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De regreso a casa

en No Consentido

Esa tarde regresaba a casa después de un desastroso día de trabajo, las cosas no habían salido muy bien, y después de perder un informe, regar el café en mi camisa y regárseme un cartucho de tinta de la impresora sobre mí reporte mensual; todavía mi jefe me había mandado llamar para decirme que tenía que presentarme el próximo domingo para comenzar un inventario que posiblemente nos tomaría encerrados en la bodega unos dos días… y más aún por si esto no fuera suficiente mi novia se negó a coger, cómo siempre lo hacíamos a la hora de la comida en el archivo muerto. No definitivamente ese era un día que había que borrar de mi existencia. Bueno eso es lo qué yo creía, pero las cosas no iban a continuar de esa manera.

Eran las ocho de la noche cuando pagué en la taquilla el boleto de acceso para el subterráneo, lo introduje en el torniquete y entré en la estación que estaba a medio llenar, fui hasta la parte trasera del andén y esperé unos tres minutos hasta que el tren llegó. Aún me quedaba por recorrer un largo tramo, unas veinte estaciones pues yo llegaba hasta el fin de la línea. Me senté despreocupado viendo sin ver y perdiendo el tiempo como todo viajero de metro en cualquier cosa.

Dos estaciones más adelante se sentó en la banca frente a la que me encontraba una chica con su uniforme de secundaria, la falda le llegaba a la mitad de los muslos y esto no pudo pasar desapercibido para varios de los viajeros del tren, varias "discretas miradas" se pasaron de los anuncios a las piernas de la joven que acababa de subir. Las estaciones se iban pasando y el tren comenzaba a quedarse solo. Solo la chica, yo y otros tres viajábamos ahora en el vagón. En la siguiente parada, cinco antes de llegar, los tres hombres que venían juntos se bajaron y entonces quedé solo con la chica al frente, esta vez la miré un poco más detenidamente. Cabello lacio y castaño cayendo a los costados de su cara, piel blanca, ojos verdes, nariz respingada y sus cachetes pecosos. Tendría apenas unos 17 o 18 años, sus senos pequeños se dibujaban bajo un suéter de uniforme color verde y sus piernas bien delineadas con las calcetas blancas cubriendo sus pantorrillas. La verdad es que me comencé a imaginar cosas.

Después de recorrer lentamente su cuerpo y llegar hasta sus zapatos de color negro volvía a subir y al mirarla a la cara una leve sonrisa se dibujó en sus labios. No lo pensé dos veces.

¿A qué escuela vas?

A la Martín Noriega. – respondió en voz un poco baja.

¡Ah vaya! Ahí va una sobrina mía… en segundo… ¿Tú en que año vas?

Primero…

¡Bien!... ¿me puedo sentar a tu lado?

La chica no respondió pero tímidamente movió la cabeza afirmando. Me levanté y me pasé a la banca frontal sentándome justo al lado de la chica.

¿Vas para tu casa?

Sí…

¿Y porqué tan tarde?

Es que estaba en casa de una amiga.

¿Cómo te llamas?

Adriana… ¿Y usted?

Yo… mira que casualidad… Adrián. – Mentí.

¿De veras?

A estas alturas de la platica todavía faltaban tres estaciones para llegar al final de la línea y el tren continuaba completamente vació.

¿Vives en San Javier?

Sí…

¡Ah! Entonces somos vecinos.

¿Novio?

No.

¿Y por qué, si eres realmente muy hermosa? – le dije y ella se sonrojó sin contestar. - ¿Pero debes de tener varios pretendientes, no?

No lo sé. – contestó y una leve risita la atacó.

No creó que una chica tan linda no tenga novio.

Al momento de decirle esto puse sobre su pierna mi mano izquierda y la sobe delicadamente, ella asustada trató de retirarse pero la sujeté con fuerza por la cintura, ella se asustó. Su cara reflejaba el temor.

No tengas miedo… te voy a mostrar cosas muy ricas. – dije sonriéndole.

Pegué entonces mi boca a la suya que permaneció cerrada y ella tratando de zafarse. Mi lengua se abrió paso como pudo entre sus labios y tuve que soltarla pues ibamos llegando a la estación siguiente, no subió nadie y cuando el tren reinició la marcha la volví a besar, esta vez la resistencia fue menor. La mano que tenía sobre su muslo subió lentamente hasta rozar sus bragas, ella se estremeció un poco al sentirme allí.

