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La historia de un maricón. Capítulo 8

en Gays

Capítulo 8

 

La llamada de Eduardo.

 

Estaba a punto de acostarme, ya con el pijama puesto, cuando sonó el teléfono.

-Seguro que es Mari, que se le ha olvidado decirme alguna cosa. Además, es la primera persona que le he dado este número.

-Dime Mari.

-¿Cómo que Mari? ¿Es que tengo la voz de tía?

-Disculpa, pero pensé que eras otra persona. ¿Quién eres?

-Conque ya te llaman chicas, ¡Eh pillín!

-Disculpa. Pero dime quien eres.

-Ya no te acuerdas de los viejos amigos.

-Tu voz me es familiar, pero que no caigo.

-No me extraña, hace que no hablamos desde la universidad, o sea, hará como unos tres años. Soy Eduardo ¡coño!

-¡Hombre Edu! ¡Y cómo esta sorpresa?

-Mejor te lo cuento mañana personalmente.

-¿Pero es que estás en Barcelona?

-No, estoy en Madrid, en casa, pero mañana a primera hora tomo el puente aéreo para allá.

-¿Y cómo has dado conmigo?

-Porque yo soy un amigo, no como tú, que desapareciste del barrio sin decir adiós casi ni a tus padres.

-Insisto: quién te ha facilitado mis señas, ¿Mis padres?

-No, hombre no, me las ha facilitado el director de la editorial. ¡Qué por cierto! Vaya pedazo de puesto que te has buscado, nada menos que director de Cataluña.

-¿Pero hablas catalán?

Bueno, no olvides que Cataluña sigue siendo España, por lo tanto aquí también se habla el español. Pero estoy en ello, residir en Cataluña te obliga a aprenderlo, porque es la lengua materna, y casi todos los catalanes se expresan así entre ellos. Pero cuenta, ¿a qué debo tu llamada?

-Ya te lo he dicho, mañana salgo para Barcelona y me encantaría charlar contigo largo y tendido.

-Mejor de pie ¿no te parece? Lo de "tendido" es otro cantar.

-Tú siempre tan esquivo, José Luis.

-Es broma hombre.

-Ya, ya lo sé. Dime como podemos vernos.

-¿A qué hora esperas llegar?

-Tomo el primer vuelo del Puente Aéreo. Calculo que sobre las ocho.

-Te espero en la cafetería Jamaica, Paseo de Gracia número 62.

-Qué bien me viene, ya que tengo reserva en el Hotel Majestic.

¡Qué casualidad?

¿Y eso?

-Porque está muy cerca de mi casa, y porque desayuno ahí todos los días.

-Entonces, ¿por qué me citas en otra cafetería?

-Porque he quedado con la chica que pensaba que era la que me llamaba, no tú.

-Pero... No te enfades.. ¿Ya andas con tías?

-Mañana te cuento, pero no es lo que imaginas.

-Cómo quieras José. Venga, hasta mañana.

-Hasta mañana, que descanses.

A las 8:25 minutos exactamente entraba por la cafetería Jamaica, desde la puerta eché un vistazo a la barra y entre las mesas, y no estaba Mari, pero al instante sentí una palmadita en mi hombro derecho por la parte trasera y unas palabras.

-Seguro que eres José Luis.

-Hola Mari, si soy José. ¿Desayunamos en la barra o en una mesa?

-Dispongo de media hora antes de ir al trabajo, podemos sentarnos y desayunar tranquilamente.

No sé, de verdad que lo sé, pero en Mari veía algo que me subyugaba, me atraía, pero no era sexo, eso era evidente; era como un instinto de defensa, de amparo, como si ella fuera el refugio de todos mis males.

-Muchas gracias José Luis por el detalle de no haber dejado la libreta de mis notas en la cafetería del Majestic, los camareros me conocen mucho, y lo más probable que la hubieran revisado.

Saqué la agenda de mi maletín de trabajo.

-Toma Mari. Con la seguridad de que "tus secretos" no han sido violados.

-Segura estoy. Se ve a la legua que eres un caballero.

Ambos quedamos callados. Yo no sabía por donde empezar para formalizar una relación de amistad. Fue ella la que "rompió el hielo".

-¿A        qué te dedicas, José?

-Soy el Director para Cataluña de un editorial con sede central en Madrid.

-¡No me digas! ¡Qué bien!

-¿Y eso? Pregunté con curiosidad.

-Porque soy una mujer de letras, licenciada en Filosofía y Letras...

-¿No? Ahora fui yo el asombrado... Pero si yo también estoy licenciado en Filosofía.

Los dos nos echamos a reír de una forma franca y llana.

El ser los dos de Madrid y estar licenciados en la misma carrera, fue el nexo que nos unió para toda la vida. Pero no adelantemos acontecimientos, ya que antes de unir mis sentimientos con los de Mari, acaecieron muchas cosas. 

Se despidió porque sus labores profesionales le esperaban. Yo le dije que me queda a esperar a un cliente, que aprovechando la ocasión, le había citado aquí mismo a partir de las nueve.

