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Verónica

en Amor filial

Verónica como es su costumbre por las tardes estaba en su cuarto terminando sus tareas escolares, ya casi era la hora de llegada de Emilio, su padre. Ansiosa Verónica terminó sus labores y se dirigió hasta la sala de la casa; su madre se encontraba terminando de hacer la cena. La puerta por fin se abrió y la chica corre hasta los brazos de su padre, como siempre el saludo es muy efusivo, lo abraza y le da un beso en los labios; solamente un beso tierno que no pasa de eso.

Pero dentro de la mente de Verónica hay algo más, ella siente el cuerpo fornido de su progenitor, pega su cuerpo sintiendo en su pecho la fuerte musculatura de quien ayudó para traerla a este mundo. Sus labios se posan sobre los de su padre pero ella quisiera que ese beso fuera más prolongado, más intenso. Sí Verónica está enamorada de su padre. Son varios años ya, desde que ella era una púber y ahora que acaba de cumplir sus dieciocho años quisiera estar más que ligada con él. Su padre ha comentando en varias ocasiones que su hija es hermosa, eso la halaga. Con eso ella se siente muy bien. En una ocasión su padre comentó que si ella no fuera su hija, sería su tipo de mujer. Ese comentario se quedó perfectamente grabado en la mente de Verónica.

Esa noche después de la cena la chica se fue a su habitación y se quedó profundamente dormida, por la madrugada escuchó algunos ruidos en la habitación de sus padres e inmediatamente se puso de pie. Procurando no hacer ruido salió de su cuarto y buscó la puerta de sus padres en la oscuridad del pasillo. Pronto la encontró pues ya antes había recorrido así el pasillo. Giró lentamente la perilla y asomó al interior del cuarto. Una muy tenue luz que entraba por la cortina dejaba ver perfectamente como su padre estaba haciendo el amor con su mamá. Él estaba encuclillado sobre la cama mientras que su mamá se movía arriba y abajo abrazada de su cuello. Inmediatamente llegó hasta Verónica el olor a sexo y su corazón se aceleró. Las grandes manos de su padre sujetaban la cintura delicada de la mujer mientras ella sola se entregaba a un rítmico sube-baja que la estaba haciendo delirar. La potente y dura verga de su padre se clavaba profundamente dentro de esa húmeda y ardiente vagina, esto no se alcanzaba a ver perfectamente pero la imaginación de Verónica hacia el resto.

La mano de la chica buscó rápidamente su intimidad, traía solamente puesta una playera larga que usaba como pijama y debajo de esta absolutamente nada. Sus dedos ágilmente se movieron sobre la vulva, se acarició lentamente buscando la parte alta. Luego de inmediato comenzó a masajear a buen ritmo. Rápidamente los fluidos de su interior comenzaron a mojar sus muslos internos. Los dedos no dejaron de masajear sino hasta que ella sintió como se estaba viniendo. Apretó sus labios para evitar que se le escapara un gemido. Mientras tanto sus padres estaban justamente en esos momentos teniendo su propio orgasmo. Verónica escuchó los chasquidos de su vagina perdiéndose junto con los chasquidos producidos por los sexos de sus padres.

Después del orgasmo la chica llevó sus dedos hasta su boca y lamió sus propios jugos, cerró lentamente la puerta de la habitación y regresó hasta su cuarto, se encerró y se volvió a masturbar, esta vez recostada en su cama. Se quitó la playera, se amasó los pechos y su mano buscó su rajada nuevamente. No paró hasta conseguir dos orgasmos más, siempre imaginando que era su padre el que la penetraba. Luego de la sesión sexual de la chica, ella se quedó profundamente dormida hasta que sonó el despertador. Eran las seis de la mañana y ella rápidamente se levantó, tendió su cama y salió hacía el baño únicamente con su playera larga. Se metió en la ducha y se comenzó a bañar. A los pocos minutos su padre tocaba a la puerta y ella abriendo un poco la cortina del baño le decía que podía pasar, su padre entraba y comenzaba a lavarse los dientes después de orinar. Ella discretamente se acercaba a la apertura de la cortina con la esperanza de que su padre la pudiera ver así.

¡Papá! ¿me pasas la pasta y mi cepillo de dientes?

