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Manolita. Cap. 55-56-57

en Grandes Relatos

Capítulo 55

El reencuentro con Raúl derribó todas las barrearas que le puse a mis sentimientos. Me lo advirtió  mi amigo José Antonio.

Manolita: para ser un buen político, se requiere tener un gran concepto de la justicia. Y para tener un buen concepto de la justicia, es imprescindible que los sentimientos no influyan en las decisiones.

 

El que Raúl me permitiera llevarme a sus hijos a España, como ya he dicho antes, era señal evidente de que volvería a por ellos. ¿Pero para quedarse a vivir? ¡Chi lo sa!

No tenía ni idea de los sentimientos que le podrían quedar con respecto a mí; cuando estuviera en España lo sabría.

Me quedé en la Embajada arreglando los papeles de los chicos. El Embajador no me puso ninguna objeción. (El País no estaba para ponerlas)

Me quedé con los pequeños Raúl y Héctor, que jugaban por las dependencias de la Embajada, ajenos a toda tragedia.

Di recado a Raúl, para que informara a su hermana Marga de lo hablado, y que les esperaba a ambos para comer.

Comimos casi en silencio, cada uno con sus recuerdos, las emociones unidas a la tragedia confinaba las ideas. Rompí el hielo.

--Ni que deciros tengo a los dos, que, en Los Alcores, preciosa localidad donde nací y he fijado mi residencia, además de ser la alcaldesa, poseo un gran complejo turístico que os brinda la oportunidad de reiniciar una nueva vida en España.

Se prevé uno de los mayores crecimientos de la Comunidad Europea, y para dos profesionales como vosotros, está lleno de expectativas.

--¿Qué te parece? dijo Raúl dirigiéndose a Margarita. Y te vas con Manolita y los niños a España.

--Es una idea excelente, sobre todo por los niños. Dijo Marga.

--Por mi encantada, sitio tengo para todos. ¿Y tú Raúl que vas a hacer?

--Colaborar en la reconstrucción de mi País, después recoger a los niños...

--¿Y después? Pregunté con cierto retintín.

--No lo sé Manolita, no lo sé. Comprende mi situación.

--Disculpa mi pregunta Raúl, he sido una desconsiderada.

--No te preocupes, mujer. Sé de sobra tu generosidad, al menos con la familia del Pozo.

Ahora fui yo la mosqueada, pero callé. Mejor dejar las cosas así. Añadí.

--Bueno, es Marga la que debe decidir, no yo. Le dije tomando su mano y con una sonrisa que le pedía dijera que sí.

--Esta noche te lo confirmo Manolita, pero no creo, mi País me necesita más que nunca. Llévate a los niños, que ellos estén a salvo de nuevas tragedias. Si es que Raúl quiere. ¡Claro!

--Ya le he dicho que sí, hermanita, sufriré sin verles, pero al menos sé que Manolita va a ser como una segunda madre para ellos. Pero más sufriría aquí, viendo como carecen de todo.

Me ha comunicado el señor Ministro de Asuntos Exteriores con el que he viajado en su avión oficial, que mañana al medio día partimos para Madrid. Por lo tanto debemos de acelerar los trámites.

--Yo os dejo, dijo Raúl, debo continuar con la labor de rescate en la parte oriental de La Isla, una de las más afectadas.

Abrazó a sus pequeños con una ternura infinita, y  no pudo evitar que dos lágrimas se deslizaran por sus preciosos ojos.

--Portaros bien con la Tata Manolita, veréis que de juguetes os va a regalar.

Contemplaba la escena con embeleso. Dios me había negado un hijo pero Raúl me regalaba dos.

Acondicionamos a los niños en dos camas en mi habitación.

--¡Bueno Marga! Dentro de la desgracia, las cosas para vosotros se os van arreglando. Sé que es imposible que atenúe la enorme adversidad de la pérdida de vuestros cónyuges, aunque para ti, la de Adalberto no creo que te haya afectado nada.

--Veo que has leído la carta.

--Sí, cariño, esta mañana, con seis años de retraso, pero la he leído.

