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Historia de dos amores

en Erotismo y Amor

Un ruego a los compañero de TODORELATOS. Estoy escribiendo una novela titualada: HISTORIA DE DOS AMORES, en prosa rimada y verso. Ruego a los compañeros (sobre todo a las compañeras) de sitio me den una valoración. Si veo que interesa, la publicaré en el medio por capítulos. GRACIAS

CAPITULO II (Página 210 de la segunda parte)

 

         Cristina me hizo tal favor con dejarme, que casi inmediatamente después hallé la senda de mi ruta profesional, y dos años adelante, el gran acontecimiento de mi vida; conocer a la mujer que me dio lo más hermoso que un hombre bueno desea hallar: el amor más puro y desinteresado de una mujer sin mancillar.

                  Y yo, que siempre fui un hombre bueno

                  hallé ese amor que te da las albricias.

                  No lloro, ni me aflijo ni me apeno;

                  son tan tiernas y suaves sus caricias

                  que acurrucado entre sus dulces senos

                  me encuentro en el Jardín de sus Delicias.

         Había dejado de viajar por las Tierras Levantinas, de las que guardo recuerdos muy gratos, ya que aquellas nenas (sobre todo las alicantinas) me hicieron pasar muy buenos ratos regalándome "sus golosinas".

         Aunque por el amor puro postulo; descubrí que no hace falta amar para disfrutar con una dama de buen culo. Y que tampoco hace falta ser un asceta para gozar de una señora de turgentes y hermosas tetas. Simplemente basta darle el placer a lo que guarda la bragueta cuando es menester. Y a los veinte y seis años no hace falta que explique a nadie como uno se levanta al amanecer.

         ¡Bueno! a esa edad, desde el amanecer hasta el anochecer se la tiene inhiesta, y a la hora de la siesta, después de una buena comida regada con buena bebida, es cuando mejor sabe "la figa".

         Pero fornicar sin amar, es como comer jamón sin pan; el amor es el pan del espíritu, y fornicar por fornicar, de acuerdo; placer al cuerpo también le da; ¿pero que le queda después al libertino?

         No voy a hablar por los demás, y menos por el inmoral; pero yo me sentía mal ¡muy mal! Y no es porque fuera pecado mortal; pero no hallaba con ninguno de los "bombones" con los que yacía, esa sensación de paz como cuando con Cristina "lo hacía". Al contrario, licencioso y disoluto me sentía. Quizás es que a mi alma, aquello una cochinada le parecía.

         Y así debería ser, pues nada más terminar la pasión se me distendía, e iba corriendo al baño a darme una ducha de agua fría; pues un complejo de culpabilidad me roía, y con esa acción purificarme pretendía.

         Sin embargo algo me sorprendía: la mala experiencia con Cristina que por la pureza pura la tenía, resultó que no era lo que a mí parecía, que era una libertina, y a la vez con otro "se lo hacía". ¡Joder con la tía! Y me preguntaba: ¿Serán así todas las femeninas?

         Pero no, no creo que todas sean como ella; pienso que la mujer busca en la fornicación algo más que un orgasmo; busca la emoción de ser amada por el ser querido, que aunque por la Iglesia no bendecido, si por sus sentimientos admitidos. Por eso no es de extrañar, que, en aquellos años si querías "meter tenías que prometer". O ir a una casa de citas a joder.

         A pesar de estar muy decepcionado por ese primer amor que me "salió rana", y también a pesar de pasaba muchos fines de semana con nenas de mala fama, seguía creyendo que el acto sexual realizado con la persona amada es la culminación más sublime de todos los sentimientos por la ilusión emanada, pero claro: "El pene hace lo que a su propietario le conviene". Pero el mío me pedía una mujer que de amor puro le enajene. Mujer que hallé una tarde del día de la Paloma. ¡Juro que no es broma!

         Pero como falta unos meses para llegar a ese gran día, relataré lo que hasta ese momento en mi vida acontecía.

         Dejé el viaje por las tierras Levantinas, y me coloqué de Delgado de Ventas para la Zona Centro de una empresa fabricante de menaje de cocina y pequeños aparatos electrodomésticos, y aquí ¡albricias! obtuve la pericia que me llevó a ser un gran vendedor; tanto, que en varias de las empresas que posteriormente colaboré, coseché triunfos, dinero y honor... ¡Pero coño! me faltaba ese amor que había perdido con Cristina... Ahora que ya podía ofrecerle un futuro cierto... quedó mi corazón desierto. Me faltaba...

         ...Ese amor que te traslada a un edén,

         edén donde todo es luz y color,

         color que pinta el alma de azul satén,

         satén de sedas bordadas con primor,

         primor que  hace de ese amor rehén.

         Y no me sentía "rehén"; preso de ninguna mujer como me sentía preso del amor de Cristina. Y la verdad, que por mucho que ligaba, y al catre me las llevaba, mi alma satisfecha no se encontraba.

         Y aunque la mayoría de aquellas mozas todas muy buenas y con edades de primavera, (porque a la sazón un servidor no se acostaba con cualquiera) no sentía en mi pecho (pecho, habéis leído bien) la emoción que da el amor, ni otras emociones que me sorprendieran.

         Un día decidí pensar en Cristina durante el acto con otra, para ver si podría enaltecer el sexo como con ella lo enaltecía; pero en el momento supremo que conduce al orgasmo, pronuncié su nombre con la voz enardecida: ¡¡¡CRISTINA!!! ¡Joder que corte! porque la que yacía debajo de mí no era Cristina; era Paulina. Que al verse herida en su amor propio por ser confundida en situación tan supina, de un empujón me mandó a la otra esquina. Y lo que estaba a punto de salir por el meato directo a su vagina, quedo en pura adrenalina. La mirada que me echó Paulina parecía la mirada de una asesina.

         -Te juro por Dios Paulina, que ha sido un terrible lapsus mental, le dije casi suplicando su perdón.

         -No tienes perdón Amador; pues has caído en el pecado más delicado que amante puede caer: confundir a una mujer, cuando está a punto del placer.

         -Lo sé Paulina, y te vuelvo a pedir perdón por mi pecado; pero acabo de salir de un amor tan apasionado que mis nociones ha enajenado. No he sido yo, ha sido esta maldita locura que todavía me tortura y que tanto me hace padecer..

         -¡Y que quieres que yo le haga...! -Me dijo con desdén. (Se puso las bragas y se colocó el sostén, a la vez que me decía): - Tus penas tú te las tragas.

         Y allí quedó Amador, cual efebo, con un terrible dolor de ...

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