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Mis cuentos inmorales, Capítulo 6

en Grandes Relatos

Capítulo 6

 

La noche mágica

Estíbaliz no me gustaba como mujer, pero su ternura y su sinceridad me cautivaron. Unido a ese cuerpo tan hermoso, decidí que esta, su primera noche de amor, como dije antes, la iba a recordar de por vida.

-Cariño, le dije poniendo la voz más dulce que podía. -Sé que te gustaría que esta fuera tu noche de bodas, y que yo sea ese hombre con el que te acabas de desposar. Cierra los ojos, y vívela como si fuera realidad.

Cerró los ojos y se dispuso a consumar lo que durante tantos años  había soñado despierta.

-Sí, mi amor, despósame, mi honra la he estado guardando durante treinta años para ti.

Tenía curiosidad por saber como es un virgo; en un revista extranjera, no de sexo, trataba sobre ginecología, todos los órganos sexuales de la mujer venían fotografiados, incluido un himen intacto. Abrí de piernas a Estíbaliz para ver su virgo; no es que desconfiara de ella, pero tenía curiosidad si su himen era igual que el que vi en la revista.

-¿Qué me vas a hacer "esposo mío"? Me dijo con voz trémula; se palpaba que la emoción le sobrepasaba.

-Hacer que tu "noche de bodas, esposa mía", sea inolvidable.

-¡Dios mío! ¡Qué muslos! abierta de piernas todo el ángulo que daban de si sus caderas, alucinaba ante tanta abundancia de mujer. ¡Con el hambre sexual que pasábamos en aquellos años los solteros..!

Decidí hartarme de hembra, aparqué mis prejuicios espirituales basados en el amor puro, esta vez pudo el materialismo: lo refrendaban mis dieciocho centímetros de polla que amenazaban romper el frenillo que le une con el glande.

Abrí muy suavemente los labios mayores de su vulva, y... ¡Efectivamente! la entrada de su vagina estaba totalmente cubierta por una especie de tela color rosada. Estaba presenciando un espectáculo grandioso que muy pocos hombres se han molestado en contemplar.

-Cariño. Voy a preparar tu coñito antes de desflorarte.

Sus muslos temblaban, quizás de la emoción ¿o de la impaciencia? Porque emanaban de aquella fuente dos arroyuelos de agua que serpenteando por ambas laderas de sus piernas se perdían por el valle que las formaban.

Sumergido en la contemplación de su virgo inmaculado, no reparé en su floresta. Alrededor de la vulva, invadiendo ambas ingles y ocultando el Monte de Venus, una mata de vellos negros y muy rizados, formaban aquella selva inexplorada por varón alguno. Yo iba a ser el primero en mancillar aquel rincón sagrado que toda mujer decente lleva al matrimonio.

Entre el follaje emergía un clítoris que me causó impresión. No es que hubiera visto muchos, pero el de Estíbaliz me parecía excepcional. Al instante del posar mi lengua, la portadora de tan delicado manjar  dio un respingo con el culo que casi me parte los labios; menos mal que los coños no tienen dientes... ¡Qué si no..!

-¡Uffff! Félix... ¡Pero qué me has hecho, ahí...!

-¿Es qué no te ha gustado? Le pregunté mientras apartaba mis labios de tan delicada fresa.

-¡Jolín cariño! Es que no he podido resistir el gozo que me ha dado.

-Pero mi amor... Si esto es sólo el principio.

-Sigue, sigue, esposo mío... Dame más placer como el de antes; y si no lo puedo resistirlo y me muero, di a todos que he preferido morir siendo puta una noche, que decente toda una vida.

-Tuve que ponerle mis calzoncillos en la boca a forma de tapón (es lo primero que encontré a mano) porque no podía aguantarse el no gritar; pero se conoce, que, con mis labios mamando de su vulva,  y mi slip en su boca, (oliendo a macho), la enervó tanto, que entró en tal estado de excitación que me asusté, y presto dejé de succionar su clítroris y ninfas, y quitarle el tapón de la boca para que tuviera que tomar aire. Estaba más colorada que una Sandía de Lanzahíta *

-¡Ay... ay.... ay...! no cesaba de repetir...

-No me asustes Estíbaliz ¡Coño! que me arruinas.

¡Joder! lo que faltaba, que después del affaire con la hija del Brigada, otro lío con la hija del señor Nicasio. Para salir del pueblo a hostias.

-Ya... ya... ya se me pasa el soponcio.

Respiré aliviado. Es que había que verla, ella que de por si es de piel coloradita, en ese momento era pura candela...

-¡Joder que susto!

Ya serena y tranquila, se arrimó a mí; sus dientes jugueteaban con el lóbulo de mi oreja derecha...

-Mi amor: el momento que me acabas de hacer vivir, es lo más grandioso que he sentido en mi vida. ¡Jamás pude suponer que esto daría tanto gusto!

