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Maite

en Amor filial

A sus diecinueve años era realmente hermosa, lacia cabellera rubia que le daba a la mitad de la espalda, frente amplia, cejas delineadas perfectamente, ojos verdes, nariz recta, unos labios delgados de exquisita forma y blanca sonrisa. Cuerpo delgado de senos pequeños pero hermosamente firmes, sus aureolas ligeramente oscuras, vientre plano y unas largas piernas ricamente torneadas. Sí en realidad toda una belleza.

Solo un problema me estorbaba para poder realizar con ella cualquier acto indecoroso, ella es mi hermana, sí, mi hermana. Es menor que yo y en realidad desde que cumplió los diecisiete me sentí atraído por su porte y belleza. Ahora que acabamos de festejar sus diecinueve se me ha ocurrido una idea infalible para poder estar a solas con ella. Bueno déjenme explicarles: Nunca nos ha faltado el dinero afortunadamente y ahora que trabajo en la empresa de papá, pues menos. Gano bastante bien para llevar una vida demasiado holgada, pues bien. Hace un par de semanas me ha llegado una revista especializada en vacacionistas, muchos lugares hermosos que visitar, ya saben. Al principio no me llamó mucho la atención pero de pronto surgió la idea. Ir de vacaciones a solas con mi hermana.

Sí, era una buena táctica para estar a solas con ella, lo difícil sería intentar algo más allá de lo filial. La oportunidad estaba presente ¿Qué podía perder con intentarlo? Busqué en la revista un sitio que se acercara a mis expectativas. Afortunadamente lo encontré. Llamé inmediatamente a la agencia y aparté dos lugares con fecha abierta. El día del cumpleaños de Maite hablé con ella en privado proponiéndole como regalo las vacaciones.

Mi hermana encantada aceptó, le dije que ella pusiera la fecha en la que partiríamos para que no interrumpiera en sus labores, sin pensarlo mucho ella escogió la fecha y al día siguiente yo marcaba a la agencia para confirmar los lugares.

Las maletas estaban listas en el auto, el chofer nos esperaba, nos despedimos de papá y mamá y de los demás familiares que se encontraban en casa. Llegamos al aeropuerto treinta minutos más tarde. Maite se veía hermosa, traía puesta una blusa de color rosa que se amoldaba perfectamente a su figura, unos pantalones sport de color blanco que no ocultaban la tanga que ella traía puesta. El aroma de su perfume sumamente excitante me mantuvo todo el tiempo en las nubes. Claro aparte del vuelo.

Fueron tres horas en el avión de línea, pero llegando al siguiente destino tuvimos que abordar un pequeño hidroavión que finalmente nos conduciría a nuestro destino. Unas hermosas islas en el caribe, arena blanca, lejos de toda civilización. Nos hospedaríamos eso sí, en unos boongalos completamente equipados y cómodos. Estos boongalos se encuentran en un banco de arena y están sobre el agua, solamente una especie de muelle une a estos con la playa. Los boongalos se encuentran totalmente separados unos de otros así que la privacidad es total. Pues bien llegamos cuando ya casi se ponía el sol y después de una agradable bienvenida uno de los empleados nos llevó hasta nuestro boongalo.

Descansamos unos momentos antes de comenzar a prepararnos para dar una vuelta por el lugar, ella se puso una blusa delgada, bajo la cual claramente se notaba que no traía brasier, unas bermudas color caqui y unas chancletas. Yo igualmente me puse unas bermudas, una playera y unas chanclas. El olor del mar, el calor y el sonido de las olas formaban un marco completamente romántico que desafortunadamente por el momento no podía aprovechar. Platicamos de cualquier cosa, de la universidad, del trabajo, de nuestros padres, luego pasamos al tema de los novios y novias y fue allí donde comencé a lanzar pequeños ataques para ver como reaccionaba ella. Le comenté lo bella que era, lo sensual que se veía y mi hermana solamente se reía con discreción pero sin tratar de evitar el tema. También me comentó que yo me veía muy bien, cosa que tomé como un halago y un paso más dado en dirección a mis propósitos. Pero había un arma que me iba a abrir muchas puertas, solo que por el momento me la había reservado.

Después de pasear por varias horas regresamos ya muy tarde al boongalo, escuché como ella se daba una ducha, y poco después salía envuelta en una toalla hacia su cuarto. Yo también me metía a bañar y salí igualmente con la toalla enredada a la cintura. Maite se encontraba ya en su cuarto, la puerta estaba cerrada. No intenté nada más por ese día y me fui directo a la cama pues yo también me encontraba completamente cansado.

