En que me vi de bajar las escaleras del metro, en que me vi de saltar para no tener que pagarlo, espere un rato y tuve que ir al lavabo por que mi vejiga ya no aguantaba más con la mala suerte de que se me escapo, bueno, tan sólo era el penúltimo. Me tire en el suelo apoyada en una pared para esperar al de verdad, al que valía, el que tenia que coger para que mis padres no me matarán, por lo menos el ciego se me pasaría un poco.
Había un tío que tocaba el violín, eso es algo que me encanta de las grandes ciudades, puedes comer a la hora que quieras, dejarte caer en cualquier parte y escuchar música de primera en cualquier rincón.
El metro llego y me tire a sus puertas, cuando se abrieron yo era la primera, busque por todas partes algún sitio donde sentarme y al final no lo encontré, me quede de pie, cogida a una de esas cosas que ponen para que la gente se coja si es que ha tenido la mala suerte de no encontrar un sitio libre para poder sentarse.
No es que estuviese abarrotado pero si lleno.
Tenia una pierna medio doblada y con la rodilla no dejaba de tocarme la otra, el tacón me rascaba el tobillo, mis muslos se juntaban y se separaban de forma tan sutil que tan sólo yo sabia lo que hacia y el que estaba delante también y la señora de al lado que estaba sentada y el niño que no apartaba su mirada de mi, con mis dedos apretaba fuertemente la cosa esa que salía del techo y que ya he explicado para que sirve, con tal de encontrar un roce duro y fuerte, cerraba los ojos y movía mi cabeza como si estuviera tonta pero yo sabía lo que hacia. Reprimía o intentaba saciar de manera estúpida los impulsos que tenía de masturbarme allí mismo. En según que dosis el alcohol podía ponerme contenta, sonriente y alegre, cachonda como una perra, zombie deprimente o directamente más muerta que viva, yo me encontraba en la segunda, si hubiera pillado un pico esquina me habría colocado de espaldas a él, sacando el culo y sin dejar de frotarme arriba y abajo. Cuando había ido a mear no pude evitar acariciarme el clítoris. A parte de que en el bar en el que había estado toda la tarde no había podido evitar fijarme en unos cuantos tíos aunque al igual que me desenfado me cohíbo.
Yo ya no pude más y me metí una mano por debajo de la camiseta, la dirigí a la espalda y tardando bastante más que de costumbre tras un forcejeo me quite el sujetador, me apretaba demasiado, con la costura me rozaba los pezones y es que ya los tenia a cien. Duros sin ningún motivo aparente. Lo metí en el bolso hasta el fondo pero aún así uno de los tirantes sobresalía para dejarse ver. Da lo mismo. Al que no le guste que no mire.
Entre la muchedumbre, a lo lejos, en un fugaz vistazo encontré unas rastas castañas, canela, rubias atrapadas por un chillón turbante. Las perdí de vista y mientras perdía el tiempo buscándolas, ellas me encontraron a mi y yo vi a su dueño. Maromo alto, altísimo me pareció, fuerte, con cuatro pelos en la barbilla y el cuello, unas patillas enormes, sonrisa... piel blanca y sus ojos tras unas enormes gafas de sol, es increíble como han conseguido ponerse de moda las gafas que casi tapan la cara, que casi son mascaras. Jamás entenderé la moda.
-Hola me dijo.
-Hola le dije.
-Tú eres Sonya ¿verdad?
-Me dejas atónita, ¿y tú como sabes como me llamo? le pregunte realmente sorprendida de que supiera quien era yo.
-¿Es que no te acuerdas de mi? Soy Willy, nos conocimos en la última feria de día mmm, ya decía yo que la selectividad en septiembre no podía ser la causante de tanta laguna mental.
-La verdad es que no me acuerdo de ti pero si tú dices que nos conocemos tendré que creerte mi lengua comenzaba a trabarse y mi coño no podía estar más activo sin recibir visita alguna.
-¿No te acuerdas de nada?
-En absoluto dije mientras jugaba con mi lengua en mis labios.
-Pues yo si tengo un buen recuerdo de ti me dijo mientras se quitaba las gafas y me guiñaba un ojo.
-¿Hemos follado? le pregunte al oído. Me incline tanto para poder hablarle en voz baja que le lamí la oreja en un par de ocasiones. En total ocho.
