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Los lios amoroso de un niño guapo. Capítulo 3

en Grandes Relatos

Capítulo 3

 

Aquella moza del metro

 

A finales de Diciembre de 1960, después de tres meses de instrucción militar, fue destinado a un puesto de la Guardia Civil de la Provincia de Burgos. Vuelvo a pedir disculpas a mis lectores por ser tan vanidoso; pero la verdad; el uniforme me sentaba tan bien y realzaba mi figura, que más de una nena me miraba con descaro.

Antes de relatar lo que pasó en el cuartel, voy a contar una anécdota que tiene su gracia, ya que no es no habitual que las mujeres se dejen sobar en los transportes públicos. Esto sucedió en el metro de Madrid, unos días antes de incorporarme a mi destino.

Tomé el metro en la estación de Manuel Becerra, la más próxima al domicilio de mis padres donde a la sazón vivía. Me situé en una de las paredes del vagón, al final, justo a la última puerta; con mi uniforme y tricornio bien plantado. En la siguiente parada; Goya, entró una avalancha de personas que lo llenó a tope, hasta el punto, que otras empujaban desde fuera para poder entrar; y por casualidad o adrede, una chica de unos veinte años planto su culo entre mis piernas.

¡Joder, qué no era lugar ni momento para darse un lote, y menos de uniforme! por lo que opté por retirarme de esa ubicación, entendiendo a priori, que había sido una casualidad que la moza aterrizara su ojete precisamente ahí.

Con bastante dificultad, ya que estábamos como sardinas en lata, aparté mi paquete que amenaza en ponerse bravo, del tafanario de la moza; pero a la mozuela, al parecer le molestó que retirara mis atributos de macho, del valle de sus nalgas, (léase raja del culo) y la muy descarada, otra vez que lo coloca donde estaba hacía unos segundos.

-¡Pero leches! La cosa estaba clara: su culete disfrutaba notando mi bulto.

-¡Pues toma paquete! Pensé para mí. Y en uno de los traqueos del tren, empujé de tal guisa sobre aquella masa carnosa, que su dueña me miró de reojo y trazó una sonrisa que claramente quería decir: "empuja más" .

Y así fue. No despegué mi nabo del culo de la chicuela hasta la estación de Sol en la cual se bajó, no sin antes echarme una mirada tan seductora que me invitaba a que me fuera con ella. 

Para sentir mejor sus protuberancias, y ella las mías, la rodilla de mi pierna más propicia, se la metía por su raja (la del culo) la otra, obviamente por la posición que nos hallábamos no podía.

Es muy excitante pegar el rabo en el culo de una desconocida en un transporte público, y si es joven y guapa como aquella más. Lo apasionante radica en lo sibilino de la acción y en la presa, ya que hacerlo a la novia, o ligue de turno, no mola. Pero ¡ojo! que también tiene sus riesgos, ya que lo más probable es que la moza que sienta en su trasero algo duro, se despegue, o que te arme una que te puede poner la cara como un tomate.

Fueron unos quince minutos apasionantes los que duro el metro-polvo, y si no me corrí, es porque la niña se apeo en Sol; si se hubiera bajado en la siguiente estación; Ópera, seguro que hubiera almidonado los calzoncillos.

 

El Brigada, su hija, y la madre que la parió

Después de la Epifanía de los Reyes Magos del año 1961, salí rumbo a mi nuevo destino; que como ya he apuntado, era una pequeña localidad de la provincia de Burgos y allí ocurrió el evento que voy a relatar.

El brigada comandante del Puesto (Cuartel) al cual fui destinado, tenía una hija más o menos de mi edad, o algo mayor. ¡Y mira que mi padre me lo había avisado!

-¡Hijo! Dónde mores, jamás se te ocurra meterte con las esposas o hijas de los guardias, pues te verás en muchos compromisos si lo haces.

¡Pero claro! Esos consejos a un don Juan como yo, cayeron en saco roto , y si la niña se enamoró de mí nada más llegar al cuartel. ¡Qué quieren que yo le haga!

