Sabía perfectamente que no debía continuar así, pero como evitarlo si conseguía satisfacer todas mis necesidades. Saciaba mi ansía de ser querida, saciaba mi deseo de ser necesitada, saciaba mi orgullo de mujer herida, alcanzaba la felicidad mientras conseguía ruborizar a otras personas. Yo seguía igual por mucho que otros me juzgaran, total no hacía daño a nadie, o puede, quizás a mi misma, pero era un daño que no dolía si no que me alegraba el corazón. Tire mi abrigo, deje caer mi blusa, mis carnes eran adoradas por la brisa, mis rodillas tocaron el duro cemento que recubría la tierra y espere un segundo antes de abalanzarme sobre los miembros que aquellos siete hombres me ofrecían.