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Dolor (2: La leche correra por tu dolorida gar...)

en Sadomaso

Fern. La puta deseada. La madame de hierro. La bestia del dolor.

Beatificada por la iglesia del sexo, hija ilegitima de Sade y Masoch, su templo colocado en lo más alto de una agreste montaña y rodeado por un valle de espinos impenetrable para las vírgenes y virtuosos, doloroso a la par que placentero para pecaminosos y viciosos. Día a día a su templo se acercaban, hombres necesitados de placer o sin la capacidad de la erección, pedían y rogaban el mal don del sexo, muchachas frígidas suplicaban sentir calor en sus corazones y por que no en sus vaginas. Os preguntaréis ahora, ¿y el sadismo? ¿Y el masoquismo? Jóvenes pervertidos os diré que la crueldad de la doncella de hierro será mítica pues ningún crimen queda sin castigo y los castigos, son dolorosos para quien los sufre y bellos y hermosos para quien los contempla...

 

Salí de la ducha y me puse lo primero que vi, unas bragas blancas y el sujetador a juego, no era una ropa interior muy provocativa, más bien es la típica ropa interior que cualquier madre tiene en su armario, de esa comprada a granel en la mercería de la esquina. No sé por que la elegí, no es un color que me atraiga exageradamente pero ese blanco inmaculado me atraía desde que era morena azabache, desde que mi piel se bronceo en el sur, cuando estuve cabalgando sobre pura sangre, el contraste era lo que quería, crear conmoción, no sé por que me la puse pero si sé que lo hice. Sobre el escritorio, una copa que vacié y frutas que comí, fresa, melón, naranja.

Me deje caer sobre mi cama y al tocar mi cuerpo las sábanas tocaron a la puerta del dormitorio, cerré los ojos airada y los abrí sin ira y sin fuerza.

-Adelante –pronuncie en un suspiro, como si mi alma se escapara al abrir la boca, con miedo, me apetecía estar sola, no quería estar con nadie.

-Fern te esperan en la sala turca –resulto ser Adelaida, la chica del cuerpo tatuado y la cabeza rapada, el noventa por ciento de su piel estaba tintada, de extremada belleza aun sin pelo hacía enloquecer a quien se propusiera. No era tortura, era elección. Adelaida es una de las tres recepcionistas de mi casa, la que va desnuda, la que asusta a extraños en medio de la noche. De vez en cuando vamos con ella a asustar a los lugareños, es divertido, verlos correr por entre el bosque, en las propiedades de los alrededores. Confundida con un monstruo a veces se le olvida en el sexo, cuando le dan ganas de devorar a su amante.

-¿Quién? –la desgana no podía ser más evidente en mis palabras.

-El gordo impotente.

-Querrás decir el gordo impotente que nos paga cantidades ingentes de dinero por hacerle disfrutar un par de horas –le corregí.

-Eso mismo quería decir yo.

¿Para que me quiere ese en la sala turca? yo no piso esos aposentos.

-No requiere vuestra presencia, es la casa la que desea que se encuentre con él en la sala turca.

-La casa quiere que me reúna con él, me extraña puesto que yo soy la casa.

-La casa piensa que le gustaría estar presente cuando se efectúe la primera de las torturas a la innombrable.

-La innombrable –mi rostro se ilumino a más no poder. Como si hubiera visto a dios durante mi más placentero orgasmo, luces de colores, olor a flores frescas, vida en mi cuerpo, sangre por mis venas, las lagrimas de cristal ahora eran liquidas, el cielo dejaba de caer y era sustentado por columnas corintias, el desierto se volvía selva, la lluvia de sangre era más dulce que nunca, el primer beso sobre labios de manzana, un guiño en la adolescencia de la muchacha fea, el paraíso perdido encontrado por fin -. No mientas si me dices que alguien esta dispuesto a pagar la suma que fijamos por tan simple maldad, menos aún cuando la describimos como una abominación de la naturaleza.

-No miento mi señora, el caballero esta dispuesto a pagar no la suma que fijó sino el doble, ha visto a la muchacha en su jaula oxidada y le parece tremendamente exquisita, como un cordero bien asado, palabras textuales.