--Y que opinas.

--Esta noche en la cama te doy mi opinión.

¡¡¡Y la noche fue mágica!!!

--Esta mañana al leer tu carta, he quedado muy apenada Marga. Si hubiera imaginado tu tragedia matrimonial, hubiera hecho todo lo posible. Pero coincidió su llegada con la salida de ese domicilio, y cuando me enteré de tu misiva, ya la habían devuelto.

--Ya lo sé Manolita, pero según estaban aquí las cosas, poco podrías haber hecho. Quedé muy triste cuando me vino devuelta.

Manteníamos este diálogo en el baño. Ella se lavaba los dientes y yo hacía un pis. Me miraba como si fuera la primera vez que me viera en esa posición. Le dije.

--¿Te acuerdas de aquella vez en Río de Janeiro?

--¡Cómo no voy a acordarme! Si fue mi primera y maravillosa vez.

--Yo también fui muy feliz Marga, y cuando me comunicaste tu boda con Adalberto, me llevé un enorme disgusto. Pero entendí perfectamente tus motivos de formar una familia tradicional.

-- ¿Y recuerdas lo que os dije a mamá (bueno papá) y a ti en Río?

--Claro que lo acuerdo, si nos dejaste abrumadas.

--Pues aquellos sueños de libertad y autonomía se me desvanecieron, me convertí al casarme en una esclava de este sistema.

La tomé de la mano y salimos juntas del baño. Los niños dormían sosegadamente en un rincón de la estancia.

Marga se sentó en la cama y alzó sus brazos. De las axilas brotaban el vello que seguramente no habría podido depilarse o afeitarse por razones obvias. Quizás ni se acordó de ello debido a las terribles circunstancias que atravesaba.

Quedé indecisa, no entendía para que aquella postura. (y menos para que le viera los pelos del sobaco)

Rió al darse cuenta de mi titubeo, y al mismo tiempo que ella se percató del estado de sus axilas.

--¡Ay que vergüenza Manolita! dijo tapándoselas con las manos.

Le quité las manos con las pretendía cubrir aquellos vellitos negros, y le volví a poner los brazos en alto, como ella los puso. Había comprendido su gesto: pretendía que fuera yo la que le quitara el camisón.

--Ven cariño, déjame que te lo quite.

Le quité la camisola azul celeste que llevaba, a la vez que le besaba las axilas como demostración de mi excitación ante la contemplación de lo que se me antojaba una sacerdotisa.

Mientras besaba sus sobacos, ella acariciaba mis cabellos. La escena para un voyeur, hubiera sido excitante; para nosotras era simplemente la demostración de un amor sincero y puro.

La acción la repitió exactamente en mí: me levanto los brazos, besó los míos, y me desnudó completamente, ya que nada más llevaba debajo.

Si la primera vez que hice el amor con Marga  me devoraba la pasión, esta vez me enaltecía la ternura.

Nuestros besos eran suaves, armoniosos, ¡cómo queriendo no mancharlos de lujuria! Ambas lenguas se entrelazaban formando figuras caprichosas extraídas del alma. Me pidió un cigarrillo.

--¿Pero fumas, Marga?

--No. Pero quiero que lo hagas tú, y aspirar el humo de tu boca.

Aunque fumo poco, siempre llevo un paquete de cigarrillos de tabaco rubio americanos con filtro. Encendí uno con la vela que apenas iluminaba la estancia; aspire profundamente...

--¡Dame el humo de tu boca!

Junté mi boca a la suya, al sentir el contacto de sus labios, abrí los míos para que ella pudiera aspirar... Y aspiró tan profundamente, que parecía querer llevarse mi alma a través del humo.

De súbito sentí como su mano derecha se deslizaba como una madreselva por mis muslos; se me puso la carne de gallina. Espera con infinita esperanza el contacto de sus dedos con mi clítoris que empezaba a estremecerse.

Se posaron en la vulva lo mismo que una mariposa se posa en una flor. Cerré mis piernas y aprisioné su mano entre ellas, no quería que se escaparan de "esa cárcel"; que permanecieran allí en cadena perpetua. Fue la obra más sublime realizada por una Diosa de la Masturbación.

