Capítulo LVII
Durante la ausencia de Lopetegui, tuve que aguantar carros y carretas las groserías de Ernesto, y lo peor: que José Antonio no sospechara nada, porque varias veces me preguntó que quien era ese fulano que andaba por el Hotel como si fuera el dueño.
Cuando regresó Lope esta misma tarde, y al ver en su rostro la cara del triunfo, suspiré aliviada. Ansiaba por escuchar sus noticias.
Como Ernesto estaba en el salón principal del hall, y desde allí podía observar todos mis movimientos, me dirigí a Lopetgui como si fuera un cliente recién llegado al Hotel. Y a la vez que le guiñaba un ojo. le dije.
--Don Fernando, (No le llamé como siempre Lope o Lopetegui, porque no quería que Ernesto pudiera asociarle con la policía, ya que en el mundillo policial, es conocido por Lopetegui) no sabe cuanto me alegra verle de nuevo. Su esposa lleva aquí tres días a la espera que acabara su reunión en Sevilla.
Me salió Sevilla porque quise decir una ciudad lo más lejos de Barcelona; Ernesto no me quitaba ojo.
--Hola doña Manolita, los negocios que me tienen atado. ¿Mi esposa, dando guerra como siempre, verdad?
--¡Qué va! Pero si es un cielo de mujer.
--¿Me ha llegado correspondencia?
Capté la indirecta al vuelo.
--Sí don Fernando, en mi despacho tengo tres cartas.
Respiré aliviada, sabía que Lope no me había fallado.
--Manolita, ya puedes ir dando puerta a ese hijo de la gran puta, y que me perdone su hermano el Cardenal.
--¡No me digas... no me lo puedo creer!
--¿Quieres que sea yo el que le mande a tomar por el culo?
--Pero... ¿Estás seguro que de la cinta ya no que queda nada?
--Seguro Manolita, me conoces desde hace muchos años, y sabes de mi eficacia y seriedad. Es más, te puedes recrear y montarle un numerito, pero conviene que sea mañana.
--Y pasar otra noche con él. ¡Ni hablar!
--¡Pero será cabrón...!
--Lo siento Lope, lo siento, pero es que me tenía acogotada.
--¿Y cómo se lo vas a plantear?
Le conté la forma de como se lo iba a hacer, y se mondaba de risa conforme se lo explicaba.
Esperé a la cena, después le machacaría. Y lo iba a hacer con toda la alegría del mundo. Le pedí a Lope y a Antoñita que se sentaran a escasos metros de nuestra mesa.
--¿Quién ese tío que parece que te conoce muy bien, y que tú le has prestado tanta atención? Me preguntó Ernesto con cara de poco amigos,
--Es con quien me voy a acostar esta noche, con él y con su esposa, vamos a hacer un trío?
--¡Cómoooo! Puso los ojos como platos. ¡Ni se te ocurra!
--Eso díselo a el. Es el Comisario Jefe de la Policía de Sevilla. Y viene expresamente a follar conmigo.
--Te la estás jugando Manuela. Conmigo no se vacila.
--¡Ah no! Pues atiende bien, si mañana antes de las doce del mediodía, no has pagado la cuenta y todas las copas que te has tomado, y sales echando leches de mi Hotel, te denuncio a la policía local, por estafador.
Que cara no pondría Ernesto, que se quedó lívido, más blanco que la leche. Y más cuando Lope desde su mesa me hacía un gesto cariñoso.
--Esta te juro por Dios que me la vas a pagar.
--Escucha, mala bestia. Lo he meditado muy bien. ¡Sí, lo sé! me vas a hacer mucho daño, ¡Muchísimo!
Exageré la nota.
Pero también vas a hundir a tu hermano su Reverendísima Excelencia el Cardenal Sergio de la Flor. A mi Partido poco daño le puedes hacer, porque iré al programa de Luis del Colmo (Página 277) y juraré por todos mis muertos, que el PPP estaba totalmente ajeno a mis andanzas con tu hermano cuando era un simple sacerdote.
La cara que puso Ernesto era de rabia infinita.
En ese momento pasaba unos de mis guardias de seguridad. Al llegar a mi altura Dije alto y claro.
--¿Te encuentras mal, Ernesto, pareces que tienes mala cara?
Sólo le escuché decir muy bajito.
--Puta, más que puta. Te vas a acordar del día que me conociste.
Y se levantó como alma que lleva el Diablo rumbo a la entrada principal del hotel; me figuro que a su habitación.
