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Manolita: Cap. 61-62-63

en Grandes Relatos

Capítulo 61

 

Durante la ausencia de Lopetegui, tuve que aguantar carros y carretas las groserías de Ernesto, y lo peor: que José Antonio no sospechara nada, porque varias veces me preguntó que quien era ese fulano que andaba por el Hotel como si fuera el dueño.

Cuando regresó Lope esta misma tarde, y al ver en su rostro la cara del triunfo, suspiré aliviada. Ansiaba por escuchar sus noticias.

Como Ernesto estaba en el salón principal del hall, y desde allí podía observar todos mis movimientos, me dirigí a Lopetegui como si fuera un cliente recién llegado al Hotel. Y a la vez que le guiñaba un ojo, le dije.

--Don Fernando, (No le llamé como siempre porque no quería que Ernesto pudiera asociarle con la policía, ya que en el mundillo policial, es conocido por Lopetegui) no sabe cuanto me alegra verle de nuevo. Su esposa lleva aquí tres días a la espera que acabara su reunión en Sevilla.

Me salió Sevilla porque quise decir una ciudad lo más lejos de Barcelona; Ernesto no me quitaba ojo.

--Hola doña Manolita, los negocios que me tienen atado. ¿Mi esposa, dando guerra como siempre, verdad?

--¡Qué va! Pero si es un cielo de mujer.

--¿Ha llegado correspondencia? Me dijo a la vez que me guiñaba el ojo.

Capté la indirecta al vuelo.

--Sí, don Fernando, en mi despacho tengo tres cartas.

Respiré aliviada, sabía que Lope no me había fallado.

--Manolita, ya puedes ir dando puerta a ese hijo de ... y qué me perdone su hermano el Cardenal. Quieres que sea yo el que le mande a tomar por "ahí".

--Pero... ¿Estás seguro? ¿de la cinta ya no queda nada?

--Seguro Manolita, me conoces desde hace muchos años, y sabes de mi eficacia y seriedad. Es más, te puedes recrear y montarle un numerito, pero conviene que sea mañana. ¡Ah! y la copia de la cinta la destruyes, ya.

--Ahora mismo. Pero lo malo que tengo que pasar otra noche con él

--¡Será cabrón...! Dijo Lope. ¡Pero si le puedes "dar puerta" ahora mismo! Ni se te ocurra pasar otra noche con ese pedazo de...

--¡Sí es verdad! seré tonta. Esta noche le "canto las cuarenta".

--¿Cómo se lo vas a plantear?

Le conté la forma de hacerlo, y se mondaba de risa conforme se lo explicaba.

Esperé a la cena, después le machacaría. Y lo iba a hacer con toda la alegría del mundo. Le pedí a Lope y a Antoñita que se sentaran a escasos metros de nuestra mesa, y que me mirara con cara de deseo, para mosquearle.

--¿Quién ese tío que parece que te conoce muy bien, que no para de mirarte, y que le has prestado tanta atención? Me preguntó Ernesto con cara de poco amigos,

--Es con quien me voy a acostar esta noche, con él y con su esposa, vamos a hacer un trío?

--¡Cómoooo! Puso los ojos como platos. ¡Ni se te ocurra!

--Eso díselo a él. Es el Comisario Jefe de la Policía de Sevilla. Y vienen expresamente a follar conmigo.

--Te la estás jugando Manuela. Conmigo no se vacila.

--¡Ah no! Pues atiende bien, si mañana antes de las doce del mediodía, no has pagado la cuenta y todas las copas que te has tomado, y sales echando leches de mi Hotel, te denuncio a la policía local, por estafador.

Que cara no pondría Ernesto, que se quedó lívido, más blanco que la leche. Y más cuando Lope desde su mesa me hacía un gesto cariñoso.

--Te juro por Dios, que esta me la vas a pagar.

--Escucha, mala bestia; lo he meditado muy bien.   ¡Sí, lo sé! me vas a hacer mucho daño, ¡Muchísimo!

Exageré la nota.

Pero también vas a hundir a tu hermano su Reverendísima Excelencia el Cardenal Sergio de la Flor.   A mi Partido poco daño le puedes hacer, porque iré al programa de Agapito del Pino, Caldo Amarillo, y juraré por todos mis difuntos, que el PPP estaba totalmente ajeno a mis andanzas con tu hermano cuando era un simple sacerdote.

