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Historia de dos amores (en prosa rimada y verso)

en Grandes Relatos

PRÓLOGO

Esta especie de "reality show" que tiene más de show que de realidad y bastante de astracanada, pretende ser una novela de amor, pero entendido desde un hombre y una mujer, ya que el amor tiene mil caras o las que cada cual entienda que es; que dicho sea de paso el amor entre personas del mismo sexo puede ser tan sublime como el que aquí se va a narrar. Pero éste no es el caso.

Algunos dice que el amor verdadero es el "que entra por el agujero", y tienen algo de razón si se entiende como la culminación del mismo; ya que el amor espiritual (el místico, que para mí es pura metafísica) no va a tratar este novela al menos en lo profundo de sus aspectos; ya que lo trató muy bien Santa Teresa de Jesús, al que recomiendo que lean sus obras porque relatan el amor hacia Dios de una forma tan magistral, que a mí me sería imposible contar, ya que yo no tengo "hilo directo con El Señor" cómo lo tenía Teresa.

Este libro trata de sublimar el amor a su máxima cota tanto espiritual como carnal; como dije, antes creo que el amor verdadero aparte de "entrar por el agujero" también es una simbiosis entre el cuerpo y los sentimientos, a los que yo llamo espíritu porque se sienten aunque no se vean, y nadie puede negar que forman parte de nosotros mismos.

La década prodigiosa (años sesenta) fue eso, prodigiosa, y aunque se suele decir que cualquier tiempo pasado fue mejor, lo cierto es que los jóvenes de entonces hallábamos en el amor algo tan hermoso que hasta los celos le daban tanto esplendor. Y ser novio o novia era algo tan sublime y a la vez tan misterioso, que ambos vivían el noviazgo como algo único en la vida, y que había que vivirlo de aquella manera, no como lo viven los jóvenes de hoy.

Para la mayoría de los jóvenes de entonces llegar a la culminación del amor, había antes que "salvar a nuestra princesa de las garras del dragón de mil cabezas, y cortar la flor más aromada que crecía en la roca más escarpada". Y una vez logrado, la recompensa tan ansiada.

Hoy no, esa recompensa tan anhelada entonces, los jóvenes la consiguen en "un finde" con dos copas o un cubata. ¡Qué pena! ¡Con lo hermoso qué era luchar con todas las de la ley para conseguir cortar la rosa..!

Pero los tiempos han cambiado, no diré si para mejor o peor, pero si digo sin temor a equivocarme, que, aunque un orgasmo en el terreno material es hoy exactamente igual que hace cincuenta años, afirmo rotundamente que en terreno espiritual es completamente distinto. ¿Qué es lo que ha cambiado? me preguntarán algunos.

Lo explico muy bien en el capítulo cuando hice el amor por primera vez con mi novia Cristina. Pero la diferencia está en los prolegómenos del amor. Se disfrutaba tanto pensando que pronto vas a culminar el acto, que en el mismo acto; sensación que desconocen los chicos de hoy. Porque para ellos el fornicar es tan normal que a perdido el rito de lo misterioso y reservado; es un acto similar al defecar u orinar.

PRIMER LIBRO: AMIOR Y DESAMOR

Ella

 

Cristina de Juanes Vergara. Nacida en Santander el veinte de Noviembre de 1943, pero residente en el barrio de Salamanca de Madrid desde 1956.

Preciosa chiquilla blonda de 1,70 metros de estatura y de 6o kg. de peso. 90.80.100. Las medidas  de mujer que "me molan".

Trabaja de secretaria en un concesionario de una marca italiana de automóviles sita en Madrid.

Canta y lo hace muy bien, pero su abuelo materno, de la familia de los Vergara, se opone a que elija ese camino como profesión, pues es un conservador muy de derechas, adepto al Régimen a la sazón imperante, y de los que opinan que el mundo de la farándula no es el apropiado para su nieta.

