Capítulo 19
Sonó el teléfono de la habitación del Hotel. Le cogió Darío; yo estaba en el servicio limpiando los "restos del amor" que me había conferido.
La noche había sido apoteósica. Batió todos los record de penetración, ya que me la tuvo metida más de dos horas sin sacarla. ¡Milagros de la ciencia! No sé cuantos orgasmos tuve.
El "aparato" que le habían colocado era una obra de ingeniería. Su pene artificial fue una implantación de su misma carne, que partía de la pelvis y se prolongaba veinte centímetros fuera, y que terminaba en una especie de glande.
Le habían extendido la uretra, y el clítoris lo habían ubicado en la terminación. El cuerpo, era de un grosor considerable, pero acababa en un bálano más bien pequeño, ya que al situar allí el clítoris para que no perdiera sensibilidad; de haberle dado más grosor, hubiera ido en detrimento del placer; por lo que Darío podía obtener los mismos orgasmos que antes; espasmos de mujer, pero orgasmos al fin y al cabo.
¿Ventajas? Que al ser orgasmos clitoridianos, podía tener todos los que pudiera o quisiera sin sacarla.
¿Inconvenientes? Ninguno, salvo que no podía eyacular ni dejar embarazada a una mujer. Pero a su edad ¿Para qué?
--¿Haló...?
--Llamada de larga distancia, don Darío.
Creía que sólo yo sabía su dirección hotelera en Río de Janeiro, por lo tanto ¿Quién sería?
--Hola mamá, soy Marga. ¿Eres tú? Que voz más fuerte tienes.
--Hija, es que ya se ha culminado el proceso, y como te dije que no me llamaras hasta esta fecha, de ahí tu sorpresa.
--Jolín mamá! Qué voz más bonita te han dejado. ¿Y del resto... qué?
--Como quedamos en su día, ya puedes venir a ver mi transformación.
--¡Qué ganas tenía que llegara este momento, mamá!
--Hija.
--Dime mamá.
--Que te tienes que ir acostumbrando a llamarme papá, no mamá.
--¡Ay, si es verdad! Entonces, ¿Puedo ir ya a verte?
--Si cariño, sí. Pero vente mentalizada a ver a un hombre con barba y bigote, y bastante atractivo.
--Es que tú papá...
Adela, (ahora Darío) se estremeció al sentir de los labios de su hija, llamarme papá.
--...Si de mujer eras guapísima....
--Fíjate si soy guapo que ya he ligado y estamos haciendo planes de boda. Respondió Darío con sorna.
--¡Venga Papá! No seas guasón.
--Hija; que feliz me haces llamándome papá.
--Sabes que hace años soy fiel conocedora silenciosa de tu drama. Por eso me alegro que hayas alcanzado la felicidad que se te ha sido negada durante tantos años.
--Bueno, tampoco es así, porque tú, Raúl y Héctor (q.e.p.d.) me habéis colmado de felicidad en lo afectivo
--Ya lo sé. Durante esos años, fuiste una verdadera madre para nosotros, y una excelente y abnegada esposa para Héctor. Pero cuenta, cuenta: ¿qué es eso del ligue que te has echado?
--¡Sorpresa.., sorpresa..!
--¡Jolín! Que me tienes en ascuas, Papá.
Otra vez Darío se conmovió, al sentir en los labios de Margarita, llamarle así. Y le dijo con lágrimas en los ojos.
--Toma el primer avión para Río y descubrirás el gatuperio.
--Cómo quieras. Un beso y hasta muy pronto.
--¿Quién era cariño? –Le pregunté intrigada.
--Mi hija, Margarita, que viene a verme.
--¡Ah! ¿pero lo sabe..? ¿Sabe que te has cambiado el sexo? ¿Le has dicho lo nuestro?
--Le he dicho que me caso, pero no con quien.
--¿Cómo crees que lo tomará? Dije con temor de no ser aceptada como la novia del ahora su padre.
--Seguro que bien. Además le conté a Marga todo lo que pasó entre tú y yo aquella noche en el cuarto de invitados donde te alojamos.
--¡No me digas...! ¡Qué vergüenza cuando la vea! Pero cómo fuiste capaz. Exclamé al no poder entender esas intimidades entre madre e hija.
--Porque entre Marga y yo no existen secretos de esta naturaleza. Me respondió Darío con templanza.
--¿Qué dijo, al conocer tu drama?
--Al ver mis ojos llenos de felicidad, le pareció maravillosa aquella relación. Fíjate la unión tan estrecha que hay entre mi hija y yo, que te voy a contar algo ¡pero por Dios! que no se te escape delante de ella..
