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Dolor (1: Los sentimientos del ama)

en Sadomaso

Esta es mi primera incursión en el sadomasoquismo así que espero que sean piadosos. He publicado 4 relatos de esta serie en otra web pero después de pensarlo he decidido darle un cambio. Espero que os guste.

Fern. La puta deseada. La madame de hierro. La bestia del dolor.

Beatificada por la iglesia del sexo, hija ilegitima de Sade y Masoch, su templo colocado en lo más alto de una agreste montaña y rodeado por un valle de espinos impenetrable para las vírgenes y virtuosos, doloroso a la par que placentero para pecaminosos y viciosos. Día a día a su templo se acercaban, hombres necesitados de placer o sin la capacidad de la erección, pedían y rogaban el mal don del sexo, muchachas frígidas suplicaban sentir calor en sus corazones y por que no en sus vaginas. Os preguntaréis ahora, ¿y el sadismo? ¿Y el masoquismo? Jóvenes pervertidos os diré que la crueldad de la doncella de hierro será mítica pues ningún crimen queda sin castigo y los castigos, son dolorosos para quien los sufre y bellos y hermosos para quien los contempla...



Cuando me siento francamente mal no puedo evitar llorar, como cualquier persona normal, pero llega un momento en el que ya no puedo seguir llorando, en el que mis lagrimas no caídas abren una puerta en mi corazón llamada apatía, sin sentimientos ni emociones me muevo durante horas hasta que inevitablemente a mis manos llega un cuchillo, unas tijeras o a su defecto una cuchilla de afeitar. Solo tengo que sujetarlo y apretar con fuerza, una vez o las que quiera, al final siempre aparece la sangre, al final parece palpitar la herida, al final la cicatriz dura para siempre o para una semana escasa, cuando me siento mal me corto y duele, duele mucho. Pero en ese dolor radica el verdadero placer, pues si cierras los ojos y pretendes llorar te dolerá tanto que desearas la misma muerte, pero si te regocijas en tu sufrimiento y llegas al mismo abismó del dolor encuentras un grandioso placer que sustituye a tu verdadero dolor.

¿Estoy loca? Probablemente sí.

¿Actuó por la obtención del placer? Antes no, ahora claramente sí.

Sólo con este dolor que es gozo calló a mis sentimientos y no dejo que el dolor que es muerte me penetre y me arranque los pequeños suspiros de vida que aún me quedan. Aunque no parece muy lógico que diga esto cuando muchas veces es cierto que se puede ir la mano y desangrarte.

Tengo miedo a pasarme de la raya, a cometer una locura mortal, y tengo ese miedo por que pensé que sería una niña buena y ahora me doy cuenta de que todo lo que jure no hacer ya ha sido cometido una y otra vez, una y otra vez.

Sueño con no cortarme un pezón, amputarme un pecho y no hacérselo a nadie. He bebido la leche directamente del envase, he degustado ostras y no encuentro mayor placer que negarle a otros esos gustos y privilegios. Cuando flagelo me gusta flagelar a alguien que no lo desea y sentir sus sollozos, su mandíbula cerrada, la forma en como aprieta sus nalgas.

Mi amante Eva me regalo una vez un cuchillo, ella jamás me amo pero yo la quise hasta el día de su muerte. Eva estaba loca, completamente loca y desde que la conocí me dí cuenta que era eso mismo lo que buscaba, una loca atrapada por sus sentimientos y sin ninguna puerta por donde escapar solo una hoja afilada con su nombre en el mango... Tengo una cicatriz tan profunda como cinco años en el brazo izquierdo, ¿pienso quitármela por medio de la cirugía? Jamás, es símbolo de la pasión, tengo otra cicatriz por encima de la ingle, ¿pienso quitármela por medio de la cirugía? Jamás, es símbolo de la amistad, tengo otra cicatriz en un costado, cerca de la nalga derecha ¿pienso quitármela por medio de la cirugía? Jamás, es símbolo del amor, del amor eterno, tengo otra cicatriz en un tobillo ¿pienso quitármela por medio de la cirugía? Jamás, es símbolo de la ira. Mi cuerpo desnudo es abominable, pero fue bello en un día ya distante. Me siento mal, quiero estar bien, pero solo encuentro paz al empuñar un chuchillo, unas tijeras o a su defecto una hoja de afeitar.

Como ya he dicho, fantaseo con mis pechos y una daga, tal vez debiera realizarlo o tal vez debiera coger esa daga y pensar en mi sexo, caliente y húmedo, en mi coño y su interior. Parece un horror solo posible de la mano de una secta o de un díos del infierno pero cuando pienso en el gran dolor que sufriré al penetrar mi vagina por un cuchillo y luego pienso en el gran placer que sentiré al regodearme en mi propio sufrimiento me invaden las ansias, el miedo, el morbosismo y la incredibilidad ¿sería capaz de ello por sentirme mejor? ¿tan mal me siento ahora mismo? Pero es cierto que en algunos lugares esa ablación es algo habitual, cotidiano y casi rutinario, que cabezas las de algunos, pienso que si yo estuviera en ese lugar, en el de las chicas, en el niñas que lo sufren maldeciría, lloraría y sufriría, luego entre palabras de amor y consuelo me arrepentiría de las blasfemia que habría arrojado contra los míos, pero durante la noche haría que se arrepintieran los que me lo hicieran y bailaría con sus pollas en mi mano y con sus labios junto a los míos.