Le gusta la música, el baile y salir con los amigos por los barrios del copeo de Madrid. Es alegre, risueña, y sus labios son una invitación constante a ser besados. Sus ojos marrones verdosos y su pelo es pura seda. Acariciar sus cabellos es como acariciar las alas de los ángeles, que aunque no sé el tacto que tienen porque nunca los he acariciado, me figuro que tendrán muy parecido al del cabello de Cristina.

La conocí el sábado día 4 del mes de Julio de 1964, fuimos novios quince meses. En Octubre de 1965 me dio "la boleta".

Él

 

Nacido en Málaga, el 23 de Octubre de 1940. Residente en Madrid desde Octubre de 1945.

Alto, de un metro ochenta, delgado con una cabellera negra azabache ondulada que es la envida de los calvos. Extrovertido, nervioso, soñador, iluso... cree que todo el mundo es bueno.

Le gustan las mujeres con locura, pero no es "mujeriego" ya que cree que todas las mujeres son puras y castas. (Como su madre y su hermana)

Le hubiera gustado ser torero (tipo y talla si que tiene) pero le falta lo que "tapa la taleguilla"; por lo que se quedó en mero aficionado.

Chico culto  pero sin estudios superiores, de fina estampa, guapetón y el oscuro objeto de las niñas púberes de su barrio, pero que no se entera porque sigue creyendo que la mujer sólo ha venido al mundo para ser novia, esposa y madre ejemplar.

Le encantan los boleros y no canta mal, pero imitando a su ídolo: Lucho Gatica, al que se pasa horas buscando en el dial de la radio escuchar sus canciones. "Historia de un amor" es su bolero preferido. Poeta ocasional, a pesar que su tono de voz no es la ideal para al amor cantar.

Está haciendo el Servicio Militar en la Guardia Civil, porque es "hijo del Cuerpo". Destinado en el Ministerio de la Gobernación, pero piensa pedir la baja en cuanto cumpla el tiempo reglamentado.

Y aquí comienza la historia...

CAPITULO I

 

Madrid, 4 de Julio de 1964. Domingo

Me llamo... ¡Qué más da cómo me llame! porque el protagonista de esta novela aunque está basada en mi vida amorosa, (con más lírica que realidad) no soy yo. Las protagonistas son dos preciosas mujeres que marcaron mi vida de tal forma que a las dos la llevo en el corazón, y si de verdad existe el alma, las llevaré sempiternamente dentro de mí; porque el alma según dicen es eterna.

Pero cómo algún nombre me he de poner, podéis llamarme Amador, ya que el amar sobre todo a "mi prójima", ha sido el principal motivo por el que decidí venir a este mundo; porque por lo demás que "se da aquí..." de verdad que no merece la pena nacer. ¡Bueno! También por el jamón de "pata negra" merece la pena.

El amor es el manjar más exquisito que se halla en el planeta Tierra; pero al igual que todos los manjares delicados cual ambrosías hay que saber saborearlos. Por eso se inventó el refrán: "No se hizo la miel para la boca del asno". Porque desgraciadamente muy pocos somos los que sabemos sacar toda la sustancia que emana del amor.

El amor tiene dos sabores a cual más primorosos: el amargo y el dulce. Ambos bien saboreados sin duda se obtienen tales sensaciones que saturan los cinco sentidos y te trasladan a edenes desconocidos. Pero gracias a su Creador, al Amor le concedió tan finas mixturas como apunté antes,  que, somos muy pocos los humanos (según la última estadística, sólo yo y dos más) los que sabemos extraer todas las esencias que se concentran, y que la inmensa mayoría de los mortales son incapaces de libar.

Pero estas sensaciones las acabo de descubrir porque cómo han leído en el C.V. que me ha hecho el autor de la novela fui un niño idealista, por lo que creía que el amor era una sensación más espiritual que material. Pero a partir de descubrir el cuerpo de la mujer a través de mi primera novia Cristina, cómo digo, he descubierto que el amor es la conjunción del alma y del cuerpo.