Quise ser también yo otra divinidad del placer. Recorrí con mi lengua desde la garganta hasta su vulva todos los valles y desfiladeros de su cuerpo. Al llegar al "Monte Sagrado", Marga se abrió de piernas para "ofrecerse al sacrificio".

Y fue la "ofrenda" más grande que hice en mi aparatosa vida sexual. Saboreé todas las substancias que emanan en cascada de aquel principio de la vida.

Quedamos las dos exhaustas, consumidas hasta lo más insondable de nuestras esencias. Nuestros ojos, sollozaban de alegría a pesar de tanto dolor alrededor nuestro.

Los niños seguían durmiendo como angelitos.  

  

Capítulo 56

 

Un año después. Octubre de 1997

 

Margarita había decidido quedarse en La Isla para ayudar a su reconstrucción. Dijo que abandonarla en esas circunstancias era como una deserción, y su conciencia jamás se lo perdonaría.

La despedida fue muy emotiva, lloramos como niños, mientras los hijos de Raúl jugaban en el aeropuerto a los avioncitos.

Mi vida había experimentado un cambio radical; el sentirme madre de los hijos de Raúl daba tal sentido a la misma, que quise olvidar mi pasado, para que "mis hijos" estuvieran orgullosos de su nueva mamá.

La reconstrucción de La Isla era lenta, aunque ya se habían restablecido las comunicaciones, por lo que el contacto con Raúl era semanal.

Héctor había cumplido los seis añitos, y Raúl pronto cumpliría los cuatro. Y aunque a veces preguntaban por su papá, no se les notaba traumas del pasado. Eran muy pequeños para darse cuenta de la cruel realidad vivida por sus padres.

Volví a ganar las elecciones municipales por mayoría absoluta; el Hotel y sus aledaños iba viento en popa. Gracias a José Antonio y a su sentido de los negocios.

Pero algo sucedió, algo que no esperaba ni por lo más remoto; la vuelta a mi vida de Ernesto, ya saben, el hermano gemelo de Sergio, que se quiso pasar por él, para estafarme mil millones de pesetas.

Sergio ya era Obispo titular de la Diócesis de Cataluña y muy pronto le elevarían a eminentísimo.

Recuerdo nuestra última noche de amor, cuando me anunció que sería el próximo Papa. Y sí, parecía que se cumpliría su augurio.

Ya saben que el Hotel entre los múltiples servicios contaba con un club de alterne de lujo. Mi gran valedor  José Antonio me había indicado la necesidad de crear este club para que los clientes, generalmente hombres de negocios, después de sus "batallas comerciales" necesitan un "aflojamiento de sus tensiones".

Sucedió el último fin de semana del mes de Agosto de este año.

Estaba a media noche en la terraza del hotel departiendo con unos amigos y clientes, el clima era tan apacible que deleitaba disfrutarlo con una copa de champagne,

Uno de los empleados me anunció la visita de un caballero de no muy buenos modales, que al decirle que el Hotel estaba completo, dijo no irse hasta que hablase con doña Manolita, la dueña.

--¿Qué aspecto tiene?

--Alto y de muy buena presencia, parece alguien importante.

Intrigada fue a ver que pasaba, me dirigí a recepción, y ¡cuál no sería mi sorpresa! Aunque con barba y bigote, y el pelo teñido de negro azabache, presupuestamente para que no le relacionaran con su hermano que ya empezaba a ser conocido por su cargo eclesiástico; era el que había dejado plantado en el Hotel Emperatriz de Madrid:  Ernesto de la Flor Campillo, que según los informes de Lopetegui, aparte de ser hermano gemelo de un papable: es jugador, proxeneta y pendenciero.

Casi se me cae al suelo la copa que portaba en la mano derecha, pues me pareció ver al Diablo. Nada bueno podía esperar de aquella visita.

Haciendo de tripas corazón, me acerque fingiendo una sonrisa; no pretendía alarmar a los empleados de la conserjería que no perdían detalle.

