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Manolita. Capitulos:43-44-45

en Grandes Relatos

Capítulo 43

 

Pasamos la noche en el apartamento alquilado de la Plaza de España. Sonia estaba tan interesada en conocer mi vida pasada que apenas hicimos el amor. Estuvimos abrazadas hablando y hablando, que se nos fue la noche en un suspiro.

Su morbo era insaciable, no tenia fondo, quería saber más y más de mi etapa de prostituta.

--Cuenta, cuenta Manolita, cuéntame todo, todo, todo... no dejes ningún detalle. Eres como una película de suspense. Cuéntame lo de ese Marqués tan guarro.

--Mi querida niña: Los hombres, (me acordé de Raúl en ese momento) bueno todos no; pero a la mayoría les prima el sexo de tal forma, que algunos son capaces de cometer las mayores aberraciones por satisfacer sus bajos instintos. Le di un beso fugaz en los labios y continué mi relato.

Ese Marqués era... bueno, y seguirá siendo una gran persona, pero infeliz en su matrimonio, ¿Sabes porqué?

--No, no.. ¿Por qué?

--Porque su señora no era capaz de satisfacer sus bajos instintos.

--Jopé Manolita... pero es que la escatología es muy fuerte; eso de que tu marido te pida que le hagas "popo" encima... es fuerte, muy fuerte.

--Si corazón, es demasiado fuerte,  tremendamente asqueroso y repudiado por la sociedad, pero es un hecho como la vida misma. Hay hombres como el Marqués, conscientes de sus miserias sexuales, pero incapaces de superarlas.

--No es triste eso, Manolita.

--Si hija, pero las prostitutas no tenemos  culpa de las aberraciones de los hombres; al contrario, gracias a nosotras, ellos son felices, descargan sus detritus, y ¡hala! a dar la imagen de hombres intachables ante la sociedad. Le di otro besito y seguí con el relato.

--Por ejemplo, tu tío. Por cierto; ¿vive todavía?

--¡Jo que si vive! Y con una salud de hierro.

--Tu tío, que predicamento tiene en su entorno.

--El de una persona irreprochable, católico y de ir misa todos los domingos y las fiestas de guardar.

--Y también ir de putas con mucha frecuencia.

--Ja, ja, ja con mi tío. ¿Folló muchas veces contigo?

--No, sólo una, y en mi etapa final.

--¿Y eso?

--Porque yo era materia reservada, sólo tuvieron acceso a mi cama contados clientes durante muchos años. A la muerte de la dueña de la casa, mi siempre recordada doña Patrocinio cambiaron las cosas, y aunque yo apenas ejercía, recuerdo que a tu tío le recomendó un gran amigo común...

--¿Quién?

--Déjalo estar, ese detalle esta fuera de contexto.

-Vale, vale. ¿Y cómo te acuerdas de mi tío? Si eso pasó hace casi veinte años?

--Le recuerdo por dos detalles.

--¿Qué detalles?

A Sonia le hacían los ojos chiribitas.

--Porque era un hombre muy alto para la media del varón de la época.

--Sí... sí... Mide más de uno noventa. Apostilló Sonia. ¿Y lo segundo?

--No te rías. Porque la tenía muy pequeñita.

--¡Sí! ¡No me digas! Con lo grande que es.

--Eso no importa, hay enanos que la tienen más grande que su cuerpo.

--¡Hala! exagerada.

--En proporción si. Una de "mis niñas" me contaba que algunos hombres muy bajitos la tienen descomunal. A uno le llegaba en estado flácido hasta las rodillas.

--¡Hala..! Oye... ¿Qué tal se portó, que le hiciste?

--Para, para... vamos por partes. ¿Pero de veras quieres que te lo cuente?

--¡Sí, sí! Eso no me lo pierdo por nada del mundo.

--Más que hacerle, me lo hizo él a mi. ¡Mira Sonia! Mejor no te lo cuento, que es tu tío, ¡coñe! y a ver si por contarte sus caprichos, le vas a ver ahora con otros ojos.

--No me dejes así. Mira que me visto y me voy.

