Las dos lavativas que me han puesto en mi vida
Esta narración por mucho que intente plasmar en ella todas las sensaciones que sentí antes, durante y después de las dos lavativas que me han puesto en mi vida, no será entendida o creída por los que me lean. ¡Qué más da! que importancia tiene. Pero lo cierto es, que todo en la vida incluidas las lavativas, te producen sensaciones o emociones dependiendo en gran medida por no decir en su totalidad de la persona o personas implicadas o complicadas en tus acciones.
La primera vez
Tenía 20 años y había ingresado en el ejército de voluntario. Por la no afloración de un pelo, se creó un pequeño quiste en mi rajita del culo, como unos tres centímetros más arriba de del orificio del ano. No me molestaba en absoluto, pero como supuraba de vez en cuando y me resultaba antihigiénico ver los calzoncillos manchados como si de las braguitas de una adolescente se tratara, decidí operarme.
Fue en un hospital militar de Madrid. Recuerdo un pabellón en donde éramos unos 40 pacientes allí reunidos en espera de nuestra correspondiente operación u otras medidas terapéuticas. Un tío con más aspecto de mono que de persona me dijo:
--Vamos chaval, que te voy a preparar para el quirófano.
Me llevó a unos retretes colindantes y sin ningún miramiento me puso en la posición que todos imagináis, con lo cual me ahorro el describirla, y de un empellón me metió por todo el ojete una cánula que a mi más bien me pareció el cipote de un senegalés. ¡Joder! Que mal lo pasé; menos mal que por la posición que me tenía el “mono” no podía verlo. Eso me salvó de vomitar. Fue un mal rato. ¡Lo juro!
La segunda vez
¡Oh, milagro de la mente! ¡Como sabes desentrañar las imágenes creadas por los acontecimientos! Lo que otrora me produjo ascos y repulsiones, ahora me trae las más excitantes emociones.
Por culpa de un hidrocele (líquido en un testículo) decidí operar, salvo que “el huevo” se me pusiera como una calabaza. La operación es muy sencilla: una pequeña incisión en el escroto y extracción de los líquidos allí acumulados; salvo complicaciones post operatorias.
Unas tres horas antes de la intervención se presentó en mi habitación Laura con una serie de artilugios que presumía que era un irrigador moderno. Supe que se llamaba Laura porque una compañera le llamó por ese nombre. De unos 22 años, alta, rubia y preciosa. (Ya quisiera Sharon Stone) parecerse a ella)
--Date la vuelta que te voy a evacuar el vientre. Me dijo con voz suave y complaciente. Hoy la gente joven te llaman de tú, lo cual me complació y me dio confianza.
Estaba solo en la habitación, por lo que de dije:
--No puedo darme la vuelta, mira. La enseñe una erupción que me había salido a la altura de los riñones. -¿Me la puedes poner así? Boca arriba.
--Vale! Abrete bien de piernas.
Me puse como una parturienta que va a dar a luz, me colocó debajo del culete una almohada para que el ano quedara bien expuesto “al sacrificio” y ella a lo suyo se dispuso. Obio decir que deseaba con todas mis fuerzas a Laura mientras de “canulizaba”.
¡Qué momento! ¡Que momento! ...
Aquella cánula de Laura en su mano
ungió de un líquido o un ungüento...
Lo acercó lentamente a la abertura de mi ano...
Y muy suavemente... ¡Oh, que portento...!
Me lo metió hasta el último tramo.
El "clítroris" de laura siento...
Placer por mi recto derramo...
¡Juro por Dios que no miento!
Sensaciones divinas desgrano.
Al placer le hago un monumento.
¡Lástima que el Creador de la vida no haya dotado a la mujer además de lo que dispone, de un clítoris en forma de pene que la habilitara para poder hacer pis de pie, y para esos momentos en el que el hombre se siente a merced de la mujer!
Conclusión
Como se desprende de “este cuento! que no es cuento, las situaciones a las que nos vemos sometidos los humanos a lo largo de nuestra vida, el grado de bienestar o molestias serán dadas en función de la estima o del aborrecimiento del que te las provoque. No es lo mismo que Geoge Clooney “se corra” entre tus tetas, que el Gaspar Llamazares. ¿A que no