Todo comenzó el 4 de Julio de 1964, en un baile que no conocía, pues era la primera vez que iba y no recuerdo su nombre.

  Allí estaba ella. ¡Bueno! la terraza (era un baile de verano) estaba repleta "de ellas" todas monísimas, con sus camisitas y sus canesús vestiditas de azul (como las muñequitas). Pero mis ojos (los dos) sólo fueron para ella, y aunque era por la tarde y todavía no había anochecido, me pareció la estrella más bella del firmamento... ¡perdón! del baile.

Y nada más verla, sentada a escasos metros de mí, me inspiró este poema, que aunque malo y no merece la pena recordar,  si lo voy a recitar.

 

         Niña de cabellos como el trigo,

         hace sólo un minuto que te observo

         y me entra una cosa por el ombligo

         que por cordura contar me reservo;

         pero tengo un gran debate conmigo

         (y te prometo que no es protervo)

         que el serenar mi alma no consigo.

         Pues al ver sus labios me enervo,

          mis apetitos de ti yo me maldigo

         ya que de apetencias me hiervo,

         y mis deseos que no los mitigo.

         Lo que daría por ser tu siervo.

         ¡A Dios le pongo por testigo!

 

No sé si estas palabras me salían en voz alta, el caso es que la niña (en este caso la de mis ojos era ella) mi miró con una mirada que parecía un poema y me decía:

 

         Gracias buen mozo por tu poema;

         tu mirada bronceada me enajena

         y tus deseos de mí hacen derroche.

         Pero te aseguro nene,  que soy nena

         decente, no de las de troche y moche,

         que el decoro y la  pureza me ordena,

         y mi abuelo no me deja salir de noche.

 

No lo pude remediar, aquella mirada que me pareció almibarada, me indicaba que tenía mis mismas apetencias de... ¡Bueno! maticemos este punto que es importante aclarar.

Las apetencias del hombre son distintas a las de la mujer al menos en la primera instancia, y aunque en la segunda la mayoría se vuelven locas en los brazos del hombre que sabe llegarles al corazón (antes no se conocía el punto G) por eso los chicos teníamos que empezar por el corazón para llegar a lo que entonces las chicas guardaban... algunas con telón de finas blondas y sedas, y otras con "telón de algodón".

No me lo pensé ni un segundo.

-¿Bailas?

-¡Sí, gracias! Y se levantó de la silla poniendo una cara cómo diciendo.

-Si que has tardado en sacarme a bailar...

Fue suficiente aquel segundo que invertí para tomarle por su delicado talle y sentirle como una pluma que se deslizaba hacia mis dominios masculinos... (¡Ojo! no a  mis atributos masculinos, que todavía no hemos llegado "a eso") A mis dominios de conquistador del alma femenina, pues en aquel tiempo si "el higo querías catar, ante te lo tenías que ganar". Y sólo había una forma de ganarlo con las chicas como Cristina, ¿Cómo? De dos formas:

Primera: prometiendo "hasta meter  y una vez metido, nada de lo prometido".

Segunda: prometiendo y cumpliendo lo prometido sin pedir nada a cambio. "Lo otro" vendría por si mismo.

Bailamos amarraditos. (cómo se bailaba entonces y le gusta a Sergio Dalma también ahora)

CAPITULO II

 

Bailamos aquel bolero titulado: "Historia de un amor"; seguro que fue una premonición; pues nuestra historia de amor aunque breve y fue más espiritual que material, fue una historia bonita; si bien la hubiera vivido con el conocimiento que tengo hoy de las mujeres, yo te juro Cristina que otro desenlace hubiera tenido nuestro noviazgo, porque hubieras quedado tan llena de mí, que te hubiera sido imposible vaciarme de tu alma y corazón cómo me vaciaste aquella tarde. ¡Aquella maldita tarde que me dijiste que habías dejado de quererme!