--Pero antes déjame que te de un beso, cariño,

--Si mi vida, ¡Qué me estás poniendo de cachonda...!

Según le tenía abrazada, con mis piernas estiradas, flexioné la derecha de modo, que, la cara anterior de mi muslo se pegó literalmente contra su pubis. Al sentirla se pegó más a mi; y con su mano izquierda, alzó su pecho derecho y me metió su pezón en la boca para que se lo mamara.

Mientras yo sorbía de aquella "rica cereza", ella no cesaba de frotar su clítoris contra mi muslo. Suspiraba con tanta fuerza, que me sentía muy ufana de poder conceder a criatura tan divina, ese placer.

--¡Me corro, Manolita... Ahhh... me corro!

Fue tan fuerte su abrazo postrero, que me hizo daño; pero al ver la expresión de su bello rostro desnaturalizado por ese orgasmo tan bestial que tuvo, me sentí tan satisfecha como si hubiera sido mío.

Quedó desparramada por la cama, totalmente rota, pero con una expresión de felicidad, que me confirió el gran placer que concede el dar a otro placer.  

--¡Ufffff Manolita!

Quedamos allí las dos calladas. Miré al reloj de la mesilla y eran la cuatro y cuarto de la mañana.

--¿Dormimos, cariño?

--No, no. Hasta que no acabes lo de mi tío, no ¡Porfaaaa! Me pidió con carita de lástima.

--¿Por dónde iba?

--Por lo que te hizo mi tío.

--¡Ah, sí! Ya te digo, la tenía muy pequeñita...

--¿Pero te la metió?

--Espera, espera... no me la llegó a meter porque se empeño que le pusiera el culo en la boca, mientras él se la meneaba.

--¡Pero será guarro! ¿Y te lamió el ojete?

--Pues claro tonta. A muchos señores mayores no se les pone tiesa del todo; les gusta meneársela "comiendo culo"Y así "se fue" él solito.

--¡Joder...joder... joder...! ¡Si se enterara mi tía! que le tiene por un dechado de virtudes.

--No sabes bien, como eran los hombres de aquella época.

--Una pregunta también fuera del contexto, y si quieres no la respondas. ¿Cuánto le costó hacer esa guarrada?

--Para que te hagas una idea, lo que ganaba un albañil en un mes.

--Ya veo ya.

El reloj de la mesilla, marcaba las cinco y diez.

Al momento, nos quedamos dormidas abrazas una  a la otra.

 

Capítulo 44

 

Medio me desperté a las 8:45 horas; apenas había dormido poco más de tres horas. Enfrente de la cabecera de la cama estaba el baño. Sonia hacia pis en ese momento con la puerta totalmente abierta; quizás fue ese ruido tan genuino que muchas mujeres hacen al orinar, (y que tanto gusta escuchar a los hombres), el que acabó de despertarme.

--Sonia, cielo. Que pareces una vaca. ¿Siempre haces ese ruido al orinar?

--Es que nunca me siento, cariño; ni hasta en mi casa. Es una costumbre que tengo.

--Ven y nos duchamos juntas. ¿Te parece?

--Voy, que si, me hace falta una ducha.

Fue hacia el espejo, situado enfrente da la puerta, por lo que desde la cama observaba la perfección de su cuerpo por su parte posterior. Parecía una ondina recién bajada de su pedestal. Se dio la vuelta a la vez que me decía, haciendo un gesto con la cabeza y su brazo derecho.

--Vamos ven.

--Voy... voy.

Situada tras de mi, casi pegada su pelvis en mis glúteos, acariciaba mi espalda con tanta delicadeza, que unido a la lluvia de agua templada que se deslizaba por mis hombros y se escurría por mis caderas, sentía una sensación tan placentera que me relajaba sobre manera. Se percató de mi sensación de bienestar.

--¿Te relaja, verdad?

--¡Ummm! cielo, que bien friccionas. Me estás cargando las pilas, pues me espera un día muy largo.

--¿Comeremos juntas? Me pidió casi Sonia poniendo carita de súplica.