La moza era novia de un alto ejecutivo de una empresa de automoción en la zona, por lo que el novio, era del agrado del papá brigada y mucho más de la mamá. ¡Pero tuvo que llegar "un niño guapo" de Madrid para "joder la marrana". ¡Y bien que la jodí!

Para un joven de 20 años, y con ínfulas de conquistador, (me viene de familia, ya que se contaba que una se suicidó por el desamor de mi padre), unido a que en esa localidad pequeña no había lugares como en Madrid para ir a "la caza del conejo", no me resistí a las insinuaciones tan descaradas que me hacía la niña.

No llevaría en el cuartel más de una semana, cuando haciendo guardia de puertas. O sea: de portero del cuartel un día frío del mes de Enero...

-Hola Félix, ¿Te apetece un caldo de cocido bien calentito?

Lo que me apetecía de verdad, era echarle un polvete , pero como tenía novio y era la hija del jefe, ni se me pasó por la cabeza tan descabellada idea.

-Ya lo creo Sara (vamos a llamarla Sara), un caldito a esta hora (sobre las 12:30) viene de maravilla.

-Ahora te lo bajo.

Salió Sara del cuarto de guardia donde me hallaba cubriendo el servicio; y a los pocos minutos bajaba con una taza (más bien tazón) de un caldo que humeaba.

-¡Qué rico está! ¿Lo has hecho tú? Le pregunté con el fin de halagarle.

-Parece que eres caldero, ¿verdad Félix?

-Pues sí, mira. Tanto me gustan, que me los hago hasta de Avecrem o caldo Maggi.

-Se nota, porque te lo has tomado con mucho gusto.

-¡Joer Sara! Es que este caldito tenía sustancia el condenao.

Observé satisfacción en su semblante, y aquí es donde empecé a entender que Sara venía a por mí; que el novio, le importaba un comino.

Juro por Dios, que hoy me arrepiento de lo que hice, porque destrocé una relación y la ilusión de una mujer, aparte del problema que supuso para la familia, pero es que con 20 años, un hombre es capaz de cometer las mayores locuras consciente o inconscientemente. Pero sigamos con la narración de los hechos.

Digo que vi en Sara, (a pesar de no ser un experto en interpretar las intenciones del alma femenina), el deseo de estar conmigo, y aunque no tenía claro el enrollarme con ella; pudo en mí más el deseo carnal que la sensatez, y me dejé hacer. Al día siguiente...

Venía de hacer el servicio de carreteras con otro colega. (Los servicios exteriores se hacen pareja. De ahí el dicho de: "la pareja de la Guardia Civil". Sara estaba asomada al balcón de su habitación. Al verme (seguro que estaba esperando mi llegada) bajó al patio, acceso por donde forzosamente tenía que pasar para llegar al pabellón donde dormían los solteros. (Yo era el único soltero).

Esperó a que mi compañero desapareciera por el patio rumbo a su pabellón de casado, para decirme:

-Hola Félix. ¿Qué tal el servicio?

-Un poco cansado, hemos estado toda la mañana andando.

-¿Te apetece otro caldito?

-Con estos fríos burgaleses, y a esta hora, vienen de maravilla.

Voy a hacer un inciso en la narración para contar unos hechos paralelos

Las dos hijas del tío Nicasio

A pocos metros del cuartel había una fonda en la cual hacía mis comidas. La fonda de Nicasio.

Tenía dos hijas a cual más feas y gordas como la madre. La pequeña, más percherona que la mayor, tenía unas piernas que ya las hubiera querido para si, Kubala, y la cara siempre colorada. La verdad, no me gustaban absolutamente nada.

Pero eso de ser guapo, no se crean los feos que es una gran ventaja; y si además de guapo eres sentimental y buena persona, lo tienes muy complicado. Verán.

La nena menor, la de las piernas gordas y la cara siempre colorada, me atizaba unos platos de comida que se no los asaltaban un gitano, me decía.

-Vamos Felisín (no sé porque narices me llamaba así) lo cual no me gustaba pero que nada. Que estás muy delgadito, y tienes que comer más.

Al principio, no le di más importancia que la de ser amable conmigo, hasta que un día, dos antes de abandonar el cuartel...

Luego contaré que pasó. Ahora vamos a volver con Sara.

Ca

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