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El diario íntimo de mi prima Montsita

en Autosatisfacción

Diario íntimo de mi prima Montsita

Mi prima Montse, es cinco años mayor que yo. Hubo un tiempo, aquellos de los años cincuenta, los de las carencias, vivimos un poco hacinados en mi casa, mientras los papás de Montse encontraban alojamiento en Madrid, ya que su papá, hermano del mío, se vino de Barcelona destinado a Madrid. Ambos eran militares.

A la sazón Montsita tenía 23 primaveras ¡pero que primaveras, madre mía! ¡Qué hembra más hermosa! Como casi todas las catalanas. Montse nació la provincia de Barcelona, ¿saben? Pero apenas hablaba catalán, por razones obvias y porque en su casa de allí, sólo hablaban el castellano, ya que mis tíos eran de Navalcarnero.

Yo tenía 18 años y empezaba a despertar a las disquisiciones del sexo. He de decir, que en aquella época, los niños íbamos más atrasados que las niñas en picardías; me di cuenta después, cuando leí el diario de mi prima, y cuando rememoraba aquellas escenas en que las niñas me lo ponían en bandeja y yo sin enterarme. ¡Es que yo era un niño muy mono! ¿Saben ustedes?

Pero era tan gilipollas que estaba convencido que las niñas no sentían como los niños en materia de sexo. Que ellas sólo habían nacido para ser mamás, cuidar a sus hijos y quererles mucho. ¡Ah! y para ser alcahuetas, lo que le llamaba mi tío a mi tía. No sabía lo que significaba entonces, pero nada bueno, ya que se lo decía cuando se cabreaba.

Yo espiaba a mi prima Montsita, y lo que más me gustaba era buscar entre la ropa sucia sus braguitas y olerlas; no sé de donde me viene ese antojo, pero producía en mi mente muchas fantasías que me ayudaban a "cascármela" con más ilusión.

Revolvía en sus cosas buscando cosas íntimas de ella. Deseaba alimentar mis quimeras, porque como todos sabéis, "una paja" sin fantasía no sabe "a'na". Y buscaba todo aquello de mi prima que ayudara a mi tarea.

Mi tía le decía a mi mamá.

-María, alguien me revuelve en la maleta y el armario.

-¡Pero Felisa, mujer! Quien te va a andar en la ropa.

-¡Ay no sé! Pero no me la encuentro como la dejo.

-¿Te falta algo?

-¡Mira, eso no! Nada me falta.

-Entonces cuñada no te preocupes, igual es Montsita.

-No, no creo.

Las oía y me partía de risa. Estaba considerado como el "lila" de la casa, incapaz de hacer lo que hacia, ¡Si, si! Me tenían como a un niño tipo "Ginesito" que no se entera de que va la misa,  y que sólo se dedicaba a estudiar y a jugar con los soldaditos de plomo.

* * *

Un día no sé porqué se me ocurrió mirar debajo de la cama que dormía ella, y vi una caja de lata pegada a la pared, y como medio escondida entre una de las patas. Me dió un vuelco el corazón, intuía algo terrible para mi morbo. Ese día estaba solo en casa con la tripita mala; mi mamá y mi tía habían ido a comprar los garbanzos y las patatas, y mis hermanos y Montse en el cole. Antes de tomar aquel tesoro para mis ansias, me fijé muy bien en la posición que estaba, para dejarla exactamente igual. Estaba mi tía y mi prima mosqueadas con que alguien tocaba sus cosas, y no quería dejar más pistas.

Miré al reloj y eran las once y cuarto de la mañana. Tenía 45 minutos por delante, hasta las doce no venía Montsita. El corazón me latía cada vez con más fuerza.

Tomé aquella cajita de lata, pero me parecía de nácar por lo que esperaba encontrar en ella. La emoción era tan intensa que sólo el contacto de mi mano para abrirla, se me puso tan gorda (la mano no, lo otro) que al igual que el corazón, hacía contra la tripita: ¡pom... pom... pom...! ¡Qué momento... qué momento....!

Una libreta de tapas de hule rosa, tomé con mis manos, y leí en la tapa que ponía: MI DIARIO.

 Lunes: 1 de Septiembre de 1954

 Hoy ha sido un día muy triste para mi, a mi novio Jorge se lo ha llevado el ejército para hacer la mili; y nada menos que a África ¡Qué mala pata! Estoy muy afligida y no hago nada más que llorar; sólo me consuela la foto que tengo en mi mesilla y el recuerdo de sus besos.