--Buenas noches caballero, haga usted el favor de acompañarme.

Esbozó una sonrisa cínica y un ademán chulesco y me siguió hasta mi despacho.

--¡Vaya... vaya... vaya..! La zorra más zorra de España, convertida en una señora honorable, alcaldesa e industrial, la de vueltas que da la vida. Esa fue su tarjeta de presentación.

--Escucha Ernesto, duermes esta noche en el Hotel, la casa invita, pero mañana te vas inmediatamente.

--De momento, a mí, ninguna puta me amenaza, eso que te quede muy claro. El plantón que me diste en Madrid, y las sesenta mil pesetas que me costó el hotel, lo vas a pagar muy caro.

--¿Ah si? ¿Quieres que llame al personal de seguridad del hotel?

--Llama, llama a tus matones. ¿Te interesa dar un escándalo? Mira como tienes la terraza, a tope.

--Cuánto dinero quieres, y desapareces de mi vista ya.

--De momento lo que quiero es pegarte "un par de polvos" que hace dos días "que no meto", y después vamos a formar una sociedad "el menda" y tú.

--¡Es qué te has vuelto loco, Ernesto! no ves que dada mi situación te puedo pulverizar en un momento.

--¿Ah sí? ¿Por qué no lo intentas?

Le vi tan seguro de si mismo, que algo muy grave me temía.

--No dudo que me puedas como dices, pulverizar en un periquete, pero yo te puedo desacreditar para el resto de tu puta vida.

--¡No me digas! ¿Cómo?

--Contando en Caldo Amarillo como la honrada y ejemplar Manolita, mecenas y alcaldesa de Los Alcores, se follaba en su casa al cura de su pueblo, obispo después, y se comenta que futuro cardenal y hasta Papa.

Quedé como el pedernal, las piernas no me sostenían, pero hice un esfuerzo y le dije intentando ser contundente.

--No podrás probar nada.

Sacó una cinta de audio y dijo.

--Toma, es una copia, escucha y hablamos.

Precisamente en mi despacho tengo un reproductor de cinta de audio. la puse con mano temblorosa, y lo que a continuación escuché, me puso los pelos como escarpias.

Ernesto.

Dime Sergio

Ya tienes todas las instrucciones para actuar en el "caso Manolita". Monseñor me pide que no le falles, que son muchos millones los que nos jugamos.

Oye hermano, ¿Cómo es en la cama? Porque me la tendré que follar, ¡digo yo!

¡Claro, claro! es el elemento más importante de la jugada, porque Manolita no puede vivir sin acostarse conmigo, en el sexo está la clave del éxito, es una ninfómana mórbida, aparte de tener una vena de lesbiana que le coge medio cuerpo.

Ya sabes mis instrucciones al respecto.

¡Menos mal! que los dos tenemos la misma medida, porque de lo contrario, la hubiéramos cagado.

Tú, Ernesto, siempre has presumido que tienes dos centímetros más que yo.

No creo que se de cuenta de ese detalle. ¿o te la ha medido?

No, hombre no ¡Cómo me la va a medir! Ni se enterará.

Oye hermano, dime; tú que te la has cepillado: ¿qué es lo que más le gusta hacer en la cama?

Le encanta hacer la felación, y sobre todo que la enculen, eso le vuelve loca.

¡Pero Sergio! ¿No la destrozaste la primera vez?

Sí, casi se lo reviento. Pero la muy puñetera, me lo pedía cada vez que nos veímos.

Hermano. ¿Pero tan puta es esta Manolita?

¡No lo sabes bien..!

Muy puta si debe ser, porque hay que ser muy puta ¡Pero qué muy puta! para atreverse a follarse a un cura.

No lo creas Ernesto. Es una mujer de profundos sentimientos, una niña en lo más hondo de su corazón, una persona muy sincera, y te pido por favor, que la trates muy distinto a como tratas a otras mujeres; se un caballero con ella.

¡Pero... serás cabrón..! Y tú cómo la has tratado, si además de follártela, le prometes un falso matrimonio y pretendes arruinarla.

