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Memorias de una prostituta. Cap. 16-17-18

en Grandes Relatos

Capítulo XVI

Habían transcurrido varios días desde que Raúl tuvo la fatal comprobación de saber que yo era una prostituta, pero no me apartaba de su mente.

Aquella noche en el Hotel Intercontinental... Aquellos besos... Aquellos paseos por el Malecón...  ¡Cómo el atrezzo de una obra la puede cambiarla radicalmente! Era la misma Manolita; la puta y la decente.

Tenía que verme en mi ambiente, y así sabría perfectamente a que atenerse y despejar sus dudas respecto a mi. Había pasado casi un año, y aunque estaba seguro que me marché sin despedirme de él, para no hacerle daño; porque tarde o temprano, mi relación con su padre, irremediablemente saldrían a la luz, y le causaría una terrible frustración. Por lo que mejor solución fue la que tomé: poner tierra por medio.

Raúl había previsto un viaje a Europa para la primavera siguiente, o sea, para dentro de cinco meses; por lo que decidió no precipitarse. Cuando llegara a Madrid habría pasado casi año y medio desde la última vez que nos vimos, tiempo suficiente para que los dos hubiéramos tomado plena conciencia del asunto, tomando una decisión, y que el encuentro se produjera con total serenidad de ánimo.

Tomó al avión para Europa. Su primer destino era Londres. Las gestiones le retendrían como dos o tres días. Después en Paris otros dos días. Barcelona un día. ¡Y por Madrid! Lo que no sabía era el tiempo que le retendría.

Llegó a Barajas un sábado por la mañana. Un quince de Mayo. Ignoraba que estaba en fiestas; San Isidro es su patrón y todos los hoteles estaban completos. Le quedaban dos opciones: dejar Madrid para otro día e ir a Roma, o visitarme y pernoctar en mi casa. Para asegurarse, tomó un billete para el vuelo a Roma de las 24.15 horas. En el peor de los casos dormiría en la Ciudad Eterna.

Eran las 12.25 horas de Madrid; muy pronto para visitarme; ya que se proponía presentarse en mi casa como un cliente, sin avisar. Pensó que lo lógico era que mi actividad empezara por la tarde; por lo que programó el tiempo. A las 19:00 horas se presentaría, y sino le aceptaba, a las 22.00 horas en el Aeropuerto de Barajas dirección a Roma. Y adiós Manolita para siempre.

Le sorprendió Madrid, ciudad que sólo conocía desde el aire algunas de las escalas que hacía rumbo a la Isla. Recorrió su Centro Histórico.

El encanto del Madrid antiguo se encuentra en lo que los madrileños llaman "El Madrid de los Austrias". Este sobrenombre de esta parte del distrito centro madrileño tiene origen histórico: es en esta zona donde la dinastía de los Habsburgo creo los edificios históricos de una villa que ellos eligieron como capital de España. Sus edificios recuerdan la época imperial española, cuando los Habsburgo regentaban un imperio que iba desde más allá de los Paises Bajos hasta América.

Los Austrias se extiende desde Sol recorriendo Mayor y Arenal hasta La Latina y la Plaza de Oriente. La manera de empezar el recorrido es andar los escasos metros que separan la Puerta del Sol de la Plaza Mayor. Esta Plaza es el corazón de los Austrias y tiene a un lado la Calle Mayor que lleva a Bailén y la Almudena - Plaza de Oriente - Palacio Real. Por el otro lado tenemos La Latina con su animación nocturna.

También desde la Puerta del Sol podemos cruzar la Calle Arenal que nos lleva hasta la Plaza de Isabel II  (Metro Opera ) y ver el Teatro Real, que constituye la Opera de Madrid. A continuación la Plaza de Oriente es un lugar estupendo para sentarse a contemplar el Palacio Real y constituye un principal punto de recreo del centro gracias a la agradable plaza y a los Jardines de Sabatini y Campo del Moro.

