Laura es una mujer policía, lleva ya unos cinco años en el cuerpo y ella es lo más parecido a un cuerpo en la comisaría, se viste de puta para hacer redadas, de yonkie para pillar a los camellos y la porra le cuelga de maravilla de su cinturón, pone multas con el radar, ayuda a cruzar la calle a las ancianitas y corre detrás de los que roban en las tiendas de moda. Ella lleva su uniforme con su gorra, sus zapatos y su camiseta por dentro de los pantalones, su pelo va recogido en una coleta y lleva gafas de sol cuando conduce. Escucha música heavy en su tiempo libre, va a conciertos y fuma porros, Laura no es una mujer policía normal y corriente, cuando trabaja hace cumplir la ley pero cuando no, ella es la primera en infringirla, así de claro te lo digo.
Mujer policía de día, una zorrita de noche, con sus vestidos cortos de llamativos colores, su pelo suelto y sus copas de más, martini, vodka, coca cola y con limón, moja sus labios y pasa su lengua para secarlos, se los muerde, se los muerde y deja que la vean, nadie la soporta por que al menos ha puesto una multa a cada gilipollas de los que ahí en la disco pero a todos les gustaría fallársela, metersela hasta el fondo, rozarle el coño y tocarle el clítoris hasta que suene como una campanilla. Entre risa y risa va al lavabo y allí se encierra con cualquiera, le mete la lengua hasta el fondo, le acaricia y al oído le susurra mil palabras que no tienen sentido pero después recordarán como grabadas con fuego, los hombres son así y también algunas mujeres, por que la mujer policía no se resiste a nada, se arrodilla y en su boca se mete lo que haya, sus labios son tan grandes que todo lo abordan que no sabe que hacer con ellos cuando todo se le desborda.
Le gustan los salvajes, las amazonas bravas y los bárbaros guerreros, esos que te arrancan las bragas con los dientes, que te destrozan el sujetador que no se fijan en lo que llevas sino en como poder quitártelo, le molan las bestias por que ella es una, la peor de todas ellas, tiene un arma y no es su pistola, siempre desenfundada y lista. Que la sodomicen y la humillen le resulta hasta un punto divertido, irrelevante incluso, es sólo un rato más antes de ser ella la que pone contra las cuerdas, la que ríe, la que domina con una sola palabra suya los movimientos de sus amantes, ella si que es una sodomita redomada, una tía que no le da corte humillar y abusar de su poder para follar.
Hace un par de noches Laurita termino su servicio y no se fue directa a casa como hacen las niñas buenas. Tomo otro camino hasta las afueras de la ciudad. Fue a una vieja casa de campo, medio abandonada, perdida en medio de la nada, sin luna en la noche y con el viento moviendo los hierbajos que crecían por todas partes. Se acerco con sigilo y cuidado, había un coche en la puerta, sólo uno y parecía no haber nadie en la casa, era la una ya de la mañana, temprano o tarde según se mire.
Frente a la puerta sacó su pistola y le dio una patada a la puerta que se abrió sin problemas ya que estaba algo suelta y no se había cerrado con llave. Entro avasallando, creyéndose la ama y señora de la casa, apunto al tío que allí estaba con su arma y lo puso de espaldas a la pared, no mediaron palabras, le puso las esposas y tiro de ellas para llevarlo al cuarto, habitación que ya conocía muy bien, casi lo arrastro, tirado en el suelo estaba y a malas penas se ayudaba con las piernas para no arrastrar el culo. De un empujón lo tiro encima de la cama y él mismo se colocó boca arriba, abrió sus piernas ella y a horcajadas se subió sobre él. Se quitó la gorra y se la puso tapándole los ojos con ella, deshizo su coleta y su melena de leona fue abriéndose paso en la habitación. Poco a poco fue quitándose la camisa, botón a botón aunque él no la podía ver, con el sujetador tan sólo recogió el arma que estaba en la mesilla y le quito con ella la gorra al chico de la cabeza.
-Ahora vas a ver como la poli te puede joder -le dijo Laura al chico, al tío, al hombre, a la criatura que tenía entre las piernas -. Abre la boca -le dijo autoritariamente susurrándole al oído pero con tanta sutileza que él encantado cumpliría sus órdenes mientras que si fuera una ama que se impusiera con gritos tal vez le costaría mucho más. El tío abrió la boca y ella le metió su pistola -. Chupala como si te llevará la vida en ello... esta cargada -y sudando el tío le hizo caso y empezó a tragarse el arma, la chupaba como si fuera una polla, la mamaba y eso excitaba poderosamente a Laura. Miraba el arma, no a ella, con miedo en los ojos le costaba hacerlo bien y cuanto más miedo y mayor torpeza más se exaltaba Laura y más ganas tenía de desnudarlo y aprovecharse de él aunque no queda claro quien se estaba aprovechando de quien.