La sangre es vida y me recuerda que yo lo estoy, aunque me sienta como si estuviera dentro de un ataúd, corre por mis venas y a veces sale a saludar, yo la beso, la mimo, la toco y la lamo. Sentada sobre unos escalones me corto a plena vista de todos, nadie me mira o todos hacen como que no me ven, contemplan hasta donde puedo llegar y a nadie se le ocurre intervenir. En veinte minutos lleno mis brazos con 38 cortes y al rato 48, la sangre fluye rapidamente, mancha el suelo y si me detengo es por que apenas encuentro ya sitio para continuar en mis debilitados brazos, las heridas son superficiales, algunas no sangran apenas se ven, otras son dolor, veo una luz blanca entre la sangre, no sé que es pero me atrae, atrae a mi cuchillo, más, más, más sangre, más corte, más dolor..., me miro las manos pues ensangrentadas tapan mi rostro, no quiero ver a nadie sólo deseo estar sola y contemplarme a mi misma, me desnudo y mi cuerpo acuchillado asombra a propios y extraños, estoy en mi casa y mi cuchillo roza mis intimidades, las que solo han visto los perros, las que solo han tocado los niños, las que muchos han soñado, entre mis pechos la hoja y ellos se tocan para mi vientre asustar, apretando el cuchillo y mirándolo sin pestañear baja hasta mi sexo donde intento que la hoja lo toque y antes incluso de pensarlo me mareo y todo da vueltas, no me sujeto a nada y me dejo llevar, como una ola me zarandeo de un lado a otro, me gusta el no saber hacía donde voy a caer y si hay o no algo debajo, he manchado el suelo y tal vez me resbale con mi propia sangre, me miro y tengo a Travis bajo mi cuerpo, un tanga horrible le cubre y sus brazos me aprietan para no dejarme caer, el cuchillo no le importa y por eso va al suelo, solo pretende que yo no me lastime. Él me mira y le devuelvo la mirada.


-Mi señora no juegue con el diablo, pues el diablo la tomara entre sus brazos y en vez de evitar que resbale la tirara sobre una cama de clavos oxidados y no con un cuchillo sino con seis la penetrara y no por su dulce vagina, que aunque no ha sido probada jamás vi ninguna igual, la destrozara por su culo, respingón y blanco, y por su boca, deseara no tener dientes y tal vez si se apiada de usted la matara. Si desea jugar le suplico que me abofetee, que me fustigue y que me obligue a orinarme encima..., mejor aún atraviéseme de costado a costado con una lanza de metal, lo preferiría a verla sufrir de la manera que lo hace, aunque sea su sangre como pétalos de rosa que envuelven su pequeño cuerpo pálido y desnudo, no lo haga, no lo sienta, no lo quiero ver.

-Travis, el diablo no pierde el tiempo en tonterías como yo, aunque es bien venido a esta casa él prefiere como cualquiera en su lugar jugar en primera división y provocar la ira de los fuertes y poderosos creando genocidios y matanzas, ni aun siendo yo el diablo perdería el tiempo atormentando a una tonta, pero si aun así se presentara en mi casa te aseguro que de buen grado le dejaría que me tirara contra una cama de clavos oxidados, le dejaría que me penetrara por todos mis orificios con cuchillos cortantes, por el recto hasta el mango, por la vulva hasta el mango, por la boca hasta la sangre. Ahora te suplico, y lo negare si alguien pregunta, que me lleves a mi cuarto y me sumerjas en la bañera para que me consuma, mejor aún de suplicas nada, llévame a mi cuarto te lo ordeno –Travis incapaz de otra cosa me obedeció y en brazos me llevo a mi habitación. Con mucho cuidado me movía entre sus brazos para cogerme como a un bebé, mi cabeza se movía de un lado para otro y mis piernas muertas se tropezaban con todo y eso que Travis ponía gran empeño en no hacerme daño, empape su cuerpo con mi sangre, algo que por lo normal solía hacer él. Es rubio, castaño, su pelo es largo y siempre se encuentra recogido por diferentes coleteros, tiene el rostro de un ángel y un hercúleo cuerpo, sus ojos son azules, creo que es australiano pero jamás le he oído hablar inglés, sus uñas están mordidas por sus dientes y los míos, sus manos son grandes como todo en él pero se encuentran muy maltratadas, por mi. A veces cuando le piso con un tacón de aguja o simplemente le miro las manos recuerdo cosas que me hacen mucho daño, pero que al fin y al cabo me gustan. No me sumergió en la bañera, mas bien me dejo en cama y me curo las heridas y me envolvió en vendas de seda y en las muñecas cadenas que con la seda se entrelazaban para crear algo bello que pudiera resulta hiriente pues 25 eslabones dejo caer por cada muñeca. Retiró las leves cortinas de mi dosel y tomó asiento a mi lado.
-Tus labios están morados, son casi azules y están cortados –me dijo mientras apartaba el pelo de mi cara.