A las 9:36 Eduardo entraba por la puerta de la cafetería. A pesar de que hacía años que no le veía, era el de siempre: alto, guapo y con un porte que emanaba de su "fuente natural".

Como apunté antes, tuvimos unas relaciones sexuales en la pubertad. Pero a la sazón yo estaba muy "enamorada" de Damián, como saben por los capítulos anteriores, mi profesor de matemáticas, que aunque me doblaba la edad, no tenía ojos (y culo) nada más que para él. Pero Eduardo me hizo olvidar a Damián durante esos momentos que voy a narrar.

Un día, no puedo precisar la fecha con exactitud, pero sucedió en el verano del 57, yo tenía 16 años y Eduardo que es un poco mayor que yo, tendría 18 o 19.

Precisamente era uno de aquellos amiguitos que jugando a los caballitos, (él siempre hacía de jinete) me elegía a mí de caballito, y notaba nada más montarme, como su "colita" la pegaba a mi culete y  se le ponía bien durita, por lo que intuía que debería tener una buena medida y grosor.

-Jose * Me dijo un día. Me han regalado un disco de los que te gustan a ti.

Eduardo era de una familia adinerada, y tener en esos años una radio gramola, era un privilegio. Sabía que me gustaba mucho la música barroca, sobre todo Vivaldi y el Canon de Johann Pachelbel. Precisamente esta pieza era la que le habían regalado.

Al decirme que era el Canon, se me erizaron los cabellos, ya que esa pieza musical me traslada a edenes desconocidos, y me hace olvidar el mundo y sus problemas.

-Me encantaría escucharlo Edu.

 

*Me llamaba Jose, sin acento

-Pues vamos a escucharla.

-Nos sentamos juntos, en el mismo sofá, casi rozándonos. Los primeros compases empezaron a enervar mis sentidos y cerré los ojos para saborearlos más intensamente. Pero lo que paladee, fueron los labios de Eduardo que se posaban en los míos muy suavemente.

Sin saber como, sus brazos rodeaban mis hombros, y volví a sentirme tan mujer, que abrí los míos para que pudiera llegar hasta lo más profundo de mi boca.

El beso fue antológico, su lengua no cesaba de socavar las simas de mis fauces; a la vez que me llevaba mi mano derecha a su bragueta para que tomara su pene que ya lo tenía fuera.

Me dio una especie de calambre al tomar contacto, pero mi entusiasmo fue mayor; aquel pedazo de miembro que llenaba mi mano al ser abrazado, me produjo tal cúmulo de emociones que me dispuse a saborearlo hasta la saciedad, ya que intuía que no iba a ver una segunda vez.

Y ante los compases del Canon, mamaba del pene de Edu con la misma delectación que el choto mama de la ubre de su mamá vaca. 

 -Para Jose, para, para, que me corro. ¡Jo! Pero que bien lo haces. Me la han "mamado" varias chicas, pero como tú, ninguna. ¿Cómo es eso?

-No lo sé Edu, ha sido instintivo, no vayas a creer que me dedico a "chuparla" a todo el mundo.

-Ya, ya. Me consta que no eres un vicioso, pero ¡jo! Lo que me has hecho ha sido de antología.

-Me alegro. ¿Quieres que siga hasta que eyacules?

-Si no te importa, me gustaría penetrarte. ¿Puedes?

-Prueba y lo comprobarás.

-Vamos mejor a mi cama.

-Estaremos seguros, ¿No vendrán tus papás?

-Tranquilo Jose. Que no vendrán hasta la hora de la cena. Tenemos cuatro horas por delante para nosotros.

Eduardo me tomó en brazos, acción que me elevó al pináculo de las emociones al traspasar el umbral de su habitación; a la vez que me besaba con pasión inusitada. Mis labios se aferraron a su cuello, y volví a sentirme tan hembra, que mis ojos derramaron lágrimas de pasión. ¡Dios mío! ¡Pero que maravilloso es ser mujer!

Previendo esa situación, me había puesto una braguitas de mi hermana Maruja. Al desnudarme y ver aquella prenda rosa tan erótica colocada en mi culete tan redondito y excitante, la erección fue terrible. su pene volvió a tomar una turgencia inusitada.  Según me dijo.

-¡Jo! Jose, Mira como me la has puesto.

Efectivamente, su miembro viril era fastuoso, como un nardo en su máximo esplendor. ¡Pero que hermosas son las pollas!

Me bajó las braguitas muy lentamente, a la vez que me decía.

-Tienes un culo divino Jose, ¡maravilloso! a través del pantalón se intuye hermoso; pero al desnudo es sencillamente esplendoroso.

-Pues es todo tuyo, Edu.

-¿Y de alguien más, Jose?

-Sólo de otro hombre, sabes que no soy mentiroso, como también sabes y sé, que tu polla tampoco es sólo mía.

-¡Claro, claro, Jose! Pero es que al ver tu culete, me han entrado unos terribles deseos de ser el primero en "desvirgarlo".

-Mejor así, tonto. Desvirgar un culo es más complicado que desvirgar un coño. De hacerlo tú, no me podrías follar como lo vas a hacer ahora.

