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Historia de un maricón. Capítulos 6º y 7º

en Gays

Capítulo 6º

 

El fracaso que tuve en la cama con Lourdes, ya con veintidós años cumplidos, hizo replantearme dos cosas: O hacía pública mi homosexualidad, o cambiaba de residencia, en busca de otro entorno donde fuera totalmente desconocido.

Recién licenciado en Filosofía y Letras, (Año 1963) me llamaron de una editorial, la más importante de España para ocupar el puesto de director de planificación. Por lo que pude independizarme y alquilar un apartamento de 40 metros cuadrados en el centro de Madrid.

Por muchos esfuerzos que hacía para evitar pensar en lo que mi naturaleza me demandaba: amar a un hombre, no podía evitar en mis horas solitarias masturbarme con la imagen del que me hizo sentir mujer hace tantos años.

Necesitaba "un macho" para que apaciguara "mis ardores femeninos"; pero también sabía, que de frecuentar el ambiente homosexual, era correr un riesgo que pondría en evidencia mi fama de hombre serio y formal; además de poseer cierta fama en los ambientes literarios.

En aquellos años estaban muy perseguidos "los maricones" (como el vulgo nos llamaban), y las redadas a los lugares en donde se reunían eran bastante frecuentes. El detenerme en alguna de aquellas redadas policiales, era ser fichado inmediatamente como "maricón", y todo mi prestigio se iría al garete.

Ser homosexual en esos años de la Dictadura, aunque no era un delito de cárcel, era algo peor: la deshonra para la familia; eso de tener un hijo maricón, era como "una puñalada" para los padres, pero sobre todo para el padre; ya que el machismo era lo que imperaba entre la población masculina.

Las madres sufrían en silencio el descrédito que suponía tener un hijo declarado homosexual, y las pobres lo llevaba como podían. Por eso yo no quise que mi madre pasara por ese "calvario".

Estaba seguro que, vendrían años favorables para nosotros, que a la muerte del Dictador, se abrirían las puertas y las ventanas de España para ventilar toda la inmundicia que se habían acumulado durante su mandato.

Obvio decir, que Lourdes rompió su relación conmigo; lo hizo de una forma escueta, como queriendo quitarle importancia al hecho, sólo me dijo:

-Ya me parecía a mí, que eras un poco "rarito".

La guasa que le puso al vocablo en su voz, daba lugar a pensar, que "me había calado", pero estaba seguro, que no diría nada a nadie, no por mí, sino más bien por ella. Eso de que con su cuerpazo desnudo, un hombre no considerado homosexual no se hubiera "empalmado", lo llevaría muy en secreto.

La mejor solución llegó sin yo buscarla.

-José Luis. Me dijo el gerente de la editorial. Se ha jubilado el director de la sucursal en Cataluña, ya sabes, el señor Martorell, y quiero que seas tú el que ocupe su puesto. Eres la persona más cualificada para ese puesto.

No pude ocultar la sorpresa y la alegría que me produzco la noticia; era la mejor solución a mi problema.

Residir en Barcelona era una gran noticia, ya que esta ciudad está mucho más adelantada en libertades individuales, y me constaba que se estaban organizando movimientos de liberación de gays y lesbianas.

La palabra Gay fue incluida en la vigésimo segunda edición del diccionario de la Real Academia Española (RAE), edición del 2001. Proviene del vocablo provenzal gai (en castellano “gayo”, como en La gaya ciencia) y significa ‘alegre’ o ‘pícaro’.

la prostitución homosexual en la Inglaterra victoriana, por el modo “alegre” en que vivían y se vestían. Finalmente el término gay boy (chico alegre o prostituto) se convirtió en sinónimo de homosexual.

        Posteriormente, la comunidad gay adoptó el término tratando la palabra como un acrónimo de Good As You (tan bueno como tú) restándole de esta forma el matiz peyorativo a la palabra y reivindicando la igualdad, como personas, entre homosexuales y heterosexuales. Por ello, hoy en día, la primera acepción en inglés apenas se usa y se utiliza casi exclusivamente como sinónimo de homosexual.*

 

* Texto extraído de Wikipedia

 

Unido a que mi mejora económica fue muy sustanciosa, vi el "cielo abierto" a lo que hasta ese momento me estaba produciendo verdaderos quebraderos de cabeza.

Y para Barcelona hice las maletas con la enorme esperanza que allí encontraría mi verdadera identidad sin tener que aparentar en mi entorno familiar y de amistades una situación que me hacía tan desgraciado.

Capítulo 7º

 

Como conocí a Mari - Mayo de 1963

 

A principios del año 1963 me instalé en Barcelona, en los aledaños del Paseo de Gracia. El ambiente que se respiraba en cuanto a las libertades del individuo era mucho más abierto que el de Madrid.

