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Me gustan las pollas como me gustaban los coños

en Gays

Nunca jamás llegué a pensar en mis años mozos, que a la madurez de mi vida, las pollas me volvieran tan loco hoy, cómo ayer me volvían los coños. ¡Ay que joderse lo que es la mente humana! Si hace treinta años me dicen que me iba a volver maricón (eso de Gay no me gusta) no me lo hubiera creído de ninguna de las maneras; y lo más probable que me hubiera enzarzado a bofetadas con el que me lo hubiera predicho.

Debo aclarar que hay dos clases de homosexuales, los que nacen, que no es mi caso; y los que se hacen, que es el mío, y el de tantos galanes de cine, que hartos de mujeres buscan el placer sexual en los de su mismo sexo.

Ser maricón en España, cuando un servidor era un galán de 1.80 mt. 75 kg, de peso, moreno y muy guapo, era algo que rozaba la tragedia; por eso los homosexuales de nacimiento lo pasaban muy mal; por un lado: el Régimen los calificaba como vagos y maleantes; y por otro: los machos como un servidor, los despreciábamos. Pero era por la educación recibida; a la sazón no se entendía que un hombre pudiera ser "mariquita".

No podría precisar la cantidad de coños que me he follado en mi vida, y disculpen que diga coños y no mujeres, porque la verdad, ni me acuerdo de cómo eran las propietarias de los mismos. Porque mujeres que hayan calado en mis pensamientos, sólo ha habido dos: mi mujer y mi primera novia.

Pero no voy a hablar de los coños que me he follado y "comido" en mi vida, voy a hablar de las pollas que he mamado y de las que han entrado por mi "ojete" y me han "taladrado las entrañas".

Me sorprendía bastante ver a la mujer gozar follando; y cómo se deshacían ante mi polla, (que dicho sea de paso, era (ya no) una "polla muy guapa", de 18 cm y muy sonrosadita, con un capullo bastante grueso que hacia las delicias de las que se lo metían en la boca).

Por eso me preguntaba: ¿Qué tendrán las pollas que gustan tanto a las mujeres? Me respondía: ¡Bueno! será por lo mismo que a los tíos tanto nos gustan los chichis.

El advenimiento de la Democracia en España (año 1978) me pilló con 30 años; o sea: en mi plenitud sexual; y fue mi etapa más fructífera del "folleteo". Se relajaron las costumbres, y la mujer entendió que el follar por placer ya no era pecado mortal; unido a que como dije antes, era un chico muy majo, (además de ser viajante de comercio), los ligues de fin de semana o una noche, me salían a todas horas en cualquiera de las ciudades que visitaba.

Pero un buen día, no recuerdo con precisión la edad que tenía ese día, (calculo que en torno a los cincuenta), al no disponer del coche, pues estaba en el taller reparando una avería, tuve que tomar el metro, (en Madrid). Lo que si recuerdo perfectamente, es lo que voy a relatar a continuación.

Me hallaba en la estación de Sol, y por ser hora punta estaba a rebosar. Llegó el tren en donde después de apearse mucho personal, un "tropel" de personas entraba a toda prisa en el vagón, empujando y dando codazos, de tal modo que me vi envuelto entre una mujer por delante y un hombre por detrás. (Nunca he sido de los que he "puesto rabo" en los transportes públicos atestados de personas; me parecía una acción grosera y propia de reprimidos).

La chica que estaba pegada a mí por delante era muy maja, y notaba su vientre cerca de mi pene, por lo que me puso un poco cachondo. ¡Pero coño! ¿Qué eso tan duro que siento en mis nalgas?

No puedo precisar lo que pasó por mi cabeza ese instante, sólo puede decir, que mi mente olvido a la moza que se pegaba a un servidor y no hacía ademán de despegarse (se debería encontrar allí muy a gusto) y se centró en la polla que estaba de un forma descarada pegada a mi culo.

Empecé a sentir una especie de vergüenza, pero me gustaba, callé, pero me dejé hacer; no aparté el culo del "aquel lugar", por lo que el portador de esa polla que me estaba gustando cada vez sentirla pegada, la arrimó con más fuerza colocándola justamente en "la raja". Los ojos me hacían chirivitas; "aquella estaca" me gustaba más y cada vez más; y sólo se me ocurrió pegar ni culo más a su polla, para que su dueño supiera que la aceptaba "y que me podía follar alli mismo".

Tenía que apearme en la estación de San Bernardo, pero me propuse bajar donde se apera "mi novio furtivo"; que fue en la estación de Cuatro Caminos: fin del trayecto.

Obviamente no sabía como era físicamente, por lo que me entraron unas terribles dudas si al verle toda la emoción que me ha había hecho sentir se convertiría en asco; pero no, esperé a que me sobrepasara, y lo que vi, me volvió a emocionar; era un chico de unos treinta años y tan guapo como Rod Hudson. Me miró, le miré y nos enamoramos al instante.

Aquí empezó "mi mariconería", y desde entonces, el "mamar" una buena polla y sentir como su "néctar" se derrama por mis labios, es algo que me hace sentir "esa mujer" que dicen que todos los hombres llevamos dentro de nosotros. Y el sentirme "penetrada" hasta el fondo de mis intestinos es algo tan sublime, que he llegado a comprender lo maravilloso que es se mujer.

Por eso hoy, al borde de la senectud, he olvidado el sabor y el calor de los coños. ¡Dónde esté una hermosa polla..!

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