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La secta (32)

en No Consentido

La secta XXXII

Esther iba creciendo y poco a poco adquiría más experiencia en cuanto al sexo, ella era además de bella muy inteligente y caliente, cogía conmigo siempre que ambos los deseábamos y practicábamos de todo, ella cumplió por fin sus 18 añitos y entró en la escuela secundaria, ahí tuvo ocasión de coger con cuanto chiquillo se le arrimaba y a veces llevaba a uno que otro para que yo pudiera tener sexo con él y ella al mismo tiempo, por supuesto que yo cogiéndome al chico o el a mi, varios de los pequeños quedaban encantados de pasar por la bella rubia que los dejaba completamente atontados.

Su cuerpo se volvió además mucho más delicioso, sus caderitas crecieron y sus senos se inflamaron lo suficiente pero sin llegar a ser excesivos, claro que mantenían su firmeza y su tersura, su panochita ahora mostraba una leve matita de vello en forma de un triangulito con la punta para abajo sobre sus rosados labios vaginales.

Una de las tardes Esther llegó en compañía de uno de sus maestros y me lo presentó, se llamaba Rogelio, un señor como de 45 años, de buen cuerpo y con unas pocas canas en las sienes, Esther guiñándome el ojo me dijo que como iba atrasada en su materia él se había ofrecido a regularizarla y que por lo tanto iban a estudiar roda la tarde; inmediatamente entendí el deseo de mi bella amante y disculpándome por dejarlos solos ya que tenia un "compromiso" hice que salía de la casa. En realidad solo me oculte en la cocina por la cual tengo una excelente visión del lugar.

En la sala Esther y el maestro estuvieron estudiando por espacio de unos diez minutos y luego la niña comenzó a acercarse peligrosamente a su maestro mostrando un poco más de la cuenta sus senos y dejando que su cuerpo se pegara insinuantemente contra una de las manos de él. Por supuesto que Rogelio no era de piedra y poco a poco note que se comenzaba a turbar, ahora sus dedos rozaban ya como por descuido uno de los seno de la niña por sobre la tela del suéter, ella por supuesto se dejó tocar a libertad como no dándose cuenta.

La niña se separó por unos instantes de su profesor e hizo como que iba al baño mientras Rogelio se quedaba solo en la sala sentado en su silla, vi como se acomodó el paquete que ya se había formado en su entrepierna y se volvió a sentar bien nuevamente ya que había quedado en una posición poco cómoda. Regresó la bella niña rubia y se colocó esta vez parada a un lado de la silla de su maestro y nuevamente comenzaron a estudiar, sus caderitas se pegaban a el brazo del profesor quién no tardó mucho tiempo en bajar su mano y comenzar a rozar levemente con los dedos una de las piernitas de la bella jovencita. Poco a poco su mano se fue haciendo más atrevida y ahora ya acariciaba descaradamente el muslo de la niña, lentamente lo fue subiendo hasta lograr introducirse debajo de la faldita de ella y su mano pudo palpar la suave piel de los muslos internos de la niña, subió un poco más y notó como sus bragas cálidas rozaban ahora sus dedos. Lentamente los dedos de su profesor fueron recorriendo las nalgas de la niña y ella hacia como si nada, con un poco de desesperación Rogelio jaló hacia abajo las bragas de la bella niña Esther y estas se deslizaron hasta llegarle a las rodillas, eran rosas, nuevamente la mano de él regresó hasta las nalguitas y se recreó entre los calientes carnes de la pequeña.

Sus dedos se pasearon por cada pliegue de las firmes y jóvenes carnes de Esther y ella por supuesto se dejó hacer de todo, pronto uno de los dedos del profesor comenzó a buscar la rajadita de la niña y notó como está estaba completamente húmeda, sin pensarlo más tiempo comenzó a deslizar al interior su dedo y pudo comprobar lo caliente que la chiquilla tenía la rajada, ya sin más pudor el profesor le preguntó a la niña:

Tu padre ¿Crees que tarde?

Claro, siempre que sale se tarda varias horas, no se preocupe profe...

Sin decir más palabras el Rogelio se puso de pie y tomando por la cinturita a la pequeña la levantó y la sentó sobre la mesa, luego el se sentó de nuevo en la silla que antes ocupara y acomodo a Esther a modo que quedara justo delante de él. Levantó la falda escolar de la chiquilla y pudo apreciar lo hermoso de su monte de venus que ahora ya mostraba una leve pelusilla sobre un par de labios vaginales rosados y cerraditos. Rogelio hizo a la niña que se recostara sobre la mesa y el se agacho para comenzar a chupar la panochita, su lengua recorrió los labios vaginales sin llegar a introducirse, primero de arriba para abajo y luego en sentido opuesto, sus manos tomaron los muslos de la niña para abrirla más de piernas y dejar completamente expuesta la vagina. Abierta ahora de par en par Esther dejó que el profesor se bebiera todos los jugos que de su interior escapaban y llegó a su primer orgasmo gracias a la juguetona lengua de Rogelio.

Poco después de que ella se vino el profesor se puso de pie y se bajó los pantalones, bajo sus calzoncillos, se apreciaba una potente erección que mostró impúdicamente a la niña, ella puso sus ojos en la entrepierna y esperó a que su maestro la instruyera; Rogelio deslizó sus calzoncillos por sus piernas haciendo que la erección saltara hacia el frente y se mostrara en toda su longitud. Tomó a la niña por ambas manos y la hizo bajar de la mesa, frente a él ella dejó que su profesor la guiara hasta su reata y el le pidió que la colocara en su boca, la muy juguetona Esther fingió no saber que era lo que se tenía que hacer y torpemente abrió su boca para dejar que su profesor la fuera guiando en lo que debería de hacer.

