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Ximena

en Hetero: General

Ximena con sus 19 años es una de las mejores alumnas del colegio, además de inteligente ella es muy bella; cabellera rubia sedosa y larga hasta la mitad de su espalda, ojos café grandes y risueños, labios delgados, ceja delineada y un suculento lunar muy cerca de los labios. Con su uniforme de color gris, falda larga hasta los tobillos, camisa blanca y suéter color azul ella siempre es puntual en las clases. Por lo general Ximena se sienta en una de las bancas delanteras, a veces cuando la miro ella me sonríe coquetamente.

Yo soy su profesor de matemáticas y me sorprende la facilidad con la que ella aprende mí materia. Pues bien ahora me describo, tengo 45 años, de cabello oscuro con algunas canas, por lo regular lo traigo corto; cuerpo musculoso pues afortunadamente siempre he realizado ejercicio. Cara agradable según algunas de mis parejas y sobre todo muy buen humor, a pesar de ser matemático.

Por lo general yo salgo del colegio como a eso de las 14:00 horas, justo cuando algunas de las chicas se comienzan a retirar para sus hogares, el colegio es de paga y la mayoría de las chicas son recogidas por sus madres, padres o chóferes. Algunas de las chicas ya tienen sus propios autos y como el estacionamiento es compartido pues me las encuentro por lo regular en grupos, platicando o abordando para retirarse.

Una de esas tardes en que ya me retiraba pasé por el estacionamiento encontrándome a varias de mis alumnas, abordé mi auto y salí rumbo a mi casa, varias cuadras más adelante se me emparejó otro auto y noté que su conductor me hacía señas. Me volví para ver de quién se trataba y cual no fu mi sorpresa al ver el hermoso rostro de Ximena. Bajé la ventanilla y ella me gritó desde su auto:

¿Puedo platicar unos minutos con usted, profesor?

¡Claro, me detengo más adelante!

Detuve el vehículo en un jardín más adelante, ella se estacionó justamente detrás de mí. Bajé del auto y ella del suyo, recargados en el cofre de su auto comenzamos a platicar. Ximena me dijo que le gustaría que yo le diera algunos problemas para resolver pues los que estaba dando en clase ya los tenía bien entendidos y deseaba algo con mucha mayor dificultad, me dijo que lo pudo haber pedido el día de mañana pero como me vio decidió hacerlo al instante. Le comenté que no había ningún problema y entonces fui a mi auto por un libro, cheque que era lo que tenía y localicé algunos problemas de mediana complejidad.

¡Mira puedes resolver estos, se ven muy interesantes!

Déjeme los copio.

¿Si quieres te puedes llevar el libro y me lo entregas mañana?

No me tardo profesor... No lleva prisa ¿O si?

¡Ah no te preocupes!

Ximena tomó un cuaderno y comenzó a anotar los ejercicios que le había indicado, pocos minutos después ella me entregó el libro casi poniéndomelo en la cara.

¡Gracias!... Buen libro... ¿Ya lo leyó todo?

Sin darme oportunidad a contestar ella subió a su auto y se fue, me quedé perplejo sin saber que era lo que había sucedido. Miré el libro y entonces vi que sobresalí de este una hoja doblada. La saqué y comencé a desdoblar el papel, creyendo que se le habían olvidado a Ximena los ejercicios que había anotado.

Lo espero en el café que esta dos cuadras adelante. No falte.

Ximena.

Sonreí nervioso, por razones lógicas no debería de presentarme en ese lugar, pues podría tratarse de alguna broma o simplemente de una chica enamorada de su profesor como ya en otras ocasiones me había ocurrido. Obviamente no quería tener problemas en ese aspecto y decidí no acudir al encuentro.

Vi el auto de Ximena estacionado justamente en dicho lugar pero no me detuve sino que seguí de largo hasta llegar a mi casa. Mi mujer ya me esperaba con una rica comida y mis hijos salieron a recibirme, por ese día las cosas pasaron simplemente como si nada hubiese ocurrido.

No pensé en lo sucedido sino justamente hasta que llegó la clase con el grupo de Ximena. Al entrar en el salón la encontré como si nada y entonces dejé de preocuparme. Di la clase como cualquier otro día y ya al final ni me acordaba de Ximena.

Cuando las chicas abandonaron el salón para ir a su otra clase entonces Ximena fue la última y se paró frente a mi escritorio.