Pero uno, que a la sazón era un iluso (y además pobre y soñador), creía que sólo de amor, y nada más que del amor se alimentaba el amor. Craso error, porque el amor es como una hoguera que si quieres que no se apague hay que echar yesca todos los días.

-¿Estudias o trabajas? Se me ocurrió decir para entablar una conversación. Aunque no necesitaba hablar, ya que el sentir su respiración junto a mí y notar su aliento en mi cuello, eran las palabras más dulces que en ese momento podría escuchar. Y seguro que ella tampoco sentía necesidad de hablar, porque aquel silencio al compás del bolero era más elocuente que mil palabras.

Pero no me parecía correcto. ¡Coño! al menos debemos saber quienes somos, y la única forma de saberlo era auto presentarnos. Así que antes de que me contestara a lo del trabajo o el estudio, le dije.

-Me llamo Amador. ¿Y tú?

Apartó su cabecita que tenía casi apoyada en mi hombro (por eso sentía su aliento en mi cuell0) y me miró a los ojos... ¡Ay que ojos, madre mía..!

         No eran ojos, eras dos fanales

         que iluminaban mis negruras;

         dos candiles, eran dos faroles

         que avivaron mi mente oscura

         y resplandecían como dos soles

         en la carita de aquella criatura.

 

-Me llamo Cristina, dijo sonriendo... Y al sonreír, mostró una hilera de dientes como la nieve (de blancos, no fríos) -Encantada Amador.

-Más encantado estoy yo Cristina. Encantado y un poco aturdido...

-¿Aturdido...? ¿Por qué?

-Porque mirarte y no aturdirse me parece que no es posible.

-¡Tonto..! me dijo a la vez que volvía a pegar su carita sobre mi hombro (esta vez por el izquierdo) y volvía a sentir su aliento el la otra cara de mi gollete.

Y bailamos pegaditos por la parte de arriba, pero sin "restregar nada" por la parte de abajo. Y cómo me he propuesto ser fiel a mi historia y contar la verdad  no me atrevía, me embargaba tanto la emoción "que no me la sentía". Porque todo el sentimiento que me producía aquella niña se había marchado al corazón; y éste si que me hacía...¡pon... pon... pon..! Y cuando el corazón manda, el otro órgano calla; y "mi otro órgano" estaba calladito y supeditado a sus órdenes.

Acabó aquel bolero, y seguimos abrazados, lo cual indicaba que lo nuestro no se acababa, y los dos mirándonos a los ojos esperamos para bailar el siguiente bolero, o un fox.

¡La madre que me parió! La siguiente canción no era otro bolero, era un twist; ritmo estridente y reiterativo que hay que bailarlo retorcido.

         Y a mí, retorcerme me da grima,

         me recuerda a los retortijones

         que con frecuencia me da la tripa

         cuando me hincho de boquerones.

         Y eso de bailar medio "retorcío"

         considero que no es muy decente,

         parece que tienes el culo "escocío"

         y te lo sofocas delante de la gente.

Pero Cristina ni  corta ni perezosa se puso en la correcta posición, para seguir con su cuerpo el son del que cantaba aquella canción. Un tal Chubby Checker era el culpable de mi decepción.

Pero no, mi decepción se convirtió en admiración al observar que parecía una mariposa al bailar "aquella cosa" que tan rara antes juzgaba.

No bailaba, despegaba y volaba de aquella pista como una avispa. ¡Atónito me tenía!

-Vamos Amador, "mueve conmigo el esqueleto". Me dijo mientras no paraba de mover el suyo.

Aquello me supuso un gran reto, y yo también, pero más corto que perezoso me puse en medio de aquella pista a mover mis piernas y mis brazos al mismo son que Cristina. Aunque obvio decir, que yo parecía un pato y ella una divina bailando el twist en aquella pista  de arena fina.

Acabado (gracias a Dios) aquel baile tan encrespado, Cristina se descansó en mi hombro, no sé si de cansancio o por que le gustaba estar allí su brazo apoyado; el caso que aquel detalle me dio a entender que se encontraba a gusto, lo que me hizo pasar mi brazo derecho por su cintura; por lo quedamos dispuestos pasar seguir bailando.