-Nunca los he cuidado, nunca los he necesitado.
-Lo has necesitado para besar.

-El espino no besa, la cruz no besa, el alcohol no besa, el cuero no besa y la sangre tan solo acaricia, pues un beso hacía la sangre jamás correspondido es.

-Tus costillas me dan miedo, tus pechos son pequeños y pareciese que no tuvieras.

-Eres un hombre ¿por qué solo piensas en pechos? Yo tengo dos, igual que tú, tu madre tenía pechos y cualquiera en la calle tendrá otros dos, puedes ir a una discoteca o a un restaurante y encontraras a cientos de personas con dos pechos, con dos pechos grandes, pequeños, respingones, duros o tal vez llenos de leche. ¿Para que quiero unos pechos grandes si no voy a dar de mamar a nadie? ¿Para que quieres tú que mis pechos sean más grandes si no los vas a tocar? Puedes mirarlos y también ver como tengo cortes hasta allí, ves mis pezones, tal vez prefieras llamarlos tetillas, hasta en ellos estoy marcada. Si parecen pequeños es por que estoy delgada o tal vez por que mis costillas son demasiado grandes, ¿no prefieres tener costillas grandes y pechos que caben en una mano? –al mirarle a los ojos no sé lo que vi. Esperaba que se sintiera mal y que se marchara pero en vez de eso se quedo mirándome como un idiota. No sabría describir sus ojos, tal vez apunto de llorar, quizás pensativo, o absorto en algo que no llego a comprender.

- Desearía poder recorrer tu vientre, bordear tus pechos y pellizcar suavemente tus pezones. Desearía poder apretar tus pechos fuertemente y sentirlos míos, pero tan fuerte apretarlos que hasta te rompería esas costillas de las que te enorgulleces y no creas que me quejo del tamaño de tus pechos, como muy bien has dicho no los voy a tocar, pero mis manos son tan grandes y tan calientes y tan suaves, aunque no negare que preferiría que tus pechos salieran incluso de mis manos, por eso llámame vicioso, llámame perro, llámame hombre. Desearía poder abrirte de piernas y colocarme encima de ti, sentirte mía y darte la vuelta de forma brutal, penetrarte sin compasión y hacerte gritar, decirte guarradas al oído y hacerte vomitar sangre, te montaría como a una perra y te tendría siempre por debajo de mis rodillas, serías mi yegua y mi más sucia esclava, si pudiera te cogería y te follaría como ningún hombre lo ha hecho todavía, dejarías de hacer tanta tontería como hasta ahora y sólo cortarías la carne de mi comida, el café que me bebiera y la línea de Internet. Aunque jamás lo aceptarías, jamás lo tendrías en cuenta y nunca lo realizarías, por que estoy seguro de que tú preferirías que te apretara con vendas de cuero y te asfixiara con mis manos ahora mismo, te gustaría que cintas de cuero rodearan todo tu cuerpo marcando tus venas y sintiendo como tu sangre te recorre y alcanza todos los puntos críticos de tu ser para luego acercarme por detrás y apretarte primero delicadamente para que pudieras saborear el momento, mis dedos y sentir mis manos en tu garganta, luego apretar fuertemente y dejarte sin respiración, asfixiarte y dejarte morir mientras pataleas y luchas por escapar, pero tu nunca patalearías, estas demasiado loca para hacer eso. Podría hacerlo ahora, que mejor momento que este en el que estas débil, sintiendo la desesperación de la vida y deseando morir, sobre la cama a solas conmigo, podría hacerlo si tú quisieras pero es algo que tú no quieres pues la vida es tan agradable sufriendo y luego resucitando, adoras los altibajos de tu existencia, sin ellos no serías nada, nada, no serías puta, no serías dueña, no serías perra –su rostro continuaba impasible aunque sorprendentemente agarró las vendas que con tanto esmero había puesto sobre mi cuerpo y las rasgo a la altura de mis pechos, hizo grandes las rasgaduras y dejo al descubierto todo mi cuerpo, inclusive corto las de mis brazos dejándolo todo a relucir y casi las cadenas que coloco se cayeron pero la seda resiste y más cuando aprieta para tapar lo que para algunos ofende.

-¿Qué es lo que podrías hacer ahora mismo, matarme o follarme? ¿Qué te gustaría? ¿Qué anhelas realmente en secreto? Hombre, hombre te llamo pues no hay para ti otro apelativo que infrinja tanto dolor a los sentidos –pasó un ángel y lo degollé-. Pues debes ser hombre solo ellos pueden divinizar a un cadáver, divinizar algo que esta muerto y que jamás será nada, solo ellos pueden desear tener sexo con la criatura más vomitiva del universo.
-Como puedes odiarte tanto, como puedes querer morir cuando tantos hombres te aman y te amaran.
-¿Quién quiere ese amor? ¿Y cómo podré morir si cuando hago avances tu me detienes y me sujetas impidiéndome el paso de esta vida a la paz eterna? –tendida sobre la cama jugaba con la mirada, contemplaba la techumbre de mi cama e intentaba averiguar que se escondía entre las sombras que el dosel dejaba entrever. Travis no me importaba, hablar con él era solamente hacer tiempo hasta que mi cuerpo se recuperara y pudiera empuñar nuevamente mis cuchillos, mis tijeras, mis cuchillas.
-Tus venas sobresalen, están muy marcadas y la sangre las envuelve –me dijo a la vez que me acariciaba los brazos. Acariciando cada vena, siguiéndolas y besándolas. Con sus dedos comenzó a palparme, a hacerme cosquillas por todo mi cuerpo, rodeaba mis pechos sin atreverse a tocarlos y siguiendo siempre mis venas o mis cortes. Me beso sobre mi sexo, en el centro de mi vientre, entre mis pechos, en la barbilla y justo cuando quiso besarme en los labios subí levemente mi rostro apartando sus labios de los míos.

