decidió subir las escaleras andando en vez de usar el ascensor, no tenía ningún motivo en especial para hacer eso, simplemente le dio por ahí. Mientras subía peldaño a peldaño se dio cuenta de que el edificio si estaba lleno de madres presurosas que llevaban a sus retoños con la comida casi atragantada al colegio y de que había al menos dos consultas de dentistas ¿por qué la seguridad social no cubrirá a los putos dentistas? Se preguntó. También había un par de abogados por ahí y ya llegó al quinto piso y paro de fijarse en las casas de los demás para constatarse de que la puerta de entrada estaba abierta. Y siguió estándolo tras su entrada ya que no la cerro, la dejaba exactamente igual a como la había encontrado.

El apartamento era un apartamento como cualquier otro con la salvedad de que en mitad del gran salón había una escalera de caracol, Sonia se dirigió hacía allí. Mientras subía el resto de escaleras oyó cerrarse la puerta de la entrada. Al subir vio como el segundo piso del apartamento era una enorme habitación, sin paredes, sin compartimentos, sólo una cama que era más colchón que somier cuyo respaldo era de metal y sobre la que colgaba una barra de hierro, un gran armario más horizontal que vertical y un lavabo completo, todo en el mismo enorme cuarto cuyo techo estaba por completo echo de espejo. El suelo era de parqué y mientras se maravillaba de ella misma frente al espejo, sobre la cama oyó como la madera crujía en dirección a la escalera.

Por ella ascendía el hombre de la mascara de látex, o eso supuso Sonia al ver a un gran hombre con una mascara en la cabeza y con un slip tan ajustado que apenas si podía contener con gran dolor sus genitales. Tras subir las escaleras aquel hombre se plantó frente a ella. Su piel era morena, bronceada, su cuerpo estaba moldeado, no es que fuera un engendro de los esteroides o un adicto al gimnasio, simplemente cuidaba mucho su cuerpo para así tener completamente definidos sus músculos, él se dio la vuelta poco a poco como dejando que Sonia le observase cuanto quisiese para tomar la decisión final de estar con él o marcharse inmediatamente. Su espalda era enorme mientras que su culo era pequeño, duro, fuerte y respingón. De esa manera, dándole la espalda se bajo poco a poco el slip y Sonia pudo así reiterar la idea que tenía ya de su trasero, dejo su slip en el suelo y dándose la vuelta mostró su polla dura como un mástil que se eleva sobre el horizonte, se había erguido en cuestión de segundos y sus grandes huevos. Sonia atisbó así que el hombre de la mascara de látex estaba completamente depilado, por cada rincón de su cuerpo había pasado la espuma y la espátula.

Su cabeza estaba cubierta por una mascara de látex negro donde tan sólo había hueco para tres cremalleras, una en la boca, una en el ojo derecho y otra en el izquierdo, a diferencia de otras chicas y otros chicos Sonia ni reparo por un instante en mirarle a los ojos, eso, ya lo haría más tarde aunque no era precisamente lo que más le interesaba.

Aquel tipo no se movió ni un milímetro desde que se desnudo por completo, era turno ahora de que lo hiciera Sonia. La chica no es que estuviera precisamente muy preparada para aquella cita, si lo hubiera pensado un poco mejor antes de ir, tal vez se hubiera puesto algo más cómodo o le hubiera dado tiempo para ducharse. De todas formas, hizo tripas corazón y tirando la mochila en un rincón Sonia se levanto de la cama, dejó sus zapatillas deportivas (tenis) junto con sus calcetines, se bajo los vaqueros y se quitó la camiseta, llegada a este punto se dio la vuelta e imitándole, le dio la espalda y fue entonces cuando se libero del sujetador y el tanga negro. Frente a él mostró su cuerpo desnudo y entonces no ocurrió nada.

En realidad nada es mucho decir, ambos se miraban, se deleitaban contemplando bonitos cuerpos desnudos, el de una adolescente de 18 años y el de un hombre, que por mucha mascara que llevase tenía que tener la misma edad a la fuerza o poco más mayor.