Entre la calle Arenal y la Gran Vía ascienden unas red de calles que aún conservan conventos antiguos como son el Monasterio de las Descalzas Reales o el Convento de la Encarnación. En la misma calle del Arenal está la Iglesia de San Ginés.

Para visitar la zona podemos pasear en torno a Sol y Plaza Mayor; si subimos por la Calle Esparteros veremos la Plaza Santa Cruz, donde está el edificio del Ministerio de Asuntos Exteriores español, de construcciones típica de los Austrias. Podemos luego bajar por la Calle Imperial hacia la Calle Toledo y plaza de Puerta Cerrada, al lado de la Plaza Mayor; desde la Calle Toledo podemos dejarnos caer la Carrera de San Francisco, ya en Latina, hasta la Basílica de San Francisco para tomar en este punto hacia la derecha Bailen y cruzar el viaducto que nos ofrece unas vistas privilegiadas del sur de Madrid. Tras Bailen veremos la Almudena ( la Catedral de Madrid ) y el Palacio Real. La Calle Arenal nos devolverá a Sol.

Sin darse cuenta, se le había echado la tarde encima, por lo que tomó un taxi para dirigirse a mi domicilio. Dio las señas al taxista, el cual le hizo una serie de observaciones que de verdad le hicieron sentir mal. Ya le habían avisado que los madrileños son muy abiertos, en Madrid les llaman “Cachondos”, o algo parecido.

--¡Caramba amigo! Va usted a la casa más famosa de Madrid. -Apuntó el taxista con cierta guasa.

--¡Famosa! ¿De qué?

Le miró por el espejo retrovisor con cara de incredulidad, a la vez que me respondía.

--Hombre... Usted sabrá a que va allí.

--No conozco la ciudad, y un amigo me ha dicho que Manolita es una de las mejores.... mejores....

--¡Dígalo hombre, dígalo...! No se corte. Manolita es la puta más cara de todo Madrid... ¡Pero que digo yo...! “De toa’uropa..” Si desde todo el mundo vienen a echarle un “kiki”.

--Disculpe. ¿Qué es un kiki?

--¡Oiga! ¿No me estará usted vacilando, verdad? Que del hijo de la señora Encarna no se ríe nadie.

--Disculpe, pero es que soy de la otra parte del Atlántico, y en mi país no sabemos que es un “kiki”.

--¡Un polvo hombre... un polvo! ¿O tampoco sabe que es un polvete?

--Pues lo lamento señor, pero no relaciono el término polvo en el contexto del tema suscitado.

--¡Anda mi madre, con el guiri este! ¡No te jode!

--Insisto señor, pero no pretendo vacilar con usted, simplemente que los modismos que usted emplea, me son desconocidos.

--¿Sabe usted lo que es follar?

--Bueno, eso si. Esa palabra es internacional.

--Pues a eso se va en Ca’la Manoli.. A follar. ¿Se “ha enterao” usted ahora, señor, a follar?

Llegó al lugar. Y le sorprendió la ubicación de la Casa. Estaba en una de las arterias más importantes de la capital, y solamente el portal de la entrada rezumaba lujo por los cuatro costados.

Subió a la cuarta planta, según indicaba la nota de su padre. Llamó al timbre y le empezaron a entrar temblores de la emoción. Abrió la puerta una rubia de impresión. De poco más bien menos que más, unos veinte años.

--Por favor señorita: desearía hablar con doña Manolita.

--Lo siento caballero, pero ella está ausente.

--¿Sabe si tardará mucho en volver?

--Me temo que sí caballero, porque lleva casi un mes en Brasil, y no sabemos cuando regresará.

--¡En Brasil! Dijo asombrado. ¿Y sabe usted que hace allí?

--Pues si... ha ido a casarse.

--¿Con un brasileño!? Preguntó escéptico.

--No sé si es brasileño su novio, pero lo que si le aseguro, que vive en Brasil, y que se casan allí. En Río de Janeiro concretamente.

Enmudeció de la sorpresa, hasta que la rubia le sacó de su ensimismamiento.