-No has besado mis piernas y tampoco mis costados, ni tan siquiera mi pescuezo y tal vez allí encuentres más cortes, más sangre reseca o tal vez si tienes suerte este fresca –los ojos de Travis seguían manteniendo aquella expresión que yo no alcanzaba a entender, sus mejillas estaban coloradas y su miembro erecto, que asco llegar a pensarlo. Sus labios tenían sangre, no era otra que la mía, y aunque era una imagen bonita la estropeo al no pillar la indirecta, volvió a intentar besarme y aquella ocasión no aparte mi rostro, puse mi índice entre los dos haciendo presión sobre sus carnosos instrumentos los aparte de mí con suavidad y mis ojos se llenaron de lagrimas-. El espino no besa, la cruz no besa, el alcohol no besa, el cuero no besa y la sangre tan solo acaricia, no son besos los del líquido de vida y muerte.

-No soy espino, no soy cruz como tampoco soy alcohol, ni cuero y la sangre caliente ya acaricia mis labios ¿por qué no los tuyos?
-Juramento hice, por lo más alto del cielo y lo más bajo del infierno, por la virginidad de Artemisa y la laguna Estigia, que besaría todo lo que tuviera que besar pero que el hombre no entraba dentro del lote, pues si figura humana he de besar será doncella o muerte –lloraba a la vez que hablaba mientras él lloraba a la par que escuchaba. Cada uno por sus motivos ocultos que lo eran solamente para nosotros mismos.

-Vine de muy lejos sin saber lo que me encontraría, vine a la aventura y por sorpresa te encontré a ti, me encandilaste y sin quererlo me hiciste tuyo. No hay noche, no hay día, no hay lugar en este mundo en el que tu pensamiento no me acompañe y con él el dolor.

-El dolor es placer...

-No.

-Sí, conoces alguna historia de amor en la que no haya sufrimiento, en la que nadie llore, no y te diré la razón...

-No quiero escucharla.

-El dolor acompaña al gozo, para obtener placer antes debes sufrir. El atleta fuerza sus músculos para poder ganar, sufre y después disfruta de su victoria.
-Yo llevo meses sufriendo y no me has dado una pizca de placer.

-El placer es tan efímero, tan relativo, si no has sabido obtener placer ese es tu problema pues como a todos te he tratado.
-Ese es el problema, me has tratado como a todos y yo quiero ser especial.

-Mírame a mí, infrinjo dolor y soy capaz de obtener mi placer, perfilo torturas que luego se llevan a cabo e inclusive allí soy gozosa, me arranco la piel y me corto las venas y alcanzó un clímax total, lo especial aburre, harta, no quieras serlo.
-¡Que te hicieron! ¿Cómo te trataron? Como fue tu vida para que ahora seas como eres.

-Jugaba con otros niños, leía cuentos Disney y veía la televisión.

-Que malvada bruja te hechizo y mato al ángel que deseo contemplar y coloco en este cuerpo a un diablo que se ríe de mí con tanta frialdad y de forma tan natural, como lo es respirar.
-El cuerpo es solo una vasija donde mi alma reposa, llegara un día en el que me deshaga de él y mi alma será libre para encontrar la verdad y ser...

-¿Andabas por la calle cuando un malhechor te cosió a navajazos, te caíste y tu boca se lleno de sangre cuando un caballero andante te salvó la vida y de él te enamoraste, lo hiciste tu amante y al abandonarte te haces daño con la intención de que vuelva a salvarte? –parecía un niño haciendo esa pregunta, con esa carita esperando una respuesta a una pregunta absurda, esa mirada que seguía sin comprender de que iba y la expresión de su rostro que era independiente a la de sus ojos.

