Me encontraba empalada por una enorme polla enfundada en un precioso preservativo rojo con sabor a manzana. Completamente desnuda, salvo por mis bellos zapatos rojos, cuyo tacón era tan kilométrico como el miembro sobre el que me encontraba. Hundía mis maravillosos tacones en el colchón y con aquella misma fuerza me impulsaba para montar a mi semental. Semental, menuda palabrita...
Me penetraba con rabia, mientras él sostenía con una mano mi cadera y con otra mi cabeza, no sé muy bien lo que pretendía hacer con aquello pues si encontraba algún apoyo en su cuerpo era en sus muslos y en sus rodillas, las cuales me acariciaban en la espalda con cada nueva penetración.
Al descender hundía en mí su polla dura, enrojecida entre el color transparente del preservativo y las pequeñas punzadas de dolor al evitar correrse, cuando la tuve por completo dentro de mí cese en mis constantes sube y baja. Tenía frente a mí a mi amante, le mire a los ojos y sin mediar palabra le coloque la suela de uno de mis tacones en la cara.
Le refregué la parte inferior de aquella obra de arte por su cara, desde el pelo que le cubría la cabeza hasta el cuello que se la sostenía. Lo hice con la mayor de las delicadezas, para después incrustárselo en la boca como si fuera un pisotón. Él saco tímidamente su lengua y dejo que yo moviera la suela sobre ella, sólo la movía de arriba abajo. Si con cada orgasmo su cara era un cuadro, en aquel instante parecía un mono con síndrome de abstinencia. El sudor le corría a chorros por la cara, sobre sus ojos le brillaba y casi parecían lagrimas, de su boca se resbalaba la saliva y a toda costa quería usar sus manos, algo que no le permití.
Introduje poco a poco la punta de mi zapato en el interior de su boca, con movimientos circulares la fui domesticando mientras él cerraba los ojos y lo disfrutaba, por momentos se volvía rojo. Le saque la punta y él y hizo ademán de cerrar la boca, se lo impedí con un mínimo puntapié, él capto la indirecta, mejor para él. Sobre sus labios le corrí mi tacón, arrastraba su piel con delicadeza y después se lo metí de un sólo golpe.
Yo jugaba a metérselo y sacárselo, todo de una vez y él lo chupaba, lo relamía con cada nueva embestida. Le pellizque un pezón y me miro a los ojos con mi tacón en la boca, estaba lleno de fuego, estaba excitado mucho más que yo.
Le saque el tacón de la boca y yo me levante sacándome su polla de mi coño. Chupe por última vez todo el preservativo de manzana y tras darle un golpe en los testículos lo retire de aquel mástil.
No tarde mucho en conseguir que se corriera dentro de mi boca, un par de lametazos, algunos apretones con los labios y su leche me lleno la boca, se deslizo por su polla y yo la busque con mi lengua, una vez que me lo trague todo y la deje bien limpia, me moví hacía mi amante. Le lamí la cara desde la barbilla hasta la frente, con mis dedos le abrí la boca y acto seguido le escupí en ella. Un gargajo cortante, rápido y preciso.
Mi amante se tumbo completamente, yo puse mi coñito sobre su cara y le deje hacer llevándome por el placer y el deseo. Me gustaba, como siempre, que investigaran por entre mis agujeritos. No me incomodaba, si no al contrario, que una mano hurgara dentro de mí, que unos labios y una lengua fueran a refrescar aquellos interiores tan bien ventilados. Que continuara, que siguiera y no parara, era lo único en lo que podía pensar, tanto me gustaba que casi le había olvidado, a mi buen benefactor... En cuanto su polla comenzó a tambalearse le arroje toda mi pierna sobre su cuerpo, mi tacón sobre su miembro, no llegue a pisarle, pero lo notó, su rabo se endureció y yo pude de nuevo dejarme llevar por la increíble sensación que era su lengua frotando incansablemente mi clítoris.
En cuanto note que me corría me levante. Mi amante me busco con su lengua e irguiendo su cuello, pero yo no me fui lejos, caí sobre su pecho y colocando mis tacones sobre sus orejas, acariciándolas y dándole pequeños golpecitos me masturbe, sobre su pecho, en toda su cara, alcance el orgasmo ante sus narices, por mí misma hubiera pagado por ver mi cara en aquel momento.
Me levante de la cama y él se sentó en el filo del colchón. En aquel momento y teniéndolo a golpe de piedra, no pude resistir mis instintos y pise su polla, ya flácida, la cual colgaba alegremente sobre sus testículos. No lo hice fuerte, pero si con la suficiente presión como para que él sonriera, se la restregaba y ya notaba como comenzaba a crecer, le di una pequeña patadita, lo suficiente para enderezarla y tener sus cojones a la vista. Aquellos globitos recubiertos con piel, esos si que se los pise a conciencia, mientras él sacaba su lengua llamándome a gritos silenciosos.
Tire a mi amante al suelo, cayó como los gatos, a cuatro patas y yo, pobre de mí, le pise la espalda para poder salvarlo como obstáculo. Colocándome frente a él, le baje la cabeza con una indicación echa con el pie. Arrodillado como estaba me lamió el pie mientras yo tomaba pose.
Adelantaba un pie, mientras con mirada de superioridad esperaba a que actuara. Como un suplicante, se lanzó sobre él y me estropeaba el zapato con su lengua, me llenaba el tobillo de babas e intentaba continuar hacía arriba.
Al quedar más que satisfecha, mi egoísmo me impedía hacer más. Me vestí y arrastrando por los suelos a un hombre desesperado y deseoso me marche como pude. No soportaba más verlo tirado, disfrutando mientras yo ya comenzaba a aburrirme. Sólo me quede con ganas de perforarle el culo con el tacón de mis maravillosos zapatos rojos.