Mi objeto de deseo es un tío malcriado, vicioso fumador y empedernido bebedor, deslenguado y algo tirado, pero le deseo tanto
Su cuerpo es fino, digamos fibrado aunque la cerveza provoca de vez en vez pequeños estragos. Su pelo es largo y enredado y posee una extraña mezcolanza entre el rubio más dorado y el castaño más apagado. Cuando me mira lo hace con ardor, yo me siento cohibida pero es sólo un segundo, agacho mi cabeza y le correspondo con pasión.
Me encanta que me rodee con sus manos, que sus dedos busquen cada recoveco de mi cuerpo, aparte la tela que los cubre y los penetre deprisa y fuerte. No soy yo una nena de contemplaciones, me gusta lo fugaz, me gusta lo arrebatador.
Juego con su maravilloso glande entre mis labios, es tan esponjoso que siento como se derrite llenando cada hueco de mi dentadura con sus expulsiones.
Es salado, pero me parece tan dulce Voy tragando poco a poco y mi angelito malhumorado se va deshaciendo entre mis manos. Me deja hacer y yo con ansias lo devoro. Me mira como cordero degollado y sin decir nada lo noto, sus testículos se estremecen, sus piernas tiemblan y llena mi boca con todo el jugo de su cuerpo. Resulta tan fácil exprimirlo como a un limón.
Me divierte verlo agachado, con la cabeza entre mis piernas, busca y encuentra, introduce sus dedos una vez más y su húmeda lengua.
Su barba me raspa, irrita mi piel, pero sarna con gusto no pica.
Su lengua se mueve como sola, completamente loca, así es ella y así me vuelve, gimo, me cuesta respirar, me voy mojando poco a poco, siento como lleno mis muslos y éstos se vuelven pegajosos. Él traga sin parar, sorbetea todos mis bajos. Casi me levanta en peso con el solo ímpetu de su cara, me agarra las caderas y tira de mí atrayéndome hacía él.
¡Aahhh! Mi clítoris.
¡Aahhh! Mi culo.
¡Aahhh! Me corro.
Me corro. Muerdo mis labios, me agarro a una pared, ojala tuviera uñas para poder arañarla.
Él se levanta, me estampa sus morros, me besa y noto su lengua en mi boca, ¡y que lengua! Saboreo mi propia entrepierna y adoro esos hilillos que quedan entre él y yo, que se quedan en mi paladar, entre mis dientes jugando a esquivar mi propia lengua.
Mientras nos besamos, él sigue tocándome y yo me pregunto ¿Dónde están mis bragas?