-Ja, ja, ja –reía -. Que extraña palabra esa de amante, ¿acaso no lo eres tú? Mi amante, no comparto contigo momentos íntimos, no has tenido en tu boca jugos de mi esencia, no has besado mi cuerpo, eres incluso más amante que Romeo lo fue de Julieta. Y no temas, jamás nadie me ha cosido a cuchilladas aunque en una ocasión cierto caballero tuvo que coserme las muñecas de tan grave estropicio que en ellas aconteció. No removeré el pasado pues no será de tu agrado pero si diré que tal vez debiera volver a mi labor pues puedo comprobar gracias a tu fuerza que la sangre ya a cesado, que las marcas palpitantes y rojas se cierran, recupero mis fuerzas –me levante un poco y apoyando mi cuerpo sobre mi brazo derecho levante las dos almohadas en la que mi cabeza había reposado y saque un cuchillo, parecido al que había dejado en las escaleras pero único como las marcas que podría dejar en mi cuerpo. Al verme Travis se aparto de mi lado y cuando saque el cuchillo con una mano me apretó la muñeca y con la otra me quito el cuchillo, yo gemí de dolor pues apretó con fuerza y a la vez me alivio un pequeño grito que deje escapar, placer. Me derrumbe en la cama, me dolía todo el brazo y sentía hormigas recorrerlo, levante mi abdomen y mi pecho, bruscamente gire mi cuello hacía la derecha y vi estrellas que me hacían abrir la boca y cerrar los ojos, cuando mi cabeza se encontraba a la derecha intentaba que fuera más allá, más a la derecha que hubiera más dolor. Me deje caer con el brazo dolorido, mis vendajes rotos y con el cuello casi entumecido. Travis había desaparecido, la puerta estaba abierta o eso se podía intuir por la corriente de aire que sutilmente movía las cortinas del dosel y aunque no me sentía segura en aquella burbuja que era mi cama, con la puerta abierta, quite las mantas que ocupaban la cama y con una sábana curada de espanto me tape hasta el cuello, mi cara hundida entre amplias almohadas, mis ojos entreabiertos y llevando a mi mente a ese extraño mundo que se encuentra entre la vigilia y el sueño más profundo. Encontré la puerta cerrada, vislumbre a Travis sentado a mi lado en la cama y como acto reflejo, aparte la sábana y azote su rostro con los eslabones que él mismo dejo largos en mis muñecas, un golpe, otro y otro -. ¿Quién te crees que eres para apartar lo único que me libera de mi lado? ¿Qué eres? Un monstruo enviado para hacerme más dolor, mayor dolor del que sufro pero sin encontrar después ningún placer -. Con aquellas palabras y aquella actitud tan pasional había descendido del mayor de los olimpos hasta la tierra de los mortales. No sé cuantas veces le di con las cadenas, pero sé que le dí en la cara, en los hombros, en el pecho, en la espalda, una de las cadenas voló atravesando las cortinas y llegando hasta un armario empotrado de madera, me derrumbe y comencé a llorar apoyada sobre su hombro con una mano rodeando su cuello. Él no me contesto a nada de lo que yo le dije, tenía rojo todo el cuerpo que yo podía verle desde mi posición y una gota de sangre recorrió su pecho, esa gota provenía de la cara y tenía la boca llena de ellas pero se las tragaba por no manchar mi cuerpo con más sangre de la que ya me había manchado. Acariciaba su pecho y en un ataque de no sé que le mordí suavemente un pezón, luego lo bese y jugué con él en mi boca, lo mamaba como si yo fuera una niña y él una madre, aunque yo ya era mujer y él un asqueroso hombre. Entre susurros le dije a su pezón "amantes amentes papá" y continué lamiendo y mamando.
-Fern, te quiero –me dijo de pronto con la boca inundada y los ojos contemplando el vació. Me incorpore y como quien no quiere la cosa me estire despreocupada, volví a acostarme y le dije "me duele mucho el cuello, ¿me das un masaje?" él sonrió o eso me pareció. Clavados los ojos, fuertemente las miradas, acariciaba mis clavículas y mis hombros, las caricias fueron cada vez más fuertes, con sus grandes manos me abarcaba por completo y me hundía poco a poco, el masaje se fue centrando en el cuello igual que la presión y la fuerza, llego un momento en el que me costo tragar saliva, en el que tenía que respirar por la nariz y dejar mi boca muerta pues el agobio resultaría total, pero no lo hice y me dedique a tragar saliva y respirar por mi boquita, mi respiración aumento como lo hizo el dolor. Estaba a gusto, me dejaba llevar, me hacía sentir bien. No sé en que momento me saltó una lagrima, Travis apretó con fuerza y de pronto puso su codo sobre mi garganta, incrusto una almohada sobre mi rostro y deje de respirar durante algunos segundos, que interminables segundos, que dolorido mi cuello y cuanto pánico me recorrió todo el cuerpo, tuve miedo y me gusto, todo eso me encanto, mis piernas paralelas a la cama se movían lentamente rozándose entre ellas. Hizo una mayor presión y tal vez lo detuvo una breve caricia de mi mano sobre su rodilla, tal vez eso hizo que retirara la almohada, que se tirara corriendo a posarse sobre mi cuerpo y teniéndolo entre mis brazos sólo pude sonreír. –Eres tonto, muy tonto, no eres nada para mi, no olvides que no, no eres más que un perro, sólo un perro más.

-¿Eres ya feliz, lo eres? –me beso en el ombligo.

-No.

-¿Y como serías feliz? –me moví por la cama hasta llegar a la mesilla y coger un poco de algodón, lo pase por los labios y el cuerpo de Travis e intente responder a su pregunta.