--Depende de lo que me ocupen las gestiones que tengo que realizar.

--¿Quieres que te acompañe?

--Cómo quieras, pero te vas a aburrir, ya que tendrás que hacer esperas muy largas mientras yo resuelvo asuntos con abogados y notarios.

La verdad, no quería que me acompañara, lo más seguro que me saetara a preguntas sobre lo que hacía o dejaba de hacer. Y tampoco quería, que, se enterara de quien era la carta que había recibido del extranjero, según me dijo Esther; seguramente sería de Margarita o de Raúl.

--Mira, mejor te llamo en cuanto termine, cariño, porque voy a estar preocupada por tus esperas, y me van a quitar libertad de acción, ¿comprendes?  No quiero que mi niña se aburra durante esos largos aguardos en salas de abogados y notarios.

Quedó  convencida de mi explicación; no quería que se hubiera quedado con la duda de que pretendía evitar su compañía por otras razones.

--Comprendo Manolita, comprendo, hubiera sido un estorbo para ti.

No pudo seguir la frase, me di la vuelta y posé mis labios sobre los suyos.

--Mi niña. Tú nunca serás un estorbo para mi, lo que trato de evitar es que pases la mañana aburrida.          Mira: acabe o no las gestiones, a las dos vengo a buscarte, y voy a llevarte a comer a un sitio que te va a encantar.

De repente se me ocurrió una idea; aunque di por terminado el tema de Sergio, su hermano y el Obispo, según los consejos de Lopetegui; pero sentía curiosidad por saber que era de Ernesto. ¿Me seguiría esperando en el hotel? ¿Qué estaría haciendo?

--Sonia

--Dime Manolita.

--¿Te gustaría ser mi agente secreto por una mañana?

--No te entiendo.

--No te preocupes, es un juego que te puede resultar muy entretenido, y de paso me haces un favor.

--Verás. He dejado plantado en el hotel Emperatriz a un antiguo novio dándole una excusa banal, pero no pretendo volver a verle.

--¿Y qué quieres que yo haga?

--Prácticamente nada, sólo observar.

--¿Qué?

--Si sigue en el hotel, seguro que verás en la cafetería a un hombre de unos cuarenta años, es inconfundible, alto y muy guapo.

--¡Ummmm! Los guapos me chiflan.

--Pues este es de cine.

--¿Y qué quieres más que haga?

--En cuanto te vea, va a intentar ligar contigo. Dale carrete, pero no me conoces, ¡eh! Intenta sonsacarle cosas de su vida y otros aspectos.

--¡Uy que emocionante Manolita! Hacer de James Bond.

--Pero no te pases, y ni se te ocurra mentar mi nombre.

--No te preocupes cariño. Ya te contaré cuando vuelvas. Pero antes dame otro beso.

--¡No me calientes Sonia, no me calientes! que esta mañana necesito tener la cabeza muy fría.

Nos dimos ese beso, pero salí rápido de la ducha, quería aprovechar la mañana al máximo; tenía la agenda completa todo el día, y encima había cometido el error de comprometerme con ella para comer juntas, hecho que me limitaba o me aceleraba. ¡Pero bueno! al fin y al cabo su compañía, y sobre todo sus caricias, eran un bálsamo para mis inopias.

Llegué a las 10:52 horas para retirar personalmente esa carta a mi atención. Me abrió un señor vestido de librea, presumiblemente era el mayordomo.

--Buenos días, me llamo Manuela, antigua propietaria de esta casa. Creo que tiene una carta dirigida a mi atención.

--Un momento señora, voy a ver.

Me llevó a una estancia que me hizo evocar tantos recuerdos... que se me derramaron dos lágrimas.

¡Dios mío, que evocaciones! por mi mente pasaron decenas de escenas... Más de veinticinco años querían ser revividos en un sólo instante. 

... Aquella andrajosa Manolita que llegó aquí sucia y con harapos...

... La que doña Patrocinio convirtió en una princesa...

... La que ganó en su primer servicio más de lo que ganaba en seis meses limpiando la mierda de otros...