La cara que puso Ernesto era de rabia infinita.

En ese momento pasaba unos de mis guardias de seguridad. Al llegar a mi altura, dije alto y claro.

--¿Te encuentras mal Ernesto, pareces que tienes mala cara?

Sólo le escuché decir muy bajito.

--Puta, más que puta. Te vas a acordar del día que me conociste.

Y se levantó como alma que lleva el Diablo rumbo a la entrada principal del hotel; me figuro que a su habitación.

Aproveché la espantada de Ernesto para invitar a Lope y Antoñita a mi mesa.

Me dijo Antonia.

--¡Jolín Manolita! ¿Qué le has hecho a ese tío que ha salido "cagando leches" de tu vera? Porque está que cruje de bueno.

--Nada Antoñita, un antiguo noviete que le he dado calabazas.

--Cómo se parece a ese cura catalán.

--Cardenal Antoñita, Cardenal. Le rectificó su marido.

--Para mí, todos los que llevan faldas son curas.

A las ocho de la mañana, pregunté en recepción por don Ernesto de la Flor.

--Ese caballero ha pagado la cuenta, hace como media hora, y se ha marchado.

--Déjeme ver la factura, señorita.

La misma ascendía a cincuenta y seis mil pesetas.

--¡Qué se joda! pensé para mí.

--Lo que me ha extrañado mucho doña Manolita, es que su ficha estaba sin rellenar, y su DNI no estaba en recepción.

--¿Cómo lo habéis resuelto?

--En el momento de su marcha hemos cumplimentado la ficha.

--Tengan cuidado para lo sucesivo, y que no se vuelva a repetir.

--Descuide doña Manolita. No se volverá a repetir.

Pasaron veinticinco días

Recibí una llamada de la Emisora de RTV. La Cadena Desencadenada. Me hallaba en mi despacho del Consistorio.

--Diga. Manolita al habla.

--Le llamamos de la Emisora La Cadena Desencadenada,  del programa Caldo Amarillo que dirige Agapito del Pino. Se pone don Agapito.

--Doña Manolita. Lo primero aunque tarde, felicitarle por sus triunfos electorales, es usted la alcaldesa más votada de España en cifras relativas, ¡Naturalmente!

--Muchas gracias. ¿Qué es lo que me quiere comunicar? Me figuro que nada bueno viniendo de su programa.

--La verdad que no, Manolita. El hermano del Cardenal Sergio de la Flor, quiere contar una historia fantástica suya acaecida hace años, y añade que va a hacer que tiemblen los cimientos de su Ayuntamiento y los de su partido.

--¿Sabe usted de que se trata, señor del Pino?

--No ha soltado prenda, dice que es una cinta de cassette, que contiene una conversación que le implica a usted de forma muy directa.

--¿Pero, no ha verificado la autenticidad de la cassette?

--Dice que no, que la cinta la tiene a buen recaudo, y que sólo se auditará el día que se emita el programa? No se fía de nadie, por lo visto piensan que se la pueden birlar.

--¿Qué?

--Limpiar, robar...

--Pero... ¿Y si resulta que es un montaje?

--Dice que si se demuestra que es un montaje, se someta a las leyes contra el honor de las personas.

Lo que si le digo, que está muy seguro de lo que asevera; ya que le ofrecido una cantidad muy importante de dinero si me deja antes escucharla, y se niega: dice que esto no lo hace por dinero.

--¿Cuándo es la entrevista?

--Para el lunes próximo. O sea, hoy es jueves, dentro de cuatro días.

--¿Dónde va a ser, en los estudios de Madrid o en los de Barcelona?

--En los de Madrid.

--¡Ay que bien! De paso veo a unos amigos.

--¿Le espero? Manolita.

--Venga sobre las ocho de la tarde, por el maquillaje, ¿sabe? A las diez, después de las noticias entramos en antena.

--No faltaré.

Sábado por la mañana

 

Lopetegui me llama desde Gandía.

--Manolita.

--Dime cielo.

--Que "el pajarraco" ha retirado la cinta hoy mismo de la caja del banco. Ve tranquila, sin nervios, y estate segura, que sólo contiene canciones militares y el himno de la Legión. ¿Quieres que me desplace a Madrid?

--Te lo agradecería en el alma, ¡A tu lado me siento tan segura...!

