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Anécdotas eróticas en la Dictadura

en Grandes Relatos

Anécdotas sicalípticas de aquellos años de la Dictadura

Aviso: este relato es un fiel reflejo de lo que era el sexo para aquel Régimen Dictatorial Español de los años cuarenta hasta finales de los setenta en donde se llegó a proclamar como: La Reserva espiritual de Occidente. Lo que aquí relato, es fiel reflejo de la situación. Al menos de lo que yo percibía a esa edad.

Viví de niño, de púber, de jovencito y de casado aquellos años de la Dictadura, en donde la represión sexual era tan enorme como absurda, ya que era como intentar ponerle puertas al campo. Pero la Iglesia Católica Apostólica y Romana, en sus mandamientos decía, que fornicar fuera del matrimonio, y desear la mujer de tú prójimo, eran pecados mortales. Lo que me choca, es que no hubiera otro mandamiento que dijera: "no desearás al hombre de tu prójima".

El ir a misa, confesar y comulgar con regularidad, era como una asignatura, ya que los niños y niñas de las escuelas públicas o privadas que no cumplieran con estos preceptos, mermaban sus notas o calificaciones. Una de las preguntas que se hacía a los que se dudaba que había asistido a la Santa Misa, era sobre el color de la casulla llevaba el oficiante de la misa que dijo asistir. ¡Y claro! los más listillos, y que solían escaquearse, ya se habían informado del color, para salir airosos de la pregunta.

Lo primero que me preguntaba el confesor, (hablo por mi) inmediatamente después del Ave María Purísima, era:

--¿Cuántas pajitas te has hecho desde la última confesión? Que solía ser el sábado anterior. Y como mentir era un pecado más grave que la masturbación, le decías la verdad.

--Padre, sólo me hecho seis.

--¡Hijo mío... hijo mío...! ¡esa mano! ¿Pero tan malos pensamientos tienes?

--No padre, es que todos los días me levanto con la pilila tiesa, y no lo puedo remediar. ¿Qué quiere que haga?

--Duchas de agua fría hijo... mucho agua fría, para que se te baje la calentura.

--¿Y has jugado a tocamientos con alguna niña?

--Verá padre, no sé muy bien a que se refiere.

--Si has jugado con alguna niña a los papás y las mamás, o a los médicos.

--Si padre, alguna vez he jugado con unas vecinitas a eso que dice.

--Y que les has tocado...

--¡Pues..pues...! alguna veces he llegado hasta tocarles el chichi por debajo de las braguitas.

--Hijo mío, eso está muy feo, estás en pecado mortal

¡Joder! Y te ponía una penitencia tremenda: rezar seis rosarios por lo menos.

Entonces no me daba cuenta de las cosas, porque mis catorce años fueron los de un niño temeroso de Dios, y creía en el Infierno; creencia que teníamos la mayoría de los niños y niñas de la época.

Creo que las niñas lo pasaron peor que los niños. Primero, porque la niña se hace mujer antes que el niño hombre. Y segundo, porque el peso de los pecados sexuales se fundamentaban en la mujer; ya que ésta, fue, es y será siempre el motivo sexual del hombre. La mujer por lo visto, había nacido para ser madre y fiel esposa, y la sexualidad era ajena a su cuerpo y a su mente.

Digo que las mujeres tenían más represión que los hombres, ya que aquella mentalidad del "macho ibérico", era la de: "la esposa en casa, y con la pata quebrada". ¡Pero, si, si! sentían más deseos que los niños a esas edades, porque eran ya casi mujeres. Una niña que me decía:

--Yo me consuelo restregando la entrepierna con el pico de la mesa.

Lo recuerdo como si hubiera sucedido hace un rato. ¡Palabra! Y uno gilipollas, no captaba que lo que me estaba pidiendo era que se lo restregara yo. Era aquella mentalidad infantil, incapaz de entender las pasiones de la mujer, que uno las creía a todas, puras y castas como mi madre y mi hermana.

