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Leyendas Urbanas: Vampiro sexual

en Fantasías Eróticas

Cuenta la leyenda urbana que me acabo de inventar que el Incubus es la forma masculina del Sucubus, ambos vampiros sexuales que se alimentan de sus victimas en sueños, a través del sexo, les drena la vida, los deja secos, cadáveres arrugados sin sangre en sus venas, como si llevaran un ciento muertos. Sus victimas ideales son como Laura, chicas solitarias que no salen por la noche, se quedan leyendo, se quedan en casa masturbándose y lamentándose por no tener a alguien en su cama que les de calor, pero tranquila Laurita, que esta noche tendrás a alguien con quien calentarte, alguien que te toque, un ser que no esta caliente pero que quiere todo tu calor, te va a sacar toda tu pasión.

Eran las doce menos cuarto y ya estaba metida en la cama, con su camisón y un libro entre las manos, una novela titulada "Criatura de los infiernos celestiales" que desde hacía algunas noches la estaba atormentando en silencio, su pelo ondulado caía sobre sus gafas, un mechón castaño oscuro se salía de la norma e intentaba rizarse, agobiada, aterrada, sacudió su pelo con sus dos manos, se quito las gafas y las dejo encima del libro en la mesilla. Miro el reloj, anhelando otro tiempo, apago la luz y se acostó.

Dormida. Soñando. En un bosque infectado por la niebla más espesa, sin húmeda y con árboles de extrañas formas, sombras y oscuridad era lo único que se podía entrever si se acercaba uno demasiado a la niebla que todo lo rodeaba. Laura empezó a correr, no sabía a donde iba, no sabía que se podía encontrar , cuando oyó pisadas, arbustos que se movían y un gran aullido, tan era su velocidad que calló de bruces cuando no se percato de una raíz que sobresalía, calló al suelo, se hizo sangre en la frente, siguió corriendo, presentía que algo la seguía, una criatura que pronto la alcanzaría, sacaría sus garras y la apresaría, desgarraría su ropa y a ella la haría trizas.

Equivocadamente se volvió, quiso ver por que huía, quiso ver el motivo de su horror, el por que de su pánico, no vio nada salvo niebla y más niebla, otro terrible aullido y choco contra un cuerpo caliente, un hombre que la abrazo, con sus robustos brazos apretó el cuerpo de Laura contra el suyo.

-Yo te protegeré niña, yo te cuidaré –unos instantes y Laura tembló más que nunca, un frío escalofrío la recorrió y sintió el oscuro miedo rodeando todo su cuerpo. Antes de que pudiera decir cualquier cosa su caballero andante le susurro al oído -. Corre, corre –y le agarro la mano con tanta fuerza como para rompérsela, le hacía daño pero a ella le daba igual, no pensaba, no sentía, sólo corría.

Su salvador la condujo por la niebla, parecía conocerla a la perfección, la avisaba de cada piedra, de cada charco, ella sólo corría detrás de él hasta que él la llevo a una caballa, una casa en medio de un bosque maldito. Se quedo en el porche, insistía en ver a los culpables de las pisadas, oía los aullidos pero no sabía de donde procedían, él la empujo a dentro, atrancaron la puerta y varios golpes desde fuera, ya estaban allí, las criaturas de las huellas, de los aullidos, merodeaban por la caballa, daban golpes, rugían.

-¿Qué es todo esto? ¿Dónde estoy? –pregunto Laura.

-Por favor, siéntate, estaremos aquí algún tiempo –antes de que ella le respondiera cualquier cosa se percato de que el fuego estaba encendido, de que la caballa estaba limpia y de que el salón, lavabo, cocina y dormitorio se unían en una sola habitación. No sabía que hacer, no sabía que responder, simplemente se sentó encima de la cama.

Descalza, se limpió los pies, con las manos plancho su camisón y de una vez se percató de su rescatador cuando este se agacho a avivar el fuego. Piel morena, rizado el pelo y oscuro, un culo apretado por unos pantalones negros muy ceñidos, también andaba descalzo, nada cubría su pecho, su estómago o pila de lavar, Laura se avergonzó un poco cuando rozo su grasa y metió estómago.