--Lope.

--Dime.

--Si vienes el Domingo, podemos "echar un buen polvo".

--¡Venga Manolita! ¿A estas alturas me vienes con esas?

--No tonto, tú con la tía más hermosa que has podido imaginar, y yo con su novio.

--¡Oye... oye...! Eso suena muy bien.  ¿Seguro que "me la calzo"?

--"Me corto una mano" si no te la cepillas. Busca una excusa que dar a la Antonia.

--No problemas, salgo mañana por la mañana para Madrid. ¿Dónde nos vemos?

--En los apartamentos de la Plaza de España.

--Chao.

--Chaito.

Capítulo 62

 

Mismo Sábado

Inmediatamente después de hablar con Lope, y la propuesta que le hice de que mañana Domingo nos encontraríamos en Madrid para afrontar el reto de Ernesto en el programa Caldo Amarillo; pero que antes pasaría la noche con un bombón, llamé a Sonia; pues era ella el regalo que le iba a hacer como premio a sus grandes servicios prestados a mis causas.

Le llamé a su apartamento, con la esperanza de que estuviera.

¡Menos mal, si estaba!

--Sonia. Hola cielo, soy Manolita

--¡Qué sorpresa, cariño! ¿Dónde estás?

--En mi casa de Los Alcores. Necesito que me hagas un gran favor.

--Manolita, sabes que lo que me pidas.

--Quiero hacer un regalo a un gran amigo.

--¿Y qué tengo yo que ver con eso?

--Mucho, el regalo eres tú. La hembra más hermosa de Madrid.

--¿Qué tengo que hacer?

--"Echar tal polvo" que el que lo reciba, no se le olvide en su vida?

--Ya sabes que lo mío es eso ¿Qué tal está el galán?

--Un cincuentón de muy buen ver. Tranquila que "el macho" merece la pena que te la meta.

--¿Cuándo va a ser "la boda"?

--Mañana por la tarde.

--¡Ufffff! Menos mal, porque estoy a punto de empezar con el periodo.

--¿Está contigo Oscar?

--¡Qué va! Si hemos terminado.

--Valiente Gilipollas.

--Manolita.

--Dime corazón.

--¿Las dos solas no podemos estar? Me muero por hacer el amor contigo.

--Tú deja contento a Fernando, y...

--¿Se llama Fernando "el novio" que me has buscado?

-- Sí, te decía, que dejes contento a Fernando; y que ahora que has terminado con el cretino de Oscar, tengo para ti unos proyectos que te van a encandilar.

--¿Qué tipo de proyectos? ¡Anda! adelántame algo.

--Mañana donde ya sabes, en los apartamentos de la Plaza de España te esperamos.

--¿A qué hora?

--Sobre las dos de la tarde; y comeremos juntos.

--Un beso, mi princesa.

--Otro para ti, mi reina.

Al día siguiente. Domingo

A la 13:45 llegué a los Apartamentos de la Plaza de España, ya saben, donde suelo parar en mis viajes a Madrid. Sonia me estaba esperando en admisión charlando con un recepcionista más o menos de su edad.

--Hija, no pierdes la oportunidad, cuando ves un mozo guapo, se te erizan los cabellos.

--Y sobre todo los del chichi. Me dijo muy bajito para que no le oyera el recepcionista.

--Doña Manolita: muy cortés y con una sonrisa de oreja a oreja, (porque son mil pesetillas las que le doy de propina), un placer verle por aquí de nuevo; ya sabe, para lo que guste mandar. Me dijo Paco el conserje.

--Gracias Paco. ¡Ah! Preguntará por mí don Fernando Lopetegui, que suba sin demora.

--Descuide doña Manolita, como usted disponga.

--¡Qué! ¿Tratando le ligar al mozo de la conserjería? Le dije subiendo en el ascensor a Sonia.

--¡Qué va! Haciendo tiempo hasta que vinieras.

A los veinte minutos llamaba a la puerta, era Lopetegui.

--Abre tú Sonia. Le dije desde el servicio.

Al ver Lopetegui a Sonia.

--Disculpe señorita, pero creo que me equivocado de apartamento.

--¿Eres Fernando, verdad?

--Sí. sí.

--Pasa, pasa, que no te has equivocado.

Quedó Fernando pasmado, no se podía ni imaginar que mi regalo pudiera ser de tanta belleza.