Ayer hicimos el amor, si, eso que los niños llaman hacer guarrerías; no pude negarme, llevamos casi tres años gustándonos, desde que tenía 20, y nadie puede saber las terribles ansias que tengo. Sólo la castidad que me debo guardar, me retiene los impulsos de tocarme, me dice mi confesor que no lo haga, que es pecado mortal

Es terrible para una chica que ha sido mujer a los 12 años. Las de veces que me he tenido que confesar este pecado. El cura señor Tobías que es muy bueno me dice cuando le confieso mis terribles sensaciones:

-Montsita hija mía, esa flor que tienes nunca dejes que se deshoje y marchite; guárdala como guardas tu alma: limpia y pura...

-Padre, limpia si que la guardo, me la lavo todos los días.

-No me refiero a esa clase de limpieza hija, me refiero a la limpieza espiritual de tu rosa. Debe ir limpia de contacto de varón hasta el matrimonio. Que el hombre que Dios te tiene reservado para ti, recoja esa flor en su máximo esplendor. No le defraudes.

Martes: 2 de Septiembre de 1954

 Tengo unas terribles dudas espirituales. No he tenido valor para confesar lo que he hecho con Jorge y me siento muy mal. Pero no puedo evitar el emocionarme al recordar a Jorge y como me hizo el amor. ¡Juro que yo me resistí! Pero su voz cálida empañó  mi mente y me dejé hacer.

Cariño... Me dijo con los ojos húmedos. Te juro, dijo sacando de la cartera una estampa de la Virgen del Pilar, (es que Jorge era maño)  por  mi Virgencita, que es lo que más quiero después de ti, que cuando acabe la mili, nos casamos. Dame tu cosita, deja que su recuerdo me de luz y fuerza para sobrellevar estos años lejos de ti.

Fueron tan sinceras sus palabras, que unidas a mis deseos no puede negarme a tan sublime decisión.

Todavía siento escozor en mis ingles; Jorge fue todo delicadeza, como sabía que era virgen, me puso vaselina. Yo le pedí por favor que no me la metiera toda, que sólo la puntita, pero cuando sentí esa cosa gorda y sin pellejo en la entrada de mi rosa, fui yo la que tirando del culo de Jorge me la metí hasta dentro. ¡Y más que hubiera tenido! Una vez que eso apunta, el tiro hasta los ovarios es irremisible.

Supe lo que es el placer que da el hacer eso (antes no se llamaba orgasmos) y lloré de felicidad en los brazos de Jorge. ¡Me sentí la mujer más feliz del universo!

 Miércoles: 3 de Septiembre de 1954

 Hoy me siento más equilibrada de mente. Lo que hice con mi novio fue amor, estoy segura, y aunque dice la canción esa de: "niña Isabel ten cuidado, que donde hay amor hay pecado", no es cierto, donde hay amor, hay amor. Por eso acabo de tocarme, lo he hecho pensando en Jorge y he tenido también mucho placer ¡más que nuca! El recuerdo de él encima de mi me ha excitado de tal manera, que ha liberado mis represiones... Me siento una mujer plena y llena de amor.

Mañana confesaré y le diré al padre Tobías lo mucho que ama mi corazón a Jorge, seguro que lo comprenderá...

 Las voces de mi madre y mi tía sentidas por la ventana de mi habitación, me despertaron de mi tremenda excitación. ¡Coño! Las doce ya.

Corriendo puse el diario de Montse en cu caja de lata, y la caja de lata exactamente como me la había encontrado.

-Felisín,¿que haces? Dijo mi mamá nada más abrir la puerta de la casa.

-Nada mamá, estudiando como siempre en la cama.

-¿Tienes fiebre?

-No, no creo.

-Ahora  voy y te pongo el termómetro.

-Vale mamá.

¡Jopé que si tenía fiebre! Como mi mamá me ponga el termómetro en las ingles, seguro que se sale el mercurio. Aquello me reventaba.

¡Jopelín con mi prima! ¡Vaya, vaya! Con que las niñas también se hacen "pajas".

No lo creía. Mejor dicho, mi estupidez sobre el comportamiento de las niñas de mi edad ante el sexo, no me permitía ver que ellas en esa materia tienen las mismas fantasías y deseos que nosotros. Lo que pasa, que aun viéndolo, no lo asumí hasta bastante mayorcito.

Me las prometía muy felices leyendo el diario de Montsita, "Las gayolas"  que me esperaban ansiosas iban a ser de competición.

Al día siguiente fue a por  "mi tesoro"  ‘¡Y oh Dios! no estaba, no estaba... no estaba...

Nunca supe como pudo desaparecer de allí el diario de Montsita. Jamás vi en mi prima una mirada de reproche o de sospecha... Ya no podía seguir leyendo sus intimidades, pero si oliendo sus braguitas de algodón o de piqué, y con mucho disimulo, como jugando, le olía las yemas de los dedos de sus manos, como intentando encontrar en ellos mis ilusiones perdidas.

Al poco tiempo se fueron mis titos a un piso de la calle Ayala y dejé de espiar a mi prima.

Ya nunca más mis "pajas" de púber fueron como antes..

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