¡No, por favor! ¡No!

No tengas miedo, ya veras que te gusta.

Continué besándola y ella aflojó un poco su cuerpo aunque todavía estaba demasiado tensa. Mi lengua buscó la suya y aunque no respondió yo seguí recorriendo con la mía las profundidades de su boca.

Mis dedos se paseaban ya por su entrepierna, sentía cada uno de sus pliegues y la niña muy nerviosa se estremeció a cada uno de los pases que mis dedos daban sobre sus bragas, ella temblaba de miedo y esto me enardecía más, el tren comenzó a reducir la velocidad y ya se acercaba a la penúltima estación, me separe de ella sin soltarle la pierna y como nadie subió tampoco en esta estación volví al ataque.

Esta vez acaricié con mis dos manos los suaves muslos de la chiquilla levantando su falda hasta la orilla de sus bragas, su cara reflejaba miedo, pero no un miedo aterrador, era un ,miedo a lo desconocido nada como para causarle un ataque cardiaco.

Mira, ya vamos a llegar a la última estación, te voy a decir lo que vas a hacer… ¿Comprendes?

¡Sí! – contestó ella tímidamente y casi sin voz.

Al bajar del tren yo te voy a llevar tomada de la mano, no quiero que hagas nada tonto, lo único que harás es seguirme… ¿Se entendió?

Ella no respondió, solo asintió moviendo la cabeza, continué magreandola un poco en lo que llegábamos al final de la línea. Por fin las puertas del vagón se abrieron y descendimos, yo la tomaba de la mano como si fuera mi hija, caminamos despacio, yo me iba fijando si no se veían por allí vigilantes. Afortunadamente para mí no apareció ninguno por los alrededores, solo un par que platicaban pero del otro lado del andén.

Adriana caminaba nerviosamente, podía sentir como se resistía pero el mismo temor la volvía dócil. Salimos de la estación del subterráneo y continuamos caminando, las calles estaban solitarias y ella se ponía cada vez más nerviosa, las manos le sudaban.

¿A dónde me lleva? – preguntó asustada.

No tengas miedo… no te voy a dañar…

De… de… déjeme ir a mi casa…

Espera… ya veras que la pasamos muy bien.

¡No!... Por favor, déjeme ir…

Adriana comenzó a llorar y yo continuaba casi jalándola, mi mirada se perdía a lo lejos para observar que nadie estuviera por allí curioseando; unas cuadras más adelante nadie se había cruzado por mi camino y llegábamos a mi casa. Saqué las llaves y giré la perilla, introduje a la chiquilla y después me metí yo y volví a cerrar con llave.

Encendí la luz a medio tono e hice que Adriana se sentara en el sofá, me senté a su lado y comencé a besarla nuevamente. Mis manos buscaron sus piernas y ella llorando se dejó hacer sin decir nada.

No tengas miedo, veras que te va a gustar.

Continué acariciando su cuerpo, pasé de sus piernas a su tetas, pequeñas y firmes y después me levantaba. Tomé la mano de la chica y la jalé hasta mi habitación, la comencé a desnudar lentamente; primero le quité el suéter, traía la clásica camisa de color blanco de las escuelas secundarias, debajo de ésta se notaba su sostén también de color blanco.

¡Que hermoso cuerpo tienes!

Mis manos desabotonaron uno a uno los botones de la camisa y pronto pude apreciar completamente su vientre y su sostén libre de todo obstáculo. Ella se dejó quitar las prendas sin poner mucha resistencia, solo decía que no lo hiciera. Mis manos se posaron en los senos y suavemente los acaricié notando como la piel de la niña se ponía chinita. Le quité entonces la falda de color verde del colegio, sus bragas blancas quedaron a mi vista, continué con los zapatos y las calcetas, ahora Adriana quedó solo en ropa interior, me paré y sin más me desnudé completamente frente a sus ojos. Ella miraba con la cabeza agachada.