Es muy distinto, lo mío es una causa...digamos... divina.

¡La madre que nos parió...! Mejor lo dejamos, no nos vayamos ahora a pelear por una golfa.

Sí, mejor lo dejamos, pero ya sabes, haz bien tu papel de Sergio, si quieres ganarte esos diez millones de comisión.

Nos vemos "curita". Que lo pases bien.

Adiós.

Adiós.

 

Dio al stop de aparato y añadió:

--¿Quieres seguir escuchando más?

Ahora si que tuve que sentarme para no derrumbarme. Con hilo de voz dije.

--¡Pero vas a hacer esta putada a tu hermano!

--Que den por el culo a mi hermano, a ti y a todo el Clero. O accedes a mis pretensiones, o te hago volver a la mierda de donde saliste.

--Qué es lo que pretendes, si esa prueba no tiene ningún valor judicial. Además lo puedo negar todo rotundamente, mi voz no está grabada en esa cinta.

--Espera, espera... Mira lo que te grabó mi hermanito el curita en una de aquellas sesiones en tu cama. Dio la vuelta a la cassette y la voz inconfundible de Sergio y la mía decían:

¿Qué piensas Manolita?

Sergio.

Dime, cariño.

¿Tienes todavía la potestad de la confesión?

Sí, claro. ¿Por qué lo preguntas?

Porque quiero confesarme

¡Aquí en la cama..! ¡Imposible!

Mañana por la mañana, sobre las once, iré a confesar. Y ahora vistámonos antes que regrese la chica.

 

--¿Sigo?

Quedé totalmente paralizada, en estado catatónico no podía articular palabra. Sólo balbucee:

--¡Cómo es posible que Sergio, tu hermano haya caído tan bajo!

--No le juzgues mal. Sergio grabó esa cinta, sólo para demostrar si llegara el caso que había sido el Demonio en forma de mujer, o sea: tú, el que le llevó a la fornicación. ¡Jamás! la hubiera usado para extorsionarte. Ya sabes, que "los curitas" creen en el Diablo y en sus tentaciones.

--No te creo. ¿Y por qué está en tu poder?

--No hace falta ser muy listo para adivinarlo. Simplemente se la quité en los días que estuvimos preparando mi suplantación ante ti. El muy estúpido la tenía casi a la vista; en uno de los cajones de la mesa de su despacho. La vi, y no sé por que, intuí que contendría algo muy importante.¡Y mira! no me equivoqué. Seguro que el hombre todavía se estará preguntando donde diablos la puso.

--Vuestra madre sería una santa, pero vosotros unos hijos de Satanás. Y que pretendes de mí. ¿Matar la gallina de los huevos de oro?

--No rica, no. Lo último que pretendo es "matar esa gallina", lo que quiero, es que me ponga un huevo de oro cada día.

--¡Qué quieres decir, pedazo de cabrón!

--Esta si es mi Manolita, la brava. Me gusta verte así. Tienes dos caminos: o accedes a mis deseos, o toda España sabrá tus contubernios con la Iglesia, y quedarás desacredita para ejercer cargo público alguno. Y a este Hotel, no creo que venga la flor y nata de tu Gobierno y del País. Se convertirá en un "puticlub" de carretera, vulgar y maloliente.

Y ahora dame las llaves de tu habitación que te quiero "echar ese par de polvos"; sin oler a tigre, que ya sé que por mi olor descubriste el pastel.

Capítulo 57

 

Para no levantar sospechas entre los empleados que presenciaban la escena, le dije al conserje de noche.

--Pablo; dele al señor una de las habitaciones de reserva, la mejor; es amigo de la casa; y que le suban el equipaje.

Entendió Ernesto mis precauciones, pero me dejó muy claro que me esperaría muy despierto en mi habitación. Y que tuviera mucho cuidado con lo que decía o hacía.

Sobre las tres de la madruga subí, allí estaba esperándome como dijo, despierto, y con una copa y fumando un cigarrillo.

--¡Qué! ¿Ya has despachado a todos?

--A ti es al que te tenía que despachar. ¡Cacho cabrón!