--No, no... descuida...¡Cuenta... Cuenta..!
--Sabedora de mi tragedia, y al poco tiempo de enterarse que no era su madre natural, se brindó a ser mi amante para dar rienda suelta a mi lesbianismo, ya que en La Isla era imposible encontrarlo.
--¿Y accediste?
--Una vez, para probar, pero me fue imposible, la sombra del incesto se apoderó de mí, y no pude consumar la relación lésbica. No era de mi sangre, pero para mí, era y es, la hija de mi alma.
--Eso te honra una vez más. Mujer u hombre, ese corazón no hay nada ni nadie que te lo puede volver de otra forma.
--Gracias cariño.
Me besó en los labios, y ahora si sentí el cosquilleo que concede el bigote y la barba de los señores.
Capítulo 20
Darío esperaba a Margarita en el Antônio Carlos Jobim International Airport de Río. Yo me quedó en la sala VIP en espera de acontecimientos.
--¡Qué preciosa venía! Pero ¡Oh Dios mío! Le acompañaba Raúl. ¡Vaya problema que se nos avecinaba!
Pensó Darío a toda velocidad. Si venía Raúl, señal inequívoca que no vendría a reprocharle su actitud, sería absurdo desplazarse desde La Isla hasta Río para hacerle reprimendas. Por lo que se tranquilizó un poco ante este razonamiento.
Marga miraba y remiraba para todos los lados, como buscando a un fantasma. Pero como le indicó su padre que llevaría para la ocasión un traje de chaqueta cruzada de color azul marino, corbata granate y camisa blanca; y que era el cincuentón más guapo que distinguiría en el aeropuerto, no tendría dudas en localizarle.
Y así fue. Al verle, alzó los brazos en señal de júbilo, y con ellos abiertos se dirigió a su madre (ahora padre); le estrechó en un abrazo que hizo que se le saltaran las lágrimas.
Raúl había quedado unos diez metros atrás, como esperando una señal de su hermana.
--¡Papá... Papá..! ¡Qué alegría, qué alegría!
Por entre los brazos amarrados al cuello de su hija, Darío vio aquella sonrisa franca de Raúl, lo cual le indicaba que su hermana le había puesto al corriente de su aventura, y que lo había aceptado de buen grado.
Se acercó, al ver que se había percatado de su actitud, le dio un beso. y sólo le dijo:
--¿Casi estás más guapo de hombre, Mamá?
Lo cual le reconfortó de tal manera que se sintió el hombre más feliz del mundo. Sus dos hijos, aunque no genéticos, admitían sin reproches su nuevo estado.
Pero ahora venía el verdadero drama. ¿Cómo se iba a tomar Raúl que yo, la Manolita de la que se enamoró locamente en La Isla, me iba a casar con su madre, (ahora padre)?
Aprovechó Darío que iban a retirar los equipajes para ponerme sobre aviso. Pero no hizo falta; desde las cristaleras de la sala observé toda la escena; y fui yo la que decidió desaparecer, y que les diera la excusa de que por asuntos muy urgentes tuve que abandonar Río, e ir a mi país.
--Hijos; dijo Darío adoptando una actitud circunspecta: mi futura esposa ayer mismo se ha tenido que desplazar a su país por motivos urgentes e inesperados. Me pidió que le disculpéis, y que muy pronto os conoceréis.
--¿Es muy guapa, verdad papá? Dijo Marga como desencantada por la noticia.
--¡Guapísima hija! Pero no tanto como tú.
--¡Qué pena no poder conocerle..!
--Pronto la conocerás hija... ¡Muy pronto!
Raúl callaba, pero asentía a todo lo que hablaban.
Llegaron al hotel después de varias horas. Lo planeó Darío para que yo tuviera tiempo de recoger mi equipaje y liquidar la cuenta, ya que nos alojábamos en dos habitaciones de la misma planta, por lo que a ser dos facturas independientes, nos favorecía, y que los chicos no sospecharan nada
Darío había reservado dos suites en la misma planta para sus hijos. Pero primero pasó por la suya; quería revisar como estaba después de la noche. Todo parecía estar normal
--Papá. Llamó Marga a Darío desde el baño.
--Dime hija.
--¿Todavía usas bragas?
--No hija. Por....
--Pues entonces tu novia se las ha dejado olvidadas en el baño.
Salía Margarita del baño con unas bragas rosas en las manos.
--Hija.. No te extrañes.. que soy un hombre con futura esposa...
--Ya lo sé Papá... Es broma.
