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Mi vida no tiene tonos pastel

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Me encontraba encadenada bajo una montaña de eslabones, de pie ante todo el mundo me confesaba:

-Si, yo lo hice, soy culpable, yo mate a ese hombre, pero antes de que me juzguen dejen por favor que les cuente mi historia, no será extremadamente larga y resulta capital para comprender el por que de mis actos. Ustedes, señores y señoras del jurado, son profanos para las leyes de los hombres, entiendan a bien mis palabras pues me explicaré para que todos me entiendan. Era yo una niña pequeña e inocente, no recuerdo la edad, quizás tuviera diez años o así, da igual por que yo era feliz, sabía muy poco del mundo y ojala hubiera seguido todo así. Mi vida trascurría entre juegos y risas, caricias de mi madre y besos de mi padre, historias de mis abuelos y novedades con mis amigos. Solía jugar en un parque, un parque habilitado en mi bloque de edificios para los vecinos, así se suponía nos protegían de los peligros del mundo exterior a los niños como yo. Ahora mismo no recuerdo exactamente por que, pero decidí ir a casa y allí, en el rellano del edificio, mientras esperaba a coger el ascensor me encontré con el hombre por cuyo asesinato me juzgan.

-¿A dónde vas? –él me pregunto.

-A casa –yo le respondí.

-Subimos al ascensor y ambos pulsamos el botón número 6. Ninguno de los dos hablo durante los segundos que el ascensor tardo en subir. Yo pensaba en mis cosas y cuando las puertas automáticas se abrieron yo empuje con fuerza la puerta que no era automática, me disponía a ir a casa cuando unas manos, las de él, me cogieron y me levantaron en peso, abrió con rapidez la puerta de su casa y como si se tratase de un paquete me metió en ella. Cerro la puerta tras de sí y el sonido de aquel portazo fue el principio para mí, el principio de una horrible existencia.

(Sus ojos se llenaron de lágrimas pero no dejo de mirar a la cara al jurado, a todos ellos, a cada uno, a ninguno)

-Todos pueden imaginar lo que ocurrió dentro de aquella casa, sí, él me violo, no voy a comentar los detalles por que no soy morbosa, por que no son necesarios, por que no soy capaz de tal proeza, no soy tan fuerte ni tan valiente. Cuando acabo me dejo en la puerta de su casa, por fuera, yo tenía toda la entrepierna manchada de sangre y apenas podía andar. En aquel momento aprendí todo de la vida, me destruyeron el alma, el cuerpo, mi corazón, llorar no podía, no sé si estaba o no pero moría por dentro, de eso estoy segura. Como no tenía antecedentes y la ley resulta que es una puta mierda barata a los 2 años aquel pederasta se encontraba en libertad. Vendió su piso y se marcho a las afueras de la ciudad, a una urbanización de esas que parecen el infierno, el que vivía, él era el mismísimo diablo. Yo, retraída de mí, fui de psicólogo en psicólogo, creciendo entre pedagogos y algodones que tan sólo podían recoger la sangre que de mi cuerpo maldito emanaba. No tuve amigos, no tuve parejas, no tuve a nadie a mi lado, estuve sola por que lo que tenía no era una vida, mi vida estaba rota. Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte, corroboro que eso es cierto. Él no me mato pero si me hizo más fuerte, no al principio, por supuesto, pero en cuanto pude recurarme, o eso creo, del trauma decidí que debía hacer algo con mi vida, no podía ser como los demás, por que claramente no lo era, pero debía avanzar, avanzar a costa de todo. Aprendí artes marciales, cuanto tenía 14 o 15 años, para los chavales de esa edad es simplemente un hobby para mí era una obsesión. Iba a clases todos los días y en casa practicaba tres horas tras salir de las clases, mis padres veían con buenos ojos que quisiera aprender a protegerme, pero lo que ellos ni nadie sabían es que había encontrado la meta de mi vida, el motivo, había avanzado y decidido consagrar mi vida a la venganza, buscaría al cabrón que me destrozo, por dentro y por fuera y se lo haría pagar con creces.

A lo largo de los años estudie karate, kung fu y king boxing y todo para darme cuenta de que no era así como lo quería hacer, yo quería que fuera especial, divertido, algo contemplativo. El día que cumplí 18 años me sentí completamente preparada. Celebre el día de mi nacimiento con mis padres y tras ello, por la tarde salí de casa. Tan sólo llevaba conmigo un viejo recorte de periódico, tabaco, mechero, el vestidito que aquel día maldito llevaba puesto y mucho dinero. Vivo en el centro de la ciudad, así que cogí un autobús hasta las afueras, me baje en la última parada y tras andar un rato llegue a una barriada, a un barrio marginal, a un poblado de chavolas. Hable con un yonkie y le pregunte por quien podría venderme un arma, a cambio de cinco euros me acompaño a la casa de un tío, cuyo nombre no diré pues es aliado de esta mano ejecutora, que me vendió el arma, una pistola automática cargada, me costo 600 euros que volvería a pagar gustosa, guarde el arma en mis vaqueros y salí del poblado. En esta ocasión no cogí un autobús si no que fui directamente a la gasolinera más cercana, allí compre un bidón de gasolina y pedí un taxi. Al taxista le mostré el recorte de periódico, en él podía apreciarse un chalet y una nota a pie de página en la que podía leerse la nueva residencia del pederasta. El taxista tardo unos minutos ponerse en camino, no la reconocía y tuvo que pedir ayuda por radio. Tardamos diez minutos en llegar, no me importaba lo que corriera el cuentakilómetros por que pensaba darle al taxista todo el dinero que llevará encima, no pensaba regresar. Me baje en el taxi y el chalet era el mismo que el de la fotografía, por un instante dude en llamar al timbre, pero reuní fuerzas de donde no las había y con los ojos llenos de lagrimas pulse aquel botón. Una voz pregunto que quien era y yo pregunte que si era allí donde vivía el hombre que buscaba, me abrieron la puerta y me dijo que era él, yo le pregunte si estaba sólo y me respondió que sí, que quería. Sin mediar una sola palabra más le di una patada a la puerta, a él un codazo en la nariz y un puñetazo en el cuello, le rompí la nariz y lo deje en el suelo. Cerré la puerta tras de mí y vi como se arrastraba sorprendido por el suelo en dirección contraria a la puerta, le volví a pegar, esta vez una patada en el estómago para que besara el suelo. Le pregunte que si se acordaba de mí y el no me respondió, le ayude a darse la vuelta y le pise los huevos, se lo volví a preguntar y siguió sin contestarme. Sinceramente, me impacto ver al monstruo desalmado y sin corazón que… que… destruyo a una niña por puro placer, tirado en el suelo retorciéndose de dolor.