--No seas borde socia, que ya verás lo bien que lo vamos a pasar.

--Cuánto dinero quieres por la cinta.

--La cinta ya la tienes, y gratis. Para que te regodees del concepto que tiene de ti el curita que te follabas.

--Sabes muy bien que me refiero a la original.

--Esa cinta es mi seguro de vida niña. Verás como yo si sabré sacarte los millones que mi hermanito y el "obis" no supieron. Y de momento vete bajando las bragas, que me tienes "el cirio, que se me derrite".

Sentía una terrible angustia. Tuve que soportar en mi vida a tíos cerdos en sus aberraciones sexuales; defecarme y orinarme encima de ellos, y darles por el culo con consoladores, pero esto no; me atragantaba.

Ahora, con dos niños a mi cargo, y con un futuro despejado para el resto de mis días: con un amor como el de Margarita, (el de Raúl era una incógnita) me sucedía esto. ¿Pero tan mala he sido para merecerlo?

Sólo sabía mi gran amigo Lopetegui la relación sentimental con Sergio, nadie más, por lo que a él acudiría en demanda de ayuda. Lo malo es que se había jubilado del Cuerpo de la Policía. Mañana le llamaría por teléfono a su nueva residencia de Gandía, y le contaría mi problema.

Tuve que hacer terribles esfuerzos para aguantar a este hijo de la gran puta encima de mí, toda la noche.

Su enorme falo, que otrora me parecía una obra divina de la Naturaleza para goce y disfrute de la mujer, ahora me quemaba en las entrañas.

Por la cabeza se me pasaban los más horribles pensamientos; hasta matarle, pero no me quedaba otro remedio que aguantar hasta encontrar una solución que no supusiera ningún escándalo ni riesgo.

--No te veo gozar, cacho zorra. Con "el curita" si que te lo montabas bien.. ¿eh? Y no pongas esa cara de mosquita muerta, porque más puta que tú no la ha habido en España.

La degradación y la humillación a la que estaba sometida rayaba en los límites del aguante humano; pero pensé en los hijos de Raúl a mi cargo, y por ellos soporté lo indecible.

--Bueno niña, ahora que "me has vaciado el depósito" vamos a hablar de negocios. Toma nota: lo primero que quiero que hagas... a ese tal José Antonio...

--¿A mi gerente?

--Lo que sea, pero le das puerta, ¡aire! ese puesto desde hoy es mío.

--Pero tú que coño sabes de negocios, pedazo de animal. Sin José Antonio al frente, matarías a la gallina de los huevos de oro, y el Hotel se iba a pique.

--Bueno ya veremos. Pero de momento soy tu invitado hasta que decida que hacer con ese tal José Antonio.

A la madrugada le pedí que se fuera a su habitación, le dije que tenía que atender a los niños, y que no era bueno que nos vieran en la mía.

Una vez sola me puse a pensar y a razonar. Ernesto pretendía llevar las cosas muy lejos, lo que no iba a consentir de ninguna de las maneras. De momento el hijo de Satanás ya había conseguido acostarse conmigo porque me pilló tan de sorpresa que no supe reaccionar.

¿Cuál era su fuerza? Una cinta de audio sin más valor que unos comentarios que me implicaban a mí y a su hermano Sergio, futuro cardenal y dicen que el próximo Papa.

Pero lo que estaba claro, que en la España democrática actual, la consecución del poder es a base de malas artes; descubrir las miserias de los rivales, airearlas en los medios afines para desprestigiarles, es una práctica muy común.

En la Dictadura, me hubiera bastado una llamada al Ministro de la Gobernación, y Ernesto ya estaba "entre rejas".

La paradoja es, que, yo soy la menos perjudicada de todos, ya que toda España sabe quien es Manolita, lo dejé bien claro en el programa Caldo Amarillo.

El problema, es que al ser la alcaldesa y militante del partido más conservador y de derechas, la noticia bien manipulada por los partidos de la izquierda iba a ser terrorífica. Me imaginaba los titulares:

"La Iglesia y la derecha cohabitan juntas"

 

Y eso en un titular más suave, porque los anticlero iban a tirar a degüello.

