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Aventura en el expreso Madrid-Sevilla

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Aventura en el expreso Madrid Sevilla

Los que tengan menos de 40 años, no recordaran los trenes que circulaban por España durante los años de la Dictadura. Casi todos los españolitos viajaban en aquellos expresos o correos que circulaban de noche, y que paraban en casi todas la estaciones, por lo que llegar desde Madrid a cualquier ciudad de la costa de España, tardaban sus doce horas largas.

Un servidor viajaba con bastante frecuencia desde Madrid, (lugar de mi residencia), a Andalucía; y como la hacía por cuenta de la empresa, ya que era su Delegado de Ventas para la Zona Sur, lo más cómodo era el coche cama individual. Al llegar, me esperaba el vendedor de la Zona, y en su coche hacíamos la ruta prevista para esa semana.

Sucedió lo que voy a relatar, el 12 de Enero, seis días después de acabadas la Fiestas de Navidad del año 1966. Lo recuerdo perfectamente, porque ese mismo día un servidor cumplía sus 26 primaveras. ¡Bueno! En mis caso. 26 inviernos.

Ese viaje lo hacía un tanto malhumorado; mi novia Lourdes, me había puesto un ultimátum: o me quedaba en Madrid, o rompía nuestro noviazgo de casi tres años de relaciones. No soportaba un novio viajante. ¡Y un marido! Ni pensarlo. Eso de vernos sólo los fines de semana, y no todos, ya que algunos me quedaba en Cádiz o Almería el sábado y el domingo, para no tener que madrugar el lunes para volver. ¡Bueno! Eso es lo que le decía a Lourdes, pero la verdad, la verdad, es que había ligado con alguna andaluza, y me pasaba el "finde" con la "titi" de turno.

Estaba fumando un cigarrillo en la ventanilla del pasillo del tren coche cama, justamente en la de enfrente de mi departamento, cuando una señorita, me pidió permiso para pasar, ya se sabe la estrechez de aquellos pasillos, había que ponerse uno de perfil, para que pasara el otro.

-Me permite pasar, por favor.

-Cómo no señorita. Pero si le digo la verdad, le dejo de mala gana, ya que no me importaría, que no pasara y se quedara conmigo para charlar un rato.

No sé como me salió eso, porque llevaba un humor de perros. Quizás aquella mirada triste de ojos azules que vi en su rostro, me invitaron a realizar esa invitación. O porque la moza era un bellezón. Cuando la tuve a un metro escaso de mis ojos, comprobé la magnitud de su belleza. Rubia, de casi un metro setenta de estatura o algo más. En ese momento, por la proximidad de "la bella", o por la estrechez del sitio, no pude fijarme en sus caderas, culo y piernas, lugares donde se suele dirigir mi mirada casi siempre, y sin mucho disimulo, para que negarlo. Además a una mujer hermosa, le place que los hombres se extasíen en sus formas. Por eso, al no estar "esas curvas" al alcance de mis sagacidades en aquel momento, me fijé en su boca. ¡Dios mío, pero que boca!

Era de ensueño, de locura, para dormirse en sus labios y no despertar jamás. O para rezar mil rosarios, contando los misterios con los dientes blancos e inmaculados que de forma milimétrica, la configuraban. Y lo que más me impresionó, es que no los llevaba pintados; aquel rojo carmesí que se reflejaba en la tenue luz del vagón era el albor propio de su carne.

-¡Bueno! -Dijo "la hermosa". Pero no un ¡bueno! de compromiso, sino de ayuda, intuí en su mirada deseos de olvidar, de sentirse ausente, de no pensar. Y siguió diciendo:

-Estoy a punto de separarme de mi marido, ¡no le aguanto más! Es un machista asqueroso y celoso. Me voy a Sevilla, a casa de mis padres.

-¡Vaya, una casada! Dije para mis adentros. –Me temo que esta noche "no meto".

-¡Mujer! Le dije en un tono conciliador. Ya sabes que el hombre español es un poco moro; somos una especie de "Otelo". Además, una mujer como tú... ¡Disculpa! ¿Te puedo tutear?