¡No pensé que fuera tan desatento!

¿Lo dices por lo de la nota?

Sí.

Lo que me ibas a decir en el café, me lo pudiste decir mientras estábamos ahí parados... la verdad es que no tenía tiempo.

Pues usted dijo que no había problema... Pero eso ya no importa... Tenga, léalo y no de defraude esta vez.

Ximena salió del salón dando un giro rápido y desapareciendo casi enseguida, yo me quedé con la mano tendida y en ella un nuevo papel doblado, esta vez perfumado con la fragancia que ella acostumbra a usar. A solas pasé la nota por mi nariz, pero simplemente como un reflejo involuntario y luego desdoble el papel. Aún me preguntaba si debería de leerlo o no, pero fue mayor mi curiosidad.

Querido profesor:

Desafortunadamente el día de ayer no me diste la oportunidad de expresarte lo que siento cara a cara, fue en realidad una completa desilusión lo que hiciste; imagino el porqué. Sé que debe de ser muy difícil para ti la posición en la que te estoy poniendo, pero ya no puedo soportarlo más.

Ahora te voy a contar lo interesante, ME GUSTAS, me gustas como no tienes una idea, te deseo. Comprendo que eres casado y además mucho mayor que yo, pero considero que eso no es ningún motivo para que un hombre maduro se fije en una chica joven y creo yo bonita. Lo más difícil de superar en tu caso debe de ser el problema ético, eres mi profesor, eso es lo que seguramente te detendría a intentar algo más con alguna chica que te gustara. Pero no me voy a dar por vencida, te voy a decir lo que en realidad me gustaría que sucediera entre los dos: Sexo, si solo sexo es lo que quiero que suceda entre tu y yo. Quiero ser completamente directa para vencer todos tus miedos. Deseo que me hagas el amor, no voy a exigir nada más ya que no deseo verte en problemas, solamente una vez y ya. Si tú lo deseas pueden ser las veces que gustes. NO TE ARREPENTIRAS.

Si decides aceptar mi propuesta hoy ten espero a la salida en el mismo café de ayer.

Desde esos momentos ya no pude estar a gusto en la clase siguiente. Cuando dejé de leer la carta tenía una erección que tardó una media hora en desaparecer. Me imaginaba a la joven Ximena en todas las poses y haciendo lo que yo le pedía, comencé a pensar en las consecuencias que ese acto podría tener pero no lograba apartar de mi mente el cuerpo de la joven Ximena.

Se llegó por fin la hora de salida y sumamente nervioso me dirigí hasta mi automóvil, ya no se encontraba el auto de la chica, salí decidido a no detenerme nuevamente en el café del día anterior, pero algo completamente superior a mis fuerzas me hizo apretar el pedal del freno justamente frente al establecimiento. El auto de ella se encontraba ya estacionado al frente, no bajé del auto, aún estaba luchando con migo mismo sobre lo que debería de hacer o no. De pronto ella sale del local y se acerca a mi vehículo. Abro los seguros y ella entra al auto.

Sin ni siquiera mirarla avanzó y siento que las manos me tiemblan al volante. Conduzco sin rumbo por espacio de varias cuadras, no sé que hacer, no sé como es que ella se encuentra en el asiento del copiloto. Ella también va en silencio, si mirar a ningún lado más que al frente. Giro en una de las esquinas y marcho por una calzada amplia que me lleva hacia el sur de la ciudad. Casi diez minutos después veo un letrero "HOTEL" sin pensar me enfilo hasta el estacionamiento y entramos en él. Salgo del vehículo y pago una habitación, regreso por ella que no deja de mirar al frente. Al verme sale del auto y me sigue, caminamos por el pasillo hasta el ascensor, nos metemos en el aparato y presiono el botón marcado con el numero cinco. Los escasos segundos en el ascensor se me hacen eternos y muy incómodos.

Por fin las puertas se abren en el quinto piso, salgo y ella detrás de mi. Camino por el pasillo y descubro que voy en sentido opuesto mi cuarto es el 510 y veo que la numeración de este lado es mucho menos y sigue disminuyendo. Giro y ella detrás de mí. Por fin la puerta, meto la lleve y abro, ella desaparece en el interior y yo detrás de ella. La veo parada sin saber que hacer y visiblemente nerviosa entre la cama y la ventana. Me acerco, pongo mi mano en su mejilla y ella inclina su rostro contra mi palma.