Y seguimos bailando como dos enamorados; pues el amor en los dos ya había calado.

         Y el amor cuando penetra

         hasta el fondo de las entrañas,

         para nada sirven las tretas

         ni los ardides ni las marañas.

         Es una carrera hacia la meta

         plena de sensaciones extrañas;

         el alma vuela, el corazón aprieta,

         y la razón como felino araña.

 

Y eso me pasó a mí, de Cristina me enamoré sin saber ni como ni porqué; solo sé que mirar aquella doncella ¡porque era doncella! lo supe cuando la desfloré, pero eso sucedió mucho después.

Cómo cuento, me enamoré al instante; y aunque se me antojó muy distante e inaccesible (quizás por algún complejo), me propuse de inmediato "tirarle los tejos", y pedirle relaciones formales. Pero eso sucedió a los pocos días.

-¡Uy Amador! me dijo sobresaltada. Que son casi las diez, y en casa no me dejan llegar después de esa hora.

-¿Vives muy lejos?

-No, cerca de aquí, por la plaza de Manuel Becerra.

-¡Qué bien! Somos casi vecinos, yo vivo en Ayala esquina a Alcalá.

-Pues vamos para allá que se me hace tarde.

-Nos dimos la mano en la despedida, ya que las chicas de reconocida fama, no se dejaban besar por el novio por lo menos hasta las cuatro o las cinco semanas.

Y cómo mi mente era sana e iba en plan formal, me inhibí de besar aquellos labios que se me antojan un rico panal.

CAPITULO III

 

Lo tenía muy claro, Cristina me había cautivado y mi mente empezó a tejer tantos proyectos que se me agolpaban. ¡Qué  bien se reconoce el amor cuando llega el amor! No hace falta que nadie te lo explique; es tan sutil que entra en tu vida de una manera tan delicada, que te inunda y te llena de sensaciones tan placenteras, que parece que tu alma se llena...

         ...Y mi espíritu se llenaba

         de sensaciones tan placenteras

         que el corazón se saturaba

         de cosas que antes no entendiera.

         ¡Y se me caía la baba..!

 

Así es el amor, es como la primavera que llega y no se sabe de que manera; pero llega.

La emoción de tener la primera novia es algo único; y más en aquellos años sesenta donde el amor carnal estaba prohibido fuera del matrimonio. Tenía ya mis veinte y tres años cumplidos, y poco o nada sabía de las cuestiones amorosas, ya que hasta la fecha sólo había tenido escarceos con las niñas del barrio jugando a las casitas o policías y ladrones. Algún "restregado de cebolleta", bailando en el Club Ayala los jueves donde de llenaban de "marmotas" (hoy empleadas de hogar) porque era la tarde libre que tenían entre semana, y poco más.

Lo que pasa, que un servidor era algo ñoño, en el sentido de que aunque como a todo "quisquei" a esa edad se te pone más dura que "el cerrojo de un penal", ir con una prostituta o una chica que no me gustara, no me excitaba, y "se me escondía como un caracol en vez de salir a tomar el sol" . De verdad que no podía, y bien de rabia que me daba, porque al fin y al cabo una mujer aunque no te agrade para novia formal, para "echar un kiki" vale cualquiera. ¡Pero nada, de ninguna de las maneras..!

Pero con mi Cristina...

         ... Bastaba acariciar su mano,

         para llenar mi alma de dicha,

         y las  ansias se me derraman

         por donde rima con dicha..

        

7 de Julio de 1964. Martes

 

Pasaron tres días del día que nos conocimos, (que ya saben que fue el domingo pasado), para que se me hicieran eternos. No pasaba un segundo sin que no me acordara de ella.

         ¡Cuándo el amor hace ti acopio

         todo sobra y nada te emociona!