-No lo sé –le mire a los ojos y le di una cuchilla que había cogido a la vez que el algodón -. Prueba y veremos que tal –él me miro y miro a la cuchilla, que horror le hacía cometer a alguien que ni siquiera sabía coger una cuchilla sin clavársela en los dedos de forma accidental, a un profano en la materia, los horrores tarde se conocen y en pronta medida se cometen.
-Quiero pero no puedo.

-No digas tonterías, hazlo simplemente –en cada parte donde sangraba le colocaba algodón, carecía de alcohol y el algodón se quedaba pegado a la sangre, si intentaba retirarlo finas hebras permanecían aferradas a la herida -. Coge la cuchilla, tenla entre tus dedos y córtame en el brazo..., entre herida y herida, únelas y deja que fluya la sangre, hazlo con fuerza e indiferencia, no tengas miedo y no pienses que mi cuerpo es débil pues resistir resistimos más de lo que creemos, te caes y del suelo no pasas, te disparan y te quitan la bala, tienes sida y te quitan el sexo, la sangre y el malestar son sólo medidas que nos indican que estamos, que estamos vivos todavía –como le dije cogió la cuchilla, la tuvo entre sus dedos y me corto con rapidez y decisión. Me propino diversos cortes, grandes y profundos, intensos y amilanados, desde la muñeca hasta el hombro, creí ver hueso y por ello cerré los ojos para abrirlos en el momento de mayor voluptuosidad.

-Tus brazos están ya cortados, no queda más espacio y la sangre corre como un arroyo ladera abajo.
-Córtame sobre mi ilion y cerca de la entrepierna, si te atreves rásgame la vulva y mátame –me coloque de rodillas, abrí mis piernas y senté mi trasero, eché mi cuerpo hacía atrás y levante mi pelvis hacía arriba. Corto sobre mi ilion, y cerca, cerca de mi entrepierna, me regocijaba en tan maquiavélica conducta e intentaba satisfacer mi corazón con esta extraña satisfacción. Sin decirle yo nada, corto también en mis muslos y en mis rodillas, en mis tobillos y en todos mis costados.

-No puedo cortar tu vagina, no me lo permito –me dijo al tiempo que sujetaba mi cabeza y cerraba mis piernas para colocarme recta, a la altura de sus ojos-. Y creo que tu tampoco.

-Tengo sangre por todo mi cuerpo, me siento tan..., ¿tengo sangre en la espalda? –pregunte con una increíble mucosidad en la garganta.

-Un poco, no mucho, casi nada.
Casi de un salto le di la espalda, aparte mi pelo y le dije –córtame entonces.

Fuerza y velocidad, celeridad. Cortes breves, sangre espesa, manos untadas, que tocan y acarician, palpan mi cuerpo, apretó mis pechos como el quería y si esperaba sacar leche bien grande fue el chasco que pillo pues los dedos se unto de sangre, sangre clara, muy clara, casi agua. Ah, ah, sentir cortar, cortar la carne sobre tu espinazo, alrededor con calma y devastación, dulces lagrimas que al pasar por rostro son por mi lengua recogidas y saboreadas de manera que lo amargo deja de existir. Estire mis brazos hasta encontrar lo que buscaba, unas cuerdas atadas a las patas de la cama, cuerdas muy duras, duras, duras y muy gordas, las apreté con fuerza y elevando mi cabeza me dejaba disfrutar de ese momento, de dolor y amor contenido, no por nadie sino por algo, no por los dedos sino por lo que sostienen Ah, ah, ah, ah. Se levanto Travis y fue a los escritorios y de ellos cogió un látigo, un látigo negro, no de colores, no por que no existan, pero el negro siempre a sido un color para el sexo, el negro de la oscuridad, el negro de la noche, el negro de algunos corazones, los besos negros. Lo extendió y maldito fue cuando toco mi espalda, acaricio mi pelo y grite de dolor, pues no recordaba lo que era sentir que tu alma sobrevolaba tu cuerpo y que tus pezones se caían a la vez que todo tu cuerpo. Aunque apretaba con fuerza las cuerdas, eso no sirve de nada, pues a los dos latigazos tu cuerpo no vale para nada, solo para estar en el sitio, quieto y deseando acabar pero con la sensación de que si todo eso acabara no sabrías que vendría después. ¿Qué será? ¿Un caballo? ¿Un rosario? Ni de coña, pues se recostó a mi lado, apartándome el pelo de la cara, intentando verme pero sin conseguirlo, yo no había parado de gemir y chillar, a él le había gustado, le había divertido, yo estaba destrozada pero no pensaba quejarme, eso era lo que yo quería. Me levante de la cama, aparte las cortinas y me caí al suelo. Me hice mierda, grite pero no podía parar de reír. Travis no tardo en echarse encima mío, la verdad es que ya me estaba hartando de él, me aburro con facilidad y no me van los cansados.


-¿Estas bien? –me pregunto ansioso mientras impotente no paraba de mirarme y tocarme con la punta de los dedos sin hacer realmente nada.

-Si –dije yo-. Estoy sangrando, me he dado un golpe en la cabeza, pero estoy bien, de puta madre –sonreí.

-Me alegro.

-¿Sabes? Podrías irte a alguna parte y dejarme tirada en el suelo un rato.