Puedo contar tantas anécdotas cargadas de sexo, que uno no conseguía captar por su educación sexual tan restrictiva. Hasta tal punto, que aquella represión me supuso un grave problema de mayor. Un psiquiatra que consulté inmediatamente después de licenciarme del Ejército, determinó que los problemas de erección que tenía cuando iba con una mujer, provenían de mi niñez.

Mi problema no es que no me empalmara, ¡no, no! Todos los días me levantaba con el pene más tieso que el "cerrojo de un penal" . El problema era, que con las chicas que bailaba o ligaba, no podía, algo me lo impedía. Luego al tiempo, cuando había una cierta confianza, si conseguía erecciones completas y larguísimas. Por eso no iba de putas, porque sabía que por muy buena que estuviera, no conseguía la erección.

Los amigos decían:

--¡Joder! En cuanto una tía se me arrima bailando, se me pone "el pijo" como la mojama de dura. Y lo que más me jode, es que, en cuanto le "restriego la cebolleta" un par de veces, "me corro como un loco".

Y yo pensaba: --¡Qué suerte, coño! A mi las titis se me pagan como lapas, y se me esconde. ¡Cierto! Lo digo sin presunción: ¡Cuántas mozas tuvieron que desencantarse de mi! Porque a este morenazo de un metro ochenta no se lo ponía en condiciones. Sin embargo, cuando me eché mi primera novia formal, si que se me ponía tiesa hasta reventar, sobre todo cuando estábamos sólos en el parque haciendo manitas; o la trincaba en aquella tapia del un solar sin iluminación.

Sin duda, eran los efectos de la represión sexual en un alma cándida como la mía. Afortunadamente superé ese trauma a los veinticinco años, y tía que me gustaba, le sacaba a bailar, y nada más abrazarle por la cintura, ya estaba empalmado. ¡La de calzoncillos que mojé bailando! ¡Pobre madre, que era la que me los lavaba!

* * *

Sin embargo, la doble moral era normal en aquellos que disponían de recursos económicos. La figura de la "querida mantenida". era consecuencia de aquella situación. Miles de mujeres vivían gracias a la financiación de sus gastos por aquellos ricachones, la mayoría paletos, pero que hicieron millones y millones con el estraperlo. Todos se compraban el coche más grande que "aiga". De aquí proviene la denominación popular de "Aiga"; aquellos coches americanos que deslumbraban a los pobres por sus dimensiones y lujo. Sobre todo aquel Cadillac con colas.

Fui testigo durante los años cincuenta y parte de los sesenta de numerosos casos de prostitución, infidelidades y demás golferías. Y digo que fui testigo, porque esto que voy a relatar, sucedía en un finca de una calle de Madrid, finca famosa por los taxistas, ya que el "puterío" que allí vivía era famoso entre los del gremio. Y porque un servidor vivió en ella con sus padres y hermanos durante veinte años. Allí morábamos más de 400 personas distribuidas en casi cien viviendas en diez plantas más sótano; pero también hay que decir, que vivían familias muy honestas y virtuosas.

No me arrepiento de no haberme follado por lo menos a 20 ¡o más! mujeres de aquellas. ¡Lo juro por mi honor! Aunque la verdad, tonto si que fui a mis 18 esplendorosos años. Me follé, mejor dicho (me follaron) seis de ellas, y fue porque sólo les faltaron ponerme sus coños en las narices. Pero es que uno, y lo vuelvo a repetir, no sé si por instinto o por vergüenza a esa edad era un chico muy selectivo a la hora de entablar amistad con una chica; me gustaba la mujer cuyos valores espirituales sobresalieran sobre los materiales. Por eso no me follé aquella pastelera de la calle Lista, que me lo pedía de una forma descarada. La recuerdo...