Me coloqué detrás de la chiquilla y anidé mi verga entre los cachetes paraditos de sus nalgas, le acaricié los senos y besé su cuello haciendo a un lado su cabello castaño, el calor de su cuerpo me encantó. Luego de esto me separé de su cuerpo para quitarle el sostén, el broche estaba detrás y fácilmente cedió, ella trató de sujetar con las manos la prenda para evitar quedar desnuda, con delicadeza le levanté desde atrás los brazos dejando que el sostén se precipitara al suelo y pude entonces desde mi posición apreciar sus delicadas y suculentas tetas, suaves, tiernas y firmes, con pezones de color clarito y aun no erectos. Me hinqué y desde atrás le bajé las bragas, sus nalgas hermosos quedaron ante mis ojos y no pude evitar depositar en ellas un tierno beso.

Me levanté y de la mano jalé a la chiquilla hasta el baño, abrí la llave del agua caliente y esperé a que está estuviera a temperatura agradable, la hice entrar tomándola por los esbeltos hombros y yo entré detrás de ella, nos bañamos, bueno más bien debería decir, la bañé y me bañe yo, pasé mis manos por todos los rincones de su hermoso cuerpo mientras que ella rígida se dejaba hacer.

Terminado el baño volví a conducirla hasta la recamara y después de secarnos a ambos la recosté boca arriba en la cama.

¡No, por favor!... Déjeme ir, se lo suplico.

Tranquila chiquilla, quiero que te relajes… ¡No temas!

Ella nuevamente nerviosa solo atinaba a mirar al techo no sabiendo lo que a continuación le tenía preparado. Me hinqué en la orilla de la cama y la jalé por los pies hasta que su sexo quedó a la altura de mi cara. Su vagina era preciosa, sus labios cerraditos, en la parte alta apenas unos vellos enredados de color castaño, sin más me agaché y comencé a pasar mi lengua de arriba para abajo, ella comenzó a llorar. Yo continué con mi labor sobre sus genitales y lentamente comencé a meter entre sus labios mi lengua, luego busqué el clítoris y lo empecé a lamer. Adriana entonces dejó de llorar y comencé a notar que su respiración se aceleraba levemente. Desde mi posición pude ver como sus hermosas tetas subían y bajaban con celeridad.

No paré de mamar su vagina pues aparentemente estaba logrando excitar a la niña, mi lengua se enredaba sobre su clítoris y luego bajaba para meterse entre los apretados labios vaginales. Pasaron unos cinco minutos y Adriana comenzó a jadear, aumenté las lamidas y chupetones en su sexo mientras que mis manos se apoderaban de sus pezones ahora ya erectos. La chiquilla comenzó a gemir, sí le estaba gustando, no paré de mover mi lengua en su conchita hasta que un poderoso gemido y el aumento en sus líquidos me indicó que se estaba viniendo. La dejé entonces concluir con su orgasmo y levantándome la vi con sus ojos cerrados y la frente perlada de sudor.

No lo dudé, me monté sobre ella y la volvía a besar, esta vez la respuesta de su lengua fue tímida pero respuesta al fin. Con mis manos le acariciaba los costados y las nalgas y no paré de besarla hasta que por fin se abandonó y su lengua me respondió enredándose junto con la mía. Aceptada sin palabras la situación me levanté e hinqué a la chica sobre la cama, me subía al colchón parándome entonces delante de ella, mi verga aguantaba directamente a su cara.

Agárrala, sin miedo.

La chiquilla fue moviendo su mano lentamente hasta apoderarse de mi garrote, lo miraba con curiosidad y aunque sus ojos estaban aún un poco llorosos ya no salían más lágrimas.

Cierra tus dedos sobre él… eso es… ahora mueve tu manita de adelante para atrás.

Adriana no me respondía pero comenzaba a seguir mis indicaciones, su manita suave y delicada se comenzó a mover sobre mi falo masturbándome lenta y torpemente.

Muy bien hermosa, lo vez… ¿Te está gustando?... Mueve más rápido tu mano.

Por las indicaciones ella fue acelerando y haciendo la masturbación más agradable.

Ahora quiero que abras tu boquita y pongas la cabecita dentro… Vamos, sin miedo… ábrela, eso… - empujé mis caderas y el glande se metió en su boca. – Cierra tus labios sin usar los dientes… despacio… eso, eso es, vas muy bien.

Sus labios se cerraron alrededor de mi tronco y pude sentir su calor interior, empujé para meter más de mi verga en su boquita y ella se dejó hacer, continué empujando hasta que casi la mitad de mi verga estuvo dentro de la boca de Adriana.