-Debo presenciarlo, debo ir corriendo. ¿Esta ella ya en la habitación?

-Aún no, la estábamos esperando antes de sacarla.

-Fabuloso, simplemente fabuloso. ¡Sacadla! Encadenada de pies y manos, amordazada y con lagrimas en los ojos –me levante de un salto, un salto de por lo menos metros. Mi gozo no podía ser mayor y mi sonrisa no cabía en mi boca. Me deshice de mi ropa interior pues la ocasión bien valía la pena de algo nuevo. Abrí mi vestidor y deslice una cinta azul celeste como las que usan las gimnastas en la rítmica, recorrió unos dos metros en el aire y la engarce sobre mi cuerpo, de mi cuello a mi entrepierna, entre mi pechos, por detrás de mi trasero, rodeando mi brazo derecho y volviendo nuevamente a mi cuello. Regalo de un príncipe árabe, finísima tela y enganches de diamante.

Descalza salí de mi habitación y corrí por el pasillo, acelerada tan sólo podía andar dando zancadas, abriéndome a tope y sintiendo la cinta haciéndome cosquillas. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho puertas cerradas tuve pasar de largo hasta llegar al final del pasillo del segundo piso donde me esperaba mi gordo cliente, mi exuberante cliente, impío benefactor. La puerta abrí sin preguntar, sin tocar y avasallando, me lo encontré desnudo sobre un millón de cojines, rodeado de inciensos y velas, entre un ciento de cortinas y fumando de una cachimba.

-Mi buen señor cuando me alegro de verle.

-Y yo me alegro de verte a ti muchacha –mintió el muy cabron.

-Ya veo que los ricos siguen siendo ricos.

-Las putas con el paso del tiempo se vuelven incluso más putas por lo que puedo comprobar.

-Comprueba usted bien, no hay un solo día que no me mire al espejo y sonría al ver mi suerte.

-Una suerte labrada con el sufrimiento –me acomode sobre los cojines, enfrente de él pero bien alejada.

-No olvide el placer, sino usted no estaría aquí hoy y esa desgraciada tampoco, por eso adoro el placer, resulta algo tan placentero, ja, ja, válgame la redundancia –reímos los dos.

-Si no entendí mal la chica se encuentra aquí en contra de su voluntad.

-Asi es, pero hablemos de ello en su presencia, me fastidiaría no poder atormentarla.

-¡Dios me libre! El tormento ante todo.

-Espero que pueda participar de su placer aunque no activamente.

-No faltaría más ¿algo en contra de la esclava?

-¿Algo? Digamos más bien todo. Es una criatura a la que aborrezco infinitamente, sus pecados contra mi son innombrables y su sufrimiento debe ser legendario, mítico, se debe hablar de ello incluso después de que la raza humana desaparezca de la faz de este horrible planeta. Por eso los precios son tan caros y las torturas de este tipo, ni siquiera un loco amante podrá comprarla ya ofrezcan lo que ofrezcan, mas llegara un día en el que la reservo exclusivamente para mí, pues yo la robe y en mi casa la abandone, mientras tanto que disfruten de ella todos los que quieran pero será solamente mío el placer máximo de verla morir –pronunciadas estas palabras llamo a la puerta mi querida Adelaida, entro y tras ella dos esclavos, Jasón y Hércules que portaban a la impía e innombrable en brazos, completamente desnuda, la dejaron caer sobre el suelo, sin cojines, sin cuidados, de haber sido de otra forma habrían sido ellos los que hubieran caído, pero no desde dos metros sino desde un campanario. Me levante deseosa de ver el rostro de la que no debe ser nombrada, de quien ya sabéis, de esa a la que odio.

La cosa esa a la que muchos llamaron guapa en un tiempo ya distante, gimió al intentar levantarse, cuando se apoyo en sus rodillas y fui violentamente golpeada en la cabeza, inclinada, por debajo de las rodillas, ese es su sitio. Algún día estará por debajo de los tobillos, no llegará a la planta de los pies, se quedará en las raíces alimentando a los árboles, a los gusanos carroñeros.