Con un par de tetas impresión, un pedazo de culo que mareaba el verlo. La tía tenía un "par de polvos", pero no se que cojones me pasaba, que no me gustaba. Hoy, si la pillara, la reventaba a pollazos.

--Mañana estaré sola en la pastelería, mi prima y mi tía van a estar toda la mañana de médicos. Me decía en algún momento en que nos separábamos de la cuadrilla de chicos y chicas que solíamos salir los fines de semana, bien a bailar, al cine, o a la piscina en verano.

Y este gilipollas por culpa de aquella puñetera represión sexual; que si ibas al infierno, y todos esos rollos que nos metían los curas y los maestros, se quedó sin catar aquel pedazo de mujer de tetas exuberantes, y seguro que con un coño jugoso y chorreante.

* * *

La identidad sexual de los hombres tenía que ser "por cojones" de macho, ya que ser marica (a la sazón eso de gay ni se conocía), era algo tan nefasto, que el que lo era lo disimulaba muy bien, salvo casos de nacimientos claros de homosexualidad congénita. Estaban tan perseguidos por el régimen, que al que le pillaban, le marcaban de por vida: Socialmente eran despreciados. La mujer lesbiana, aunque las hubiera apenas se le notaba, ya que homosexualidad en la mujer se disimula mejor.

Uno de mis amigos, algo mayor que yo, el muy jodio me buscaba, y yo sin tener clara conciencia de lo que hacia, un buen día en su casa, sin saber como ni cuando, me encontré en mi mano derecha su polla. La verdad que no le hice ascos; era una polla preciosa; la recuerdo perfectamente: corta pero muy gorda, sobre todo el capullo, a mi me parecía descomunal comparado con el mío. Empecé a meneársela, hasta que a los pocos minutos echó un chorro de semen que llegó hasta la pared de enfrente; más de un metro, seguro que llegó el primer chorro de "leche".

Otro día me la quiso meter, pero fue imposible, aquel pedazo de capullo no entraba por mi ojete de ninguna de las maneras, hasta que fue a la habitación de su hermana, y se dio en la punta de la polla una crema que salía de un tubo. Lo intentó con el capullo lleno de aquella cosa que brillaba. Apunto y....¡joder! que si que me entró. Pero al notar aquello, me pereció que un hierro al rojo vivo entraba por mi culo, y del brinco que pegué se salió. Solo sé, que estuve quince días con el ojete escocido. El caso es, que empecé a sentir el placer de las pollas, y me sentía más a gusto en los brazos de aquel amigo que yo abrazando a una mujer.

Pero tuve que confesar "mi pecado" ya que no podía vivir con aquello en mi conciencia.

--Padre, me acuso de que con un amigo he hecho guarrerías.

--Hijo mío, ese pecado es más mortal que la fornicación con mujer. ¿Fue casual o provocada esa relación?

--Padre, le juro que estoy arrepentido, no sé como me vi en aquella situación...

--El Demonio, hijo, el Demonio que te tentó al pecado mortal de la carne. Pero dime... ¿Sientes deseos de repetir?

--¡No padre, no! ¡Lo juro! Mentía descaradamente, ya que aquella experiencia homo me había encantado. Sentir en mi mano y después en mi culo, aquella hermosa polla de mi amigo, aunque me hizo mucho daño, en mis pajas rememoraba aquella escena, y ardía en deseos de repetir.

Lo que pasa, que mi amigo no quiso repetir, me dijo que "aquello" fue una locura momentánea, pero que le gustaban mucho las mujeres, y que tenía novia formal.

* * *

Los años sesenta cambiaron un poco las cosas del sexo, pero fue debido principalmente al turismo. España se convirtió en uno de los países más importantes de cara al turismo mundial, con los eslogan aquellos de: 25 años de paz o España es diferente.

Las costas españolas se llenaban de turistas, sobre todo de los países del norte de Europa. El bikini estaba de moda, y el Régimen tuvo que tolerarlo porque de no hacerlo, hubiera ido en contra del desarrollo turístico español.