--Si desea los servicios de una señorita, tenemos lo mejor de Madrid a su entera disposición.

-¿Con usted pudiera ser...?

--¡Cómo no caballero! Pero pase, pase.

La verdad, le apetecía echar un par de “kikis” con aquella rubia de impresión, que ir a Roma. Por lo que le dijo:

--No tengo alojamiento ni lo encuentro..

--No me extraña, en San Isidro Madrid bulle de turistas.

--Por eso le pido pasar toda la noche aquí.

--Pero eso le va a suponer un costo bastante alto.

--Pensaba alojarme en el Hotel Ris, pero está completo.

--Por mi encantada.

Se figuró que podría cambiar el billete de avión para Roma. Se despreocupó de mi y de mis problemas, y se dispuso a echar ese par de “kikis” con Esther, y si pudiera, dormir dos o tres horas.

Capítulo XVII

Había recibido una carta de fecha de Marzo de ese mismo año desde Brasil, la remitía doña Adelaida Ródenas del Arco, Lo cual me extrañó sobremanera. ¿Qué hacía Adela en Brasil? Para salir de dudas la abrí. Decía:

Mi querida Manolita: te envío esta carta para comunicarte dos sucesos muy importantes que han ocurrido en mi vida en los últimos días. Primero la muerte de mi marido Héctor, y la segunda que voy  cumplir el sueño  de mi vida; y está en Brasil, ya que en mi país me es imposible cumplirlo, pero a la vez siento mucho miedo, ya que voy a ser sometida a un cambio de sexo.

He abandonado todo: hacienda e hijos, y como ya te dije, quiero vivir el resto de mis días conforme a lo que siente mi cerebro.

Es una operación bastante difícil, ya que el paso de mujer a hombre es más complicada que lo contrario, pero me han dado todas las garantías de éxito.

Sólo me faltas tu, para que mis ánimos no se me derrumben. Estaré en Rió una larga temporada, si te decides venir, te esperaré impaciente. Me alojo en el Ipanema Plaza.

Te espero con los brazos abiertos y el alma intranquila.

Tuya. Adela.

Quedé como pueden imaginarse: alucinada. Adela se iba a convertir en hombre. Ese evento no me lo perdería por nada del mundo. Hice las maletas, y a Río me fui. Mi corazón intuía que esta vez si iba a hallar la felicidad.

 No le dije nada, pretendía darle una sorpresa, pero la sorpresa me la llevé yo. Relataré como.

Adela había pagado una enorme suma en dólares a la clínica más famosa del mundo en trasplantes y cambios de sexo. Llevaba varios meses sometida a rigurosas pruebas psíquicas, y todas las había superado. Los análisis clínicos eran tan favorables que no impedían el proceso.

Estaba en la última fase del cambio, le habían extirpado los pechos y vaciado la zona ovárica. El problema era conseguir que el clítoris no perdiera la sensibilidad; ya que aunque no reviste ningún peligro, si puede quedar nulo para sentir placer; pero gracias a las manos expertas del cirujano que le intervino, le aseguró, que en dos o lo sumo tres meses podría ejercer de hombre salvo eyacular; la ciencia todavía no había podido solventar esa causa.

Tenia reservada plaza en el vuelo a Rio y en el Hotel, por lo que nada más llegar pregunté en recepción...

--Por favor: doña Adelaida Ródenas.

--Esta señora hace días que ha abandonado el Hotel.

--¡Cómoooo! Exclamó casi al borde del ataque de nervios. --¿Y no ha dejado una nota....algo para mi?

--Lo siento señora... pero no, se fue sin dejar nada.

--¡Vaya putada que me has hecho Adela! Dije casi en voz alta.

--¿Algún problema, señora? -Surgió una voz a mi espalda.

Me volví algo airada, y allí estaba ella. Bueno no, allí estaba él. Era un hombre sin duda, con barba y bigote, pero ni los pelos que le habían crecido alrededor de los labios, podían difuminarlos. Eran los labios sensuales de Adela, ahora convertida en un señor con toda la barba.