Al momento salí del baño, envuelta en una toalla rosa desde el pecho hasta las rodillas.

--Estás en tu casa, creo que por ahí habrá algo de beber, sírvete lo que te apetezca. ¡Bueno! casi no hace falta que os presente. Sonia, este es Fernando, ¿qué te parece?

--Mejor de lo que me figuraba; un cincuentón que seguro va a hacer "encaje de bolillos" con mi cuerpo.

--Lo que te voy a hacer es "encajar bien mi bolillo"  donde tu sabes. ¡Cordera!

--La dos nos reímos de la salida de Lope.

--Bueno niños, a comer. Que tengo reservada mesa para tres en Jockey.

--¿No había otro hombre en discordia, Manolita? me hablaste de un novio de Sonia, creo recordar.

--Un imbécil que ha dejado plantada a esta muñeca. Dije a la vez que acariciaba la cara de Sonia.

--¿Entonces no va haber cama redonda cómo tenía entendido?

--No, mira, os quedáis los dos en el apartamento, que no os va a faltar de nada; os comportáis como dos tortolitos, y allá sobre la diez vuelvo por aquí. Voy aprovechar la tarde para hacer compras en unos grandes almacenes de la Gran Vía.

--No gastes mucho Manolita. Me dijo Fernando.

--Lo que tienes tú que hacer "es gastar" todo con Sonia.

--¡Pero que guasona eres, joía!

Salimos del restaurante y tomamos un taxi; me dejaron en la Plaza de Callao, y ellos siguieron más abajo, para la Plaza de España.

En este punto de mi narración, he dudado si contar lo que hice visitando tiendas  por el Centro de Madrid, o la "follada" de Sonia y Fernando. He llegado a la conclusión, que tres narices les importa mis compras a los lectores.

Según me contó Fernando al día siguiente de su tarde de amor; (porque como saben yo no participé en la fiesta) dijo que fue apoteósica.

Fíjense ustedes la grandeza de la amistad. Puedo asegurar que está muy por encima del amor y de todas las pasiones. Me he follado en mi vida a mujeres y hombres muy hermosos; he querido con locura y me he entregado con pasión arrebatadora a Raúl, Adela y Margarita. He disfrutado con Sergio y José Antonio de polvos sublimes...

...Y sin embargo, al hombre que de verdad más aprecio en este mundo, el que me ha demostrado que su amor está por encima de las pasiones, es mi gran amigo Fernando Lopetegui.

Su imagen está tan inmaculada en mi corazón, que creo que el acostarme con él rompería el cristal que evita se mancille nuestra amistad.  

¡¡¡Qué ideal es mi devoción por Lope!!!

Pero dejemos los sentimentalismos aparte, y escuchemos las palabras de Lopetegui, contándonos lo acontecido con Sonia. Cuando me lo refería, igual que se lo va a contar ahora a ustedes, me orinaba de la risa.

Como ya les ha contado Manolita, fui el policía que "custodió" la Casa de Citas que regía en Madrid allá por los años sesenta en plena Dictadura. "Casa" que visitaban con asiduidad las más relevantes personalidades de aquel Régimen; y que un servidor era el encargado de que todo transcurriera con normalidad.

Esa actividad, digamos que me daba derecho a "probar la mercancía". por lo que "caté" prácticamente todas las niñas que por allí pasaron en aquellos años.

Pero resulta, que la mujer de hoy es muy distinta a la de ayer. Los roles de macho y hembra estaban antes tan definidos, que una mujer por muy puta que fuera, andarle en el culo a un tío, era algo impensable. Salvo excepciones.

Sin embargo, la mujer actual, sabe muy bien, que el ano del hombre es una zona erógena llena de ricos matices sexuales, y como explorarlos.

Fumando un cigarrillo en la cama, le conté a Sonia la aventurilla que nos corrimos Enrique Puig Domenech y yo en Barcelona, y como Silvia me anduvo con su dedo en mi ojete.

--¡Ah! ¿Pero te gusta que te anden por "el bujerito" ?

--Si hace años, una tía me anda "por ahí". le hostio, dije con ironía.

--Dime la verdad Fernando. ¿A qué te gustó?

--¡Joder que sí! Pero si se entera algún amigo que me gusta, me va a tratar de maricón.