Mi Partido, (PPP) iba a sufrir sin comerlo ni beberlo un gran varapalo, ya que no tenían ni la menor idea de mi idílico pasado con un sacerdote, hoy Obispo.     De haberlo sabido, ni remotamente me habrían promovido al cargo del Alcaldesa.

Al igual que doña Patrocinio hizo de mí, la prostituta más famosa de España; José Antonio erigió a la política más popular y querida por el Pueblo. La decepción sería terrible. Toda su obra al garete.

Aunque era muy temprano, las siete y diez de la mañana, llamé por teléfono a Lopetegui, a su nueva dirección de Gandía.

--Diga.

Era la voz de Lopetegui. ¡Qué alegría oír su voz!

--Lope, soy Manolita.

--Ya te he reconocido, muy grave debe ser el tema que te trae, para llamarme a esta hora.

--¡Gravísimo Lope! ¡Gravísimo! Tan grave que te necesito aquí en menos de veinticuatro horas.

--Pues mira, me has pillado de chiripa, acabamos de llegar de un crucero por el Báltico.

--Te vienes con tu mujer, y agotáis los últimos días del verano en mi Hotel.

--Por cierto: ¡Vaya Hotel! ha salido en todos los medios que promocionan el turismo en España.

--Y en toda Europa. Pero ¡por favor Lope! no me falles.

--¿Te he fallado alguna vez?

--No Lope, eres un sol. Bendigo la hora que te conocí, y de eso hace más de treinta años.

--Saldremos inmediatamente para Los Alcores; en Madrid tomaremos el Tren de Alta velocidad. Calculo que esta tarde me tienes allí.

--¡Qué Dios te bendiga otra vez, Lope!

A las veinte horas y veinticinco minutos, de este mismo día llegaba. Después de los saludos, y los besos de rigor, me presentó a su esposa; a la que le pedí disculpas por haberle robado al marido.

--¡No, qué va! Te puedes quedar con él todo el tiempo que quieras, después de ver este paraíso que tienes, me quedo a vivir aquí.

Le reí la gracia, porque lo dijo en un tono de guasa, y de veras que me sentí liberada; me preocupaba que hubiera puesto pegas ante tanta urgencia.

--Antoñita: (así se llama la mujer de Lopetegui) todo el Hotel es tuyo, disfruta de sus instalaciones, y si no has traído bañador, en la zona nudista te puedes bañar, tal cual.

--¡Qué bien! Eso no me lo pierdo.

Pasamos a mi despacho, a Antonia, le dejamos cotilleando por las instalaciones.

--Empecé explicándole: Lope, el tema es muy grave, pero no a nivel delictivo, no, aquí no hay nada para que el aparato policía y judicial intervenga.

--¡Ufff! me quitas un peso de encima, ya sabes que estoy jubilado. Cuenta.

--¿Te acuerdas de Ernesto de La Flor Campillo?

--¿El hermano del Obispo de Cataluña?

--El mismo.

--¡Cómo no voy a acordarme! si fui yo el que te di los informes que me pediste de él.

--Está aquí en el Hotel, y me quiere hacer un chantaje que no me afecta demasiado, pero a mi partido político, le puede perjudicar considerablemente,

--Me lo imagino, Manolita, no me digas más. Ha descubierto tu relación con su hermano el curita, y te quiere extorsionar. ¿Quién sabe más del tema?

--Nadie más que tú, Sergio y yo. Y él naturalmente.

--Pues así debe seguir siendo.

--Y qué le digo a mi gerente, que ha sido el alma y el corazón de mi nueva imagen.

--De momento nada. Deja el tema en mis manos. Soy un cliente, no nos conocemos, pero dime quién es "el pajarito"  para ir preparando las redes de caza.

--No repares en gastos Lope, lo que necesites.

--Me gustaría escuchar esa cinta, que será una copia naturalmente. La original la tendrá a buen recaudo.

Escuchó Lope parte de la misma, más o menos lo que yo.

