El coleccionista de pelitos de pubis
Matías lloraba amargamente. Sólo en aquel asilo, abandonado
por todos menos por sus recuerdos... Su llanto no tenía fin y pedía que le
llegara la parca; ¡para que quería vivir si le habían quitado la razón de
respirar!
La hermana Filomena había destrozado la única esperanza de seguir vivo: sus
recuerdos. ¡para que quería seguir en este mundo si ya no tenía el talismán que
avivaba sus evocaciones!
Una noche aciaga, la hermana Filomena descubrió al pobre Matías disfrutando del
gran placer que le reportaba la contemplación de su gran secreto: La colección
de pelitos de chichi que conservaba en cajitas de nácar y plata debidamente
ordenados y engarzados en lacitos de sedas multicolores.
Matías esperó pacientemente a que se durmiera Cipriano, su compañero de
habitación. Sus ojillos reflejaban el fulgor de las emociones, ese fulgor que
aviva el fuego de las entrañas y te da la razón de vivir en tu mísero concurrir.
¡Triste es para un anciano no tener otras razones para recordar! Matías había
vivido para lo que nació: para amar a su prójima, y a ello dedicó su existencia.
Tomó la primera cajita de nácar, en ella se leía: Margarita. Octubre de 1.965.
Madrid. La abrió con tal delicadeza y tal exquisitez como en aquella fecha tan
señalada bajaba las bragas a Margarita. En el interior de aquella cajita se
hallaba un mechoncito de pelitos negros y muy rizados engastados en un lacito
marrón, igual que el color de los ojos de Margarita. Los tomó con las yemas de
sus dedos índice y pulgar de su mano derecha y se los llevó a sus fosas nasales
para aspirar aquel aroma que sólo estaba en su sentido. ¡Oh Dios de la
Misericordia! ¡Que recuerdos más placenteros! Milagros de la mente. El separar
la espesura de Margarita para que su lengua pudiera saboreas aquella fresa
colorada en flor como la más dulce malvasía... Cerró los ojos a la vez que
cerraba la cajita de nácar y la posaba suavemente en su lugar de reposo. Y
recordó con lágrima en los ojos aquel poema que le compuso.
Tomó otra cajita... cajita ovalada con serigrafía de ninfas y sirenas amadas por
el dios Neptuno. En ella se leía: María Botas. Agosto de 1967 Albacete. Con la
misma parsimonia Matías abrió la cajita. Un vuelco le dio el corazón que le
paralizaron sus dedos.. y recordó aquel poema que con tanto deleite compuso en
aquella alcoba a la dueña de sus enredos.
¡María de las Botas...!
cercana a mis deseos
pero lejana y remota,
pido al dios Prometeo
que este amor que brota
se grabe en este camafeo
con la ilusión más devota
del más ansiado trofeo.
No pudo evitar Matías que dos suspiros se le escaparan de su resuello. Aquella
noche de Agosto, víspera de la Virgen la conoció. ¡Que emoción la contemplación
de aquella moza manchega en todo su esplendor! El amor fue fulminante, en un
instante llego el fulgor. ¡Que noche de pasión!
Los dedos de Matías descorrían aquella cortina de blondas y sedas, rosas y
azules... con inusitada porfía. Aquel telón echado y descorrido... mostraban tal
escena que el pobre Matías no pudo reprimir un gemido cual toro herido de muerte
al ver aquella fosa en la que sepultaría toda su hombría. Tomó aquellos pelitos
con infinita ternura y los besó con una enorme dulzura.
¡Satanás de los avernos en forma de monja cruel! Quitaste de mis labios la miel
que me da la vida...
Filomena que ha tiempo espiaba las elucubraciones de Matías, como una huracán
irrumpió en su aposento, sin piedad y sin miramientos, robó a aquel anciano el
motivo de sus vivir aquellos momentos.
A las ocho horas de aquella mañana, por Matías doblaban las campanas...
Aquellas cajitas que Filomena con cruel sin razón quemara, las cenizas de
aquellos pelitos por el aire volaban... con sutileza en la tumba de Matías se
posaban.
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Manolita. Cap. 64-65-66
Manolita: Cap. 61-62-63
Manolita. Cap. 58-59-60
Manolita. Cap. 55-56-57
Manolita. Cap: 52-53-54
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Manolita. Capítulos: 31-32-33
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Manolita. Capítulos: 10-11-12
Manolita. Capítulos 4-5-6
Manolita. Capítulos: 19-20-21
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Confesiones sicalípticas de un abuelo. Cap. 3 y 4
Confesiones sicalípticas de un abuelo. Cap. 1 y 2
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Memorias de una prostituta. Capítulo 62
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