Despertamos temprano y salimos del boongalo con dirección al restaurante del hotel que se encontraba unos cientos de metros sobre la playa. Medio día nos la pasamos en la playa y tomando el sol, por la tarde mandé a mi hermana a descansar mientras que yo iba en busca de mi arma secreta, afortunadamente no fue difícil conseguirla. Alcancé a Maite en el boongalo, estaba dormida en su habitación con la puerta abierta. Traía puesto un bikini azul, tratando de no hacer ruido me acerqué a mirarla. Se veía hermosa, tuve la intención de tocarla mientras dormía pero me contuve y me fui a dormir un rato.

Despertamos como a las seis y nos vestimos para salir a la disco, estuvimos bailando y tomando varias horas y por fin como a las dos de la madrugada salimos de la disco, caminábamos por la playa cuando me detuve.

¿Cómo te sientes? – dije sentándome en la arena.

Un poco mareada, pero alegre.

Me voy a preparar un cigarro... ¿Quieres probarlo?

¿De que es?

Mmm... de una hierbita mágica... ¿Quieres?

Sin contestarme Maite se sentó a mi lado viendo como preparaba el churro, luego lo encendí y la di un largo golpe. Se lo pasé a mi hermana y enseguida le dio una fumada y contuvo el humo por algunos segundos.

No es la primera vez, ¿verdad?

¿Apoco crees que eres el único en el mundo?

Bueno, es que no pensé que...

¿Que yo la fumaba?... solo algunas veces. – rió discretamente.

Seguimos allí sentados disfrutando del churro hasta que se terminó, al final ya nos encontrábamos más relajados y desinhibidos. Me levanté y le tendí la mano, Maite se agarró con fuerza y se levantó, entonces la tomé por la cintura y seguimos caminando por la playa. Le comencé a decir que ella era muy bella, que si yo no fuera su hermano seguramente la haría mi novia, cosas como esas con las que ni una quinceañera caería, pero en el estado en que nos encontrábamos esas cosas entraban profundamente en el alma. Ella se reía pero no hacía el menor esfuerzo por separarse de mi abrazo o de recriminar mis palabras, ya estábamos en la entrada al muelle que nos conducía hasta los boongalos cuando me detuve y le dije si quería que hiciera otro churro. Me dijo que sí, lo preparé y recargados en el barandal mirando al mar nos fumamos el segundo cigarro.

Seguimos platicando un rato más allí, luego caminamos casi hasta la entrada de nuestro boongalo y nos detuvimos nuevamente, ella se recargó de nuevo en el Barandal mirando hacia el horizonte oscuro. Miré su delicada figura, la minifalda que traía mostraba perfectamente sus hermosas nalgas redonditas, su cabellera suelta se movía con la brisa que comenzaba a soplar hacia algunos minutos. Lentamente comencé a acercarme a ella y me coloqué detrás, puse mis manos en al barandal dejándola atrapada, pero ella no se movió. Incliné la cabeza para el lado contrario del que su cabello estaba y besé muy delicadamente su largo cuello.

Que tierno, hermanito... Dime algo ¿Te gusto como mujer?

¡Definitivamente!

¿Y crees que yo voy a hacerte caso? – su actitud era defensiva.

Me quedé completamente frío, pensé que iba por buen camino y ahora Maite me paraba completamente de golpe, me separé de ella lentamente y sintiéndome un miserable. Comencé a imaginar las consecuencias de haber intentando seducir a mi hermana y no pude por menos que sentir un escalofrío recorrer mi espina dorsal.

De pronto ella se comenzó a reír a carcajadas.

Desde que me propusiste el viaje, ya sabía tus intenciones. – dijo tratando de controlar la risa. - ¡Hermanito, desde siempre he sabido lo que sientes por mi!... Definitivamente los hombres son tontos... Tu nunca te has dado cuenta, pero en realidad tu me gustas... siempre me has gustado.

¿Pero...? – pregunté perplejo.

¿Pero...? – dijo levantando las cejas. – No necesitabas nada de esto para que yo pudiera hacerte caso, hermano... Pero es una buena oportunidad para comenzar.

Maite no dijo nada más simplemente se paró delante de mi mirándome a los ojos. Yo del estupor pasé a la euforia y enseguida la abracé, sus brazos también me rodearon y sin más posé mis labios sobre los suyos, en cuestión de segundos mi lengua penetró en su boca y ella me recibió enseguida. Acaricié su rubia cabellera y me separé unos segundos para mirarla detenidamente al rostro.

¡Eres muy bella Maite, te amo!

¡No digas más!