... La de marranadas que tuvo que hacer y soportar a aquellos magnates defensores de la ética y la moral de los demás...

...Y sobre todo, los consejos de su inolvidable doña Patrocinio... Gracias a ella, llegó a lo más alto en aquella sociedad machista...

Estaba tan emocionaba que no me percibí de una dama de unos sesenta años y de porte muy distinguido llamaba mi atención.

--Manolita...

--Buenos día señora, me figuro que sabrá el motivo de mi visita; le hace falta ver mi documentación.

--No, no hace falta, es usted inconfundible.

--¡Vaya! ¿Y eso?

--Las referencias que tengo de usted le avalan, es tan genuina que no le hace falta documentación.

--¡Bueno! Pensé. Otra que quiere ligar conmigo. ¡Pues va lista!  ¡Qué pasa en esta nueva España! ¿Es qué todas son lesbis..? Esto del Orgullo Gay, por lo visto es una cosa muy seria.

--Muchas gracias señora, pero ya "se me pasó el arroz".

--¡Qué dice, Manolita...! Si las alabanzas que dicen y hacen de ti... ¿Me permites que te tutee?

--¡Uy yu yui..! Esta familiaridad me escama.

--¡Desde luego que si señora...!

--¡Ah disculpa! mi nombre es Laura, Laura Ramos.

--Encantada Laura. Bueno, no hace falta que me presente, sabe más de mi, que yo misma.

--¡Ay Manolita! Es que estas paredes hablan.

--¡No me diga! ¿Qué le cuentan?

Me había picado la curiosidad. Por lo que decidí tirar de la lengua a esta distinguida dama, para conocer que se contaba de mi, al cabo de tantos años.

--¿Te apetece un café? Lo digo por la hora, porque me figuro que algo de licor no te apetecerá.

--Mire sí. No he pasado una buena noche, y un cafelito me vendrá muy bien. Y con las prisas todavía no he desayunado.

--Jorge, por favor. Laura llamó al que parecía ser un sirviente.

--Dígame señora.

--Traiga dos cafes... ¿Con leche el tuyo, Manolita?

--Sí por favor, pero largo de café.

--Pues yo siempre creí, que "para las damas como tú", las noches eran de película. Me dijo con cierta ironía.

--No crea Laura, la mayoría de esas "noches de cine", son noches de sacrificio psíquico, que aunque te cueste creerlo, son más penosas que las del esfuerzo físico.

--¡Vamos, vamos Manolita! ¡Qué no es un sacrificio hecho de mala manera! el que por la mañana te llena la cartera.

--¡Coño! la tía esta, encima con cahondeo.

--Pues si Manolita, estas paredes no es que hablen, pero son tantos los hombres que preguntaron por ti después de tu marcha, que con sólo verles las caras de decepción que ponía al enterarse de su clausura, bastaba para adivinar el predicamento que tenías "en el oficio".

--La verdad Laura, es que durante el tiempo que regí esta casa, fue el paradigma de la profesión...

--La profesión del "amor pagado" ¿verdad?

--¡La madre que la parió..! ¡Pero es qué esta tía me va a sacar de quicio!

--Bueno... bueno... Laura. Yo le llamaría mejor, la profesión del alivio. O del relax.

--No lo pillo muy bien.

--Sí, las caras de decepción que ponían esos hombres que preguntaban por mí al saber que no estaban lo confirman. Las frustraciones de los que van a...aliviarse.. ¡Bueno, para que seguir!

--Sigue, sigue. Me dijo Laura, que había abandonado el gesto de sarcasmo que mantenía desde que me vio, para tornarse en interés.

El hombre, cuanto más tensión y estrés a que está sometido, necesita evacuar sus detritos celulares; y no precisamente meando, si no follando.

--Pero para eso ya tienen a sus esposas ¡digo yo!

--No lo creas Laura, para la mayoría de los hombres maduros y muy maduros, el fornicar con sus esposas es como una obligación más, ¡Ah! y cuándo se les pone tiesa, ¡porque esa es otra!; ya que me han confesado decenas de maduros: ¡qué cómo era posible que yo les pusiera "el pito" más duro que un aldabón! cuando con sus mujeres se les ponía "morcillona". Hice una pausa. Laura me escuchaba con suma atención.

