Mientras mi cuerpo se calienta por momentos y mi respiración se agita, me doy cuenta de que me perturbas mucho más de lo que yo quisiera.
No es ya tu cuerpo, macizo como la roca.
No es mi pasión, líquido inflamable.
Ni tan siquiera ese cosquilleo que me recorre cada costado.
Lo que me perturba son tus señales, lo que emanas, del todo incomprensibles para mí.