--¡Pero que tontos sois los hombres de antes! Mira Fernando, me consta que eres muy macho, pero hoy vas a ser una puta.

--¡Pero que coño dices....! ¿Estás loca?

--Vas a probar algo distinto, algo que en tu vida podías ni imaginarte: gozar como una mujer, porque las mujeres gozamos en la cama infinitamente más que vosotros. Tú, déjame hacer.

Y le dejé hacer.

Me pintó los labios, me dio colorete en la cara, y me puso las braguitas malvas que acababa de quitarse.          ¡Mira! sentir el calorcito y lo mojadito de su entrepierna en la mía, ya me puso "a mil". Además, que me quedaban muy monas en mi culete respingón.

Sacó de su bolso cinco mil pesetas y dijo.

--Toma.

--¿Y esto que coño es? Pregunté asombrado.

--El pago de tus servicios, yo siempre pago a las putas con quien me acuesto, no como tú, pedazo de cabrón, que te las follabas por la cara.

Quedé abducido ante actitud tan insólita, pero ver aquel pedazo de mujer como me estaba manejando y sometiendo a su voluntad, me entró como una especie de abandono a mis instintos de macho, y seguí haciéndome dejar.

Me situó boca abajo, y posó sus hermosos pechos sobre mis glúteos, diciendo a continuación.

--Pero que buenas estás, pedazo de zorra, tienes un culo precioso, te lo voy a follar hasta que revientes de placer.

No sabía que hacer ni decir, sólo me acuerdo que cerré los ojos.

--Aupa el culo, cacho puta, que te la voy a meter.

Aquello me estaba empezando a gustar, así que aupé el culo tal como me pedía. No podía ver nada por la posición que me encontraba, pero si sentí sus dos manos como bajaban hasta los tobillos la braga que me había colocado. Notaba como me abría la raja del culo, y en la embocadura percibía algo caliente y espeso que se deslizaba por todo su contorno.

El placer que sentía empezó suave, pero llegó un momento que no podía resistirlo. Notaba mis testículos cómo si se quisieran salir del escroto, y el pene me hacía daño debido a los reflejos nerviosos de la zona que tendían a liberarse por allí. Y Sonia que no paraba de lamerle el ano.

--¿Te gusta que te coma el coñito? ¿Eh? Cacho zorra.

Había perdido el control de mi mismo, estaba totalmente abandonado a sus caprichos.

--¡Me encanta cariño, que me lo comas! Pero para un poquito que soy multiorgásmica y me vas a matar de gusto.

 Ya no sabía lo que decía.

--Pues ahora verás.

Noté al principio algo duro, y supe inmediatamente que eso no era lengua. Cuando con mi mano derecha desde la posición que estaba, intenté identificar que era aquello que entraba por mis entrañas, fue tarde, estaba metido hasta unas bolas gelatinosas que semejaban un los testículos.

--¡Mueve el culo, guarra!

Y la guarra de Lopetegui, moviendo el culo con aquella polla de latex bien metida por el ojo del idem.

No lo puedo explicar, dicen que si se roza la próstata, el hombre puede llegar a eyacular sin tocársela.          Juro, que se me escapó un chorro de semen sintiendo un placer inmenso por el paso de la uretra.

--¿Te ha gustado el polvo. Fernando?

No supe que decir, al recobrar mi conciencia de macho, no tenía las cosas muy claras, y sentía algo de pudor.

Se dio cuenta Sonia, sólo me dijo:

 

¡A ver si de una puñetera vez, derribamos el mito del machismo!

 

Capítulo 63

 

Como digo en el capítulo anterior, sobre las diez de la noche llegué al apartamento. Sonia y Fernando ya habían acabado "la función" y me esperaban en la cafetería anexa al mismo.

Sonia dijo que se iba de copas por Chueca, sobre todo al club Fulanita de Tal , lugar donde nos conocimos, como creo recordarán. Alegó que después de "la follada" con Lopetegui, le apetecía tomar unas copas.

Me venía muy bien que se fuera, ya que tenía que preparar con Lope la estrategia para mañana lunes en el programa El Caldo Amarillo con el cabrón de Ernesto.

Tomamos un piscolabis, y me dijo.

--Puedes ir tranquila y relajada, ten la absoluta seguridad de que todo lo que te comprometía está borrado.

--¿Qué pasará cuando se de cuenta de que no es la cinta?