Se empezaban a ver los primeros travestidos por la calle sin que llamaran excesivamente la atención. No obstante no era ese mi objetivo, travestirme, no, yo quería cambiar de sexo, hacerme mujer completa. Y desde Barcelona empecé a hacer gestiones para llevar a cabo mi deseo a medio plazo; ya que de hacerlo ahora, tendría que ir a Brasil para llevarlo a cabo, o a Marruecos, países en donde se podría llevar a cabo la operación.

Pero algo sucedió en mi vida, que ni por lo más remoto lo hubiera imaginado: enamorarme (o creer estar enamorado) de la mujer más dulce y buena que se ha creado en el Planeta Tierra.

No sé si en Mari vi una mujer o una madre, el caso es que emocionalmente me sentía solo, muy solo; y lo peor, con continuas crisis de ansiedad.

Mi ilusión era ser mujer, vivir como una mujer, tener novio, casarme y tener hijos; criarlos, darles el pecho... El mundo femenino me fascinaba, y maldecía la hora en que había nacido hombre.

¡Cuántas veces quise morir! Sólo con la esperanza de que existiera la reencarnación y volviera a nacer una linda mujercita que realizara todos los sueños femeninos que todas las noches venían a mi mente. ¡Y cuántas sábanas empapé con mi llanto en la soledad de mi cama!

He dicho que fui un cobarde al no declarar mi homosexualidad y apechugar con todas sus consecuencias. Pero la Naturaleza a pesar de no haberme hecho hembra, si me dio el don del equilibrio mental, o el don de la responsabilidad.

¿Es que "mi desgracia" era lo más importante de la vida? No, a pesar de mi desesperación de no ser mujer, entendía que existe una sociedad, un entorno, unas normas que hay que cumplir, salvo que tu rebeldía te obligue a romper todas, y ser lo que no eres. Esto es el puñetero contrasentido de la vida.

Digo que me faltó valor para "echarlo todo a rodar" y declararme ante todo el mundo homosexual. ¿Pero que hubiera ganado con ello en aquella sociedad machista? Nada más que disgustos para mis seres queridos.

Era tan dulce Mari, y tan comprensiva... Tan buena tan generosa en todas sus manifestaciones, que vi a una "virgen" más que a una mujer. Y cuando el espíritu se eleva sobre la materia, el sexo se desvanece y el alma aparece. Y cómo no creo, que las almas tengan sexo, entendí que Mari era mi alma gemela; y por eso quedé subyugado a ella.

Esta tomando una copa en el bar del Hotel Majestic, en pleno Paseo de Gracia, revisando unos papeles de la editorial, cuando una señorita me preguntó

-Disculpi senyor ¿Está lliure?

Se refería a una de los taburetes para sentarse en la barra del bar.

-Sí, sí, está lliure.

Apenas reparé en ella, sólo vi que era una chica rubia y bastante alta. Pero al momento me llegó la conversación que mantenía con una presumible amiga, ya que por el diálogo tan desenfadado que mantenían así lo parecía. Su voz era limpia y clara, por lo que a pesar de hablar en un tono de voz muy comedido, llegaba nítidamente a mis oídos.

-Per fi com has quedat amb Raúl? Le preguntaba la amiga.

-Ni m'ho noms, valent pocavergonya; després d'un any de relacions i jurarte amor etern, em diu que les trenca, que no està segur dels seus sentiments cap a mi.

La amiga me miró con cara de desconfianza, ya que era el más próximo a ellas y pensaba que estaría pendiente de sus conversaciones. Pero al observar que estaba con los ojos en mis papeles, (no con los oídos en ellas) dijo, aunque con voz mucho más bajita y acercándose a su oído.

-¿El que em vas explicar l'atre dia, com ha donat?

-Positiu. Sólo dijo con voz temblorosa.

-¡No em diguis Mari!

-Sí Montse, ho estic.

A pesar de mi pobre catalán, ya que sólo llevo viviendo unas semanas en Barcelona, no hizo falta ser un lince para deducir que la prueba era de embarazo y que había dado positivo. Pues muy bien, "a otra que le han llevado al huerto". Pensé. Bueno  ¡y a mí qué!

A poco más de los cinco minutos se fueron, y al momento de pagar mi cuenta porque yo también me marchaba, vi una especie de agenda de piel que posaba en el saliente de la barra. Sin duda, se la había dejado alguien olvidada; y por el lugar que estaba, no podría ser de otra persona que la señorita que había ocupado ese lugar últimamente.

Pensé dejarla al camarero en la seguridad de que su propietario o propietaria volvería de inmediato a recoger el objeto allí olvidado; pero al estar abierto, podría ser de la curiosidad de los que estaban detrás de la barra y ser ojeado su contenido; por lo que opté por esperar un rato más en la confianza de volverían a reparar el olvido.

Pero al transcurrir más de media hora, y no reclamar mencionada agenda nadie, me marché ya que tenía cierta prisa.

Una vez en casa me acordé de la agenda encontrada en la cafetería, y que había guardado en mi cartera de mano. Me picó la curiosidad, y fui a por ella; pero de verdad, con más intención de ver a quien pertenecía que de cotillear. En las agendas se suelen asignar los datos personales precisamente para prever que en caso de pérdida puedan ser remitidas a sus respectivos dueños.