¡Claro, hermosa!

Su padre tomaba la pasta y el cepillo y los metía por la pequeña hendidura de la cortina de baño, a veces alcanzaba a ver parte del cuerpo de su hija, pero nunca lo miró con morbo. Luego salía y esperaba a que ella terminara su ducha para comenzar a bañarse. Cuando el se bañaba entraba poco después Verónica a cepillarse el cabello. Pero para su desilusión nunca encontraba en la cortina hendidura por la cual mirar.

Algunos meses después, llegó hasta su casa Verónica y se encontró allí a su tía, Mariana, estaba platicando con su madre y venía acompañada de una de sus hijas. Por fin Verónica se enteró de que la chica iba a cumplir los quince años y que precisamente se encontraban allí para hacer la invitación a la familia. La fiesta sería en un par de semanas.

Verónica no estaba muy convencida de asistir a los quince años de su prima, pero pues tenía que ir así que acompañó a su mamá hasta el centro de la ciudad, varias horas se la pasaron escogiendo el vestido que usarían para la celebración. La mañana, antes de la fiesta, madre e hija se enclaustraron un par de horas en el salón de belleza y por fin regresaron a casa.

¡Vaya! ¡Que par de mujeres tan hermosas! – dijo su padre al verlas.

¡Y aun falta que nos veas con los vestidos nuevos! – dijo su madre.

Verónica se alegró con el comentario de su padre aunque todavía no estaba muy contenta de ir a la fiesta de su prima. Las prisas, los objetos perdidos, el baño ocupado, en fin lo clásico cuando se trata de una fiesta se estaba viviendo en casa de Verónica. Por fin después de las seis de la tarde ya estaban preparados.

A las siete y media llegaron a la iglesia en la cual celebraría la misa en honor a la bella joven que iba a ser presentada en sociedad. Verónica desde allí comenzó a aburrirse como ostra, pues sus padres se separaron y la dejaron con los demás primos, no es que a ella le desagradara la presencia de sus familiares, sino qué algunos de los amigos de ellos comenzaron a acosarla desde que entró en la iglesia. Chicos fanfarrones, algunos guapos, pero de mentalidad muy tonta, otros feos y tontos, en fin; para la chica eran de lo más desagradables y procuró por lo tanto alejarse lo más posible de los indeseables. Fue entonces que escuchó el comentario de varias de las chicas que estaban por allí, se referían a su padre con total desparpajo y cuando se enteraron de que ella era su hija se juntaron más con ella.

¡Oye, que bien se ve tu papá!

¿No te gustaría que yo fuera tu madrastra? – le preguntó una de las más atrevidas.

¿Me lo presentas?

En fin, y no es que su padre fuera un completo adonis, pero sí llamaba mucho la atención de las chicas y otras mujeres mayores. Alto, fornido, cabello oscuro y con algunas canas en las sienes, cara agradable y ojos color verde claro, justamente de donde los sacó Verónica.

La fiesta por esos motivos, fue una verdadera tortura para la hermosa chiquilla, lo único afortunado para ella fue que pudo bailar con su padre un par de piezas. Para todos los demás la fiesta estaba muy bien, eran las tres de la madrugada y parecía que el ambiente no terminaba. Emilio ya se encontraba muy bebido, su madre otro tanto. Verónica apenas y había podido tomar un par de cubas y para estas horas ya se sentía muy cansada. En una de esas piezas que bailó con su padre se dio cuenta de que su madre se ponía de pie e iba hasta otra de las mesas, se sentó a platicar con una mujer más o menos de su edad y no se levantó de allí en un buen rato.

Poco después se enteraba de que se trataba de una de las primas de su madre, ella se había ido a vivir al extranjero y con motivo de la fiesta se encontraba por ahora en casa de su abuelita, ósea la mamá de su mamá. Estaban muy contentas platicando y parecía que no pensaban levantarse de su lugar el resto de la fiesta.

Se dieron las cuatro y media de la madrugada y por fin ya algunos comenzaban a retirarse. Emilio ya se encontraba algo tomado y cuando llegó a la mesa Verónica después de platicar con sus primas éste le dijo:

¡Tú manejas!

¿Ya nos vamos por fin?

¡Sí! Creo que ya es hora.