--No, no. La cinta es la misma; es más, tenía una marca en la cara "A" que la identificaba, marca que seguramente haría él ¡digo yo! Y sigue tal cual.  

La jugada ha sido maestra. Fíjate si está seguro de su cinta, que no ha consentido que Agapito del Pino la audite antes del programa.

--Pues valiente estúpido, tenía que haberse asegurado.

--Pero si es que no puede ni sospechar que ha sido manipulada: un banco serio, la caja de seguridad con cero aperturas, ¡Quién coño va a maniobrar una caja de seguridad para robar una cinta que vale cien pesetas!          Está tan seguro de su triunfo, que la caída va a ser mortal. ¡Ah! y al final del programa le espera la INTERPOL

--¿Para qué?

--Para que responda por diversos delitos cometidos en Francia e Italia.

--O sea, que irá a la cárcel.

--Lo que te aseguro, que va a desaparecer de tu vida, para siempre.

--¡Qué alivio!

--Y ahora atiende muy bien. En tu anterior entrevista que te hizo Agapito del Pino, dejaste muy claro lo que fue de tu vida pasada.  Ernesto, cree que va a demostrar que el "Cardenal bonito..." ¿Sabes que a Sergio ya le empiezan a llamar así por los círculos eclesiásticos?

--Le va... le va el apodo. Dije convencida, porque guapo, es a rabiar.

--Sigo: Ernesto cree que va a demostrar que un sacerdote, hoy cardenal, se acostó contigo repetidas veces, cosa que ya no podrá hacer. Todos suponemos que los curas, (o algunos) follan, pero nadie lo ha demostrado. Las democracias tienen estas servidumbres, que se puede atacar a las personas impunemente. Esta situación con el Caudillo, imposible de haberse producido.

--¿Qué me aconsejas que haga?

--Si te ataca por tu vida anterior, te ríes, dices que toda España lo sabe. Si te pregunta del Pino que si te acostaste con Sergio mientras era el Párroco de Los Alcores, lo niegas rotundamente, saca tu vena irónica y responde:

"habré sido la puta más famosa de España, pero tengo mucho respeto a la Iglesia, la prueba es que hice grandes donaciones a la misma. Jamás me acostaría con un miembro de Ella".

 

--Me parece muy bien. ¿Y si me preguntan si me he acostado con Ernesto, que respondo?

--Dices que sí, que le conociste en la Estación de Chamartín, que te le ligaste; que te llevó a comer a Jockey,  y que dormiste en el Hotel Emperatriz.  Eso es innegable y lo pueden demostrar.

--¿Y si le da por decir, que fue cómplice de un chantaje hacia mí?

--No lo va a decir porque no lo puede demostrar. El Obispo aquel falleció; su hermano es Cardenal; y no existió tal chantaje porque tú sigues siendo multimillonaria.

--¡Qué grande eres Lope! ¡Qué haría yo sin ti..!     --Otra cosa Lope: no creo que me lo pregunten, pero ya sabes que el morbo es el motivo de ese programa, si Ernesto dice que es mentira, que nunca se acostó conmigo ¿Cómo le desmonto?

--Sal por peteneras, o di lo primero que se te ocurra, pero algo intrascendental.

--Manolita: todo se sabe de ti, y todo se puede probar, todo menos que te has acostado con el que es hoy un Cardenal.

--Eres un sol Lope, ¡hala! vamos a dormir.

--¡Juntos...!

--Puedo dormir contigo tan segura, que será un placer hacerlo con mi mejor amigo.

Obvio decir, que dormimos con la satisfacción de un deber cumplido, sólo hubo un beso en las mejillas, y un buenas noches.

 

Lunes siguiente. 22 horas.

 

El plató estaba abarrotado de invitados; la expectación la había creado su presentador Agapito del Pino; se mascaba en el ambiente el morbo que había despertado.

Lopetegui había conseguido una invitación, lo que me dio más seguridad, verle allí me trasmitía confianza.

Salió el señor del Pino al plató con su habitual chaqué blanco impecable anunciando el evento.

¡Señoras y señores! Lunes de lujo para nuestros invitados y telespectadores. Esta noche se dilucidará la incógnita que mantiene al País en vilo.

Por un lado, Doña Manuela, más conocida por Manolita; la meretriz más popular de España con la Dictadura, y hoy la alcaldesa más votada en términos relativos, en Democracia.