-Pero... ¿No te masturbas?

-¿El qué?

-¡No me digas que no sabes lo que es masturbarse!

-Pues no, la verdad que no.

-Pero ¿es qué no hablas con tu hermana y amigas de estas cosas del sexo?

-No, no. Nos da vergüenza

-¿Y cuándo te confiesas, el cura no te hace preguntas de estas cosas?

-Me dice el Párroco don Senén, que si cometo actos impuros, pero como yo no fumo ni bebo, le digo que no.

Estíbaliz no me estaba vacilando; era totalmente clara y sincera. El prototipo de aldeana sin más visión de la vida que su limitado entorno y sus cortitas entendederas le señalaban; que unido a la represión sexual de principios de los años sesenta, y al no tener hermanos; no era de extrañar su ignorancia en estos temas.

-¿Tampoco te tocas el chichi cuando estás excitada?

-Sí, pero no siento nada. ¡Bueno! alguna vez me da cosquillitas pero no el gusto que he sentido contigo.

-Pues esto sólo ha sido el preludio, ahora vendrá la verdadera obra del arte del amor. Prepara una toalla.

-¿Una toalla... Para qué?

-Para no manchar las sábanas.

-No te preocupes, soy yo la que se encarga de la limpieza de las habitaciones.

-Pero puedes sangrar bastante, convendría que te pusieras una toalla debajo.

-¡Ay sí! Que tonta soy, no había caído en ello.

-¿Estás preparada, esposa mía?

-Sí, preparada y totalmente entregada a ti, esposo mío.

Eso de desvirgar a una mujer, me parecía algo totalmente fuera de mi alcance, y menos fuera del matrimonio, pero ahí estaba el virgo de Estíbaliz esperando ser deshojado por mí.

Me miró con tanta dulzura esa carita coloradita y fea, que me pereció la flor más hermosa de la rosaleda, y por un momento viví esa maravillosa sensación que dicen que concede la noche de bodas.

La estampa era para ser pintada por Rubens, y haber incluido a Estíbaliz en su obra pictórica "las tres gracias", porque su cuerpo sobrepasaba en hermosura a las otras tres.

Ahora fui yo, el que entró en un estado que no puedo explicar; aunque un amigo estudiante de psiquiatría me dijo después, cuando se le conté.  que era el síndrome de saturación de los elementos a mi alcance. Ni puñetera idea que es ese síndrome, pero el caso que debió ser cierto, porque me quede totalmente paralizado y sin saber que hacer.

Estíbaliz esperaba con las piernas totalmente abiertas que su marido consumara el acto de pasar de doncella a esposa, pero yo seguía sin saber por donde coño empezar. Y mira que la cosa estaba clara: por su coño.

-Cariño... La turbación me embarga, es tanta la emoción que tengo en esta nuestra noche de bodas, que tu hermosura me ha paralizado. Le dije para salir del paso de ese trance.

-No te preocupes mi amor, ven a mi lado y abrázame; y esperemos que tu corazón se reponga de la impresión. Toma.

Su hermoso seno izquierdo me lo puso en la boca, que la llenó totalmente con su areola y su pezón. Mamando de su hermoso pedúnculo, fue tranquilizando los ímpetus descontrolados mientras ella me acariciaba mis cabellos rizados color del azabache.

No era un noche de bodas; pero... ¡Cuántas novias y novios quisieran vivirlas como nosotros estábamos viviendo esa noche!

Miré la reloj de la mesilla, y daba las tres y veinte horas. Me quedé medio dormido en su regazo al roce de las yemas de sus dedos en mis bozos.

Desperté a las cinco y cinco, había dormido poco más de hora y media; el aroma de los exudados de Estíbaliz inundaron mis fosas nasales, y mi pene se alzaba formando una especie de alcor en la sábana, había llegado el momento.

Me subí delicadamente al cuerpo de mi amada que ya estaba preparado para tan delicada operación. Con los dedos de mi mano derecha, observé la lubricación de su rosa, estaba totalmente dispuesta para ser cortada. No pudo evitar un profundo suspiro.

-Tranquila amor mío, tranquila...

-Lo estoy corazón mío, lo estoy...

Lleve mi pene con una de mis manos a la embocadura de aquel puerto, quedando allí quieta...

-¿Te duele, amor mío?

-No mi vida, traspasa sin piedad ese telón, y llega hasta el fondo de mi corazón.

 

Y traspasé aquella malla

que custodiaba su tesoro...

Quedando en aquella toalla

lo que guardaba el decoro.

Te juro, que allá donde vaya

guardaré como un tesoro,

lo que te robó este canalla,,,

Aquel que se fue a su Foro **

* Lanzahita, localidad de la provincia de Ávila - España, famosa por sus sandías.

** Foro: como llaman a Madrid los chulapos madrileños.

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