-¿Dónde estoy? Y te advierto que estoy empezando a perder la paciencia.

-Estas en el bosque de la soledad.

-Ok y ¿qué es eso que hay fuera?

-Todavía no me he atrevido a descubrirlo.

-¿Todavía?

-Digamos que llevo aquí algún tiempo.

-Y este bosque... de la soledad es efecto de algún tipo de droga, lo digo por que yo antes de ir a la cama me tome una copa de vino, no más y tampoco me sube tanto.

-No lo entiendes, este bosque es otra dimensión, un lugar maldito al que se accede a través de los sueños y del cual no se vuelve.

-Si esto es un sueño pronto me despertare, tengo un sueño muy ligero.

-Aquí el tiempo es diferente, puedes quedarte años que en nuestro mundo, el real no pasará ni siquiera un segundo.

-De acuerdo, voy a acostarme un rato, si se entra por un sueño se saldrá por otro.

-No eres tonta, pero ¿crees que no lo habré intentado ya?

Laura se quedó con cara de tonta.

-Todavía no te he dado las gracias por salvarme.

-No pasa nada.

-¿Y cómo te llamas?

-Simón

-Muchas gracias Simón por salvarme la vida, yo soy Laura.

Pasaron algunas horas, el cansancio acuso, la nada resulta aburrida, simón se acostó en la única cama que había en la cabaña, al cabo de unas horas frente al fuego, Laura decidió ir en su búsqueda.

Si esto es un sueño, hagamos que sea interesante.

Se acostó al lado de Simón, coloco un brazo por encima de él pero se durmió al estar en contacto con él.

Despertó. Despertó y Simón estaba sobre ella, aguantando con sus dos brazos todo su peso, se acercó con sus labios y curó la herida de su frente con un beso, un sensual y cálido beso.

-Hazme tuya –se le escapo en un gemido mientras él desgarraba su camisón y con su boca mamaba sus pechos. Laura bajo la cremallera y libero a un monstruo de más de veinte centímetros, un monstruo peor que los de fuera, gordo y bello, un monstruos que destrozo sus bragas y que de un solo embiste se coló dentro de ella.

Como si ese fuese su trabajo, Simón la metía y la sacaba con suma facilidad, no le hacía daño y en cambio le provocaba un enorme placer, algo sobrenatural, ella gemía y gemía, gritaba y sentía como el paraíso se hacía suyo. Palpaba con las manos abiertas todo el torso de Simón, le daba besos, le apartaba el pelo de la cara, le araño en la espalda con fuerza, le golpeo en la cara con ira.

Él sólo subía y bajaba, su apretado trasero llamaba a gritos a Laurita, quería que le tocara, que le apretará y le azotará y así lo hizo la niña. Las penetraciones de Simón eran fuertes, duras, metía toda su tranca dentro y ella quería mucho más, sus huevos chocaban contra el cuerpo de Laura a gran velocidad, provocaba un sonido que a ambos excita. Su sangre se acelera, sus ojos se pierden en el vació, el placer llega y se asienta en su cuerpo, se ha ido a un mundo eterno y placentero, la palabra nirvana no alcanza a completar el significado.

Simón abre la boca para gemir pero no gime, Laurita si que la abre y gime, gime como si le fuera la vida en ello y realmente es algo así, pues Simón sorbe su vida, se la pasa por la boca, se extrae por ella, Laura ni se percata, esta en el paraíso, disfrutando del cuerpo de su placentero asesino. Poco a poco el cuerpo de Laura se marchita, su cabello envejece al igual que todo su cuerpo, su piel arruga y poco a poco se va secando, su grasa disminuye, hasta que son unos huesos lo que queda, la ropa es polvo como toda ella. Simón, termina de correrse y con el estómago lleno se viste y se marcha.

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