Aprieta los labios y usa tu lengua para acariciarla… así, que rico… me encanta como lo haces… ahora tú, mueve la cabeza para adelante y para atrás y trata de tragarte lo más que puedas del palo.

Adrianita seguía mis indicaciones y poco a poco la mamada que me estaba dando se hacía mucho más placentera, diez minutos pasó la niña con mi verga en la boca y tuve que retirarme pues ya casi me venía. Volví a recostarla y esta vez le abrí las piernitas completamente sujetándolas con mis manos, moví las caderas hasta ver como el glande se acomodaba entre esos hermosos labios vaginales, ella no decía nada pero ahora tenía la cabeza levantada viendo lo que sucedía entre sus piernas. El glande avanzó lentamente hasta perderse completamente entre esos labios hermosos que se abrieron de par en par, continué empujando y solo logre avanzar unos cuantos milímetros más pues la niña se quejó entonces de que le dolía… Esperé unos segundos y luego sujetando con firmeza las piernitas de ella embestí bruscamente sepultándole mi verga un tramo más que suficiente como para romper su virginidad.

Un sonoro grito fue lo único que Adriana pudo hacer, sus manos se aferraban con fuerza de la colcha y algunas lagrimas escaparon de sus ojos. Yo estaba detenido en espera de que su panochita se acostumbrara un poco a mi grosor, luego lentamente continué empujando más garrote en la apretada cavidad de la chiquilla. Pasaron unos diez minutos más hasta que por fin logré clavársela completamente, elle gemía y temblaba, pero ya no era de miedo, no, ahora la excitación la consumía. El vaivén se inició lentamente y unas cuantas manchitas de sangre sobre mi palo indicaban que la chica había dejado de ser virgen, mis embestidas lentas al principio fueron ganando velocidad poco a poco y la cara de la chiquilla fue transformando la expresión de dolor por la del placer.

Me recosté sobre ella y así continué cogiéndomela unos minutos más, ella se comenzó a venir al poco rato mojándome con sus jugos toda la verga. Cambiamos entonces de posición, me recosté y dejé a la chiquilla que se moviera entonces sobre el tronco, la sujetaba por las nalgas y luego pasaba a acariciarle los senos, levantaba mi cara y mamaba sus pezones, no tardó la chica en venirse de nueva cuenta, esta vez gimiendo fuertemente y diciendo algunas palabras entrecortadas.

¡Mmm!... sí, sí… ¿Por qué?... ¿Por qué siento esto?.... siga, siga…. ¡Ahhh!

La dejé moverse hasta que se desplomó sobre mi cuerpo, nos besamos y después de unos segundos me puse de pie. Me senté sobre una silla que está en mi habitación y la llamé. Adriana poniéndose de pie me mostró su esbelto cuerpecito, sus senos estaban completamente erguidos, los pezones apuntaban casi al cielo. Su mata de vello se movía hermosa a cada paso que daba y sus delicadas caderas me hipnotizaban. La chica llegó hasta mí y entonces le dije que se montara, abriendo sus piernas se acomodó frente a mi, la abracé y mientras con las caderas le acomodaba entre sus piernas mi verga. La hermosa jovencita se fue dejando caer sobre mi tronco lentamente, se lo metió completamente y luego pasándole las manos a las nalgas la comencé a subir y bajar por todo lo largo de mi palo. Ella abrazada a mi cuello gemía y resoplaba cada vez que tenía la verga completamente clavada.

Así nos la pasamos varios minutos y cuando noté que ella se acercaba a su orgasmo aceleré el sube y baja de su cuerpo sobre mi falo, fue entonces algo completamente simultaneo. Adriana se comenzó a venir justamente cuando yo le soltaba una primer descarga de caliente leche, nuestros gemidos se confundieron y una tras otra las descargas de esperma fueron inundando la ardiente y apretada cavidad de la chiquilla. La levanté entonces mientras me ponía de pie y tambaleándonos, ella aun con la barra enterrada aun. Zafándola de mi verga la deposité en la cama y me recosté a su lado, apague la luz de la lámpara qué estaba encendida y abracé a mi joven compañera, ambos nos quedamos profundamente dormidos.