-Cierto Jose. Cierto. Así voy a disfrutar mucho más.

-¿Cómo quieres que me coloque Edu? ¿Cómo me quieres follar?

-¿A ti cómo te gusta?

- Frente a ti, de la posición del misionero, quiero que me comas a besos mientras me la metes, y sentir tus testículos en mis ingles.

-Estupendo cariño. Abre las piernas todo lo que puedas.

Previamente, me había colocado dos cojines en los riñones, con el fin de que el orificio del ano quedara a la altura adecuada, y a la vez que me la introduce, poder abrazarme y besarme; ya que de quedar más abajo su pene, le sería difícil acometer esa acción a la vez.

Su verga estaba tan mojada que no hizo falta lubricar mi ano; la tomé delicadamente con mi mano derecha que la apunte directamente al sitio adecuado.

-Empuja muy despacio, ¡por favor! Que me encanta sentir milímetro a milímetro como entra.

Efectivamente, a la vez que me tenía "abrazada" y su lengua dentro de mi boca; me la fue metiendo tan lentamente que mi ano se estremecía. ¡Qué sensación más divina es sentir como entra hasta lo más profundo de tus entrañas!

Sentía como bombeaba los fondos de mis cogollos de una manera acompasada. Intenté con mis caderas armonizar también sus movimientos, pero sacando la lengua de mi boca, dijo:

-No, no muevas el culo, que me corro en un plis-plas, y quiero hacer eterno este momento.

-Como quieras, mi amor. (Porque en ese preciso instante era lo que más amaba)

-Me quedé "quieta", sólo ajusté bien mis nalgas a las suyas, para que el acoplamiento fuera perfecto.

-Paró en sus movimientos, pero con su miembro metido hasta su base; por lo que me puse a juguetear con sus testículos que estaban pegados a mis nalgas.

-Qué duros los tienes, Edu.

-Cargaditos de leche para "mi nena".

Llamarme "nena", y darme un respingo el corazón fue todo uno. Tome sus labios y desesperadamente los uní a los míos. Estaba tan "cachonda" que había perdido el norte de la decencia. Sólo pude decir.

-Sí, macho mío. Fóllame hasta que reviente de placer.

Al instante noté, como una catarata de semen, inundaba mis entrañas. Los empujones que dada Edu, parecían que quería partirme el culo todavía más. Sólo bastaron dos toques en mi pene, para eyacular yo también un torrente de esperma.

Quedamos los dos tendidos en la cama, boca arriba, mirándonos a los ojos, sin decir nada, pero sonriendo.

-¿Habrá una segunda vez, Edu? Le pregunté con la voz trémula.

-No lo sé Jose, tengo novia, ¿sabes?

-¿Y por qué esto?

-Porque siempre he tenido la curiosidad de ver tu culo. ¿Recuerdas cuando jugábamos a los vaqueros y tú eras mi "caballo" favorito?

-¿Cómo no me voy a acordar, si fue ayer, como aquel que dice? Bien que me la pegabas a mi culete.

-Y a mí cuánto me gustaba pegártela. Pero lo que no te diste cuenta que una vez me corrí.

-¡No me digas! Ni me enteré.

-Porque eras un crío, y no sabias de la misa la mitad. Pero bien que te gustaba. ¡Eh!

-La verdad que sí, Edu. Me encantaba sentirla en mi culete.

-¿Y lo de ahora, qué?

-Ha sido maravilloso. Te lo juro.

-¿Mejor que con... ese que te desvirgó?

-¡Bueno! "ese" que te refieres es un señor que me dobla la edad, y sé que va a durar muy poco el idilio, por razones obvias precisamente de la edad.

Esta conversación la manteníamos en la cama, los dos tumbados boca arriba. Mi mano izquierda (estaba acostado a mi izquierda) se dirigió furtiva y sigilosamente hacia su pene. Apenas le había rozado con las yemas de los dedos, cuando dio un respingo y de flácido se tornó en turgente como por arte de magia.

-Ahora sí "nena", ahora me la puedes "mamar" a placer, es toda tuya.

Me deslicé hasta situarme entre sus dos poderosos muslos, formados por la natación que practicaba casi a diario en un club de donde era socio.

Me llevé a la boca tan delicioso manjar que empecé a libar como si de un helado de fresa y nata se tratara.

No sé como lo hice, pero Eduardo se retorcía de placer. El caso es que su glande se deslizaba por mis labios, y con la lengua se lo mamaba como si fuera un pezón.

-¡Cacho puta! Que bien lo haces. Eres una excelente "mamadora".

Llamarme puta, fue el detonante de la "traca final". Mamé de aquel pedúnculo con un ansia arrebatadora; su polla transitaba por mis fauces de una forma que parecía que la iba a devorar.

Los estertores de Eduardo anunciaban un orgasmo inminente, como así sucedió. El semen le salía a borbotones, casi me atraganta, por lo que no tuve más remedio que tragarlo para poder seguir extrayendo "su rico néctar" del fondo de sus testículos.

Quedó exhausto, derrengado; alucinado. No daba crédito a que esa mamada se la hubiera realizado un hombre.

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