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Cómo me dio por el culo Sonia

en Fantasías Eróticas

Inmediatamente después de hablar con Lope, y la propuesta que le hice de que mañana Domingo nos encontraríamos en Madrid para afrontar el reto de Ernesto en el programa Caldo Amarillo; pero que antes pasaría la noche con un bombón, llamé a Sonia; pues era ella el regalo que le iba a hacer como premio a sus grandes servicios prestados a mis causas.

Le llamé a su apartamento, con la esperanza de que estuviera.

¡Menos mal, si estaba!

--Sonia. Hola cielo, soy Manolita

--¡Qué sorpresa, cariño! ¿Dónde estás?

--En mi casa de Los Alcores. Necesito que me hagas un gran favor.

--Manolita, sabes que lo que me pidas.

--Quiero hacer un regalo a un gran amigo.

--¿Y qué tengo yo que ver con eso?

--Mucho, el regalo eres tú. La hembra más hermosa de Madrid.

--¿Qué tengo que hacer?

--"Echar tal polvo" que el que lo reciba, no se le olvide en su vida?

--Ya sabes que lo mío es eso ¿Qué tal está el galán?

--Un cincuentón de muy buen ver. Tranquila que "el macho" merece la pena que te la meta.

--¿Cuándo va a ser "la boda"?

--Mañana por la tarde.

--¡Ufffff! Menos mal, porque estoy a punto de empezar con el periodo.

--¿Está contigo Oscar?

--¡Qué va! Si hemos terminado.

--Valiente Gilipollas.

--Manolita.

--Dime corazón.

--¿Las dos solas no podemos estar? Me muero por hacer el amor contigo.

--Tú, deja contento a Fernando, y...

--¿Se llama Fernando "el novio" que me has buscado?

-- Sí, te decía, que dejes contento a Fernando; y que ahora que has terminado con el cretino de Oscar, tengo para ti unos proyectos que te van a encandilar.

--¿Qué tipo de proyectos? ¡Anda! adelántame algo.

--Mañana donde ya sabes, en los apartamentos de la Plaza de España te esperamos.

--¿A qué hora?

--Sobre las dos de la tarde; y comeremos juntos.

--Un beso, mi princesa.

--Otro para ti, mi reina.

Al día siguiente. Domingo

A la 13:45 llegué a los Apartamentos de la Plaza de España, ya saben, donde suelo parar en mis viajes a Madrid. Sonia me estaba esperando en admisión charlando con un recepcionista más o menos de su edad.

--Hija, no pierdes la oportunidad, cuando ves un mozo guapo, se te erizan los cabellos.

--Y sobre todo los del chichi. Me dijo muy bajito para que no le oyera el recepcionista.

--Doña Manolita: muy cortés y con una sonrisa de oreja a oreja, (porque son mil pesetillas las que le doy de propina), un placer verle por aquí de nuevo; ya sabe, para lo que guste mandar. Me dijo Paco el conserje.

--Gracias Paco. ¡Ah! Preguntará por mí don Fernando Lopetegui, que suba sin demora.

--Descuide doña Manolita, como usted disponga.

--¡Qué! ¿Tratando le ligar al mozo de la conserjería? Le dije subiendo en el ascensor a Sonia.

--¡Qué va! Haciendo tiempo hasta que vinieras.

A los veinte minutos llamaba a la puerta, era Lopetegui.

--Abre tú Sonia. Le dije desde el servicio.

Al ver Lopetegui a Sonia.

--Disculpe señorita, pero creo que me equivocado de apartamento.

--¿Eres Fernando, verdad?

--Sí. sí.

--Pasa, pasa, que no te has equivocado.

Quedó Fernando pasmado, no se podía ni imaginar que mi regalo pudiera ser de tanta belleza.

Al momento salí del baño, envuelta en una toalla rosa desde el pecho hasta las rodillas.

--Estás en tu casa, creo que por ahí habrá algo de beber, sírvete lo que te apetezca. ¡Bueno! casi no hace falta que os presente. Sonia, este es Fernando, ¿qué te parece?

--Mejor de lo que me figuraba; un cincuentón que seguro va a hacer "encaje de bolillos" con mi cuerpo.

--Lo que te voy a hacer es "encajar bien mi bolillo"  donde tu sabes. ¡Cordera!

--La dos nos reímos de la salida de Lope.

--Bueno niños, a comer. Que tengo reservada mesa para tres en Jockey.

--¿No había otro hombre en discordia, Manolita? me hablaste de un novio de Sonia, creo recordar.

--Un imbécil que ha dejado plantada a esta muñeca. Dije a la vez que acariciaba la cara de Sonia.

--¿Entonces no va haber cama redonda cómo tenía entendido?

--No, mira, os quedáis los dos en el apartamento, que no os va a faltar de nada; os comportáis como dos tortolitos, y allá sobre la diez vuelvo por aquí. Voy aprovechar la tarde para hacer compras en unos grandes almacenes de la Gran Vía.

--No gastes mucho Manolita. Me dijo Fernando.

--Lo que tienes tú que hacer "es gastar" todo con Sonia.

--¡Pero que guasona eres, joía!

Salimos del restaurante y tomamos un taxi; me dejaron en la Plaza de Callao, y ellos siguieron más abajo, para la Plaza de España.

En este punto de mi narración, he dudado si contar lo que hice visitando tiendas  por el Centro de Madrid, o la "follada" de Sonia y Fernando. He llegado a la conclusión, que tres narices les importa mis compras a los lectores.

Según me contó Fernando al día siguiente de su tarde de amor; (porque como saben yo no participé en la fiesta) dijo que fue apoteósica.