Ella tomó las llaves y se dirigió a la mesa en donde se encontraba su madre platicando. Le avisó que ya estaban listos y fue entonces que su madre le informó que se fuera ella con su padre, que se iba a ir con su prima a casa de su mamá, pues ya tenían mucho tiempo de no verse y querían recordar viejos tiempos.

¡Mañana por la tarde pasan por mí, a casa de tu abuelita! – le dijo.

Verónica regresó por su papá y le comentó lo que su madre le había dicho, él medio tambaleándose fue hasta la otra mesa y se despidió de las mujeres y de los parientes de su mujer. Verónica salió hasta el estacionamiento y comenzó a preparar la huida. Salió su padre, eran las cinco y cuarto de la madrugada, el viento frío de la madrugada le pegó de lleno en el rostro y la borrachera se le subió más. Verónica condujo con precaución hasta llegar a su hogar y cuando por fin descendía del vehículo vio a su padre profundamente dormido en el asiento del copiloto. Cómo pudo lo medio despertó y lo ayudó a llegar hasta su recamara. Lo ayudó a recostarse y ya se retiraba a su cuarto la chica cuando escuchó como su padre comenzaba a roncar. Se giró para mirarlo. No estaba tapado con las cobijas, traía abierta la camisa blanca y traía aun puesto el pantalón del traje. Los zapatos se los había quitado Verónica cuando estaba sentado en la orilla de la cama. Dio un par de pasos la chica hasta quedar a un lado de la cama, miró a su padre, estaba completamente ebrio, dormido; se agachó y depositó sobre sus labios un beso. Solamente un beso tierno, pero más largo. Sintió una punzada en el corazón y éste se aceleró. Se levantó y volvió hasta el umbral de la puerta, iba a cerrar el cuarto cuando volvió a mirar a su padre.

¡Papá!

Llamó en voz alta. Nuevamente volvió a llamarlo, esta vez aún más fuerte. Nada. Con tres pasos llegó nuevamente hasta la orilla de la cama, sus manos se apoderaron del cinturón de su padre y lo desabrochó. Desabotonó el pantalón y bajó la cremallera. Asomaron unos calzoncillos blancos. La jovencita jaló el pantalón desde los pies y lo fue sacando, haciendo un poco de fuerza; por fin logró sacar completamente el pantalón. Miró los muslos fuertes de su padre, velludos, su mano se paseó desde los tobillos hasta llegar al calzoncillo blanco. Vio el paquete debajo, no era muy grande. Abrió más la camisa, miró los pechos bien trabajados de su padre y sus vellos en pecho, le acarició lentamente y sintió como su pezón se ponía duro bajo su mano.

Bajó un poco el calzoncillo después de pasear su mano por el vientre de papá. Asomó la negra pelambrera y ella al verla sintió que su corazón le iba a salir casi por la boca. Jaló un poco más y se encontró con un miembro flácido, no era muy grande, debajo sus bolas colgaba sobre los muslos. Verónica se hincó a un lado de la cama y agarró entre sus dedos el aguado pene de su papá. Con suaves movimientos comenzó a jalar el prepucio que ocultaba la cabeza y cuando ésta quedó desnuda la miró. Luego volvió a subir la piel cubriendo de nuevo el glande. Una y otra vez repitió la operación y comenzó a notar como la lanza comenzaba a inflarse lentamente. Siguió con su trabajo hasta que comprobó que la verga ya estaba a media erección. Ya era larga aunque un poco guanga todavía.

Abrió la boca acercando la cara a la entrepierna de su papá y dejó que la cálida barra penetrara en su boca. Sintió su sabor saladito y siguió metiendo más. Apretó con sus labios el tronco cuando ya estaba totalmente dentro de su boca y fue retirándose lentamente, con su lengua jalaba la piel del tronco y así hasta que llegó nuevamente al glande; luego regresó por el mismo camino. Mamó la tranca de su padre hasta que ya no pudo engullirla totalmente. El pene había crecido ahora a su máxima capacidad. Ella abría su boca ampliamente pues el grosor del palo era bastante y de su largo ni que decir. Todavía Verónica se entretuvo así por varios minutos más. Con una mano sujetaba las bolas y con su boca trabajaba sobre el largo y grueso tronco. Su padre medió reaccionaba pero todavía seguía extraviado en los prados de Baco.