¿Segura?

Es lo único que pregunto, ella solamente mueve la cabeza una vez hacia el frente y nada más. Me inclino y la beso suavemente en los labios, ella responde, es un beso tierno sin más malicia. Me separo y la vuelvo a mirar esta vez ella me mira a los ojos y entonces descubro el fuego que la quema. La vuelvo a besar, esta vez mi lengua penetra lentamente su boca y ella me regala su lengua. A partir de ese momento el beso se hace cada vez más y más intenso, nuestras cabezas se mueven de un lado para el otro tratando de alcanzar lo más profundo de la otro boca. Pongo mis manos en el suéter azul de Ximena y lo jalo por sus espaldas, la prenda cae al suelo.

Sin dejar de besarnos le desabrocho la camisa, siento mis dedos rozar su piel y no me detengo, por fin llego hasta el último botón y zafó la camisa de la falda, la jalo para atrás y ella echa nuevamente sus brazos un poco atrás para dejar que la prenda se deslice y caiga al piso. Me retiro para mirarla. Esta nerviosa, una sonrisa se dibuja en su rostro y sus ojos están ampliamente abiertos. Sus senos están ocultos por un brasier blanco. Su lengua refresca lo labios y yo pongo las manos en su cintura, su cuerpo vibra, lentamente acaricio sus costados hasta llegar a la altura del brasier. Miro directamente la prenda y descubro que se abre por el frente. Sin perder tiempo mis manos se apoderan del broche y lo abro. Sus senos son pequeños, hermosos, sus aureolas pequeñas, rositas y un pezón que apenas es un botoncito. Amaso suavemente las pequeñas montañitas sin que ella se queje, solamente cierra los ojos y deja que yo actúe.

Dejo los pechos de Ximena y busco el cierre lateral de su falda, la desabotono y la dejo caer al suelo. Sus bragas son de color blanco y tienen al frente un coqueto encaje con dibujos de flores, le acaricio la entrepierna sin quitarle las bragas, ella abre un poco permitiendo a mi mano palpar completamente su vulva. Está caliente y lo puedo sentir en mi piel, me hinco en el suelo y le desabrocho los zapatos, uno a uno se los saco lo mismo que las calcetas blancas. Su piel es suave y blanca, un poco bronceada. Sin ponerme de pie acaricio apenas con la yema de los dedos su piel desde los pies hasta las caderas y sujeto las bragas por los costados. Las voy bajando poco a poco, descubro que ella esta completamente depilada de la entrepierna y apenas y diviso sus labios vaginales, solo se ve una pequeña rayita. Las bragas están ahora en sus pies, levanta uno y la saco, luego levanta el otro y por fin la prenda esta libre.

Ximena está total mente desnuda frente a mi, pequeña de estatura, delgadita de cuerpo, de piel blanca y cabello rubio que cae por su espalda hasta la mitad. Le beso el ombligo y subo lentamente hasta sus senos, mamo esos pequeños pezones lentamente y uno a uno hasta que los logro poner completamente rígidos. Mis manos buscan las nalgas de la joven, son tersas, suaves y bien llenitas. Se las estrujo despacio y sigo chupando los pezones.

Me separo de la chica y la hago sentarse en la cama, frente a ella me comienzo a desnudar, primero la camisa, luego los pantalones. Bajo mis calzoncillos se aprecia el prominente bulto que pronto voy a liberar. Ella no deja de mirar mi cuerpo, mis pechos bien marcado y el estómago plano y firme. Se anima a estirar su mano y acariciarme, comienza por el vientre y lentamente sube sintiendo las formas bien definidas de mi cuerpo. Yo me aproximo más hasta donde ella está, ahora con la mirada le pido que me quite los calzoncillos, ella sujeta la prenda por el frente y la va jalando para abajo; descubre el glande, gordo de un color púrpura intenso y sigue, el tronco, grueso venoso y largo. Por fin llega a las bolas y ve lo grandes que están comparadas con la palma de su mano que las sostiene por escasos segundos. Me saca por fin la prenda, le ayudo levantando los pies. Ahora el pene esta completamente erecto frente a su cara.