--Estos necesitan algo que las esposas, o la mayoría de ellas no saben darles lo que realmente necesita un hombre que está de vuelta de casi todo.          ¡Vamos a ver Laura! con que frecuencia haces el amor con tu marido.

--La verdad que ni me acuerdo.

--¿Y tú crees que tu marido no necesita un mujer?

--Bueno... no lo sé... tiene sesenta y nueve años, y no creo que a esa edad el hombre...

--¡Ay Laura! Tú no sabes que el hombre cuanto más viejo, aunque le falte aceite en el pellejo, más suspira por "un conejo". (De monte, naturalmente, no casero)

--Chica, me dejas alucinada. Ahora me explico de donde provienen esas manchas blancas resecas que a veces encuentro en las sábanas.

Había pasado casi una hora, y el motivo de mi visita, esa carta a mi atención lo había casi olvidado.

--Disculpa Laura, pero no vivo en Madrid, he venido a resolver unos asuntos, me entregas esa carta a ni nombre.

--¡Ay la carta! es verdad. Lo siento Manolita, pero al ver que no venías a recogerla, la he devuelto al cartero.

--¡No!

--¡Pero cómo no me has llamado, mujer! La hubiera retenido hasta que vinieras a por ella.

¡La madre que parió a Esther, pero cómo no me avisó antes!

--¿Algo grave? te veo una expresión de disgusto.

--No nada... Seguro que no es nada importante. ¿Sabes quién la remitía?

--Creo recordar que era una tal Margarita y de La Isla.

Que cara no pondría al decir el remitente...

--¡Caray Manolita! A juzgar por el gesto que has puesto, si parece grave el asunto, sí.

--No, no, es más bien un disgustillo personal.

--Eso deseo, que no sea nada de consideración.

--Gracias por todo Laura. Ha sido un verdadero placer charlar contigo.

--¿Volverás por aquí, tu antigua casa, Manolita?

--Seguro que si.

Capítulo 45

Tenía un disgusto enorme, y la frustración me sobrepasaba. ¡Qué sería lo que mi recordada Margarita me contaba!

La entrevista que tenía concertada  con mi buen amigo Celso dentro de media hora, unos de los mejores abogados de Madrid, y mejor cliente de antaño de "mi Casa", me sacó de esa preocupación. Ya vería la forma de ponerme en contacto con Marga.

Pretendía camuflar la mayor parte de mi patrimonio a través de un testaferro; y sólo quedarme con dos propiedades que me proporcionaran las rentas justas para vivir; sin duda, sabría la mejor forma de hacerlo.

Salí muy satisfecha de la reunión, ya que las propuestas que me hizo, me parecieron mucho mejor que la del suplantar mi fortuna a nombre de otros. Me aseguró, que, el momento político financiero que atravesaba España, era el idóneo para llevar mis millones a paraísos fiscales.

También me ratificó, que por veinticinco millones de pesetas, convertiría en efectivo todas mis propiedades y situaría el dinero en el País apropiado.

La cantidad a pagar es enorme, pero me volvió a afirmar, que, era para comprar las voluntades. Le entendí a la primera.

--Ten en cuenta Manolita, que esos 25 millones, son calderilla, comparado con los impuestos que te evitas.

Quedé en llevarle todos los títulos de propiedad, acciones, bonos, etc. etc. Una vez hecha una relación verbal de todo, a groso modo calculó mi fortuna, valor de hoy, en algo más de mil millones de pesetas.

 

Mismo día. 12:25 horas

Sonia se hallaba sentada junto a la barra de la cafetería del Hotel Emperatriz. Se le veía emocionada, eso de jugar a los espías parece que le excitaba.

Dirigió su mirada hacia la puerta que le une con el salón del Hotel; en ese mismo momento accedía a la misma un tío guapísimo; en un segundo supo que era Ernesto, el amigo que le dije que quería esquivar.