-Esto es –dije dándole con mi pie descalzo en su hombro.

-Acércate criatura, no voy a hacerte daño –le dijo el gordo llamado por algunos Luigi aunque no por mi. La perra se acerco arrastrando las rodillas, con la cabeza gacha, cubriéndola por completo su melena negra, el gordo, hombre de 60 años, gordo como el sólo, velludo, calvo, con bigote y asiduo al sudor, le agarro la barbilla y subió su cabeza –. Todavía –y río a carcajadas que llenaron la habitación con su eco.

En aquel instante sentí algo extraño, fue pena por la puta, tal vez la sentí conmovida por aquella rara atmósfera, nosotros carceleros enviábamos a nuestra cautiva hacía un monstruo que acabaría con ella, era el cordero para el sacrificio, un objeto de dolor, la verdad es que estaba disfrutando como una niña en una tienda de caramelos, el odio que siento hacía ella me hizo volver a agacharle la cabeza con mi pie, le di fuerte, oí un golpe fuerte, su cabeza contra el suelo. Disfrute cuando vi la sangre en el suelo, en su cabeza, el gordo increíblemente se dejo enamorar o tal vez quisiera protegerla, me reprendió y cogió a la puta entre sus brazos, la abrazaba, la manoseaba, no dejaba que ninguna parte de su cuerpo escapara a su control.

-Llora, tiene el culo rojo, un poco ensangrentado por los azotes, tiene los pies quemados, en los tobillos marcas de pinchazos, le han arrancado trozos de pelo, apenas tiene uñas, habéis torturado sus pechos, sus labios están cortados, en sus mejillas corre sangre de su frente, esta chica esta demacrada, es una flor que comienza a marchitarse.

-Usted lo a dicho todo y no nos gusta emplear la palabra chica con ella, preferimos llamamos monstruo, asquerosa o cualquier otro apelativo que la rebaje y que le cause daño.

-Cómo quieras. ¿Sabes que es lo que vamos a hacer tú y yo? –le pregunto a la criatura extraña. Ella no respondía, no hablaba, estaba abrazada a él, temblaba, lloraba. Mi ira crecía, mis ojos se clavaban sobre ella, la hubiera matado si eso se puede hacer con los ojos. La ira de mi corazón se desataba sobre ella, no tengo piedad para nadie y mucho menos para ella, por mucho que llorara, suplicara o cualquier otra cosa que hiciera para intentar congratularse conmigo.

-¡Responde puta! –le grite y le cogí las muñecas, la zarandee y la tire contra una pared desnuda. Ella comenzó a chillar y a suplicar de una manera ensordecedora.

-Tranquilizaos gatitas, no hace falta alborotarse.

-Discúlpeme, esta esclava me hace perder los papeles. Pero eso acabará pronto, en cuanto se quede dormida, en cuanto me canse de ella, cuando este desprevenida y yo tenga un destornillador para sus ojos, cuando no haya nadie y en la bañera hunda su cabeza bajo el agua, entre dulces pesadillas la asfixiare, cuando rece será un demonio el que le arranque la espina sin que ella se de cuenta, ni lo sienta, crucificada beberá la lluvia de un invierno, mil hombres le destrozaran el coño, cuatro serpientes le devorarán las entrañas, le pegare un balazo tras otro, la veré desangrarse en el suelo sin que nadie haga nada por ella, su agonía será mi regalo, con ello me pagará lo que me debe, mientras se retuerce de dolor cientos de ratas la roerán, se cagaran sobre ella y no lo notará por que ella misma es mierda. Engordará y adelgazará a mi voluntad, será un yoyo entre mis dedos, será mi juguete roto, lo llevaré a todas partes, la arrastrare, le pegaré, la estampare contra cada pared blanca, enladrillada o enyesada, la sangre será su nuevo color y todo el mundo disfrutará con ello. Cuando llegue ese momento dejará de hartarme y entonces me relajaré, cuando ella muera seré feliz pero todavía querida niña –la mire a los ojos -. Queda mucho para ese momento y sufrirás mucho, mucho daño te haré, esta noche tu primera tortura y antes de que te des cuenta llamarás a gritos a la muerte, quizás esta noche, quizás mañana, eso tú misma lo decidirás pero no, llámala todo lo que quieras, mas la muerte soy yo y hasta que no este satisfecha con tu tormento no morirás y créeme cuando digo que ese día esta hoy por hoy muy distante.