La contemplación del nuevo sexo de Adela me dejaba deslumbrada.. ¡Qué cambio Dios mío! Si me parecía que estaba viendo a Gark Gable.

--Adela... Adela... No supe que decir, pero me eché a sus brazos.

--Señora, creo que me confunde, me llamo Darío. A la vez que se reía y me daba un beso en los labios.

--¡Unnnn! Darío, que bien suena... Darío... Darío... de ti me enamoré aquí... en Rio.

--Vamos mi amor... ¡Qué tengo tanto que contarte...!

Capítulo XVIII

Habían hecho una verdadera obra de arte con ella, (a partir de ahora se llamará Darío). Así me lo pidió, y así lo acepté. Además, sería absurdo llamar Adela al “pedazo de tío” que habían logrado.

Me enseñó los documentos del cambio de identidad Civil. Conservaba los apellidos para todos los efectos fiscales: Ródenas del Arco

Iba amarradita de su brazo por la playa de Ipanema. El día del mes de Marzo era espléndido, e invitaba a mandar todas las penas y disgustos a pasear. Me sentía muy reanimada junto a él. Y empecé a entenderme a mi misma.

Una mujer de mi pasado, y de mi edad, ya no debería soñar con imposibles.  Pero si podía encontrar la persona con quien compartir todo, y sin duda esa persona era Darío. Dos almas gemelas, con un pasado marcado por unas leyes sociales que nos permitieron realizarnos a nuestra imagen y semejanza.

Nos sentamos en una terraza de la avenida del Infante Don Enrique, próxima al Morro da Urca.

--Manolita.

--Dime Darío.

--¿Te quieres casar conmigo?

-¿Tanta prisa tienes?

--Empezar a ser hombre a los 57 años, te entran unas ganas de recuperar el tiempo perdido, que deseas aprovechar cada segundo que respiras.

--Si he venido desde Madrid a Río, dejando todo, es porque deseaba estar con mi querida Adela. Pero al ver un hombre tan guapo como tú...

--¡Cómo yo! ¿Qué?

--Tonta.. Uy, tonto. Que al ver a un hombre tan guapo como tú, soy yo la que te pide que te cases conmigo.

--Lo que lamento es que no podré dejarte embarazada.

--Ni lo deseo, a mis 47 años, no es cuestión de ir arrastrando una tripa por el mundo.

--Una pregunta cariño... ¿Puedes penetrar a una mujer?

--A una mujer y a un hombre si llegara el caso.

--¡Anda ya..!

--Bueno, esta noche lo comprobarás.

Efectivamente, y por milagros de la cirugía, Darío portaba una hermosa prótesis, que a través de un sistema hidráulico, podía inflarlo y desinflarlo a voluntad.

Cosa que me hizo mucha gracia. Eso de tener una hermosa “vara” que podía mantenerla erguida todo el tiempo que quisiera dentro de mi coñito, me excitaba. Pero lo que más me ponía cachonda, seguían siendo aquellos labios, otrora de Adela, ahora de Darío. Labios que besé hasta le extenuación.

Estuve un buen rato inflando y desinflando "el aparato". Me hacía tanta gracia aquella maniobra, que me reía. Bastaba apretar una especie de botón que se escondía en un testículo; y para arriba. Le dabas otro toque, y para abajo. Me divertía ese jueguecito.

 Los testículos era lo que no se había podido darle la forma exacta como de los hombres, ya que fueron hechos con la piel de su escroto; se asemejaban a dos bolitas de plástico o de papel que colgaban allí. Pero como no tenían  ninguna función determinante, estaban como de mero adorno.

¡Por cierto! ¿Has pensado como vas a decir esto a tus hijos?

La verdad que no lo sé, pero he de hacerte una confesión.

--¡No me asustes! Que contigo no gano para sorpresas.

--No es nada grave, cariño. Pero si muy delicado. Verás.