         Para nada sirve el amor propio;

         dejas de ser una cuerda persona

         y tu sentidos se inundan del opio

         que al amor todo lo condiciona.

 

Y así estaba yo ante ese amor desconocido, que me tenía en vilo. En un estado tan extraño de lo habitual, que es verdad que todo lo ves del color de rosa, pues...

        

          ...El amor es como una mariposa

         que revolotea por los vergeles,

         buscando la rosa más hermosa

         para libar de  sus ricas  mieles.

 

Habíamos quedado hoy, a las seis de la tarde en el lugar de su trabajo, un concesionario de una marca de coches italiana. La esperaba discretamente a unos diez o doce metros de la puerta que da a la calle de Serrano nº 12. Y supe que estaba tan enamorado, porque salía acompañada de unos chicos en alegre camaradería , y se despidieron con un beso en las mejillas ¡por supuesto! Pero fue suficiente para que el corazón me diera un brinco.

-¡Pero leche! Pensé. -Si estoy celoso...

No lo pude remediar, pero ver cómo a Cristina "un menda" la besara aunque fuera en las mejillas, se me revolucionaron las neuronas de tal manera que cuando venía hacia mí, (ya que yo no fui hacia ella) durante unos segundos pensé en reprobarle tal acción, pero enseguida me pregunté:

-¿Quién soy yo para afearle tal cosa?

Por lo que opté por sonreír al tenerla ya  mi lado.

-Hola Amador. ¿Hace mucho que esperas?

-Hola Cristina. Casi nada chiquilla, llegué cuando ese chico se despedía de ti con un beso en la mejilla.

Me miró un tanto sorprendida, quizás por el tono que puse, ¿o quizás me noto en la cara alguna cosa rara?

-¡Ah sí! es un compañero italiano. Tienen la costumbre de despedirse con un beso en vez de dar la mano.

Y ahí quedó la cosa. No quería ni por lo más remoto que al tercer día de conocernos, siendo unos desconocidos al fin y al cabo, me tomara la medida, y se creyera que soy un celoso pero es que...

         ...Amor sin  achares, no vuela.

         Porque el amor alto ha de volar,

         si los celos  le hacen despegar.

 

¡Joder! yo no volaba, pero como "una moto" si que estaba, la escena del italiano besando a Cristina me cabreaba, y lo peor, que ella lo notaba.

-¿Te pasa algo, Amador? Te veo con mala cara.

-No, no... nada, no me pasa nada, un pequeño problema recordaba, quizás por eso puse esa cara.

-¿Algo importante? Me preguntó interesada.

Se me ocurrió lo más peregrino que me vino al caletre, por lo que di el tema zanjado.

 -¿Te apetece ir al cine? Tenemos tiempo de ir a la segunda sesión (las 19:00 horas, eran las 18:20)

-Prefiero mejor pasear, si a ti no te parece mal.

¡Jo! qué alivio. Ciento ochenta pesetas sólo llevaba, los justo para sacar las entradas y para una bolsa de palomitas.

Cómo el Parque del Retiro a dos pasos estaba, le dije.

-Si te parece, damos un paseo por el Retiro y luego nos sentamos en una terraza que da al estanque.

-¿Te importa Amador que te coja del brazo?

-¡Joer! que impresión. -Será para mí un honor que dama tan distinguida tome del bracete a este mozalbete.

-¿Eres poeta? Me preguntó algo sorprendida.

-Hago mis pinitos en el arte de la poesía; los clásicos españoles son mis preferidos, y de los contemporáneos, Muñoz Seca me gusta. Pero estoy muy verde todavía.

-¿Y Becquer?

-Demasiado empalagoso para mis conceptos, pero mucho me temo que desde ahora será mi preferido, porque canta al amor con el mayor de los sentidos.

Sorprendida fue la cara que puso ella.

-¡No me digas que te ha entrado el amor de repente!      

-En el Parque te lo cuento, pues eso creo que si es amor lo que mi corazón siente.

Continuará

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