-Eh ..., como quieras, pero debería mirarte esas heridas.

-Me las puedes ver cualquier otro día, y ya sé a lo que te refieres, pero son heridas superficiales y por esta sangre no me voy a desangrar, o al menos eso creo, creo. Deja que se me pase el mareo, que me relaje y luego..., no sé, si no me suicido jugaremos.
-Ok –se alejo, torpemente, sin perderme de vista y dándose de bruces con todo lo que se ponía a tiro. En el suelo intente encontrar algo de paz y de calma, algo que no encontraba sin ayuda del beber y del fumar, la verdad es que no estaba para buscar una botella o salir al jardín y recoger hojas liarme un porro, pero intentaba pensar en cosas bellas, bellas de verdad no en hombres o mujeres, no en sexo o los órganos, en cosas que me daban fuerza, que me decían que todo merece la pena y que a veces, solo a veces puedes apartar todo lo demás y sonreír al contemplar algunas cosas y no por el comentario sarcástico de turno, o por que algún crédulo a dicho que Britney es virgen, o que no saben que es un boquilla morada o un menage. Son esas cosas las que te reponen, las que te dan fuerza para levantarte e ir al baño y coger la polla erecta de tu estúpido perro que se estaba masturbando con una foto tuya cogida de tu propio tocador. La verdad es que eso enfada a cualquiera y a mi bastante.


-Quiero jugar –le dije mientras le soltaba y me subía a un sillón para alcanzar un instrumento que se encontraba en el techo.

-¿A que?
-¿Alguna vez te has columpiado?
-Si –dijo sonriendo.

-Se supone que el chico mete las piernas por la abertura y se sienta, luego la chica se sienta sobre el miembro erecto del chico y ambos comienzan a balancearse, ¡menudas embestidas! Pero a mi no me va ese rollo, haz como si alguien quisiera ser penetrada por ti y súbete, lo único es que vas a estar tu solo en el columpio –tuvo que utilizar una silla para poder subirse, se coloco acostado y si estiraba los dedos de los pies de esa forma que solo estiras cuando te da un calambre, solamente así podía tocar el suelo. Me daba la espalda y le di una vuelta, un besito de esquimal y le puse una venda sobre sus ojos. Continúe dándole vueltas a base de azotes en el trasero, con mi mano abierta y con una pala de madera hasta que su cuerpo ascendió un metro, le solté y comenzó a dar vueltas, a gran velocidad y apretando y mordiendo sus labios para mi -. Por fa, espera un segundo que voy a por unas cosas, y no te vallas ¿eh? –Baje corriendo las escaleras, apoyándome a la barandilla e intentado esquivar los pequeños charcos de sangre que había dejado por toda la escalera y la pared. Entre en la cocina y envolví mi mano en un trapo de cocina y cogí un helado y robe un cazo en el que se calentaba leche. Una chica me dijo "Monsieur Baladeur lo esta esperando" yo le respondí "haced el favor de limpiad la escalera, que van a pensar de mi casa..., no, dejadla como esta"-. Ya he vuelto, ¿me has echado de menos? –le dije a Travis nada más entrar por la puerta. No respondió, solo intento buscarme moviéndose de forma ridícula con aquel arnés o lo que fuera entre las piernas-. ¿Quieres leche? ¿Quieres helado? Por mi parte yo no tengo ganas de nada a estas horas –la leche estaba caliente, quemaba y quería ver como ardía la estúpida venda que a sus ojos le puse impidiendo así que pudiera verme en mi mayor esplendor, a mi bestia halada, a ese que tiene cuernos en la cabeza, pechos de mujer y alas no de ángel sino de rapaz. Su rostro se empapo y él chillo y chillo y continuo chillando, nunca ha visto MTV, no sabe que gritar no es para tanto, que no es bueno que perdure el sonido en los odios de los que están cerca, no era una huérfana en Rusia, ni una puta en Irán, y mucho menos un atleta mutilado. El helado, frío fue pasa ano, ya verás que gusto metelo todo, hasta el bote, inclusive el bote, se lo incrustaba con las manos, hacía fuerza pero las heridas pasaban factura, apretaba aunque no hacía la fuerza que hubiese, que hubiese, hubiese querido, y aunque no podía ver sus ojos, yo sabia que los tenía abiertos a mas no poder, que le estallarían y se le saldrían de su orbita sino dejaba me dejaba hacer y no se habría de una puta vez, faire et passer, el helado se derretía al contacto con su caliente culo-. No te va a doler, no sufras –le dije mientras me agachaba, cogía un mechero y extendía sus brazos, que se encontraban suspendidos en el aire, en un espacio tan ampliamente recogido en si mismo. Alcance a ver débil vello, encendí la máxima llama, el mechero no daba a más y queme todo su vello, el de sus brazos, el de sus sobacos y el de sus piernas, se olía a quemado, a vello chamuscado, que caía sobre el suelo, a veces ni llegaba, mis ojos no daban pa’ más. Busque y rebusque, por mi casa y por mi habitación, un cuchillo, una daga, algo que afilado cortara, hay que tener cuidado con estas cosas, pues como una aguja un cuchillo no sé una a la ligera y menos con más de una puta persona, pues hay enfermedades que resultan mortales y aunque ya el sexo ha sido consumado no me arriesgo, no quiero tener en mi alma el cargo, el crédito de haber infectado a alguien con algo que si da dolores y quebraderos de cabeza: amor, desilusión y Fern. Encontré algo, una a la que amaba en mi adolescencia, unas tijeras oxidadas, a las que llamaba V y desconocido por completo y que había usado en mi más tierna infancia, a la temprana edad, cuando el sexo florece -. No grites, no llores, ya sabes lo que hay, no soy partidaria de casi nada, pero compórtate como un hombre, o como un ama, actúa como actúo yo –y sin avisar, precipitadamente, corte y llame a cada corte por su nombre, la carne no era mía, la sangre tampoco, ahora tal vez pudiera llegar hasta donde pretendía..., sus muñecas parecían cobrar y dejar de depender de sus brazos, caer en el vació y correr por sí solas. 50 cortes grandes y graves, 15 pequeñitos, aleatorios y entre grandes se movían, mejor incluso, pretendiendo sangrar más, caer sobre mi y tomarme como Travis no había podido hacer. Sus piernas tambaleantes fueron victimas de mi locura, sus tobillos, sus rotulas, sus gemelos y su carnoso culo fue, algo que me divirtió, me gusto y me alivio, pues no esa carne en mi cuerpo, no, no podía estar eso en mi cuerpo, ¡no! Flácido su pene lo toque una vez, dos, no más y erecto lo encadene a eslabones que llegaban hasta su propia boca, allí le hice sujetar con sus dientes esa cosa de hierro, de metal, encendí una vela y la puse bajo sus testículos, quemando algunos pelos y con llama azul buscando su polla, entonces le dije no dejes caer esa cosa a la que llamas cadena, a la que yo llamo agobio, a la que debo respeto y servidumbre, si lo haces, si la sueltas o la haces caer te vas a quemar, te vas a quemar tu puta polla y estoy segura que tu no querrás eso, y no te preocupes por tus heridas, el suelo es de madera y eso se puede limpiar con la lengua.