--Quiero mucho a Raúl y a Margarita, pero no son hijos naturales mío.

Quedé muda, estupefacta.

--Son hijos de Héctor pero de dos vientres distintos: madres solteras, que al ser Héctor uno de lo capitostes de la Isla, en su juventud alocada, se dedicaba a preñar mozas.

--Ya decía: Dos hermanos y tan distintos físicamente  --Entonces Raúl no es hijo tuyo. Dije en una mezcla de asombro y alivio.

--Sé que te alegras Manolita, y yo también lo celebro. Eso de haber sido la madre del que pudo ser tu novio, es un plato muy fuerte.

--La verdad que sí; que me haya acostado con la madre y el padre, tenga un pase...¡Pero coño! ¡También con el hijo..!

--Sólo te ha faltado Manolita, acostarte con el Espíritu Santo.

Reímos los dos por esa salida.

--¿Y Raúl y Margarita saben que tú no eres su madre?

--Si lo saben, en sus mayorías de edad se lo dijimos.

--¿Y como se lo tomaron?

--Con la normal decepción, Pero como se criaron en un ambiente muy sano, en donde nunca les faltó nada material, y menos mi cariño ni el de su padre, lo asumieron al final como algo irremediable.

--¿Y qué les has dicho sobre tu marcha?

--Han entendido perfectamente mi situación. Aunque los quiero de verdad como si fueran propios, han comprendido que desee comenzar una nueva vida. Los lazos que no son de sangre, se acaban rompiendo. Y yo no quería ser un inconveniente para ellos en el futuro.

--Pero... ¿Saben lo de tu condición sexual?

--Margarita si, y lo ha comprendido y asumido sin reproches. Le he dejado en su conciencia que se lo haga comprender a su hermano.

--¿Y económicamente como has quedado?

--Sin problemas. Mi patrimonio personal, más la legitima de la herencia de Héctor, me permitirían vivir dos vidas de lujo.

--Nunca mejor dicho; dos vidas vas a vivir.

--Pero la mejor de las dos, junto a ti.

--Cambiando el tema. ¿Tienes totalmente arreglado todos tus asuntos de tu nueva identidad?

--Aquí en Brasil, sin problemas. Mira.

Sacó de una cartera tipo attaché, y me enseño los documentos que le acreditaban su nueva identidad: célula personal, pasaporte, y toda la documentación compulsada por el gobierno brasileño de su cambio de sexo.

--Lo que ignoro, es si en España, tendrán validez estos documentos.

--Como Darío Ródenas, tampoco lo sé, pero como mi marido, seguro que sí. Además en España, se han abolido todos los inconvenientes burocráticos hacia el homosexual, y se han abierto nuevas vías. Cuando vayamos a Madrid, vas a conocer el barrio Gay. Verás que bien.

--Creo que lo llaman Chueca... ¿No?

--Sí. Chueca. El barrio de Chueca; nombre que lleva la plaza que da nombre al barrio.

--¿Era un compositor de zarzuela, verdad?

--Exacto. Pío Estanilao Francisco Chueca.

--A propósito. Donde vamos a ubicar nuestra residencia oficial.

--Me encantaría que fuera Madrid.

--Gracias, sé que lo haces por mi.

--No, no... La visité con Héctor en algunos de sus viajes, y me pareció una ciudad encantadora y muy abierta al visitante.

--Lo es, lo es... Amarradita al brazo de mi maridito, vamos a recorrer todos sus rincones.

--Y yo tan orgulloso que mi mujercita vaya a mi lado.

-Cariño, aunque la pregunta es obvia, ¿Qué vas a hacer con “tu Casa”. ¿Ya me entiendes verdad?

--“Mi Casa”  es muy grande, más de 600 metros cuadrados, y se halla ubicada en la zona más cara de Madrid. No tenemos ningún problema con ella.

--Me gustaría que nuestro nidito fuera coquetón y acogedor.

--Y a mi. Ya encontraremos el nidito apropiado.

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