Raúl estaba en su habitación. Lo que le daba pie a contarle a Margarita todo el proceso; con Raúl delante no se hubiera atrevido a entrar en todos los detalles. Pero sucedió algo que le preocupó, aunque por otra parte lo veía lógico.
Seguía mirando a Marga con los ojos de su antiguo sexo, como si todavía fuera su madre. Y con ella se sintió mujer, no hombre en ese momento; ya que compartían siempre todos los secretos como los comparten las mujeres. Y ahora no podía ser de otra manera.
Marga se dio cuenta inmediata de sus dudas, ya que era el instante donde todo iban a ser confidencias; y le dijo.
--Papá: cuéntame todo como si fueras mi mamá de antes. Te será más fácil. ¿A qué sí?
--Que maravillosa eres hija. Te confieso que sí, que como hombre me costaba describirte todos mis secretos...
--¡Ah! ¿Pero tienes secretillos ya?
--Alguno, alguno..
--Pues cuenta, cuenta...
--Pero tienes que prometerme que a tu hermano no le vas a contar nada.
--Te lo prometo.
--Te acuerdas de Manolita, ¿Verdad?
--Claro que me acuerdo. La que fue durante unos días en La Isla, novia de Raúl, ¿no?
--Y te acuerdas que te conté que tuvimos una relación lésbica.
--Sí .sí .. claro que me acuerdo.
--Pues mi futura esposa va a ser ella.
--¡Manolita va a ser la afortunada!¡No me digas....! ¡Qué sorpresa!
--Pero lo que me tiene en vilo, es la reacción de tu hermano cuando lo sepa.
--Creo que Raúl ya la ha olvidado...
--¿Tú crees? Se le notaba muy enamorado de Manolita.
--Seguro que le ha olvidado; además, desde hace unos días ha formalizado relaciones con una chica de La Isla.
--¡No me digas! ¿Con quién? Ahora el sorprendido fue Darío (aunque en este momento era Adela).
--Con la hija menor de los Ortega Salvatierra...
--¡Vaya.... ¡ Nada menos que con Piluca de los Ortega Salvatierra. Me alegro por tu hermano, es una chica de lo mejorcito de La Isla.
--Eso le digo yo.
Entro Raúl a la habitación, muy resoluto.
--Quiero hablar con vosotras.
--Tú dirás, Raúl. Dijo Darío temiendo algo desagradable.
--Quiero decir, que, voy a contraer matrimonio con Piluca, la hija menor de los Salvatierra. Y...
--Ya me lo ha comentado Margarita. Y no sabes lo que me alegro por ti, hijo.
--Y... sabes, que esa familia no podría aceptarte como mi padre, ya que mi padre ha fallecido, por lo tanto sólo te pido, que, no interfieras en mi futura vida.
--Te comprendo perfectamente Raúl. pero... ¿Qué le vas a decir a tus futuros suegros de la Adela que ellos conocen?
--No te preocupes por eso. Ya se me ocurrirá algo creíble; y si alguna vez necesitas saber de mi, siempre hazlo a través de mi hermana. ¿Te parece bien Marga? Dijo Raúl, mirando a su hermana.
--Me parece perfecto, hermano.
--Y a mí. Afirmó Darío.
--Raúl, si quieres no a respondas. ¿Qué es de Manolita? Pregunto Darío para calibrar que sentimientos todavía le quedaban sobre la mujer que amo en La Isla.
--Corramos un tupido velo en torno a "esa señora", Dijo Raúl con tono despetivo. Pero te deseo de corazón que seas muy feliz con ella.
Quedó Darío como el pedernal. ¡Cómo sabía Raúl que yo era su futura esposa! ¡Claro! ignoraba que había estado en Madrid, en "mi Casa", y que le habían informado que Manolita se encontraba en Brasil para casarse. ¿Con quién? La relación no podría ser otra: con su madre ahora padre. ¿Con quién otro podría ser?
Comprendió Darío, que para Raúl yo ya no significaba nada, lo cual se sintió muy aliviado. Y si le había pedido que no se entrometiera en su vida futura, tampoco Raúl se interpondría en la de Darío. Por lo que todo quedó perfectamente claro y despejado el futuro de los tres.
Me sentí muy contenta y satisfecha por un desenlace tan fácil. y que pensé que sería arduo y complicado.
Capítulo 21
Me había alojado en el Sheraton Río Hotel, a la espera de que Raúl se fuera, ya Margarita no representaba ningún inconveniente; al contrario, me alegraba que se quedara unos días, así podría darle un abrazo.