Con estas palabras deje a la niña agria deshecha, destrozada, pero altiva y desafiante me miro con asco, con desprecio, las mismas emociones que yo siento hacía ella, se levanto y aún tenía fuerzas para atusarse el cabello, de pie, como nosotros, irreverente, desvergonzada, miro al gordo a los ojos, le acaricio la mano y le beso. Que gran sorpresa para todos, sé que sufría, sé que le asqueaba y si intentaba retarme o molestarme, lo único que conseguía era deleitarme.

Adelaida que había salido durante nuestro pequeño altercado volvió a la habitación empujando un carrito con diferentes objetos, objetos que se utilizarían esa noche para hacerle el mayor daño posible a esa puta. El gordo miró la caja con lubricidad y apartó los pestilentes labios de la innombrable de su cara y fue directamente al carrito. Me acomode sobre los cojines en el suelo, fumando, bebiendo, recostada junto a los fornidos esclavos, esperando a que comenzará el patético espectáculo que me disponía a presenciar.

-Arrodíllate –le dijo a la puta y esta obedeció. Cogió una caja de madera del carrito, madera de roble, con dos agujeros, uno para meter la cabeza y otro a la altura de la boca, ajusto la caja y cerro sobre su cuello, tenía los ojos dentro de la caja, no podía ver y sólo respirar por una boca que pronto se llenaría de la carne del gordo. Jasón y Hércules le agarraron los brazos y el gordo fue introduciendo poco a poco su polla todavía flácida, la puta haciendo honor a su nombre chupo con unas ansias y una rabia que muy pocas veces se ven en esclavos a la hora de mamar. Me gusto que empezará con ganas, que se la tragara entera hasta que creció ya demasiado, contemplaba los ojos del gordo y estaban totalmente cerradas, sus mofletes rojos y las piernas le temblaban. Les susurre a los esclavos y empezaron a tocarle las tetas a la puta, y con sus brazos sujetados por ellos los masturbo, aminoro así la marcha de la mamada, esperando a que yo volviera a la habitación pues fui a mi dormitorio, en un armario encontré lo que buscaba y una píldora, sólo una, cogí. Corrí y se la metí en la boca al gordo, casi le atraganto lo cual no era mi intención pues la píldora con un poco de agua que le lance al rostro paso por su garganta hasta llegar a su estómago y una vez allí hizo el efecto deseado. Se creció, se endureció el miembro caliente, fueron cuatro los trallazos que lanzó al interior del monstruo, fueron cuatro los que fueron a parar a su estómago. No había tardado ni cinco minutos y su polla permanecería erguida al menos seis horas, tiempo casi insuficiente para torturar con pequeñeces a esa dulce putrefacción.

-Que continué la fiesta –dije totalmente ilusionada. Cogí tres chupitos y los llene hasta arriba de vodka, vodka con granadina, con zumo de naranja. Tanto el gordo como yo los bebimos de un solo trago, a la puta se le mando abrir la boca y se le echo en la boca, no uno ni dos sino tres, cada vez que mi cliente se corría era un chupito para nosotros, tres para ella. Llego ya un momento en el que el gordo no se corría, en el la asquerosa chupaba y chupaba, no conseguía llevarse nada a la boca y ya era darle de beber por simple diversión, al verla borracha con la caja sobre su cabeza, tambaleándose siempre sujeta por Jasón y Hércules.

-Ja, ja, ja. Realmente no necesito viagra pero es reconfortante saber lo que me espera a mi vejez –dijo mientras se instalaba en el suelo.

-¿No habrás pagado por una simple mamada? A cualquiera le gusta el minimalismo, la sencillez es elegante pero en esta casa antes muerta que sencilla, adoramos el barroquismo, las gárgolas, el interior, la madera y el mármol, todo ello es una pasión que usted debería desatar. Hágalo.