Su mano acaricia los vellos sobre el vientre y con algo de duda comenzó a acariciar la base del tronco, avanzó lentamente su mano sobre mi pene hasta que lo aprisionó con sus suaves dedos. Vio la cabeza que seguía apuntando al frente y moví las caderas hacia el frente. Ximena comprendió lo que deseaba y abriendo sus delicados labios dejó que la verga entrara en su boca. Sentí la humedad y el calor de su interior, su lengua debajo de mi pene y como poco a poco ella se lo iba tragando. Comenzó a mamar delicadamente, su cabeza se movía para delante y para atrás, con sus labios me apretaba levemente y mientras con su mano movía la carne en sentido inverso a sus mamadas. Yo veía su cabecita rubia moverse rítmicamente y su boca abierta completamente devorando mi gruesa herramienta.

Era mi turno para hacerla gozar después de esa deliciosa mamada, me hinqué en el suelo y comencé a abrir sus delicadas piernas. Ella lentamente se fue dejando caer de espalda en el colchón y su vulva depilada quedó completamente expuesta, vi sus labios abriéndose levemente en el centro, se veía jugosa, apetecible y manaba de ella su olor a hembra. Me agaché y sacando mi lengua comencé a mamarle la conchita. Paladee sus labios vaginales, sintiendo ese sabor agridulce y delicioso. Continué lamiendo su concha por cada rincón, buscando los pliegues que seguramente nunca le habían lamido. Hurgué en cada pliegue que encontré y para llegar más profundamente abrí con mis dedos sus labios vaginales, su rosado túnel quedó completamente a la vista y entonces ataqué. Mi lengua entraba y salía lo más rápidamente posible de su concha y ella entonces comenzó a gemir cada vez con más fuerza, por fin la hice llegar al orgasmo.

Así, así Lorenzo, así... justo así lo deseaba.

Su cara estaba levantada mirando como le chupaba su concha y me sonreía triunfante por haber conseguido lo que deseaba. Me levanté mostrando mi potente erección y la sujeté por la cintura, la acomodé al centro de la cama y le abrí las piernas. Quedé sobre su cuerpo, pero sujetándome con los brazos extendidos, coloqué mi pene en la entrada de la vagina y comencé a empujar mis caderas; lentamente fui penetrando a Ximena, ella al sentir como la penetraba abrió la boca jalando aire y comenzó a acariciar mi pecho con sus manos. Mis caderas empujaron hasta el fondo de la chica, la sentía latir, apretar mi verga, mojarme con sus jugos ardientes. Con movimientos lentos y profundos comencé a bombearla. Sentía en mi glande cada uno de los pliegues de la chica al irlos abriendo una y otra vez, ella gemía, jalaba aire y estaba casi al borde de otro orgasmo. Me jaló para que dejara caer mi cuerpo sobre el de ella y la complací, sentí su menudes, su firmeza y su calor. La besé metiendo profundamente la lengua en su boca, una y otra vez sin detenernos. Ella se comenzó a venir por segunda ocasión, gritó, gimió, casi lloró. Se la dejé profundamente clavada cuando comenzó a venirse, giramos en la cama hasta que ella quedó sobre mi cuerpo, la abracé y así permanecimos hasta que ella estuvo nuevamente lista.

Me separé de Ximena, quedé de pie al lado de la cama y entonces le pedí que se levantara, ella se comenzó a levantar sobre el colchón y quedó de frente a mí. La sujeté por la cintura y luego la pegué a mi cuerpo. Le pedí que se penetrara, ella llevó sus piernas a mis nalgas y se sujetó de mi cuello. Luego bajó una de sus manos por detrás y se ensartó mi verga en la vagina. La fui dejando caer lentamente sujetándola por las nalgas. La verga se fue hasta el fondo y así comenzamos una nueva cogida. Yo parado frente al espejo veía como mi verga se perdía en el interior de esa joven vulva ardiente y apretada. Ella sujetándome del cuello ayudaba subiendo y bajando su cuerpo sobre el tronco mientras que yo me deleitaba metiéndole ahora también un dedo en el ano.

¿Tomas pastillas? – pregunté.

¡Sí, te puedes venir adentro si quieres!

Seguimos en esa posición sin parar, ella gemía en mi oído derecho y de vez en vez se separaba para besarme. Su culo ya se tragaba completamente mi dedo una y otra vez y podía sentir mi verga penetrar a través de la delgada membrana que separa el ano de la panocha.