Ella se levantó, soltó el chongo que sujetaba su cabellera castaña y dejó a su cabello caer libre sobre su espalda. La luz estaba encendida y en su rostro se dibujaba una sonrisa de satisfacción al haber conseguido parte de su más ardiente sueño. Pero aún estaba dispuesta a conseguir más.

Verónica se desabrochó el tirante del vestido que estaba en su nuca y luego se sacó la prenda por encima de la cabeza. Debajo traía un conjunto de brasier y tanga en color negro, lo mismo que el vestido. Un coqueto encaje le daba a su ropa interior un exquisito toque de sensualidad, sus manos acariciaron su cuerpo, sus senos, su cintura y sus caderas. Se quitó las medias también en negro y disfrutó de la caricia que la seda le proporcionaba al restregarse en su suave y blanca piel. Sus muslos fueron quedando desnudos y cuando llegó por fin a los tobillos, se quitó las zapatillas que aún traía puestas. Luego siguieron las medias. Ya sin tanta calma se quitó el brasier y luego las bragas, sí, Verónica quedó completamente desnuda ante su padre que estaba inerte. Se empinó y volvió a mamar la tranca de su papá, dejó al poco la tranca y subió besando desde su vientre hasta su pecho. Mamó sus pezones hasta ponérselos duros y fue quedando recostada sobre el cuerpo de su padre. Por fin llegó hasta su cuello, lo besó y poco después se apoderaba de la boca.

Emilio al sentir que lo besaban respondió, su lengua salió de su boca y jugó con la lengua de su hija, pero él aun estaba medio perdido y no sabía que se trataba de Verónica, pensaba que era su esposa. Las manos de papá se posaron sobre las nalgas de la chica y se la acarició.

Verónica pensó que hubiera sido preferible apagar la luz, pues si su padre abría los ojos se daría cuanta de que era ella y no su madre. Pero ya era demasiado tarde para eso. Sintió como el erecto miembro de su padre rozaba su conchita y ella quería tenerlo dentro.

Con su mano buscó la herramienta de papá y la acomodó entre sus dos mojados labios. Lentamente ella fue moviendo las caderas y dejando que esa enorme barra fuera ingresando en su intimidad. El calor que en esos momentos sentía era enorme, su respiración estaba completamente agitada. En su panocha sentía al invasor abriéndose camino, sus labios se abrían como nunca antes y sus paredes se apretaban con fuerza a esta herramienta tan deseada por mucho tiempo. Era real, el pito de su padre estaba ahora dentro de su vagina.

Con movimientos lentos ella comenzó a cabalgar sobre, los labios de su padre estaban completamente unidos a los de ella en un candente beso, las manos en su nalgas jugaban de un lado al otro y ahora ligeros movimientos de cadera anunciaban que él también estaba disfrutándolo.

¡Hooo!

No pudo evitar el gemido Verónica cuando sintió que el glande de su papá llegaba a lo más profundo de su ser. Su padre abrió los ojos y ella se asusto, inmediatamente después los volvía a cerrar. Ella fue levantando su cuerpo hasta quedar montada sobre las caderas de su padre y siguió moviéndose. Se apoyaba en el pecho de él para empujar sus caderas. Las manos que estaban en sus nalgas recorrieron la cintura y poco después las tetas. Con dos de sus dedos se apoderó de los pezones y los pellizcó levemente. La respiración de su padre era ya más acelerada. Ella siguió bombeándose y al poco tiempo sintió como comenzaba a soltar sus jugos, fue en esos instantes en que se perdió de este mundo.

¡Ahhh, sí!... ¡Qué rico! – gimió ella.

Emilio abrió los ojos y entonces fue cuando vio el cuerpo de su hija moviéndose sobre el de él, solamente que ya no pudo reaccionar; su semen comenzaba a salir justamente en ese preciso momento. El orgasmo nubló su mente nuevamente, sus caderas se apretaron más contra la vagina de su nena, tras la primer descarga de leche siguieron una y otra y otra más. La vagina lo apretó con fuerza al sentir el líquido caliente estallar en su interior. Los dos se encontraron en ese delicioso mundo del orgasmo. Y no fue como cualquier orgasmo, su hija lo había llevado hasta un lugar pocas veces conocido un lugar en el que los dos cuerpos se fundían completamente para formar uno solo. Él no lo hubiera podido evitar, ya era demasiado tarde. Su néctar estaba ahora dentro de su hija y ella lo bañaba con su caliente lluvia interior.