Ella continuó el besó que había interrumpido, su lengua jugueteó con la mía mientras que sus manos me sujetaban por las mejillas. Sentí como subía la excitación, mi pene se comenzaba a poner duro, ella lo notó y bajó su mano y lo palpó.

¡Esto se esta poniendo mucho mejor! – dijo.

Vamos adentro.

Entre besos y caricias caminamos hasta la puerta del boongalo, con mucha dificultad logré abrir la puerta y entramos tropezando y riendo. En medio de la sala tiré a Maite sobre la tupida alfombra blanca y seguimos besándonos. Quedé montado sobre su cuerpo y me levanté, ella estaba recostada en la alfombra con el cabello completamente revuelto y respiraba agitadamente. Desabotoné la blusa blanca sin mangas que traía y enseguida pude ver que sus mejillas se ponían coloradas.

A la vista quedaron sus senos pequeños, sus aureolas ligeramente morenitas y el pezón completamente erecto. Se los acaricié lentamente mirándola al rostro.

¡Que suaves y hermosos! – comenté.

Seguí acariciándolos unos minutos más y luego así encuclillado sobre su cuerpo me quité la camisa, sus manos acariciaron mi estómago y mi pecho. Con la mirada me decía todo, me tomó por los costados y con un ligero movimiento de sus manos me indicó que quería que me inclinara, la besé, esta vez el beso fue más largo y calmado, ella me acariciaba la espalda y el cabello. Yo enredaba mis dedos entre su cabellera.

Luego de algunos minutos me levanté y elevándola con mis manos llevé a Maite hasta mi habitación, la recosté en la cama y allí le quité la minifalda y las zapatillas, quedó únicamente con su tanga de color blanco. Su monte de venus se dibujaba perfectamente en la prenda, pasé mi mano por la suave tela y acaricié su vulva una y otra vez.

¡Ya estas mojada!

Desde ayer estoy que me quemo. – dijo sensualmente.

Jalé las bragas hasta sacárselas por los pies, su vagina quedó ante mi mirada, la tenía perfectamente arreglada, no en un triangulillo, más bien era un pequeño rectángulo de vellos, lo acaricié sintiendo en mis dedos los suaves vellos y pude sentir el calor de sus labios vaginales, ella abrió un poco el compás para que mi mano pudiera llegar un poco más abajo. Me coloqué a un lado y me bajé los pantalones, debajo de mis calzoncillos se apreciaba mi potente erección, los jalé lentamente hasta que me los quité, los zapatos ya hace rato que los había perdido quien sabe en donde.

Quedé de pie a un lado de la cama con la verga completamente erecta, Maite estiró su mano para tomar mi palo y lo acarició lentamente sin decir nada, se levantó un poco y enseguida lo metió en su boca, mamó lentamente, disfrutando de lo que hacía y haciéndome gozar lo que nunca antes había sentido con una mamada, casi estuve a punto de venirme.

¡No te contengas, damelos! – dijo mi hermana al ver que me estaba conteniendo.

Siguió mamando y ya no pude contenerme, solté una potente descarga de esperma en su boca, ella se comenzó a tragar todo sin dejar una sola gota perderse. Fue una venida como nunca antes la había tenido. Maite siguió mamándomela hasta que notó que ya estaba completamente limpia y comenzaba a perder la erección.

¡Que delicia!... ¡Nunca antes había experimentado algo tan intenso!

Es porque soy tu hermana.

Sí, creo que lo prohibido lo hace más sabroso.

La vi tendida ahí sobre la cama y quise devolverle el favor, me acomodé entre sus piernas y comencé a besar sus vellos púbicos, ella se relajó dejándome actuar y abriendo más el compás de sus piernas, por primera vez miraba su panocha desde tan cerca, su aroma era enloquecedor, la lengua salió en busca de los labios exteriores y los recorrió desde el inició hasta el final, poco a poco fue reconociendo el interior de la vulva regalándome sus deliciosas mieles. Ella comenzaba a girar las caderas con las chupadas que le estaba dando y alguno que otro gemido se dejaba ya escuchar. Centré mis caricias bucales sobre el botoncito que se erguía en la parte alta, ella me sujetó a estas alturas la cabeza con sus manos.

¡Sigue así hermanito! ¡lo estás haciendo perfectamente! ¡Mmmm!

Seguí mamándole la panocha sin descanso aunque ya me dolía un poco la lengua, pero esto en esos momentos era lo de menos, Maite comenzó a gemir cada vez más y comencé a usar toda mi boca para lamer, chupar y mamar su rajada. Mi hermana se comenzó entonces a venir entre gritos, gemidos y movimientos de caderas. Me movía yo junto con su cuerpo para no dejar en paz esa deliciosa vagina, me estaba bebiendo todos sus jugos y no la dejé sino hasta que ella comenzó a pedir paz.