-Sí... si... Por favor, tutéame.

-Gracias. -Decía, que no es de extrañar que tu marido tenga celos, es que a una mujer con tú...

¡Una mujer como yo...! ¿Qué? –También tú eres machista. –Me dijo algo contrariada.

¡No... no...por favor! Había metido "la patita" y no sabía como sacarla. –Quise exponer un hecho penoso pero real: la mentalidad del hombre español de hoy, por desgracia, somos así...

-¿Dices somos....? ¿También tu eres machista y celoso?

Otra vez la había "cagado". ¡Pero que burro soy! No doy una. Me dije a mi mismo.

-La verdad, la verdad, no lo sé. Ya que no sé lo que es el amor verdadero. –Mentí descaradamente, intentando salir del trace. -El día que ame a una mujer, te lo podré decir. Pero.. remarque bien ese pero... -Creo que los celos no tienen porque existir en los hombres seguros de si mismos. Además, soy de los convencidos, que la confianza mutua, es la mejor fórmula para que triunfe la relación en pareja.

Mis palabras surtieron el efecto deseado. Irene como así se llamaba "la bella" , puso cara de satisfacción ante mi declaración del hombre moderno.

-Me alegra escuchar esas palabras, Enrique. (Ya nos habíamos presentado) –Se advierte en ti un porte distinguido y de hombre de palabra.

-Gracias Irene, al menos lo intento.

-¿Y cómo es que no tienes novia? Me preguntó ella en un tono entre sarcástico y curioso.

-¡Pues...la verdad! Viajo mucho por España y Europa por motivos de trabajo, y no me planteo tener una novia que me espera todos los fines de semana. –Creo que sería un fracaso de noviazgo.

-¡Ya...ya...! O sea, que un ligue en cada puerto.

-¡Pues no. Irene! La mujer española lo que busca es la estabilidad matrimonial, y los "ligues" como tú dices, ¡Cómo no sea con mujeres malas....!

Quedamos unos segundos en silencio. En ese preciso instante el tren hacía parada en Alcazar de San Juan, nudo ferroviario hacia el Sur. Lo que aproveché para romperlo.

-¿Te apetecen unas tortas? Tienen fama las de aquí.

-Si. Si.. gracias.

Eran las 1:45 horas, y a pesar de la calefacción, en el pasillo hacía algo de frío ya. Llegó el momento de "entrar a matar".

-¿En que departamento del vagón estás? –Yo en este de aquí al lado.

-Ya quisiera viajar en coche cama como tú. Viajo en segunda clase, venía de los servicios, y me dirigía a mi vagón que es el contiguo a éste.

-¿Y porqué no pasas la noche conmigo? –Le dije casi en un soplo de voz. (El año 1966 en España, follar con una mujer casada y decente, no es que fuera difícil ¡Era un milagro! Por lo tanto, la hostia, el:"Tú quien te crees que soy yo". O el:"Te has confundido, majo" , lo esperaba de un momento a otro.

Pero no. Me miró con una sonrisa que potenciaba sus labios y dientes a dimensiones de belleza extraordinaria, y dijo con voz clara y segura.

-Y porqué no.

Permitan que relate en verso lo que pasó en aquel departamento de coches camas del expreso Madrid – Sevilla.

La "celestial" entró primero

en aquel vagón coche cama;

y mi corazón quedó prisionero

al contemplar aquella dama,

ese frío día del mes de Enero.

¡Que belleza, que portento...!

mi imaginación al retortero,

contemplando "ese monumento",

mis neuronas en un atolladero...

¡Qué momento...qué momento..!

Braga azul y rosa de finas blondas...

Piernas cual columnas de un templo...

Pecho de encajes que nada esconda.

¡Me sobrecoge lo que contemplo!

Entró en su "cálida y húmeda cueva",

jadeante mi "nardo encendido";

se apaga ante la luz de esa estrella.

Queda allí... temblando... dormido.

En las entrañas de dama tan bella.

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Manolita. Cap. 58-59-60

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