Por otro lado; don Ernesto de la Flor Campillo, hermano gemelo de Su Eminencia Reverendísima el Cardenal Sergio de la Flor Campillo.

Don Ernesto, dice poseer una prueba que demostrará la connivencia sexual entre doña Manolita y Su Eminencia. De ser cierto queridos espectadores, asistiríamos a un hecho insólito, la demostración de que los sacerdotes son hombres también sometidos a la tentación de la carne. Y que daría razón a los que pretenden abolir el celibato sacerdotal.

Pero antes de demostrar a toda España la prueba que manifiesta según don Ernesto, la componenda entre su hermano y la dama presente, voy a formular unas preguntas a ambos. Empezaremos por doña Manolita:

 

Del Pino

Manolita: ¿Conoce usted a Su Eminencia el Cardenal, Sergio de la Flor Campillo?

Manolita

Sí señor, bastante, durante un tiempo fue  Párroco del Municipio que tengo el honor de ser hoy su alcaldesa. Es más, fue mi confesor y guía espiritual.

Del Pino

¿Nos contaría brevemente que pecadillos se confesaba, doña Manolita?

Manolita

Hombre señor del Pino, podemos hacer un intercambio de confidencias. Usted me cuenta que hace con su novio los fines de semana, porque toda España sabe que es Gay, y yo le cuento mis secretos de confesión.

(Las risas y los aplausos atronaron en el estudio)

Del Pino quedó visiblemente perplejo. No se esperaba esta respuesta.

Del Pino. (Carraspeando)

Bien, sigamos ¿Es cierto que mantuvo usted relaciones sexuales con el sacerdote ayer, Sergio?

Manolita

Puede estar tan seguro que no, al igual que también yo estoy segura, que usted no mantiene relaciones sexuales con el Prior del Convento de los Paúles, ubicado próximo a esta emisora, y que todos sabemos de su mecenazgo.

(Más risas y aplausos) A del Pino parecía que le "patinaba el embrague".

Del Pino (Con cara de contrariedad)

Tenemos documentos que demuestran que usted y don Ernesto aquí presente, se conocían y que compartieron mesa y cama en un hotel y restaurante de Madrid. ¿Es cierto?

Manolita

Si señor, rigurosamente cierto.

De repente se levantó Ernesto como un resorte, diciendo:

--Yo con esta... señora,  jamás me he acostado. Es cierto que cominos juntos, pero mentira que nos acostamos.

Del Pino

El señor de la Flor, niega su aseveración, ¿Cómo podría demostrar que lo que usted dice es cierto?

Manolita

Muy fácil, que se baje los pantalones y los calzoncillos, y que enseñe "su herramienta" al público, verán como es descomunal, no creo que haya en España dos como la suya.

Aquí ya fue el delirio... Todo el público gritando..

¡Qué se la saque..! ¡Qué se la saque..! ¡Qué se la saque..!

No pudo aguantar más Ernesto, y  extrayendo una cinta de audio de unos de los bolsillos de la chaqueta...

¡Aquí está la prueba de lo que afirmo!

Ahora sabrá ésta p.... lo que es la verdad. ¡Se acabó la farsa!

Le trajeron un reproductor de cintas, y la introdujo en el departamento correspondiente.

Su eminencia el Cardenal desde su residencia presenciaba el programa; se llevaba las manos a la cabeza, en claro signo de desesperación.

En Los Alcores, todos los vecinos aguantaban la respiración ante lo que jamás hubieran sospechado.

Los empleados del Hotel, casi rezaban. No daban crédito a lo que oían.

En el plató se hizo un silencio que se podía cortar.

Lopetegui reía, pero con las manos ocultando la boca.

Con cara triunfal, Ernesto de la Flor Campillo accionó el Play del aparato... y se oyó...

 

Tachín... tachán... tachín... tachán...

Nadie en el Tercio sabía

quien era aquel legionario

tan audaz y temerario

que a la Legión se alistó.

Tachín, tachín, tachón,,,

            Nadie sabía su historia,

más la Legión suponía

que un gran dolor le mordía

como un lobo, el corazón.

Tachín,.. tachín...tachón..

         Más si alguno quien era le preguntaba

con dolor y rudeza le contestaba:

            Soy un hombre a quien la suerte

hirió con zarpa de fiera;

soy un novio de la muerte

que va a unirse en lazo fuerte

con tal leal compañera.

