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Mi niño

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Mi niño en mi vientre estuvo por diez meses, tan calidas y acogedoras eran mis entrañas que de ellas no quería salir y tan tierno era sentir a mi niño dentro de mí como gustoso es tener a un pajarillo atrapado en mi mano, que yo, ilusa y pobre de mí, no deseaba soltar a mi dulce pajarillo. Mas Leto, la de los partos, vino en mi búsqueda y logro que deseara tener al bebé en mis manos y que el bebé me buscara con su llanto.

De mis pechos surge cual dulcísimo néctar la leche tibia de la vida que doy a mi niño pues chupando mis rosados pezones la ansía tanto como yo lo ansió a él. Dicen que es amor de madre, dicen que dicen muchas cosas, casi todo lo que dicen es mentira y toda mentira tiene algo de verdad y la verdad más verdadera es que si no lo tienes, no sabes que es tenerlo, si no lo pares, no sabes que es tenerlo, aunque te lo digan no llegas a comprender que se siente cuando una parte de ti se desprende.

Por siempre te querré, por siempre te protegeré, esto y lo otro, lo de más allá me da igual, que balbucen las gentes, que las serpientes se envenenen con su propio veneno al morderse la lengua, el color rosado de mis mejillas, el rostro tranquilo, la sinuosidad de mis formas, mi habla, mi todo a ti te lo debo mi niño, mi amor, tu madre esta aquí y aquí se quedará.

Juegos y risas, todo tan suave, todo tan vivo, el sol tan sólo es una tenue luz de vela cuando pienso y recuerdo el tiempo pasado, el tiempo trascurrido, ya pesan los años ya pesan las alegrías. Duermo con los ojos cerrados y me despierto con el beso tierno de la mañana que se posa en mis labios como una hoja en un estanque reposado. Bailo en el tiempo de las flores y el calor y me acurruco bajo la piel de una bestia, cerca del fuego, en el tiempo de la nieve y el frío.

Las piedras se hacían añicos con el suave rocío, la aurora despuntaba y a mi casa mi niño llegaba. Seguía siendo mío pero ya no era un niño, el niño había volado y ante mí surgía una mujer. Con tacón altivo y vengativo, labios color fuego y melena al viento. De niño a mujer, sin haber sido macho era ya hembra. Reposan mis brazos en torno a su figura, la figura de mi niña que sigue siendo mía.

Bonitos pechos tienes tú, pena honda y grande de ellos sacaras. Bonito vientre el que asomas al sol, pero como campo yermo y lúgubre lo veras. Bonitas son tus delicadas caderas, mas no se romperán por apretar. Sé lo que digo y anticipo el dolor, madre tuya soy y veo lo que veo, como lo vio la mía antes que yo y la suya antes que ella.

Mi niño vuelve a mí, mi niño es más mío que nunca. Nuestra casa es nuestro gran vientre. Ahora yo con él juego como si fuera mi muñeca de porcelana y no mi muñeco de trapo. La peino, la pinto, la visto y duermo con los ojos cerrados y me despierto con el beso tierno de la mañana aunque afuera estén gritando, arañando con sus uñas mis blancas paredes y maldiciendo mi honra. Todo me es igual.

Entre camomila y mimosa vivimos en paz pues de la rosa no conocimos espina singular, ahora contemplo como tú, mi niña mimada, mi tesoro querido, con collar de espinas te ves atada a un madero con forma de cruz, crucifican las habladurías, crucifican los tormentos, crucifican las gentes que sólo admiten la cruz cuando se habla de Jesús ¡Cuan falsa y cambiante es la plebe!

Te ves atada y como una fiera indefensa te revuelves dándolo todo y yo como madre herida que sólo protegerte quiere saco garras y dientes y me revuelvo contigo. ¡Yeyo! A las gentes ¡Yeyo! Al que dirán. Las viejas están muertas por dentro, las niñas hacen lo que ven en sus mayores, los hombres ni cuentan por que de ellos sale y no importa… y las mujeres, ellas que son madres ya verán, ya…

La cruz es arrastrada, hecha con calistro sus raíces destrozan la tierra. Ha tenido mi niña el ejemplo y por mucho que quiso no lo logro ya que es repudiada de día y amada durante la noche, le escupen cuando el sol mira y mientras reina la luna sorben sus líquidos todos. Cría y educa a una criatura para que después sea vista como un trozo de carne sin más valor que el de su sangre caliente.

Mi niña, mi eterna alegría, no llora por que no tiene lagrimas y se ahoga tan sólo bajo su almohada. No encuentra quien la quiera salvo yo, no encuentra quien la mire en su interior. Se muerde sus labios delicados y suspira hondo una y otra vez, es joven para sentirse vieja y más joven aún para recordar lo que pudo ser y no fue pero ahora y ya, es tan vieja que sabe de que va, el mundo, la vida y sus palizas.

En resplandeciente noche ella corre, corre sin rumbo y sin sentido, no es el macho el que la persigue si no ella misma la que necesita correr y correr, sin rumbo y sin sentido lo importante no es donde si no llegar. Llega mi niña al fin de su recorrido, puente sobre el río, arriba y abajo la luna brilla, arriba y abajo ella esta mirando, cae la gota de su mejilla y el mundo entero no lo nota, no se altera, nada cambia.

Mármol frío, piedra dura, sobre ella mi niña se agota. Se quita los tacones, se eleva sobre el muro, de pie sobre la piedra a un paso de la huella. El agua esta fría y lo siente pero ella esta caliente como el acero en que se forjo, si el agua no la congela ella la evaporara. Un salto y por fin se baja el telón… Corre un segundo y se va lo que tanto costo… Pero al fondo, de lejos algo se oye.

Es llanto amargo y quejicoso, dulzura y espanto, mi niña baja de la piedra y corre escaleras abajo olvidando sus tacones y una parte de su ya lejano yo. Lo ha visto y baja allí donde duermen los vagabundos. Hinca sus rodillas cual suplicante clavándose la gravilla, mete sus manos en el agua y luchando contra el todo y la nada, contra el poderoso díos del río, por fin lo agarra. Queridísimo y esperado Moisés, venido del agua en una bolsa de basura. Ahora habla mi niña:

¿Qué regalo es este? Yo que soy marchita, que soy estéril como un campo muerto y agrietado, seca por dentro y por fuera, seca por condición antigua de varón, viene a mí un querubín como regalo de los dioses y envuelto en manto acuático, como si no sacia la sed el sediento. ¿Pero quién? Quien es capaz de deshacerse de semejante criatura e intentando que muera, abandonada a su suerte en semejante condición, ni un perro, animal desalmado… Pero, los dioses bendigan y maldigan a partes iguales al ser cuyo corazón de piedra me entrega este regalo. Mi príncipe, mi princesa, lo que tú quieras… bordaré yo sobre las telas que te cubran tu nombre, flores de alelí y en cada puntada no dejaré hilo si no amor, amor de la madre que hoy soy, de la madre en que me has convertido. Te bañare en perfume de melocotón, dejaré en ti la huella de la luna y soñaremos que soñamos, el jugo tibio que beberás no saldrá de mis pechos por que en mi pecho tengo un corazón tan grande y tan desesperadamente desesperado por amar que nada más me cabe en él. Hasta que no lo deseas no sabes que es el deseo, hasta que no lo tienes no sabes que es tenerlo, no lo he parido pero de mí algo ya se ha desprendido. Sonríe a mamá mi niño por que tú siempre serás mi bebé.

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