Esa mirada y esa sonrisa que no termina de cuajar, el pelo revuelto aunque cuidadosamente estudiado, su amante sobre ella mientras le acaricia el pecho, el piercing que lleva en el ombligo, en su firme estómago, atrapada entre sus piernas, las piernas de un hombre tan grande, tan grande que la hacía nada y que le clavaba la mirada, sostenida por ambos, su miembro erecto no era descomunal, no era diminuto, era bello en su justa medida, era bello en la forma, redondeado, con el capullo fuera, de un rosa suave, tan rosado, ella lo acariciaba, lo tocaba con cuidado no quería que se rompiera aunque bien le hubiera podido romper él a ella, en círculos lo acariciaba, le apretaba con las yemas de sus dedos, lo hacía rápido y lo hace de forma pausada, rítmicamente sin perder sus ojos la forma, la forma de mirarse uno al otro, con la intensidad del momento sin perder un ápice de seriedad aunque en sus bocas el rollo era muy diferente.
Bastante marcadas en ella estaban las clavículas, sus pequeños pezones apenas nada, sobre su cuello una pequeña cadena echada hacía atrás, bajaba y subía, con las dos manos le palpaba por completo y así lo excitaba, así era como lo dominaba ella a él aún estando debajo de su cuerpo.
Recordaba como con su instrumento le había estado acariciando el coñito sin llegar a penetrarla por completo y así se hacía agua, todavía más que si la hubiera penetrado por completo, entornaba los ojos y se dejaba llevar pues ese deseo le proporcionaba mayor placer que si la hiciera gritar al estar siendo penetrada y a él le ponía inimaginablemente ver su carita de gozo sin ni siquiera esforzarse como con otras.
Se había reclinado sobre ella y con su lengua si le había penetrado por completo, le había metido la húmeda hasta el fondo, toda ella hasta donde ya no llegaba, la había movido por todas partes y sin sacarla no dejaba de buscarla.
Pero ahora él estaba encima y ella le acariciaba, le tocaba con dureza y ponía carita de viciosa, de lo que era, de lo que a él le gustaba.
Y así siguió la cosa hasta que él ya no pudo más y acabo corriéndose por completo.
Sobre su pálida piel él dejo una marca aún todavía más blanca, más espesa, su leche sobre ella le ardía en el pecho donde ya ella se dedicaba a verterlo todo por completo encima de su cuerpo, sobre su abdomen por donde él se resbalaría para colocarse todavía más cerca de su boquita de miel, con facilidad subiría y allí ella saborearía los hilillos de leche que todavía le quedaban, pasándole por los labios como si fuera el chupete de un bebé, un caramelo o un biberón, haciéndole agua el paladar.
Le cogía el mentón y la veía sacar poquito a poquito la lengua, darle tímidos lametazos, tenía la boca abierta a más no poder, su boquita era superlativa, una chiquilla pegados a unos carnosísimos labios, para verlos mejor la separaba un poco, se la quitaba y pequeños golpes en la barbilla le daba, rodeándole toda la carita con su polla, una polla abarcable con una sola mano, de largo un palmo y algo más, con ese agujerito esperando expulsar y expulsar y no parar de expulsar leche, esencia todita para ella, todita para que la disfrutará y así se la metía en la boca, él a ella la atragantaba con la carne en la boca para que ella chupará y chupará, no se cansará de tragar.
Se levantaba para así tener mejor ángulo al metersela y era entonces cuando ella le tocaba en la entrepierna y notaba la leche que le había echo resbalar entre sus piernas y también en su trasero, un culito que ella apretaba, golpeaba y un cachete bien fuerte le dio, tanto que incluso sonó.
Con sus dientecitos blancos le mordió en la punta y eso no lo pudo resistir.
La saco toda y ella cerró los ojos pues no le venía de sorpresa el que él se estaba corriendo sobre ella, todo lo que tenía en su cara.
Sobre una ceja, en sus mofletes, en el pelo, le corría y le descendía por el cuello, rodeada de leche, toda su cara y sin poder quitársela, él termino y con la polla toda se la recorrió embadurnándola bien, refregándosela por todas partes mientras le daba pequeños golpes como si quisiera pegársela toda a la cara. Y ella sonreía y los dos estaban a gusto y a mi me gustaría que se me corrieran en la cara y poder estar así de a gusto, poder gozar tanto como ella y él... Gozar, gozar, gozar.