Pero dejemos que lo cuente ella, ya que fue la protagonista de este pasaje de mis memorias.

--Buenos días señorita. Usted si que sabe.

--Buenos días caballero. ¿Qué es lo que dice que sé?

--Por ese Martini seco mezclado, no agitado que está tomando.

--¡Vaya! ya me ha descubierto. Dije sonriendo. ¡Joder! Manolita se había quedado corta en su descripción, porque el tío está de bueno como un queso.

Al verme receptiva a sus intentos de seducirme se le notó en su rostro el signo de la victoria.

--Permita que me presente; soy Ernesto, a su servicio permanente.

--Yo, Bond, James Bond, al servicio de S.M. la Reina.

Reímos los dos de mi ocurrencia, ¡Pero leche! ¿Qué me estaba gustando la farsa? ¡Pero el tío más! Me lo imaginé encima de mi, y ya me estaba empezado "a escurrir".

--Sonia Lozano. Encantada.

--Más encantado estoy yo. Y si le digo la verdad, me dolería mucho que su estancia aquí, sea debido a la espera de algún varón.

--No sufra galán, que una servidora nunca espera a ningún hombre. Ellos me esperan a mí.

--No es de extrañar, a una mujer bandera como tú, yo le esperaría toda esta vida y en la venidera.

--¡No me digas! ¿De qué vas a nacer en la otra vida?

--De peluche, para que me tengas siempre encima de la almohada de tu cama.

¡Joder con el Ernestito! "pico" no le falta. Lo que no me explico es como Manolita va a dar puerta a un tío como este.

--¡Uy no! en la cabecera de mi cama no tengo peluches.

--¿Qué es lo que tienes?

--Tigres y leones, monada.

--Pues no se te ven muchos moratones de los bocados. ¿No serán gays?

Sonia quiso acabar con este diálogo más propios de besugos que de personas, y cambió, el tercio adoptando un gesto más serio. 

La verdad, es que deseaba llevármelo a la cama. Cualquier mujer que no conociera su catadura su moral, se prendaba de él "en menos que se cuece un espárrago".

--Ahora en serio Ernesto, no quiero dar la imagen de una niña frívola; espero a una compañera de trabajo.

--Estoy completamente seguro que esa compañera, entenderá, que, has preferido comer conmigo.

Comprendí a Sonia. A los veinticinco años, se cometen muchas locuras, y echar "un polvete" con un tipo como Ernesto era casi una necesidad, no una locura.          Pero sigamos dejando que sea ella la que nos relate lo que ocurrió después.

--Sí, sí... creo que mi amiga Manolit.... Me quedé cortada, y esta pausa puso en guardia a Ernesto.

Pero que torpe soy, habrá en Madrid miles de Manolitas.

--¿Cómo dices que se llama tú amiga?

--Manolita. ¿Por...?

--No por nada, es que por un momento me has hecho recordar a una Manolita.

--¿Alguna novia, o un ligue? Porque tú, no tienes pinta de tener novia formal.

--No, no... nada de eso: es una que cuando la vea, tengo que ajustarle algunas cuentas.

Algo había (y al parecer algo gordo) entre Manolita y Ernesto. Tendré mucho cuidado en lo sucesivo, para no meter la pata.

--Voy al lavabo Ernesto, ahora vuelvo.

Se me ocurrió una idea genial. Llamé a mi amiga Silvia desde el teléfono público que había en el tocador de señoras. ¡Menos mal que la pillé en casa!

--Silvia, soy Sonia, Escucha y no preguntes nada, ven corriendo a la cafetería del hotel Emperatriz, y te vas a los dos minutos.

--¡Pero que dices, loca!

--Por favor ahora no preguntes nada, luego te daré pelos y señales de todo.

--¿No me meterás en un ningún lío de los tuyos?

--¡Qué no joder, qué no! Escucha y no me falles.

--Llamas ahora mismo a este teléfono, di que te llamas Manolita, que digan a la señorita Sonia que te vas retrasar unos minutos; vienes dentro de un rato, te presento a un tío como mi amiga Manolita, y te pierdes. ¿Vale?