Después de lo que me contó Darío con respecto a su hija, mis simpatías hacia Margarita se acentuaron. Al día siguiente, Raúl, alegando que había dejado las cosas muy claras con su madre/padre y su hermana, nada ya le retenía en Río de Janeiro; y tomó el primer avión rumbo a La Isla.
Nos citamos a la hora del aperitivo en la cafetería del Sharaton. Al verme Marga, en su rostro observé un gesto de aprobación sobre el futuro de Darío y yo.
--¡Mi querida Manolita! Se abrazó a mí, y me besó en ambas mejillas. Estás más guapa aún si cabe que antes.
--Gracias Margarita. Pero la que está bella y radiante eres tú. Estás preciosa.
--Que vayas a ser mi mamá me complace mucho, ¿Sabes?
--Bueno, espero que tu padre no se eche para atrás y lo impida ¿Has visto como le han dejado?
--¡Jolín! Ya lo veo; más bonito que un San Luis. Ya le puedes atar corto, que seguro se las va a llevar de calle.
--Buenos niñas, dejaros ya de cuchicheos, y vamos a hacer planes. Dijo Darío poniendo un mohín de enfado.
--¡A ver si ahora nos vas a salir machista, papá!
Contarme la reacción de Raúl. Pregunté con incertidumbre. ¿Cómo se lo ha tomado?
--Mejor de lo que pensaba. Dijo Darío con complacencia. Me ha deseado suerte, y no ha quedado ninguna sombra de duda al respecto.
--¿Pero le has dicho quien es tu novia?
--No, no, eso no.
--¿Y por qué no?
--Porque no ha hecho falta.
--No te entiendo.
--Porque ya lo sabía.
--¿Cómo que lo sabía?
--No me lo ha dicho, pero repito que lo sabe; además se casa. Ya ha formalizado relaciones con la hija de uno de los terratenientes de La Isla.
Efectivamente, la boda de Raúl despejaba todas mis dudas. Por lo que dije:
--Le deseo toda la felicidad que yo quiero para mí, y a continuación añadí:
--Margarita. ¿Te gustaría venir a Madrid y pasar allí unos día con tu padre y conmigo?
--Miró a Darío esperando su aprobación.
--Por mi encantado. ¿Qué te parece niña?
--Me encantaría Papá, pero no puedo dejar los asuntos de la exportadora sólo para Raúl. A propósito: ¿dónde y cuándo va a ser la boda?
Darío miró a Manolita, para que fuera ella la que respondiera la pregunta.
--Bueno, es cuestión de informarnos bien de los trámites que cada país tiene para estos casos. Cómo la boda creemos que ha de ser necesariamente civil y en España, no creemos existian dificultades. Y menos ahora, que han cambiado las cosas.
--Me encantaría que la boda se celebrara en Madrid. Dijo Margarita en un abrir y cerrar de ojos.
--También a mi me gustaría. Dijo Darío.
--Pues decidido. En Madrid la boda. Dije muy convencida.
--Notificarme el evento con tiempo. No me lo pierdo por nada del mundo. Dijo Marga alborozada, y a la vez me preguntaba:
--Manolita.
--Dime Marga.
--Me vas a enseñar el ambiente de Madrid.
--¿Qué ambiente? ¿El intelectual, el artístico... o el otro?
--Tonta... todos me interesan, pero el que se visita de noche.
--No me digas que te va.... "ese ambiente".
--No tonta, es por curiosidad. ¡Cómo en la Isla no se ven esas cosas..!
--¿Pero tienes inquietudes del otro bando?
--No te entiendo.
Terció Darío.
--Hija puedes hablar claro a Manolita.
--Si te refieres a que tengo fantasías lésbicas, debo confesar que sí. Pero sólo fantasías ¡eh! No sé si el momento de la verdad...
--Eso tiene fácil solución. ¿No crees Manolita? Dijo Darío,
--¡Nooooo! No me digas que lo que estoy pensando es verdad.
--Vamos a ver niñas. Si Marga tuviera una experiencia lésbica, ¿con quién...? ¿No sería mejor que la tuviera contigo? Y así se evitarían los riesgos que conlleva realizarlo con una desconocida.
Marga se puso colorada como una amapola.
--Por favor Papá, que me sonrojas.
--Pero... ¿La tendrías o no con Manolita?
Me miró como si yo fuera la que tuviera que dilucidar la cuestión. Y la mirada sin duda era de conformidad.
--Si a Marga no le importa la diferencia de edad... Por mi, esta misma noche.
--Pero las dos solas. Yo no quiero ser testigo del acontecimiento. Apostilló Darío.
--¡Joder que fuerte! Follé con el padre, con la madre, con el hijo, y ahora con la hija. Para ganar el Guinness Record.