Aproveché la espantada de Ernesto para invitar a Lope y Antoñita a mi mesa.
Me dijo ésta.
--¡Jolín Manolita! ¿Qué le has hecho a ese tío que ha salido "cagando leches de tu vera" ? Porque está de cruje de bueno.
--Nada Antoñita, un antiguo noviete que le ha dado calabazas.
--Cómo se parece a ese cura catalán.
--Cardenal Antoñita, cardenal. Le rectifico su marido.
--Para mi todo son curas los que llevan faldas
A las ocho de la mañana, pregunté en recepción por don Ernesto de la Flor.
--Ese caballero ha pagado la cuenta, hace como media hora, y se ha marchado.
--Déjeme ver la factura, señorita.
La misma ascendía a cincuenta y seis mil pesetas.
--Qué se joda, pensé para mi.
--Lo que me ha extrañado mucho doña Manolita, es que su ficha estaba sin rellenar, y su DNI no estaba en recepción.
--¿Y cómo lo habéis resuelto?
--En el momento de su marcha hemos cumplimentado la ficha.
--Tengan cuidado para lo sucesivo, y que no se vuelva a repetir.
--Descuide doña Manolita. No se volverá a repetir.
Pasaron veinticinco días
Recibí una llamada de la Emisora de RTV. "La Cadena Desencadenada". (Página 276) Me hallaba en mi despacho del Consistorio
--Diga. Manolita al habla.
--Le llamamos de la Emisora "La Cadena Desencadenada" del programa "Caldo Amarillo" que dirige Luis del Colmo. Se pone don Luis.
--Doña Manolita. Lo primero, aunque tarde, felicitarle por sus triunfos electorales, es usted la alcaldesa más votada de España en cifras relativas, ¡Naturalmente!
--Muchas gracias don Luis. ¿Qué es lo que me quiere comunicar? Me figuro que nada bueno viniendo de su programa.
--La verdad que no, Manolita. El hermano del Cardenal Sergio de la Flor, quiere contar una historia fantástica suya acaecida hace años, y añade que va a hacer que tiemblen los cimientos de su Ayuntamiento y los de su partido.
--¿Sabe usted de que se trata, don Luis?
--No ha soltado prenda, sólo dice que es una cinta de cassette, que contiene una conversación que le implica a usted de forma muy directa.
--¿Pero no ha verificado la autenticidad de la cassette?
--Dice que no, que la cinta la tiene a buen recaudo, y que sólo se auditará el día que se de el programa? No se fía de nadie, por lo visto piensan que se la pueden birlar.
--¿El qué?
--Limpiar, robar...
--Pero Luis. ¿Y se resulta que es un montaje?
--Dice que si se demuestra que es un montaje, se someta a las leyes contra el honor de las personas. Lo que si le digo, que está muy seguro de lo que asevera; ya que le ofrecido una cantidad muy importante de dinero si me deja antes escucharla, y se niega: dice que esto no lo hace por dinero.
--¿Y para cuando es la entrevista?
--Para el lunes próximo. O sea, hoy es jueves, dentro de cuatro días.
--¿Dónde va a ser, en los estudios de Madrid o en los de Barcelona?
--En los de Madrid.
--¡Ay que bien! De paso veo a unos amigos.
--¿Le espero? Manolita.
--Venga sobre las ocho de la tarde, por el maquillaje, ¿sabe? A las diez, después de las noticias entramos en antena.
--No faltaré.
Sábado por la mañana
Lopetegui me llama desde Gandía.
--Manolita.
--Dime cielo.
--Que "el pajarraco" ha retirado la cinta de cassette hoy mismo de la caja del banco. Ve tranquila, sin nervios, y estate segura, que la cinta sólo contiene cánticos religiosos y el himno de la Legión. ¿Quieres que me desplace a Madrid?
--Te lo agradecería en el alma, ¡A tu lado me siento tan segura...!
--Lope.
--Dime.
--Si vienes el Domingo, podemos echar un buen polvo.
--¡Venga Manolita! ¿A estas alturas me vienes con estas?
--No tonto, tú con la tía más hermosa que has podido imaginar, y yo con su novio.
--¡Oye... oye...! Eso suena muy bien, ¡pero que muy bien! ¿seguro que me la follo?
--Me corto un pecho si no te la cepillas. Busca una excusa que dar a la Antonia.
--No problema, salgo mañana por la mañana para Madrid. ¿Dónde nos vemos?
--En los apartamentos de la Plaza de España.
--Chao.
--Chaito.