Rogelio con orgullo en la cara fue guiando a la niña y poco a poco la barra de ardiente carne se fue clavando en su boca; un rítmico mete-saca comenzó cuando la verga de el llegó hasta casi la mitad dentro de la boquita de la niña, ella se dejó hacer y puso una cara de inocencia que hasta casi se la creo. El profesor estaba ya en el quinto cielo y en su cara se dibujaba la satisfacción que estaba experimentando, tomó con fuerza la cabeza de ella y sepultó su pene lo más adentro posible y con los últimos espasmos dejó escapar en la garganta de la niña fuertes chorros de caliente leche que golpearon sin piedad la garganta de la pequeña quien se tragó toda la lefa que su profesor le deposito.

Con la misma ingenuidad que antes ella le preguntó a su profesor que era lo que le había echado en la boca con su cosa, el le explicó con un poco de enredo lo que era y luego le preguntó a la niña si era virgen; Esther le dijo que si y entonces el profesor se quedo unos segundos pensativo.

Mira hermosa, vamos a hacer algo... yo te voy a pasar con muy buena calificación mi materia, pero antes tengo que hacer contigo algo más... ¿Estas de acuerdo?

Lo que usted quiera profesor...

Mira, como eres virgen no te la puedo meter por la panochita... pero hay otra forma de hacerlo y aunque es más difícil sé que te va a gustar...

Bueno... no sé... tal vez no deberíamos... – dijo la niña con tono de miedo.

No temas, vas a ver que te va a gustar y además vas a pasar bien mi clase...

Sin decir nada más el profesor tomó por los hombros a la bella rubia y la hizo girarse a modo que le diera a el la espalda, luego la reclinó sobre la mesa y ella quedo empinada; Rogelio se colocó detrás e hincándose detrás de la niña comenzó a besarle las nalgas y pronto su lengua buscó el ano de la niña, ella al sentir la invasión en su trasero hizo como que se asustaba y trató de zafarse de la situación pero el profesor la retuvo sujetándola por las caderas; él continuó mamando el ano de la chiquilla por largos minutos y uno de sus dedos se comenzó a perder al interior de la apretada cavidad, luego otro dedo más se unió al primero y por fin pasados unos diez minutos Rogelio comprobó que el ano estaba bien dilatado, se puso de pie y apuntó su nuevamente dura tranca al agujero.

Ensalivó con sus dedos el glande y empujó levemente, la gruesa y rojiza cabeza se introdujo lentamente entre las apretadas nalgas de la chiquilla y esta chilló...

No te espantes pequeña, esto es al principio... después hasta vas a pedir más...

¡Me duele... me duele mucho!

Espera pequeña... ya veras que bien te la vas a pasar.

La barra de carne se fue sepultando más y más hasta que por fin las bolas del profesor rebotaron en los muslos de la niña, cuando la tuvo toda dentro del apretado ano de Esther se quedó quieto, disfrutando de lo apretado de ese rico agujero, sus manos estaban sobre las caderas de la niña. Un leve movimiento inició, sacó un poco de su tolete y lo volvió a meter lentamente, así cada vez con más velocidad hasta adquirir un ritmo más o menor veloz. Sus manos buscaron entonces la panochita de la niña y comenzaron a acariciar la rajadita, ella estaba comenzando a sentir su segundo orgasmo y sus caderas se giraron un poco, su esfínter apretó la tranca del profesor y este lo hizo notar con un gemido de satisfacción.

¡Que rico aprieta tu culito bebe! ¡Te estas ganando un diez!

¡Hoo... si profe... su cosa también se siente muy rico!

¡Siento todo el calor de tu culito chiquita! ¡que delicia, me voy a venir!

Las caderas del profesor se movieron con más velocidad y fuertes chasquidos comenzaron a sonar por toda la sala, la verga entraba y salía del ano de mi niña con gran rapidez y las manos del él se movían de igual modo sobre la rajadita, con un gemido intenso el profesor comenzó a derramar en el interior del culito de Esther su caliente leche, ella gimió con placer al sentir como el semen de su profesor la regaba por dentro y reculó haciendo que la macana se clavará lo más profundo posible y las comenzó a girar para lograr extraerle toda la leche a su ahora amante profesor. Él estaba extasiado con lo que acababa de ocurrir, posiblemente nunca se imaginó poder cogerse a una de sus pequeñas alumnas y lo disfrutó completamente sabiendo que posiblemente nunca más se volvería a repetir esta situación, esperó con su verga dentro hasta que está perdió su dureza y por si sola salió del ano ahora chorreante de esperma.

Pequeña... te has ganado un diez...

Gracias profesor... a mí también me a gustado mucho lo que me hizo.

Esperó que algún día lo podamos repetir... ¡En verdad me gustaría!

Pues yo creo que si... pero será cosa de ver en donde...

Rápidamente se vistió Rogelio y a ella le colocó nuevamente sus bragas no sin dejar de acariciar por ultima vez el culito y la pepa de la pequeña.

Yo espere unos diez minutos hasta que ellos estuvieron bien relajados e hice como que comenzaba a abrir la puerta, ellos se acomodaron como si estuvieran estudiando y cuando entré la niña me saludo como de costumbre, todavía ellos continuaron así cerca de veinte minutos y luego de que Rogelio se despidió Esther me preguntó que si me había gustado.

Claro que me gustó pequeña, eres una pilluela.

Claro que lo soy... pero además soy solo para ti.

Me besó y nos abrazamos largamente, nuestras lenguas se juntaron y luego nos metimos a bañar, ahí hicimos el amor y después nos fuimos a dormir como lo que en realidad éramos, una pareja.

 

 

CONTINUA

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