Los españoles, nos creíamos que las alemanas, suecas, holandesas, danesas y demás, venían a follar con los "Machos Ibéricos". Pero a lo que de verdad venían era a gozar del sol español, y sobre todo de los precios. El cambio de marcos, libras, florines y otras divisas con la peseta, les salían quince días en España, mucho más barato que en sus países.

Y como casi todos, éramos unos salidos sexuales, buscando coños desesperadamente, porque los autóctonos eran muy difícil de follar fuera del matrimonio, pensábamos que los coñitos de las vikingas y alemanas se nos iban a regalar. ¡Sí, si! Follar si que follaban, pero con quien ellas querían, y cuando querían. Por eso, millones de españolitos se quedaron sin catar "chocho extranjero". Aparte que el idioma era una barrera insalvable.

Un servidor, en los años sesenta, una vez recorría el Levante de España en labores comerciales, con mi cochecito Citröen 2CV. Era la década de mis veinte años. ¡Qué 20 años, más primorosos, madre mía! Y a esa edad, la polla a uno le revienta dentro de la bragueta. Voy a relatar una de las miles de anécdotas que viví. Esta acaeció en Benidorm, (Alicante) un mes de Agosto de 1965.

Estaba tomando una horchata (célebre bebida valencia extraída del néctar de las chufas) en una de las cafeterías del Paseo de la Playa de Levante; serían sobre las doce del mediodía. Se acercó a mi mesa una pareja despampanante: él de mi edad más o menos, algo más alto que yo, sobre un metro noventa, rubio como la cerveza y guapísimo. Ella de unos veinte años. De un metro setenta, o quizás algo más. Una muñeca rubia; espectacular. Él, se dirigió a mi:

--Do you speak English ? --¿Habla usted inglés?

--Just a little and if I speak slowly. –Un poco, pero hábleme despacio.

--Could tell me a good restaurant? --¿Podría decirnos algún buen restaurante?

--I know several very good. –Conozco varios muy buenos.

Mientras me hablaba, ella me miraba descaradamente y sonreía. Como no conocía la idiosincrasia de los extranjeros, no sabía de que narices se reía, y empecé a mosquearme u poco. Pero luego me di cuenta, que aquella risa, era para atraerme a lo que poco después me propusieron..

Medio chapurreando yo el inglés, y ellos el español, y sobre todo con señas, nos medio entendíamos.

--We want to eat paella – Nos gustaría comer paella.

--I will take you to where you eat the best paella. -- Yo os llevaré un donde se come la mejor paella.

Después de las oportunas presentaciones, supe que eran una pareja danesa, de Odense; que habían elegido España para pasar estas vacaciones, que llevaban casados un año, y que se llamaban Kristen y Karin.

Me invitaron a comer, y me ofrecí a hacer de guía turístico. Cosa que aceptaron con mucho gusto, pero a condición de que ellos pagaban todo los gastos, lo cual me vino muy bien, porque mis dietas, no daban más que para manutención y hotel.

Sobre las nueve de la noche, me dirigí al hotel Delfín. Pregunté en recepción por el señor y la señora de la habitación 229. Al momento me dijo que el recepcionista, que subiera, que me estaban esperando. Llamé a la puerta. Karin me abrió como su madre le había traído al mundo. O sea: ¡en pelotas! Y con toda la naturalidad del mundo me invitó a entrar. Se dio la vuelta para avisar a Kristen y vi el cuerpo más maravilloso que había percibido en mi vida.

Aquel no era cuerpo de mujer.

Era algo tan extraordinario...

Algo tan maravilloso de ver,

que aquel poderoso tafanario...

sólo de una diosa, pudiera ser.

Kristen salía en ese momento del baño también en pelotas.

--Sorry Artutro for the reception. –Disculpa Arturo por el recibimiento.