--No tiene ningún valor pericial, pero en manos de Agapito del Pino en su programa: Caldo Amarillo,  os puede destrozar públicamente; ya sabes, el laicismo que vive el País trae estas consecuencias.

--¿Tienes algún plan fiable?

--Déjalo en mis manos, te prometo resultados positivos muy pronto. De momento dile a todo que sí, que se confíe, seguro que le pillamos en alguna.

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Manolita. Capítulos: 10-11-12

Manolita. Capítulos: 7-8-9

Manolita. Capítulos 1-2-3

Confesiones sicalípticas de un abuelo. Cap. 5 y 6

Confesiones sicalípticas de un abuelo. Cap. 3 y 4

Confesiones sicalípticas de un abuelo. Cap. 1 y 2

Memorias de una prostituta. Capítulo 65

Memorias de una prostituta. Capitulo 63

Memorias de una prostituta. Capítulo 62

Memorias de una prostituta. Capítulo 57

Memorias de una prostituta. Capítulo 54

Memorias de una prostituta. Capítulo 48

Memorias de una prostituta. Cap. 47

Memorias de una prostituta. Capítulo 45

Memorias de una prostituta. 39.40,41 y 42

Como comerse un coño

Manolita y Sonia. Cap. 37 y 38

Memorias de una prostituta. Cap. 35 y 36

El cura pretende casarse con Manolita

Memorias de una prostitua. Cap. 22 al 26

Manolita y el cura de su pueblo

Manolita y el cura de su pueblo

La escena lésbica mejor contada

Memorias de una prostituta. Cap. 19.20.21

Memorias de una prostituta. Cap. 16-17-18

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Memorias de una prostituta. Capítulos: 10, 11 y 12

Memorias de una prostituta. Capítulos: 7, 8 y 9

Memorias de una prostituta. Capitulos 4, 5 y 6

Oda a Zaira. La Reina de Lesbos

Memorias de una prostituta. Capitulos 1, 2 y 3

Mi primer ciberpolvo

Manolita y Adela

La primera vez que hizo el amor

Escena lésbica

Dichas y desdichas de una prostituta

Restregando la cebolleta

Me gusta como huele y sabe el coño de Sandra

La mujer y el matrimonio

Soy el mejor lamerón del mundo

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Me lo tengo merecido por cabrón

Confesiones de la Marquesa de Tócame Roque

¡Juro que no me follé aquella burra!

Las cosas no son como parecen

Diálogos desde el Infierno

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Diálogos de matrimonios

La isla de las delectaciones

El liguero negro

El arte de hacer una buena mamada

El arte de saber bajar unas bragas

Su Majestad: EL COÑO

De la desesperación a la felicidad en un minuto

Amar en San Seabastián antes de morir

Esperé a que fuera mayor de edad...

Asesinato en el burdel

Tres horas con Lourdes

Mis sueños de infante

Diversas formas de

El diario íntimo de mi prima Montsita

Mis ligues por Internet. Primera entrega

Anécdotas eróticas en la Dictadura

Mi primer polvo de 2011

El diario de un consentidor

Sobre el intercambio de pareja o swinging

¿Qué da más placer: la boca, la polla, el coño ..

El coño de Carmencita

Las Calientapollas

Me hago las “pajas” como las chicas; con un dedo

Por culpa de una almorrana no me la pudo meter...

La Pipa de la Venancia

Nunca creí que en mi ano cupieran 25 cm de polla

El dulce sabor salado de los coños

Chistes verdes

Aquellas enfermeras de Alicante...

Me gusta sentirme mujer y ser penetrada

Los besos de mi amor

Mi colección de vellitos de pubis

Soy un CABRON en potencia. Lo reconozco

Lluvia dorada de una nube sagrada

Como y donde tiré mi último cohete

Aventura en el expreso Madrid-Sevilla

Análisis de los diez Mandamientos.

Como fue mi primera experiencia homosexual

Proceso inevitable de los matrimonios

Como fui sodomizado por Sergio

¿Me estaré volviendo gay?

Una esposa puritana y un marido obseso