-Más o menos sonreía y se encogía de hombros.
Yo volví a mi estado natural, o sea, casi apoyada en una de las ventanas y sujeta a esa cosa del techo y le di vueltas a mi cabecita. Pensaba, intentaba conectar las ideas pero no me salía, sólo tenía imágenes inconexas en mi mente, bailando, danzando sin cesar para no aclararme absolutamente nada y acabar dejándome llevar por mis instintos más primarios, más básicos, simples, puros...
-Realmente no sé lo que hicimos o lo que dejamos de hacer, es que tu cara ni me suena pero ahora mismo como voy bastante contenta por no decir borracha ¿te apetece que acabemos lo que empezamos? alcance a decir o eso me pareció a mí.
-Vale escuetamente él sentencio.
Nada más posar su lengua tras los dientes para pronunciar la e paso a frotar mi lengua, enganchadas se unían formando un torbellino, ásperas y húmedas como nosotros mismos, jugábamos sin ningún pudor pues quien no ha visto nunca en su vida una pareja de desconocidos empezar a follarse apoyados en el cristal del metro.
Él se abalanzó sobre mi lo cual no me pillo desprevenida por que yo misma lo alentaba, lo empujaba hacía mi, le decía vida mía ven y tómame aunque él no lo oía. Mis manos se introdujeron por debajo de su camiseta y su chaqueta para tocar su pecho, tal vez me hubiera gustado decir imberbe, pero no son así los hombres, le tocaba todo y nada había que me disgustara, le apretaba los pezones y antes incluso de eso ya estaba pensando en agarrarle fuertemente el culo, apretárselo, pellizcárselo e incluso desvirgárselo mientras que él no dejaba de tocarme las tetas. Hice ademán de que se dejará de tonterías y cuando noto que no tenía sujetador metió su cara por debajo de mi camiseta y buscando con sus labios los pezones al final los encontró, los engullo, en realidad hizo mil cosas con ellos y yo tan sólo quería que se satisficiera para bajar más y más y acabar en mi sexo.
La masa de nuestro alrededor era tremendamente divertida. Sus reacciones podrían haber sido motivo de estudio para cualquier artista interesado en estudiar las facciones humanas. Algunos de ellos hacían como que no nos veían, otros no disimulaban y se nos quedaban mirando mientras grababan mentalmente la escena para después masturbarse en casa o simplemente echar unas risas con los amigos, había quien lo de mentalmente se lo pasaba por ahí y prefería grabarlo utilizando el móvil, genial, voy a ser la reina de internet, pensé en un alarde de egocentrismo crónico, los que menos fueron los que se escandalizaron y se cambiaron de vagón o...
Willy no se cansaba de mis pezones pero al menos mientras los comía bajo sus manos hasta encontrar mi vagina, no tardo mucho en hallar mi clítoris y excitarlo con las yemas de sus dedos. Mmm, cada vez que pienso en las yemas de sus dedos... en sus propios dedos largos y anchos, esos mismos dedos que después de untarse en mi jugo fueron a parar en mi boca...
Delicioso...
Pues bien, pareció que ha ciertas personas no les gusto tanto como a mi. Por supuesto hablo de los pitus que llegaron avasallando y a los que les resulto realmente complicado poder desengancharnos, estábamos unidos por mucho más que unos simples votos, estábamos unidos por nuestros distintos flujos.
Yo le estaba bajando los pantalones en aquel preciso instante cuando nos dijeron que parásemos, Willy se quedó tremendamente cortado, helado pero yo ni corta ni perezosa seguía con lo mío, si había llegado hasta ahí no me iba a parar por que cuatro monos vestidos de azul me dijeran que lo hiciera. Por eso no es de extrañar que me esposaran y me sacaran del metro a la fuerza para meterme en un coche patrulla.
En dos alardes de ingeniosidad le pedí a un tío que me diera su cigarro encendido, casi quemo los asientos traseros cuando se me cayó de la boca y en otro alarde aún mayor les dije a los agentes que si me llevaban a montar una fiesta privada con ellos dos. Si no recuerdo mal a uno le hizo gracia al otro no.
Recortes de prensa:
El metro por las nubes.
¿Se cruzan los raíles?
¿Cuán profundo llega a adentrarse el metro en el interior de la ciudad?
Aire acondicionado urgentemente.