Me quedé mudo, quieto y más parado que el "caballo de un fotógrafo". Al ver la entrepierna de Kristen mi corazón no pudo pegar un pequeño sobresalto. Recuerdo perfectamente que la tenía en posición de reposo, ligeramente inclinada hacia la izquierda; pero lo que más me llamó la atención fue, las venas como se le marcaban por la superficie de la piel, y su tamaño; le medía por lo menos 25 cm , ya que le llegaba hasta casi la mitad del muslo. De piel blanquísima, y se le apreciaban al trasluz unos vellos rubios que le daban el aspecto de un Apolo del Olimpo.

Karin al otro lado de la cama, se estaba poniendo las bragas y el sujetador, y a pesar de haber descrito su cuerpo de diosa; mis ojos la ignoraron y se clavaron en el cuerpo (sobre todo en el pene) de Kristen. La contemplación del "cuerpo de ese dios" llenaba todos mis sentimientos sexuales, y entonces me di perfecta cuenta, que, aunque me gustaban las mujeres, hombres como Kristen, rompían todas mis barreras hacia el culto de la hembra; emergiendo sobre mis meollos, la idolatría al macho. Y ahí mismo, sentí un irrefrenable deseo de ser Karin, para ser poseída hasta la extenuación por tan "maravilloso dios". No sentía en ese momento deseos de follar con aquel monumento de mujer; sentía unos terribles deseos de ser poseído por ese macho que rompía todas mis expectativas sexuales hacia lo femenino.

Kristen se dio perfecta cuenta de mi ensimismamiento, Karin no, porque seguía de espaldas a mi. Me dijo en un entendible español.

--Arturo. ¿Gustar a ti Karin and mí verdad?

No sabía que decir. Para un español joven de a pie en aquellos años, la situación que estaba viviendo era más un sueño que una realidad.

--Arturo. Si tú querer, luego de la discoteque, hacer trío. Me dijo Kristen con cara de complicidad..

En aquellos años, para mi un trío, eran Los Panchos y el trío Calaveras. ¡Pero vamos! Follar tres al mismo tiempo y cama nunca lo había escuchado. Pero en menos de un segundo entendí perfectamente lo que me proponía, En ese mismo momento se dio la vuelta Karin, ya con su conjunto de braga y sujetador bien colocaditos, y dijo:

--Porque tú Artugo... español, guapo, mogueno y toguego. You latin Lover, and to mi you, too much like.

--But...

-¡Vaya! Hay un pero. –Pensé

--But.. Tú for mi and for Kristen... Tú fuck with mi and with Kristen. ¿Understand?

Ya lo creo que comprendía. Es que uno en los temas del folleteo espabila rápido. Por lo que una vez repuesto de la emoción que me creó esa situación, dije muy convencido:.

-- Ok. Ok. I fuck and yoy and Kristen. Very like... Veri like.

* * *

Estuvimos bailando en las discotecas, KU Benidorm y en Penélope hasta las tantas de la madrugada. Al llegar al hotel, el recepcionista de noche me miró de forma sospechosa. He de aclarar, que, a partir de las doce de la noche, había una severa vigilancia por la policía en los hoteles, y pedir la ficha de los clientes alojados, era bastante más frecuente que lo normal. Saqué 200 pesetas y se las pasé al vigilante, a la vez que le decía bajito al oído: soy muy amigo de los señores. Es que 200 pesetas de año 1965 abrían cualquier puerta.

Lo que aconteció en la habitación 229 del hotel Delfín de Benidorm, esa noche del mes de Agosto del año 1965, las paredes lo contaría mejor que yo, porque seguro que se estremecieron, ya que fueron testigos directos de lo que acaeció. Yo intentaré contarlo de la forma más real, pero si me permiten, dando un toque celestial al relato, ya que hice el amor con un dios y una diosa.