Tachin...tachán...tachín...tachón...

Se le puso la cara a Ernesto blanca como la leche al oír el himno de la Legión. A toda prisa sacó la cinta y le dio la vuelta con tanto temblor de mano, que no atinaba a introducirla en su sitio.

Volvió a dar al play.

Otro silencio sepulcral se hizo en el estudio.

S.E. el Cardenal seguía con las manos en el pecho y con un crucifijo entre los dedos.

Los Alcores temblaban.

Del Pino ponía cara de estupefacción.

Y de ese aparato sonó:

 

 

Tachin...tachán...tachín..tachán...

Cara al sol con la camisa nueva

que tú bordaste en rojo ayer,

me hallará la muerte si me lleva

y no te vuelvo a ver.

            Formaré junto a mis compañeros

que hacen guardia sobre los luceros,

impasible el ademán,

y están presentes en nuestro afán.

            Si te dicen que caí,

me fui al puesto que tengo allí.

            Volverán banderas victoriosas

al paso alegre de la paz

y traerán prendidas cinco rosas:

las flechas de mi haz.

            Volverá a reír la primavera,

que por cielo, tierra y mar se espera.

            Arriba escuadras a vencer

que en España empieza a amanecer

Tachín...tachán...tachín...tachán...

Como un loco Ernesto gritaba fuera de control

¡Sabotaje... Sabotaje... Sabotaje..!

¡Puta... más que puta... tú has sido...Puta! Tú tienes la culpa... ¡Zorra... zorra... zorra..!

Del Pino tuvo que llamar a Seguridad, El público de pie gritando:

¡Estafador... engañabobos... Timador...! ¡Fuera... fuera... fuera..!

¡Facista... facha... Carca...! Fuera... Fuera..!

Los guardias de seguridad sacaron del plató a Ernesto casi a rastras, pero no paraba de gritar.

¡Puta... Zorra... Zorra..!

Dos agentes de la INTERPOL le esperaban fuera de las instalaciones, le esposaron y se lo llevaron detenido no sin antes leerle sus derechos.

Salimos de la Emisora sobre las doce de la noche.          Lope y yo nos fuimos a tomar unas copas a Chueca, le dije:

--Vamos al club Fulanita de tal, que seguro estará Sonia.

Y allí estaba, bailando con una morenaza y dándose besitos.

--¡Pero leche! ¿A Sonia le van las tías? Dijo sorprendido Lope.

--Como a ti que te metan el dedo por el culo. Le respondí con guasa.

--¡Manolita...Manolita..! ¡No me jodas... no me jodas!

Tomamos unas copas para celebrar el triunfo, y sobre las tres de la madrugada, nos fuimos a dormir.

Miércoles de esa misma semana

 

Me encontraba en mi despacho del Ayuntamiento.

--Doña Manolita. Una llamada de Barcelona, dicen que de la Sede Cardenalicia.

--Pasa, pásamela Rebeca.

--Dígame.

--Manolita, ¿sabes quien soy?

--¡Cómo no, Eminencia! su voz es inconfundible.

--Te doy las gracias por desmontar la farsa de mi hermano. ¡Qué locura es esa de que tú y yo hemos tenido contacto carnal!

--Ya ve Eminencia, las malas lenguas. Ni de un hermano ya no se puede fiar.

Estaba segura que las cotillas estaban escuchando la conversación por algún teléfono supletorio. Por eso exageré la nota.

--Eminencia, sabe que le venero, ¡Va usted para Santo! Antes muerta, que mancillar su honor.

--Espera, espera Manolita, que antes tengo que ser Papa.

--Seguro que llega a Papa, eminencia. ¡Seguro!

--¿Qué tal tu vida sentimental, Manolita?

--Me debato entre dos amores.

--Pues si son amores como manda la Santa Madre Iglesia, y te casas, concédeme el honor que yo oficie la ceremonia de tu boda.

--¿Su Eminencia haría eso por mi?

--Sí, Manolita, y con el mayor de los placeres.

--¿Aquí, en la Iglesia de Los Alcores?

--¡Qué mejor sitio!

--Cuídate Manolita, cuídate.

--Gracias Eminencia... Beso su mano.

--Adiós.

--Adiós.

 

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