Sin cuidado Laura quitó el arma de la boca del chico y la tiro al suelo, se quitó el sujetador y dejó las lolas al aire, cogió una y se lamió un pezón, subió la camiseta del tío y le tapó la cara con ella, presiono sobre su bajo vientre y le hizo daño al apretarle la espalda contra las esposas, se reclino un poco y le lamió todo el torso desde el ombligo hasta el cuello donde comenzó a morderle con fuerza, le clavaba sus dientes, los labios y le besaba fuertemente, le dejaba completamente marcado con su saliva, una flor roja brotó en su cuello y sus raíces se extendían poco a poco y como si lo tuviera engangrenado, el rojo intenso dio paso a un bello morado que se extendía, que se movía por su cuerpo como los moratones de una paliza, la que ella le iba a dar, la que le estaba dando.
Jugaba con sus tetillas mientras no dejaba de mover su pelvis de un lado para otro y sentía como la polla del tío crecía y creía sin ningún control, no es que fuera una monstruosidad pero a cada instante su miembro se movía a un lugar diferente, con un tamaño y una forma que no dejaban de variar, sus pantalones eran finos, un chándal. A Laura le gustaba sentir como aquel tío se excitaba y todavía no conseguía tenerla, le gustaba pensar que podía hacer que más de un tío se corriera sin llegar a sacarle la polla de los pantalones, del chándal, de los vaqueros, era una visión que le atraía demasiado. Jugaba a arañarle con sus uñas y a decirle guarrerias. Jugaba a que no jugaba y eso todavía los encendía más.
Laura se quitó toda la ropa y puso su trasero en la cara del tío, con la camiseta por medio no podía hacerle nada aunque ella tan sólo quería que él lo sintiera, lo tuviera muy cerca, supiera que estaba, allí tan cerca de su boca, tan cerca de sus labios, tan cerca de su saliva. Le restregó el coño por toda la cara, haciendo circulitos cada vez más grandes, cada vez más pequeños para luego seguir restregándose por todo su pecho, para bajarle los pantalones con las manos y dejárselos en los tobillos, continuar restregándose y bajarle los calzoncillos con la boca, ver de primera mano como su polla saltaba como una liebre a la que han pillado por sorpresa. Laura la manoseaba sin tacto, lo hacía con fuerza, palpándola toda y moviéndola de abajo a arriba, pegada a su cuerpo, con fuerza, sus huevos que colgaban también se dejaban llevar por sus manos y era a ellos a los que más apretaba, a los que más separaba y a los que menos consideración les tenía, paso su lengua por ellos con rapidez y celeridad, un contacto mínimo.
Simplemente se la estaba poniendo más dura, si es que eso era posible para después cabalgarle, montarse sobre él y demostrarle todo lo que sus caderas podían hacer y todavía no habían hecho así que se la metió entre las piernas y poco a poco se la fue hundiendo en su interior, él la iba retorciendo para los lados, sabiendo que eso le encantaba. Su frenético balanceo comenzó y no fue todo lo duro y rítmico que ella hubiese deseado pues llegaba a pensar que en una de esas veces podía arrancarle la polla aunque lo único que pasaría es que su leche saldría disparada con más fuerza como un aspersor que se acaba de encender, mucho más rápida y directa para llenarla.
Al rojo vivo estaba su polla, ya no aguantaba los embistes que ella le metía, el potrillo no resistía, se quedaba a mitad de camino, demasiada hembra, demasiada fuerza o camino por recorrer o velocidad o tal vez demasiado débil el cuadrúpedo. Caliente a más no poder, hirviéndole la sangre y la leche calentándose hasta evaporarse por su capullo, saliendo helada al contacto con el coñito de Laura que hervía, hervía, hervía de deseo, de ganas de satisfacción, de placer.
¡Oh!
Un ¡oh! De proporciones, de tamaño por el cual se bajo del caballo y tumbo en la cama arrastrándolo a él que se le echo encima pero pronto se marcho cuando ella le dio una patada en las piernas, se vistió, le dio la vuelta, recogió sus cosas incluidas las esposas y allí tirado en la cama lo olvido hasta otra noche en la que terminará tarde el servició y necesitará desfogarse.