Tenía la ventaja de que ya conocía los cuerpos de "los dioses", y en las discotecas, ya había notado la turgencia de los senos y el trasero de Karin, y eso me salvó de la impresión que hubiera recibido en caso de no haberles conocido. Seguro que la emoción no me hubiera permitido una erección, al menos durante un buen rato.

Karin me tomó de la mano y me llevó al baño. Kristen se lavaba los dientes en uno de los dos lavabos.

--Toma ... Me dijo. A la vez que me daba un paño higiénico.

--¿Para qué? Pregunté algo confuso.

--Tú, cuando yo acabe, tú limpiarme.

No entendía los motivos, si Karin no era manca, y se podía limpiar ella solita; pero la idea me ponía a cien. Nunca en mi vida había visto a una mujer mear, excepto a mi hermana cuando éramos pequeños. Y eso de limpiarle "la chirla" después de la micción a una mujer como esta, que no producía ningún asco. La verdad que ni me molesté en averiguar los motivos de ese capricho, y un servidor con el paño higiénico en la mano derecha, esperando que Karin acabara de mear.

No se sentó, lo hizo medio agachada. El sonido de su meada que hacía al caer en chorro hacia el fondo de la taza, enervó mis neuronas.

--Ya... Me dijo.

Se abrió de piernas, y un servidor, como un vulgar mucamo, pasando el trapo por su chichi, procurando dejarlo sin una gota de pis. A la vez que ella me decía:

--Tú querer que yo lavar en bidé... ¿Or like taste of woman?

Ahora si que no supe que decir. La verdad era que nunca había hecho el cunilingüos, por lo tanto no conocía el sabor de las vulvas. Pero al venirme un olorcillo procedente de "los bajos" de karin, mezcla de agua de jazmines y su sudor natural, enervaron mis fosas nasales, y le dije muy seguro:

--No, no. Do not wash, I like the taste of women

Al momento, pendiente "del chirri" de Karin, me había olvidado de Kristen, sentí un brazo en mi hombro, y una cosa muy dura entre mis dos nalgas que me hizo dar un respingo. Me había colocado su "precioso rabo" entre las cachas. Juro que sentí una emoción tan fuerte ante aquel contacto que me estremeció, y me dispuse a ser junto a Karin, otra mujercita para Kristen.

Salimos del baño de una forma que me pareció algo grotesca. Karin pegó su culo a mi polla empalmada a tope, y Kristen pegada la suya al mío. O sea: como bailando la conga, pero pegados y sin mover las piernas de un lado para otro; y así llegamos a la cama de matrimonio.

Karin apoyada en la almohada de la cabecera de la cama se abrió de piernas en el máximo ángulo que dan: unos 180 grados. Me hizo una seña inequívoca: se llevé su dedo índice de su mano a la boca, y acto seguido con el mismo dedo se señalaba el coño. Más claro agua: me pedía que "se lo comiera".

Toda primera vez, indefectiblemente tiene un momento de dudas. Y yo dudé un par de segundos. Pero al ver aquella rosa tan cálida y húmeda, y al volver a sentir en mis fosas nasales la fragancia que fluía de ella, se me disiparon las dudas. "Baje a aquel pilón" con la firme decisión de "beber toda su agua".

¡Joder que emoción! Una mano en cada cacha de Karin, y mi lengua y labios en el mismo centro. Karin aupaba sus nalgas para que su pubis quedara más al alcance de mis belfos; suspiraba y gemía de una forma que me parecían las cantigas de una reina. Lamía, mordisqueaba y succionaba de "aquel panal de rica miel como las moscas" . ¡Qué manjar más rico, Dios mío! Pero que fino estuviste cuando recreaste el sexo de la mujer.

De pronto sentí que mi ano estaba siendo lubrificado, un dedo de la mano de Kristen untaba de "aceites celestiales" hasta las profundidades de mi recto. Si ese dedo me daba un placer exquisito, supuse que su polla sería el summum del placer. Y así fue; cuando me quise dar cuenta, tenía su pene metido hasta sus mismísimos testículos.