Durante la madrugada comencé a acariciar el cuerpo de Adriana, sus senos erectos me indicaron que ella se estaba calentando, de pronto su mano se apoderó de mi verga ya completamente dura, se montó sobre mi cuerpo y la penetré, comenzamos a coger nuevamente y ella se vino otra vez, volví a encender la lámpara después de su venida y entonces la hice empinarse, me acomodé detrás de ella y lamí sus nalgas y su ano, que delicia, le comencé a meter uno de mis dedos completamente ensalivado y la niña se dejó hacer. Luego añadí un dedo más dentro de su culo y unos quince minutos después ya su trasero estaba completamente dilatado, me hinqué detrás de mi compañerita y mientras la sujetaba con una mano por la cintura con la otra le apuntaba mi verga a su culito, la comencé a penetrar lentamente y algunos quejidos de dolor se fueron produciendo a cada avance de mi verga dentro del apretado y caliente ano.

Otros diez minutos tardé en clavar completamente mi garrote en esa riquísima oquedad, me quedé detenido un par de minutos cuando sentí completamente enterrada mi barra experimentando las contracciones y calor que su culo me regalaba. Lentamente la comencé a bombear mientras que con una mano le acariciaba la panocha. Mis caderas se movían sin cesar y mi verga fuertemente apretada desfallecía a cada minuto queriendo venirse, traté de aguantar lo más posible, esperé nuevamente el orgasmo de Adrianita y por fin ella se comenzó a regar. Disparé entonces mi leche en lo más hondo de sus entrañas, disparo tras disparo llenaron los intestinos de la niña con la leche y su culo se apretaba más duro sobre mi tronco. Me dolieron las bolas de tanta leche depositada en su ano, me quedé dentro hasta que la dureza se perdió y sola la verga se Salió de su prisión.

Nos volvimos a quedar profundamente dormidos y despertamos cuando sonó el reloj despertador, eran las seis de la mañana.

¡Dios!... ¡Me van a matar! – dijo Adriana regresando a la realidad.

Yo no supe que responder y un remordimiento me estaba ya formando en mi mente por lo que había echó con Adrianita.

Vamos a bañarnos… ¿Cómo me dijiste que te llamabas?

Antonio. – respondí.

¿¡No que te llamabas Adrián!?ç

Es… este… no… me llamo Antonio.

Pues entonces vamos a bañarnos Antonio… ¿¡Oh te llamó Toño!?

Toño esta bien, vamos

Nos metimos a bañar juntos, ella me restregó y yo a ella, en realidad su actitud me extrañaba un poco pues yo prácticamente la había violado ¿O no?... Bueno pues la verdad me encontraba un poco confundido aunque no pude evitar una erección al estar con ella en esa situación y sentir sus manos recorrerme el cuerpo. Nos secamos y ella se puso su uniforme de secundaria, yo me vestí para ir de nuevo al trabajo y después de desayunarnos un poco de cereal salimos de mi casa.

Haber que inventó en la casa… les voy a decir que me quedé con mi amiga.

¿Te van a regañar mucho?...

Si ya lo creo… Me van a castigar mínimo una semana sin salir.

Lo siento… es que yo… yo no sabía lo que hacía.

Ya es demasiado tarde para lamentarte… ¿No crees?

No dije nada más y continuamos caminando hasta la entrada del subterráneo, allí me detuve en la taquilla y compre dos boletos, le di uno a Adriana. Ella lo tomó.

Yo aquí me quedo… acuérdate que somos vecinos.

¡Ah!... si… lo había olvidado… Bueno, creo que aquí nos despedimos… Sí, bueno… Oye… Un favor.

¿Si?

No vayas a comentar lo que hicimos con nadie…

¿Es eso?... Claro que no lo voy a comentar… ¿Crees que soy tonta?

Meneé la cabeza negativamente y entonces me encaminé hasta el área de los torniquetes y metí mi boleto.

¿Oye? – me gritó Adriana desde donde estábamos antes parados.

¿Dime? – pregunté girándome a verla sin dejar de andar cabizbajo.

En tu buró deje un papelito con mi teléfono… Me hablas luego… - diciendo esto la niña echó a correr hasta salir de la estación.

Me quedé inmóvil unos minutos hasta que alguien me pidió que me quitara pues estaba estorbando el paso y una leve sonrisa se dibujó en mi rostro.

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