-¡Te deseo! ¡Te deseo! Sigue cariño, sigue.
Él me hablaba, me decía cosas bonitas y me acariciaba el pelo enredándomelo más y más ya que tenía los ojos cerrados. Mi boca se había apoderado de él o al menos era eso lo que yo quería creer, tragaba todo cuanto podía pero aún así mis dos manos se ocupaban de su badajo, le ordeñaba no como a una vaca si no como a un salvaje miura, apretaba con mis labios y notaba como sus venas azuladas de hinchaban.
Mis manos bajaban y subían a toda velocidad, un hilillo blanquecino se quedo pegado a mis labios y baje mi boca junto al hilillo hasta sus sueltos cojones que en mi boca se fueron apretando poco a poco hasta que sus muslos me avisaron con lentos espasmos, su garganta se seco, su boca se cerro y yo me aleje un palmo mientras seguía y seguía masturbando. Gimió como un berraco y su esperma espeso y dulcificante encharco mi rostro en incontables y cálidas oleadas de placer.
Me gire levemente y contemple mi rostro mientras con mi lengua intentaba limpiarlo como una gatita con leche en los bigotes.