Y así... mientras yo " comía" de labios, ninfas y clítoris de Karin, Kristen follaba mi culo con tanta saña, que me hacía enloquecer. Los orgasmos fueron bestiales: Karin parecía que quería meter en mi boca todo su sexo, con movimientos de vientre de arriba abajo convulsivos, a la vez que gritaba de forma desaforada. Kristen derramaba en las simas de mis intestinos todo su esperma; le sentía tan caliente que me quemaba. Y yo, derramé "mis alegrías" en aquellas sábanas blancas.

Descorchamos la botella de champán que habíamos subido para celebrar el encuentro, y entre cigarrillo y cigarrillo, hablamos de mil cosas, entre otras, que a Kristen sólo le gusta dar por el culo a los hombres, pero que a él, no le gustaba tomar. Al cabo de buen rato, me puso su polla otra vez empalmada en el mi boca, para que se la chupara. Aquí si que dudé algo más, pero al final me lancé a ella con la boca abierta, y se la mamé a placer. Confieso que me gustó tanto o más que el coño de Karin. Ya no tenía dudas, era un bisexual, tirando más a maricón.

El problema era, que, con la represión sexual de La Dictadura, los maricones (se desconocía el término gay) estaban casi proscritos, y rechazados socialmente. Pero como el grado de mi condición de homosexual no me hacia repudiar sexualmente a la mujer, un coñito me seguía fascinando, decidí olvidarme de mi tendencia a los tíos, y echarme novia y casarme.

* * *

A principios de los años setenta, el Régimen había abierto la mano en temas del sexo. Funcionan aquellas películas llamadas de "Arte y ensayo", en salas especiales, y cuya finalidad era demostrar la tolerancia del Sistema, pero que no las entendía nadie. Las playas se llenaban de bikinis y las discotecas funcionaban a tope.

Predominaba una gran clase media (uno de los éxitos del Gobierno), y España estaba de moda en el mundo. Aquella célebre canción: ¡Qué viva España! Se escuchaba en todo el mundo, y los españolitos cruzaban la frontera francesa hacia Perpigñan o Biarritz para ver como Marlon Brando sodomizaba a María Schneider en El último tango en Paris.

Se respiraban aires de libertad. Lo bueno de la Dictadura Franquista, es que no prohibía salir a los españoles de España. Podían viajar por todos los países del mundo, excepto por los países satélites; de modo, que el que más y que el que menos, se enteraba de lo que pasaba por el mundo. Pero en la mujer de la época, todavía pensaba que el matrimonio era la solución a su vida. Encontrar a un hombre bueno, honrado y trabajador, para ser esa esposa y madre abnegada.

Por lo que a la hora de "meter", no se había alcanzado la plena liberación sexual de la mujer. Por lo que el follar como se folla hoy: "polvo y adios, y si te he visto no me acuerdo" no existía. Todavía la mujer media española guarda "su tesoro" para el hombre que Dios (o San Antonio) le destinara. Por eso era muy normal, que el hombre se casara entre los 25 y 30 años, y las mujeres alrededor de los 20. ¡Eso sí! Por la Iglesia y con las bendiciones del cura.

Y como un servidor ya estaba casado en esos años, no voy a relatar mis aventuras extramatrimoniales, no sea que mi mujer se entere y me pida el divorcio.

FIN DEL ENSAYO

En otro ensayo, relataré la mujer y el sexo en la Democracia

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Mi primera noche de amor

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Mis cuentos inmorales. Capítulo 8

Mis cuentos inmorales Cap. 7

Mis cuentos inmorales, Capítulo 6

Mis cuentos inmorales. Capítulo 5

Mi decameron. Capítulo 4

Los líos amorosos de un niño guapo

Los lios amoroso de un niño guapo. Capítulo 3

Recordando mi pasado sexual. Capítulo 2

Recordando mi pasado sexual. Capítulo uno.