-¿Qué sugieres? Tienes una cara de pilla que no puedes con ella, estas tú disfrutando más que yo, ¿qué tienes en mente?

En un instante Hércules y Jasón la ataron en la pared. De pies y manos aunque podía separarse de la pared algunos centímetros, no muchos pero algunos. Adelaida me trajo una caja negra, de cartón, cerrada, dentro envueltos en seda un par de zapatos, dos torres de babel, extremadamente finos, extremadamente altos, tenían más tacón que suela, azules como mi cinta. No son zapatos para tocar sino para ver, no son zapatos para andar pues tiene suela de púas, menudo concepto el de unos zapatos que no sirven para andar, entonces ya no deberían ser zapatos puesto que los zapatos son para andar, pero es que además los zapatos sirven para pisotear, para humillar, para colocar a cualquiera que se precie por debajo de ellos. Pise los muslos de la puta y de arriba abajo los raje, blancas estelas fugaces se dibujaban sobre su piel, un bonito principio para abrir camino a la sangre, antes y después de terribles gritos. Le dí en la espalda, no calló al suelo pero sus cuerdas se aflojaron, se movieron por la fuerza, la ira que me empujaba y mi insaciabilidad, quería más. Quinientos agujeros se hicieron en su trasero, no me importo que se manchara el suelo, más tarde sería ella misma la que lo limpiaría. Entre golpe y golpe, chupitos a su boca, chupitos a su cuerpo, el alcohol se mezclaba con sus glóbulos rojos haciendo una mezcla explosiva.

La muy tonta lloraba, se quejaba, gemía y yo la escuchaba, me gustaba, es una sensación tan indescriptible cuando te tomas una venganza por tu propia mano, el sadismo brota de todo tu ser, que dulce es. Me quitaba un peso de encima y lo disfrutaba, yo misma y quien lo pagaba, la puta no importa, su vida era mia y pronto moriría, no hoy pero como ya he dicho es cuestión de un par de cabreos.

Me excitaba aún más ver al gordo pajeandose a más no poder, sentía que su vida se escapaba con cada subida y bajada, sabía que le gustaba lo que le hacía a la horripilante criatura y eso era para mía una terrible provocación, sus pechos torture a base de golpes y taconazos, creo que rompí una de sus costillas, moradas se quedaban las zonas que mis púas visitaban. Las clavaba con fuerza, con odio, con toda la pasión de mi corazón. No sé artes marciales pero si sé darle una paliza a una cabrona atada e indefensa, a mi puta esclava, mía por derecho y robo, mía por diversión. El viejo comenzó a sudar, todo su cuerpo se movía a su compás, enormes gotas le recorrían todo el pecho hasta llegar a su entrepierna, resultaba tan asqueroso, tan vomitivo, deseaba hacerle sudar hasta morir. Se me escapo un grito al darle una coz en la cabeza a la perra, se clavaron las púas de la suela, lo hicieron tanto que necesite ayuda para poder separar el zapato de la caja que cubría su cabeza. Por su cuello se deslizo una pequeña e ínfima gota de sangre, un insignificante preludio de lo que después bañaría su cuello, llenaría sus clavículas y descendería hasta mojar todo su cuerpo. Yo misma lamí su sangre, bebí la que quedaba atrapada en sus clavículas, que sabroso sabor jamás probado por nadie, no el de la sangre humana sino el de la venganza. ¡Que placer para una sádica como yo!

La polla del gordo se levantaba como el mástil de un barco, miraba al cielo como un obelisco y volvió entonces a meterla en la boca de la cerda. Ya no era ella la que marcaba el ritmo, ahora se convertía en un mero instrumento de placer, con la caja sujeta por las dos manos el gordo empujaba la cabeza de la ridícula , más deprisa o menos a su gusto. Cuando la muy asquerosa rozaba con sus dientes el miembro erecto, él le golpeaba en la cabeza, lo hacía sin ningún miramiento y el probable afecto que por ella hubiera podido sentir al principio se desvaneció al probar su lengua caliente. Se corrió por enésima vez con violencia y crueldad, crudeza y rabia. La innombrable tuvo arcadas, vomito con el miembro dentro.