¡Agggg!... ¡Hooooo!... – fue lo único que alcanzó a decir Emilio.

Cuando su mente comenzó a regresar de ese lejano lugar comenzó a sentir la vulva de su hija apretándolo, no quería abrir de nuevo los ojos. Aún sus manos estaban sobre los senos de su hija y lo sabía pues eran más pequeños que los de su mujer. No, no era posible.

Lentamente fue abriendo los ojos y se encontró con una sonrisa que a la vez mostraba miedo y felicidad, los ojos de Verónica no mentían y él lo vio en ellos. La joven estaba completamente feliz. Ambos se miraban a los ojos sin saber que decir. Emilio estaba aun en shock nunca abría cruzado por su mente algo así.

Las manos lentamente fueron soltando los senos, los miró por primera vez entonces. Firmes, de un tamaño no muy grande, sus pezones erectos y las aureolas ligeramente oscuras. Volvió a mirar la cara de Verónica, ella mostraba una hermosa sonrisa, en sus ojos se apreciaba una inmensa satisfacción. Centró su vista en el lunar que está sobre los labios de su hija y sintió nuevamente esa saliva caliente y esa juguetona lengua. Su cabello suelto de un color castaño claro se movía armonioso.

Entonces Emilio notó otra cosa en la cual no había reparado hasta esos momentos; seguía dentro del cuerpo de su hija y lo más importante era que aún estaba completamente erecto. Prestando atención sintió como la vulva de su hija palpitaba alrededor de su tronco.

Puso las manos sobre las rodillas de Verónica como para invitarla a retirarse, pero en lugar de decir algo comenzó a acariciar lentamente sus muslos, subió lentamente hasta apoderarse nuevamente de las nalgas.

¡Esperó que esto sea un sueño!... ¡Y no me quiero despertar!

Verónica se inclinó entonces y besó a su padre en los labios, su lengua penetró profundamente hasta encontrar la de su padre y comenzaron a arder nuevamente. Los cuerpos reiniciaron leves movimientos y la verga comenzó a salir y entrar otra vez en esa apretada y caliente panocha. Verónica se volvió a levantar y comenzó a mover sus caderas, la verga se clavaba en lo más profundo de su concha.

¡No es un sueño!... ¡Y espero que nunca termine!

Su padre entonces hizo que sus cuerpos giraran y la joven quedó recostada de espaldas en la cama. Tomó sus tobillos con las manos y abrió sus piernas notó por primera vez que ella tenía completamente depilado el chocho, esto le agradó más todavía y empujó con mucho más placer su nabo dentro de la apretada cavidad. Comenzó a mirar como su daga entraba y salía de esa mojada cueva y disfrutó de cada una de las embestidas que le daba. Fuertes gorgoteos se comenzaron a escuchar a cada momento que la verga entraba y salía. Y ese delicioso olor a sexo volvió a invadir la habitación. Verónica comenzó entonces a sentir un nuevo orgasmo, esta vez más fuerte, más intenso ya que su padre por propia iniciativa era el que se la estaba cogiendo. Él siguió bombeando hasta que la chica ya no pudo más, gritó, lloró y gimió con gran intensidad. Cuando terminó su orgasmo el la hizo levantarse y la puso a cuatro patas sobre la cama, detrás de ella y sujetándose de esa delgada cintura la penetró. Se la estuvo cogiendo de esa forma hasta regalarle a ella otro orgasmo más. Los jugos ya mojaban todas las sábanas y los cuerpos sudaban copiosamente.

¡Por el culo!

Pidió Verónica a su padre. Emilio no lo pensó dos veces y comenzó a preparar el ano de su hija. Le metió un dedo ensalivado hasta dejar bien dilatado el pequeño agujero, luego la bajó al suelo e hizo que se empinara recargando su pecho sobre la cama. El culillo de la joven quedó completamente expuesto. Su padre embarró de vaselina el agujero y luego su glande, apuntó y comenzó la penetración. Los primeros instantes fueron un martirio para Verónica ya que nunca antes la habían penetrado por el ano, poco a poco se fue acostumbrando a la sensación y la comenzó a disfrutar ya que la verga se encontraba completamente dentro. Su padre la bombeaba delicadamente pero le dejaba ir toda la verga completa, ella sintió que un orgasmo se comenzaba a formar.