Ximena me avisó que ya se iba a venir, aceleré los movimientos del mete-saca y junto con ella comencé a eyacular. Mi semen chocó en lo más profundo de su vagina, fue un orgasmo intenso; la leche me salió a ríos, pronto comenzó a escurrir por mis bolas y caía en pesadas gotas al suelo, venía mezclada con los fluidos vaginales de la joven alumna. Después del orgasmo me dejé caer en la cama junto con ella aún montada en mí.

¡Nunca pensé que una jovencita como tú cogiera de esta forma!

¡Pues puedes hacer conmigo lo que quieras!

¿De verdad?

¡De verdad!

¿Cuántas veces lo has hecho?

¡No muchas!

Pues parece que tienes mucha experiencia.

La verdad, antes de ti solo tres veces.

No la dejé continuar, la besé en la boca y ahora estaba dispuesto a pervertirla, hacerla toda una puta para mi uso exclusivo, ella había abierto la caja de Pandora y ahora se tenía que aguantar.

La dejé acostada y me monté sobre su cuerpo poniéndole la verga aún flácida en la cara.

¡Mámala, la tienes que poner dura de nuevo!

La chica abrió la boca y comenzó a mamar la aguada verga que le ofrecía. Poco a poco comencé a recuperar la dureza, ella siguió chupándola hasta que yo le dije que era suficiente, en verdad estaba dispuesta para lo que yo dijera.

Por fin la separé de mi verga nuevamente en posición de ataque y la sujeté pos las caderas empinándola en la cama. Metí desde atrás uno de mis dedos en su vagina embarrándolo completamente con sus jugos, ella gimió. Saqué el dedo completamente empapado y se lo enterré en el culo. No ofreció mucha resistencia por la anterior dedeada que le había dado. Miraba divertido como ese arrugado agujerito se iba tragando mi dedo gordo y largo, claro no tanto como mi verga. Seguí hasta que ya el dedo entraba y salía con gran facilidad. Por último me puse de pie y apunté mi herramienta cabezona a su ano. Le puse mucha saliva en la punta y abriéndole las nalgas con las manos comencé a empujar. Se resistía y no dejaba que mi glande penetrara, salía por un lado, por el otro o por arriba.

¡Ábrete el culo! – ordené.

Ximena recostó su cara contra el colchón y con sus manos abrió sus nalgas, su ano quedó a la vista, abierto y pidiendo garrote. Con la mano apunté el glande a la entrada y lo comencé a empujar con fuerza. Mi alumna se quejaba pero sabía que no me iba a detener, apretaba los labios para evitar gritar. Poco a poco la verga se iba abriendo camino en ese apretado rincón de su cuerpo. Su ano se abría poco apoco y yo iba mirando cada paso que este daba para recibirme. Ya tenía sepultada la mitad de mi tronco cuando Ximena comenzó a lloriquear pero sin decir ni una sola palabra para que me detuviera.

Sus nalguitas se veían completamente redonditas, firmes. Pon fin las soltó y sentí como mi palo se apretaba contra ese culito hermoso. Puse más saliva en el tronco para facilitar que entrara completamente y seguí empujando. Ximena mordía la colcha y sus ojos estaban inundados de lágrimas cuando por fin llegue hasta lo más profundo de su ano. Me quedé esperando a que ella se recuperara para comenzar a bombearla.

Me sujeté de sus caderas y comencé a moverme rítmicamente dentro de su culo, ella apretaba delicioso y ese clásico olor comenzó a subir hasta mí con cada embestida, sin siquiera haberse tocado la chica comenzó a venirse al poco tiempo cambiando los gimoteos por auténticos gemidos de satisfacción. Yo también estaba listo y solté mi segunda carga de esa tarde en sus entrañas. Me movía rápidamente, soltando en cada bombeo una carga de leche, qué pronto comenzó a e escurrir por las piernas de la hermosa Ximena. Su cabellera rubia estaba desordenada, su respiración agitada y sus caderas moviéndose circularmente. Luego nos dejamos caer en la cama, completamente fatigados, satisfechos y ahora cómplices.

Minutos después nos levantábamos y nos metimos bajo la tibia agua de la ducha, salimos hasta mi auto y la llevé al café en donde había quedado su auto, platicamos cerca de dos horas de lo que había sucedido y de las veces en que lo queríamos repetir. Por la tarde llegué a casa diciendo que había sido una junta de última hora. Ximena y yo nos vemos cada lunes ahora y llevamos ya tres años de amantes.

 

 

FIN

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