(Sus ojos no podían evitar estar lacrimosos, se seco las lágrimas como pudo)

- Pero no tuve piedad, tenía una meta, me había estado preparando toda mi vida para cumplir mi destino y pensaba llegar hasta el final. Como no obtuve respuesta alguna, decidí darle un incentivo, saque la pistola y le dispare en el hombre derecho, chillo y volví a dispararle en la rodilla izquierda, mi puntería no es muy buena y mi mano me temblaba cosa mala, supongo que se trato de la suerte de los justos, no lo sé la verdad, la cuestión es que acerté, él sintió dolor y yo… algo de alegría. De pronto, tuve un impulso imaginativo que me sorprendió a mi misma. Fui a la cocina, rebusque un poco, no mucho, y cogí un paquete empezado de sal, se lo tire entero por todo el cuerpo y eso si que le hizo retorcerse de dolor, chillar como un cerdo. Le volví a preguntar si sabía quien era yo y entre lagrimas me dijo que no, que por que le hacía yo eso. Me arrodille a su lado, hasta tener mi cara sobre la suya, le dije que yo era la niña a la que había violado y que hoy venía en busca de venganza. Me dijo algo que jamás olvidaré, me dijo algo con lo que tendré pesadillas el resto de mi vida, me dijo algo que me desgarro por dentro mucho más del día en que morí para volver a resucitar. Me dijo ¿Qué niña eres tú? No sabía de que le hablaba, aquello me hizo sentir un escalofrío tal que aún hoy sudo nada más que con pensarlo, había otras, había otras niñas de las que había abusado y quizás nadie se había enterado.

Ya no había duda alguna, ya no podía arrepentirme aunque quisiera, aquel bastardo iba a morir a mis propias manos, si antes, quizás en algún instante, me plantee que tal vez asesinarle me haría ser como él, en aquel momento me dio igual todo, rebajarme o no, todo daba igual, por que tras aquella revelación él mismo había cavado su tumba. Le escupí a la cara el mayor gargajo que pude crear, me incorpore y saque el vestidito, que aunque limpio, siempre estaría manchado por la vergüenza, el sufrimiento y el dolor, lo impregne con algo de gasolina y lo deje cuidadosamente en el suelo, después cogí el bidón de gasolina y lo eche por encima de aquel monstruo, fue tan ideal que incluso él bebió algo, o al menos eso es lo que daban a entender sus arcadas. Cuando los cinco litros del bidón se acabaron, guarde el bidón en la cocina, en el lavaplatos, con el mechero prendí fuego al vestidito y ya ardiendo lo deje caer suavemente sobre él. Fue sólo un instante, a mi me pareció una vida, un mundo, pero, fue tan hermoso, la tela bañada en fuego flotaba y yo me perdí en aquellos colores, la tela bañada en fuego flotaba y parecía que el tiempo se había detenido, la tela bañada en fuego flotaba y era terriblemente justo ¿no? Si él estaba debajo y empapado de gasolina era cosa suya, que se hubiera apartado. No lo hizo. Comenzó a arder, fue como epifanía del infierno. No lo describiré por que no soy morbosa y los detalles dan igual. Cuando la casa comenzó a arden junto con su dueño yo salí a la acera, a esperar a la policía, a al ambulancia. Esos minutos fueron horribles, fueron horribles por que pensé que él tendría en un instante toda la atención que yo tarde mucho en tener. Debo ser sincera y de todo corazón les digo que no sentí ninguna alegría, nada duradero, sentí serenidad, paz, tranquilidad, me sentí calmada y aliviada, no me sentí contenta pero por primera vez en mucho tiempo, sentí algo.

Y ahora, señores y señoras del jurado, antes de irse a deliberar, piensen, no en mis palabras frías, no en que he intentado ser fuerte, no en lo que hice, que por eso se me juzga, si no piensen en una niña cualquiera, una niña inocente, pura, delicada y frágil, con toda la vida por delante, una niña a la que un monstruo coge, a la que le quita sus ilusiones, sus esperanzas, sus sueños, imaginen que le mete una barra de acero por sus partes intimas, partes que aún ni siquiera están formadas, que ni siquiera aún pueden usarse, imaginen ahora que esa niña es usted, su hermana, su hija, su sobrina ¿Qué harían ustedes?

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