¡Yaaaaa! – gimió y gritó a la vez Verónica.

Emilio soltó toda la crema que le quedaba dentro del ano de su hija, fue una venida tanto o más intensa que la primera, miró como su verga estaba completamente dentro del agujero pequeñito de su hija y como la leche comenzaba a salir un poco después.

Quedaron sudorosos y cansados, satisfechos plenamente. Respiraban agitados, no se movían, la verga aún dentro del ano. Ella mirando las sábanas. Muy lentamente Emilio se fue retirando, mirando como su garrote comenzaba a abandonar la deliciosa cavidad que lo había hecho disfrutar con tanta intensidad. Cuando el glande comenzó a salir el apreció como el agujero quedó abierto, soltando aun un pequeño riachuelo de esperma que resbalaba por las nalgas y los muslos.

¿Qué hemos hecho, hija?

¡Algo que ha sido delicioso papá!

¡Sí, en eso tienes razón!... ¡Pero no es correcto!

¿Y que es lo correcto, papá?

¡Pues no lo sé, pero de algo estoy seguro!... ¡No lo pienso dejar de repetir!

¡Ni yo!... ¡Te amo papá!... ¡No sabes cuanto tiempo lo he deseado!

Se comenzaron a levantar, Emilio se recostó en la cama y llamó a su hija a un lado. Verónica se recostó a un lado de su padre sintiendo su cuerpo desnudo abrazarla. Se besaron y se acariciaron. Luego decidieron descansar un poco. Verónica se volteo de lado y sintió el cuerpo de su padre pegándose a sus espaldas, la verga ahora flácida nuevamente se anidó entre sus nalgas, ella cerró los ojos y se comenzó a quedar dormida. El besó la cabellera de la chica y con la mano que la abrazaba atrapó uno de los senos. Cerró también sus ojos y nuevamente se quedó dormido, profundamente dormido. Los dos pasaron largas horas recostados y dormidos, descansando de la fiesta y de la relación que se habían regalado.

Eran las dos de la tarde cuando abrió los ojos Emilio y segundos después su hija, él se encaminó a la regadera y abrió la llave del agua, desde allí llamó a su hija. Los dos se metieron en la ducha y entre caricias y besos se enjabonaron y enjuagaron. A las dos y media de la tarde se encontraban nuevamente en la cama.

Emilio le estaba comiendo la concha a su hija, su lengua recorría los pliegues interiores sin parar y ella comenzaba a venirse; su padre añadió un dedo para penetrar en la conchita de Verónica y el orgasmo fue más placentero. Luego le tocó su turno a la chica. Sentada en la cama mamó la verga de su padre hasta que este la regó con su jugo. La chica se tragó todo el semen que papá le aventó en la boca. Algunas gotas se regaron por sus labios y pesadamente cayeron sobre los senos. Él le lamió su propio semen y después la recostó en la orilla de la cama. La abrió de piernas y nuevamente listo, la penetró. Se comenzó a mover profundamente dentro de su deliciosa hija que no paró de gemir durante toda la cogida.

Ella apretaba sus músculos vaginales para que su padre disfrutara más, sentía que cada embestida de él la transportaba hasta el mismísimo cielo. Cuando sintió que se comenzaba a acercar al orgasmo movió sus caderas contra el cuerpo de su padre.

¡Me voy a venir papá!... ¡Me voy a venir!

Te los hecho hija...

¡Sí, damelos!

Emilio aceleró sus caderas y cuando Verónica le dijo que ya, él comenzó a soltar su carga, un intenso orgasmo simultáneo los hizo estremecerse, gemir, vibrar. Desde ese día Verónica se convirtió en la rival de su madre. Ambos tuvieron que ser muy cuidadosos, tuvieron que aprender a ser muy cautos, pues en varias ocasiones casi los sorprende su mujer y su madre respectivamente.

 

FIN

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