--Vale, pero menos mal que me has pillado en casa, porque ya me iba.

--Venga, no te retrases.

--Pero luego me cuentas, ¡Eh!

--¡Qué sí coño, que sí! Pero venga ya.

--Disculpa Ernesto, ¡para las mujeres..! ya sabes que el baño es nuestra segunda residencia.

--Disculpada niña, disculpada.

Justo al minuto el camarero pregunta en voz alta,

--Señorita Sonia, señorita Sonia.

--Soy yo, ¿qué quieres?

--Que su amiga Manolita se retrasará unos minutos, te pide que la esperes. Ha colgado para no perder más tiempo.

--Gracias majo.

--¡Cómo sois las mujeres! Hasta entre vosotras os hacéis esperar. Dijo Ernesto como de coña.

--Alguna caravana le habrá pillado, Manolita suele ser muy puntual. ¿Te importa? Te la presento y le damos "aire" ¿vale?

--Ya te he dicho que estoy para tus caprichos.

Efectivamente, a los quince minutos llegó Silvia, (La supuesta Manolita) simulando sofocos.

--¡Jo.. Sonia! No sabes como está el tráfico en Madrid, a esta hora.

--Tranquila Manolita, tranquila. Mira, aquí Ernesto, un buen amigo.

--Hola Ernesto, ¿Qué tal?

--Muy bien Manolita. Encantado de conocerte.

Guiñe un ojo a Silvia a la vez que le decía.

--Si te hubieras puesto al teléfono, en vez de dar el recado al camarero, te hubieras ahorrado el viaje.

-¡Cómooooo!

--Sí, que Ernesto me ha invitado a comer, y...

--Jolín Sonia, vaya putadita que me haces. Pero te comprendo, por un tío como Ernesto, daba plantón hasta mi padre. Me dijo devolviéndome el guiño del ojo.

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La primera vez que hizo el amor

Escena lésbica

Dichas y desdichas de una prostituta

Restregando la cebolleta

Me gusta como huele y sabe el coño de Sandra

La mujer y el matrimonio

Soy el mejor lamerón del mundo

¡Qué hermosas son las pollas!

Me lo tengo merecido por cabrón

Confesiones de la Marquesa de Tócame Roque

¡Juro que no me follé aquella burra!

Las cosas no son como parecen

Diálogos desde el Infierno

El coleccionista de pelitos de pubis

Diálogos de matrimonios

La isla de las delectaciones

El liguero negro

El arte de hacer una buena mamada

El arte de saber bajar unas bragas

Su Majestad: EL COÑO

De la desesperación a la felicidad en un minuto

Amar en San Seabastián antes de morir

Esperé a que fuera mayor de edad...

Asesinato en el burdel

Tres horas con Lourdes

Mis sueños de infante

Diversas formas de

El diario íntimo de mi prima Montsita

Mis ligues por Internet. Primera entrega

Anécdotas eróticas en la Dictadura

Mi primer polvo de 2011

El diario de un consentidor

Sobre el intercambio de pareja o swinging

¿Qué da más placer: la boca, la polla, el coño ..

El coño de Carmencita

Las Calientapollas

Me hago las “pajas” como las chicas; con un dedo

Por culpa de una almorrana no me la pudo meter...

La Pipa de la Venancia

Nunca creí que en mi ano cupieran 25 cm de polla

El dulce sabor salado de los coños

Chistes verdes

Aquellas enfermeras de Alicante...

Me gusta sentirme mujer y ser penetrada

Los besos de mi amor

Mi colección de vellitos de pubis

Soy un CABRON en potencia. Lo reconozco

Lluvia dorada de una nube sagrada

Como y donde tiré mi último cohete

Aventura en el expreso Madrid-Sevilla

Análisis de los diez Mandamientos.

Como fue mi primera experiencia homosexual

Proceso inevitable de los matrimonios

Como fui sodomizado por Sergio

¿Me estaré volviendo gay?

Una esposa puritana y un marido obseso