Hubo gritos, hubo insultos, me encontraba en el puto paraíso. Adelaida limpio la polla del gordo, Hércules y Jasón descolgaron a la puta y ayudándome la restregamos por su propio vomito no con facilidad pues pateaba, golpeaba y chillaba la muy cerda pero aún así valía la pena, lo hubiera válido aunque ella hubiera matado después. Sangre, semen, vomito a causa del vodka, todo se mezclo en su cuerpo, todo formando una de esas obras de arte que ella tanto ama, le sacamos un par de fotos, no podía dejar pasar la ocasión, ni yo ni nadie.

Tuve una idea que satisfizo al gordo como compensación, no era algo muy rebuscado pero jodia un poco más a la maldita. Atada de nuevo esta vez sin la caja podíamos verle su mirada, sus ojos lloraban y en el lado izquierdo sangraba, le había echo mierda la oreja y pedía clemencia, salvar su vida, apelaba a nuestra humanidad y a ridículas vírgenes en las que ninguno creía. Ella misma nos pedía que le hiciéramos daño, ella misma nos provocaba para ello, nos excitaba y nos encendía, ¿quién sería capaz de negarle eso?

Jasón le abrió la boca, con sus manos la sujetaba fuertemente. Hércules le saco la lengua de la boca. Yo la cubrí con la cera de una vela roja, el color del amor, de la pasión, la más caliente de todas las ceras. Gota a gota fue cubriendo su lengua, su boca, su garganta. Todos disfrutábamos, aunque los chicos tuvieran que tocar su infecta saliva o yo acercarme a su putrefacto aliento. Cuando no era capaz de colaborar se le tiraba del pelo, se le arrancaban mechones enteros. Se tapo su nariz y la respiración se hizo un deporte casi impracticable. Su boca cubierta de cera era insensible, cuando se seco no podía hablar y tenía que tener a la fuerza la boca abierta para poder vivir.

El gordo le volvió a penetrar esta vez por última vez pues su polla comenzó a flaquear. Con fuerza, su cabeza estaba contra la pared, se follaba su boca como si fuera un coño, lo hacía rápido y sus huevos chocaban una y otra vez con la barbilla de la muy puta. Que risa al oír el sonido que eso provocaba. El gordo se corrió y fue un verdadero espectáculo, sus huevos bombearon su leche, sus venas se hincharon, verdes y azules, expulso su esperma muy lentamente como si supiera que esa escena todos la viviríamos. Se corrió casi sobre sus dientes, la maldita pudo sentir sus palas mojadas, como la leche llegaba a su paladas, como poco a poco atravesaba su boca con cuidado de que ninguna parte se quedara sin probar leche. Se deslizo suavemente sobre la garganta, la cera impedía que fuera más deprisa, todos estábamos maravillados por la obra que habíamos creado. Una, dos, tres, cuatro veces se corrió, la leche de la primera corrida se fundió con la leche de la cuarta, poco a poco, apenas se movía. No dejábamos que la puta levantará la cabeza y allí permaneció la leche hasta que la cera se rompió y todo ella lo trago.

Mas de Sonya

Sudoración

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Me siento mariposa

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Introducción Secundaria

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El piropo

Inconexión

Lo que necesito es...

El fetiche

Todo en la cara

Alcoholizada

El no ego

Momento en la noche

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Aquellos que no miraban

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El suprahombre

Deseo

Despertar

Cuestión de formas

El objeto de mi deseo

Todos los fluidos

El chupito

Sobre dos muletas

Esclavos del Imperio

Zapatos rojos

No es Amor, es obsesión

Horrible dream

En nombre de la Diosa

Transparente

El beso negativo

Un cierto símil

Cazadores capullos

Mamada a un amigo casi desconocido

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Colegiala

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La comida del hospital no es la de un restaurante

Mi vida no tiene tonos pastel

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Dedos y demás

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Mi niño

Simple anhelo de una perra

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Mi mejor fetiche

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