Fíjense ustedes la grandeza de la amistad. Puedo asegurar que está muy por encima del amor y de todas las pasiones. Me he follado en mi vida a mujeres y hombres muy hermosos; he querido con locura y me he entregado con pasión arrebatadora a Raúl, Adela y Margarita. He disfrutado con Sergio y José Antonio de polvos sublimes...

...Y sin embargo, al hombre que de verdad más aprecio en este mundo, el que me ha demostrado que su amor está por encima de las pasiones, es mi gran amigo Fernando Lopetegui.

Su imagen está tan inmaculada en mi corazón, que creo que el acostarme con él rompería el cristal que evita se mancille nuestra amistad.  

¡¡¡Qué ideal es mi devoción por Lope!!!

Pero dejemos los sentimentalismos aparte, y escuchemos las palabras de Lopetegui, contándonos lo acontecido con Sonia. Cuando me lo refería, igual que se lo va a contar ahora a ustedes, me orinaba de la risa.

Como ya les ha contado Manolita, fui el policía que "custodió" la Casa de Citas que regía en Madrid allá por los años sesenta en plena Dictadura. "Casa" que visitaban con asiduidad las más relevantes personalidades de aquel Régimen; y que un servidor era el encargado de que todo transcurriera con normalidad.

Esa actividad, digamos que me daba derecho a "probar la mercancía". por lo que "caté" prácticamente todas las niñas que por allí pasaron en aquellos años.

Pero resulta, que la mujer de hoy es muy distinta a la de ayer. Los roles de macho y hembra estaban antes tan definidos, que una mujer por muy puta que fuera, andarle en el culo a un tío, era algo impensable. Salvo excepciones.

Sin embargo, la mujer actual, sabe muy bien, que el ano del hombre es una zona erógena llena de ricos matices sexuales, y como explorarlos.

Fumando un cigarrillo en la cama, le conté a Sonia la aventurilla que nos corrimos Enrique Puig Domenech y yo en Barcelona, y como Silvia me anduvo con su dedo en mi ojete.

--¡Ah! ¿Pero te gusta que te anden por "el bujerito" ?

--Si hace años, una tía me anda "por ahí". le hostio, dije con ironía.

--Dime la verdad Fernando. ¿A qué te gustó?

--¡Joder que sí! Pero si se entera algún amigo que me gusta, me va a tratar de maricón.

--¡Pero que tontos sois los hombres de antes! Mira Fernando, me consta que eres muy macho, pero hoy vas a ser una puta.

--¡Pero que coño dices....! ¿Estás loca?

--Vas a probar algo distinto, algo que en tu vida podías ni imaginarte: gozar como una mujer, porque las mujeres gozamos en la cama infinitamente más que vosotros. Tú, déjame hacer.

Y le dejé hacer.

Me pintó los labios, me dio colorete en la cara, y me puso las braguitas malvas que acababa de quitarse.          ¡Mira! sentir el calorcito y lo mojadito de su entrepierna en la mía, ya me puso "a mil". Además, que me quedaban muy monas en mi culete respingón.

Sacó de su bolso cinco mil pesetas y dijo.

--Toma.

--¿Y esto que coño es? Pregunté asombrado.

--El pago de tus servicios, yo siempre pago a las putas con quien me acuesto, no como tú, pedazo de cabrón, que te las follabas por la cara.

Quedé abducido ante actitud tan insólita, pero ver aquel pedazo de mujer como me estaba manejando y sometiendo a su voluntad, me entró como una especie de abandono a mis instintos de macho, y seguí haciéndome dejar.

Me situó boca abajo, y posó sus hermosos pechos sobre mis glúteos, diciendo a continuación.

--Pero que buenas estás, pedazo de zorra, tienes un culo precioso, te lo voy a follar hasta que revientes de placer.

No sabía que hacer ni decir, sólo me acuerdo que cerré los ojos.

--Aupa el culo, cacho puta, que te la voy a meter.

Aquello me estaba empezando a gustar, así que aupé el culo tal como me pedía. No podía ver nada por la posición que me encontraba, pero si sentí sus dos manos como bajaban hasta los tobillos la braga que me había colocado. Notaba como me abría la raja del culo, y en la embocadura percibía algo caliente y espeso que se deslizaba por todo su contorno.

El placer que sentía empezó suave, pero llegó un momento que no podía resistirlo. Notaba mis testículos cómo si se quisieran salir del escroto, y el pene me hacía daño debido a los reflejos nerviosos de la zona que tendían a liberarse por allí. Y Sonia que no paraba de lamerle el ano.

--¿Te gusta que te coma el coñito? ¿Eh? Cacho zorra.

Había perdido el control de mi mismo, estaba totalmente abandonado a sus caprichos.

--¡Me encanta cariño, que me lo comas! Pero para un poquito que soy multiorgásmica y me vas a matar de gusto.

 Ya no sabía lo que decía.

--Pues ahora verás.

Noté al principio algo duro, y supe inmediatamente que eso no era lengua. Cuando con mi mano derecha desde la posición que estaba, intenté identificar que era aquello que entraba por mis entrañas, fue tarde, estaba metido hasta unas bolas gelatinosas que semejaban un los testículos.

--¡Mueve el culo, guarra!

Y la "guarra" de Lopetegui, moviendo el culo con aquella polla de latex bien metida por el ojo del idem.

No lo puedo explicar, dicen que si se roza la próstata, el hombre puede llegar a eyacular sin tocársela. Juro, que se me escapó un chorro de semen sintiendo un placer inmenso por el paso de la uretra.

--¿Te ha gustado el polvo. Fernando?

No supe que decir, al recobrar mi conciencia de macho, no tenía las cosas muy claras, y sentía algo de pudor.

Se dio cuenta Sonia, sólo me dijo:

¡A ver si de una puñetera vez, derribamos el mito del machismo!

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