-¿Ves? –le dije cuando me levante y me puse un vestido blanco, holgado y que era más una camiseta sin tirantes muy, muy larga -. Al final has conseguido hacerme sentir mejor y hasta que sonría, bueno, me voy al jardín a ensuciar el vestido con tierra.

-Fern –entendí de mala manera, creo que llevaba algo en la boca, no estoy segura, yo me marche.

Una vez invitaron a una niña a un estúpido baile, la niña se emociono y se exalto, solo era mierda pero para ella resultaba maravilloso, digamos que esa niña se compro un estúpido vestido que adoraba y podemos decir también que esa niña estuvo arreglándose mil veces sin saber si estaría perfecta o no, sin dejar de combinar complementos ni de idear mil formas diferentes para maquillarse, espero en su habitación hasta que pasados cinco minutos de la hora acordada decidió esperar en el salón, y después bajo las escaleras para esperar en el recibidor, y llegaron sus amigas con sus novios y ella las despacho por que esperaba a un chico, al único chico, espero durante una hora, después dos y su esperanza, esa puta esperanza a la que todos nos aferramos, la hizo esperar cuatro horas sentada sobre el frío mármol de las escaleras de su asquerosa casa, el maquillaje se corrió pero aun se pintaba esperando a quien esperaba, digamos que la chica se metía los dedos para vomitar hacía ya que ni me acuerdo, digamos que había días que esa chica no comía, digamos que esa chica hacía tiempo que practicaba el self, pero después de eso se desgarro su vestido, despedazo diversos muebles y rompió su móvil en mil pedazos, y lloro, y se corto, y poto, y prometió, juró, tener corazón de hielo y actitud de hierro, pero eso, es imposible para una niña que se a criado leyendo putas fantasías Disney. Que horrible es la vida, que horrible es que las niñas solitarias deseen ser princesas, que horrible es el sexo que me ha esperado, que horrible seré yo para quien me desee.



Travis limpiaba el suelo, alguien había vertido un poco de vino y era mejor quitarlo cuanto antes, vio abrirse la enorme puerta de madera y a su ama entrar por ella, pero en su lugar, en vez de ver a la mujer con la que fantaseaba y deseaba llegar a buen puerto y no solamente tener sexo, sino amor y un futuro, vio a una hidra, una furia, la ira en todo su esplendor, coloretes en sus mofletes, agua en sus lacrimales. Iba tambaleándose ¿borracha a estas horas? Era costumbre en ella, pero no era eso, no era vino, no era vodka, no era martini, ojala hubiera sido whiski, eran emociones, sentimientos que la mataban por dentro. Vio como se cortaba, como se hacía daño y quería ayudarla, ayudarla a ser feliz, a sentirse mejor, pero solo llego a cogerla al vuelo antes de que cayera al suelo. Tal vez él pudiera hacer que se sintiera bien.

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El no ego

Momento en la noche

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Despertar

Cuestión de formas

El objeto de mi deseo

Todos los fluidos

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Sobre dos muletas

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Sexo público

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