Efectivamente, nada más abrirla por el principio, en la primera página constaban sus datos:

María del Carmen Orquín Hernández

Calle Consejo de Ciento, 86

Barcelona

Constaba de más datos sobre su trabajo y otras actividades, y naturalmente un teléfono. Miré al reloj y eran las 21:47, por lo que supuse que sería una hora oportuna para llamar.

Marqué el número y al cabo de media docena de llamadas, sentí una voz femenina.

-Digui.

-¿Señorita María del Carmen Orquín?

-Si sóc jo qui és?

-Disculpe que no le responda en catalá, soy de Madrid.

-Bé, digui.

-Me llamo José Luis Basaldúa y soy el que tiene la agenda que se dejó olvidada en la cafetería del Hotel Majestic.

-¡Oh! grácies a Deu, estava molt preocupada, ja que vaig tornar a buscar-la i no estava.

-Perdón Señorita. Pero mi catalán es muy pobre, casi nulo. ¿No le importaría hablar en castellano?

-¡Ay! Disculpe, que poco considerada. Además, no soy catalana, soy madrileña de nacimiento, lo que pasa que llevo en Cataluña muchos años.

-Me alegro María del Carmen, yo también soy madrileño.

-Encantada José Luis. ¿Y dices que tienes mi agenda?

-Le explico. Se la dejó olvidada en debajo de la barra...

-Llámame de tú.

-Gracias Marí, como quieras.

-Una de mis manías, es dejar objetos en ese sitio, y después no me acuerdo de recogerlos. ¿Y cómo es que no la dejaste a los camareros? Lo lógico es que hubiera ido a por ella en cuanto hubiese reparado el olvido.

-Tuve mis dudas, ya que supuse que tendrías apuntes muy personales, y que de haberla dejado a los camareros, hubieran estado a disposición de ser ojeados; y como también supuse que serías una cliente habitual del establecimiento, no tenían porque saber nada de las intimidades un cliente. Por eso esperé media hora a que volvieras a por ella para devolvértela, pero no viniste.

-No volví porque no reparé en el olvido hasta llegar a casa. Pero te agradezco ese detalle. Es cierto que tengo apuntes muy privativos; y no me hubiera agradado el que los camareros del Majestic hubieran tenido acceso a los mismos. Gracias, ese detalle me confirma que eres todo un caballero, José Luis.

El tono que empleó al decir lo de caballero, me quiso indicar, que un caballero no lee los secretos de una mujer. ¡Qué sutil la dama!

Puedes estar segura, que lo soy Mari.

También yo emplee un tono especial, para darle a entender que sus apuntes privados no iban a ser por mí cotilleados.

-Cuando quiera quedamos. Por cierto, que vivo muy cerca, en la calle de la Diputación.

¡Ay sí! Que cerca y que bien. Desayuno todos los días en la cafetería Jamaica, en el Paseo de Gracia 62 ¿la conoces?

No, pero no tiene pérdida. ¿A que hora sueles ir a  desayunar?

-Entre las ocho y las nueve.

-Bien mañana nos vemos.

-¿Cómo te conoceré?

-Yo si te conozco, soy el hombre al que le pediste el taburete. ¿Recuerdas?

-¡Ah sí! Gracias otra vez.

-Hasta mañana pues.

-Hasta mañana.

-¡Ah Mari! Una cosa.

-Dime José Luis

-Mi teléfono, que no lo tienes.

-Es verdad. Espera que voy a tomar nota. Ya. Un detalle por tu parte.

-Si yo tengo tu número, lo lógico es que tú también tengas el mío. No creo que ocurra nada de aquí a mañana, pero al menos si podremos llamarnos para comunicarnos ante alguna contingencia imprevista.

-Te sigo reiterando mis gracias, José Luis, eres más que un caballero. Hasta mañana.

-Hasta mañana.

Sentía curiosidad por leer los apuntes, y más después de escuchar la voz tan melodiosa de Mari. No sé, sentía algo más que curiosidad; y juro que no era nada innoble, era una sensación como de haber encontrado en tu vida algo que merece la pena ser estimado. Quizás del don de la amistad; el tener una persona de tu absoluta confianza con el que poder contar tus pesares y tus alegrías. Nosotros, obvio decirlo, que si tienes que ocultar por do quiera que vayas tus sentimientos, ese don, el de la amistad verdadera nos estaba vedada.

Abrí por el mismo centro la libreta, que era de tamaño cuartilla (D5), y al comprobar que más que apuntes, aquello era una especie de diario en donde estaban anotados muchos acontecimientos, desistí en mi empeño. ¿Quién soy yo para invadir la intimidad de nadie? Sólo leí.

Martes 25 de Mayo. Cita con el ginecólogo

No quise leer más. Cerré la agenda y la metí en mi maletín para que no se me olvidara mañana entregársela a su dueña.

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