Ya, ya no... – decía entre risas

Por fin la deje descansar, quedé sobre su cuerpo, con mi cara sobre su estómago, miraba su cara feliz y su respiración agitada subiendo y bajando. Tenía los pezones completamente erectos y estiré mis manos para jugar con ellos. Ella me sonrió cómplice mostrando su blanca dentadura.

¡Tienes razón, lo prohibido lo hace más intenso!

¡Te lo dije!... ¡Y todavía lo que nos falta!

Comencé a gatear hasta llegar a su altura, la besé sin dejar caer mi cuerpo sobre el de ella, sentía como mi pene, ya erecto nuevamente, rozaba su pierna que se encontraba flexionada. Las manos de mi hermana acariciaron mi espalda y bajó lentamente hasta mis nalgas, me las apretó y enterró levemente las uñas en mis glúteos. Me dejé caer entonces lentamente sobre su cuerpo, mi pene quedó aprisionado entre mi estómago y el suyo. Ella buscó la barra con sus manos y la guió hasta su vagina. Lentamente comencé la penetración, mi hermana apretaba sus músculos vaginales apretando fuertemente mi pene. La humedad en su interior lograba una penetración suave que lentamente avanzaba y por fin llegué hasta los más profundo de su ser. Me mantuve quieto sintiendo su calor, su humedad y la fuerza con que su vagina me estaba apretando.

¡Es lo más delicioso que he sentido con alguien!

Sí, lo siento hasta el fondo… ¡que grueso es!

Nunca me imagine estar así contigo.

¿Me crees si te digo lo mismo?

Nos besamos y mis caderas lentamente comenzaron a moverse, la barra de carne se retiraba lentamente de las profundidades de Maite, ella gimió levemente al sentir el movimiento y se abrazó con fuerza de mi cuello. Su lengua penetró profundamente dentro de mí boca. Con las manos acaricié sus nalgas sin dejar de moverme, los movimientos eran lentos y profundos; algunos chasquidos se comenzaron a escuchar a cada envestida que le daba y poco a poco la verga fue sacando los líquidos que manaban de su panocha, se regaron por el ano de mi hermana y bajaron hasta las sábanas mojándolas.

Maite comenzó a tener un nuevo orgasmo, me gimió al oído mientras que pedía que no me detuviera, me mesaba las orejas y metía la lengua dentro de mi oído. No me detuve hasta que ella terminó de venirse y cuando todo quedó en calma no me salí de su cuerpo. Mi hermana y yo giramos en la cama hasta que ella quedó ahora sobre mi cuerpo. Sus senos se pegaban a mi pecho, sus pezones estaban completamente rígidos y los restregaba contra mis propios pezones.

Mi hermana se levantó quedando aún penetrada pero montada sobre mi vientre. Comenzó a mover sus caderas lentamente llevando su propio ritmo, levanté las manos para amasar sus deliciosas tetas, pellizqué sus pezones y también comencé a mover mi cuerpo aún debajo del suyo, nuestros sexos se encontraban chocando constantemente haciendo que la penetración fuera completa, profunda y plenamente satisfactoria.

Realmente que mi hermana se sabía mover y más que yo cogérmela a ella, ella me estaba cogiendo a mí. Me sujeté de su cintura empujando con más fuerza mi vientre para entrar en su cuerpo completamente y conseguir mantener su ritmo. Muy pronto nuestros cuerpos se comenzaron a mover más rápidamente y los gemidos de mi hermana se multiplicaron, su respiración y la mía estaban ya completamente agitadas, el frenesí estaba en su pleno apogeo y entonces de pronto nuestros cuerpos se tensaron, mi leche explotó en lo más profundo de su ser y regó completamente su vagina, escurrió y mojó mis bolas y mi culo, mezclada con los propios jugos de mi hermana. Gemimos completamente satisfechos y terminamos completamente rendidos, abrazados, besándonos.

Los siguientes días nos la pasábamos en la playa durante el día y toda la noche juntos en la cama, haciendo el amor. Cuando regresamos a nuestra ciudad Maite y yo nos fuimos a vivir juntos después de unos meses, por supuesto sin que nadie supiera lo nuestro. Nuestros padres están planeando cambiar su lugar de residencia a algún lugar de Europa, pensamos aprovechar esta misma situación para nosotros cambiarnos también a algún lugar en provincia y vivir plenamente nuestro amor. Deseamos pronto ver la posibilidad de tener un hijo.

 

FIN

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