Ninguno de los dos pudo contenerse más tras este instante de quietud, Sonia dio unos cuantos pasos y el resto del camino lo avanzo aquel tipo. La niña se lanzo al suelo como una estrella del rock que se lanza hasta ponerse al límite del escenario para llegar mejor a su público, sólo que ella lo hizo para llegar mejor a la polla que momentos después se comería de un bocado. Cuando la chica se comía una polla grande, que ocurría siempre que la encontraba, le gustaba imaginarse que correspondía a un hombre muy pequeño, no enano, sino que simplemente no se encontraba en proporción al tamaño de su propia polla, eso era por que le encantaba los dibujos en los que cualquier hombre tenía pollas enormes, aunque si eso fuera así todos tendrían problemas de espalda, pero le gustaba, le parecía gracioso y así se las comía con más ansias. Si comer una polla le gustaba, comer unos huevos todavía más, aquel tío los tenía bien apretados aunque muchas veces prefería que colgasen, eso, también le hacia gracia.

El tío se corrió en su boca, ella se lo tragaba pero extrañamente el tipo forcejeo con ella hasta que consiguió sacársela de la boca, eso dejo a Sonia completamente desconcertada, ¿mm?. El hombre de la mascara de látex la levanto del suelo cogiendola con sus enormes brazos, la apretó fuertemente para empujarla contra la cama, allí mismo se abalanzo sobre ella, le sujeto los brazos y le dio la vuelta, un golpe seco en las nalgas y empezó a acariciarle el culo. Ah, era eso, pensó Sonia y se quedo mucho más tranquila. Él al ver que ella no se resistía le soltó las manos y comenzó a meterle la lengua dentro del culo mientras con los dedos de una mano no cejaba en su empeño de masturbarla analmente.

Así estuvo un buen rato, metiéndole los dedos hasta más no poder y chupándolos después, metiéndole la nariz y oliendo su culo hasta que su polla ya no pudo más, estaba muy hinchada, roja y apunto de estallar. Con la mano que tenía libre se puso un condón y contra la cama se la follo por el culo, fueron unas cuantas metidas y no pudo contener su corrida, cuando lo hizo se echo sobre ella, le beso todo el cuello, la espalda, volvió a comerle el culo por un rato y después estuvo jugando con su coño por más de media hora, más de media hora de placer para Sonia en la que no dejo de gemir ni un instante. Cuando su polla se repuso volvió a metérsela por el culo a Sonia, una y otra vez se repetía la misma historia hasta que el tío se quedo seco, no podía quedarle nada dentro pues no había parado de follársela por detrás, con fuerza, con ansías, le había echo enorme su agujero…

El tío de la mascara de látex no pudo seguir su propio ritmo y después de cinco corridas en su culo cayó medio muerto en la cama. Sonia se recompuso como pudo, se tumbo a su lado y al ver que no reaccionaba se dedico a registrar la gran habitación.

Tremenda sonrisa la que en su rostro se dibujo cuando encontró lubricante y un inmenso arnés, continúo buscando y fue todavía mayor la carcajada que dio. Había encontrado unas esposas y no dudo ni un instante en ir a ponérselas al hombre de la mascara de látex, lo hizo sin que se resistiera quizás por que sabía lo que le iba a hacer. Embadurno con el lubricante todo el miembro que colgaba del arnés y después toda la raja del culo de aquel tío. Lo acostó boca abajo y volvió a untarlo con el lubricante, se unto los dedos y le penetro con ellos, el tío parecía no notarlo hasta que continuo metiendo y sacando, y en él todo el puño, ahí si que lo noto…

Sonia se coloco el arnés y sin piedad comenzó a follárselo, a lo bestia, con asías, igual que él había echo con ella, le metía una tranca impresionante y él lo disfrutaba tanto como ella lo había disfrutado antes. Con una de sus manos lo pajeaba con más fuerza todavía y ella se excitaba pensando que había cazado al cazador o que el perro no era en realidad tan fiero. El hombre de la mascara de látex se corrió nuevamente en la mano de Sonia y ésta tiro de su cabeza para atrás y le metió su corrida en la boca, le obligaba a tragársela y él lo hizo mientras recibía un suave pellizco en los huevos apretados.

Acabo de follárselo por que se sentía cansada y sin sacarle el arnés le volvió a dar la vuelta, para que se acostará boca arriba, empujo el arnés todavía un poco más adentro y poniéndose de pie se coloco sobre su cabeza, se agacho un poco y esperando tener buena puntería Sonia se meo en su boca, en su cara, sobre la mascara de látex mientras él seguía con la polla dura como el cemento. Cuando termino acerco un poco más su coñito a su boca y cuando éste quiso relamer las últimas gotas de su lluvia dorada con la lengua Sonia aparto su coño y se fue, fue a vestirse, se fue a casa.

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