Manolita. Capítulo 67 y epílogo

Manolita. Cap. 64-65-66

Manolita: Cap. 61-62-63

Manolita. Cap. 58-59-60

Manolita. Cap. 55-56-57

Manolita. Cap: 52-53-54

Subliminal escena lésbica

Manolita. Capitulos: 49-50-51

Manolita. Capítulos: 46-47-48

Manolita. Capitulos:43-44-45

Manolita. Capítulos: 34-35-36

Manolita. Capítulos: 37-38-39

Manolita. Capítulos: 31-32-33

Manolita. Capítulos: 22-23-24

Manolita. Capítulos: 25-26-27

Manolita. Capítulos: 28-29-30

Manolita. Capítulos: 10-11-12

Manolita. Capítulos 4-5-6

Manolita. Capítulos: 19-20-21

Manolita. Capítulos: 13-14-15

Manolita. Capítulos: 16-17-18

Manolita. Capítulos: 7-8-9

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Confesiones sicalípticas de un abuelo. Cap. 5 y 6

Confesiones sicalípticas de un abuelo. Cap. 3 y 4

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Memorias de una prostituta. Capítulo 65

Memorias de una prostituta. Capitulo 63

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Memorias de una prostituta. Cap. 19.20.21

Memorias de una prostituta. Cap. 16-17-18

Memorias de una prostituta. Cap. 13,14 y 15

Memorias de una prostituta. Capítulos: 10, 11 y 12

Memorias de una prostituta. Capítulos: 7, 8 y 9

Memorias de una prostituta. Capitulos 4, 5 y 6

Mi primer ciberpolvo

Oda a Zaira. La Reina de Lesbos

Memorias de una prostituta. Capitulos 1, 2 y 3

Manolita y Adela

La primera vez que hizo el amor

Escena lésbica

Dichas y desdichas de una prostituta

Restregando la cebolleta

Me gusta como huele y sabe el coño de Sandra

La mujer y el matrimonio

¡Qué hermosas son las pollas!

Soy el mejor lamerón del mundo

Me lo tengo merecido por cabrón

Confesiones de la Marquesa de Tócame Roque

Diálogos de matrimonios

Las cosas no son como parecen

Diálogos desde el Infierno

El coleccionista de pelitos de pubis

¡Juro que no me follé aquella burra!

La isla de las delectaciones

El liguero negro

El arte de hacer una buena mamada

De la desesperación a la felicidad en un minuto

Amar en San Seabastián antes de morir

Esperé a que fuera mayor de edad...

El arte de saber bajar unas bragas

Su Majestad: EL COÑO

Diversas formas de

Tres horas con Lourdes

Mis sueños de infante

Asesinato en el burdel

El diario íntimo de mi prima Montsita

Mis ligues por Internet. Primera entrega

Mi primer polvo de 2011

El diario de un consentidor

Sobre el intercambio de pareja o swinging

¿Qué da más placer: la boca, la polla, el coño ..

El coño de Carmencita

Por culpa de una almorrana no me la pudo meter...

Las Calientapollas

Me hago las “pajas” como las chicas; con un dedo

La Pipa de la Venancia

Nunca creí que en mi ano cupieran 25 cm de polla

El dulce sabor salado de los coños

Chistes verdes

Aquellas enfermeras de Alicante...

Me gusta sentirme mujer y ser penetrada

Los besos de mi amor

Mi colección de vellitos de pubis

Soy un CABRON en potencia. Lo reconozco

Lluvia dorada de una nube sagrada

Como y donde tiré mi último cohete

Aventura en el expreso Madrid-Sevilla

Análisis de los diez Mandamientos.

Como fue mi primera experiencia homosexual

Proceso inevitable de los matrimonios

Como fui sodomizado por Sergio

¿Me estaré volviendo gay?

Una esposa puritana y un marido obseso