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Las dos hermanas aquellas

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Las dos hermanas aquellas

Ligué con dos hermanas naturales de un pueblo de Ciudad Real, y que estaban trabajando en Madrid;  y fue porque sólo les faltaron ponerme sus coños en mis narices para hacerles caso. Pero es que uno, y lo vuelvo a repetir, no sé si por instinto o por vergüenza, a esa edad era un chico muy selectivo a la hora de entablar amistad con una chica; me gustaba la mujer cuyos valores espirituales sobresalieran sobre los materiales.

Por eso no me follé "como Dios manda", a aquellas dos hermanas de la calle Francisco de Icaza esquina a la avenida de Oporto de Madrid. Vivían en la misma finca que mi hermano José Antonio de casado. Las llamaremos Lola y Pepa.

A la mayor, Lola si la llevé al "catre" un sábado de verano, lo recuerdo perfectamente. A Pepa en el coche hicimos lo que pudimos. Ya lo contaré después.

En San Martín de Valdeiglesias encontré la casa de una señora que alquilaba habitaciones; la idea era pasar la noche, y el domingo ir al Pantano de San Juán a bañarnos, y que se halla en los aledaños del pueblo.

Fue la primera vez que hice el "sesenta y nueve", y digo sin vergüenza que a pesar de hacerlo con una chica de mi edad que no estaba nada mal, no me desagradó.

La muy puñetera me dijo que todo lo que quisiera menos penetrarla, le pregunté:

-¿Eres virgen?

-Sí Félix. Sólo te pido que por "ahí no", lo demás, todo lo que quieras.

Me acordé del virgo de Estíbaliz y como la desvirgué,  y volví a sentir curiosidad por saber si todos los virgos son iguales, por lo que le dije.

-No me lo tomes a mal Lola, ni pienses que no te creo, pero... ¿Te importa que te vea el virgo?

¿Es que nunca has visto un coño?

-Sí, coños si he visto algunos, pero virgos ninguno (mentira y gorda) y siento mucha curiosidad por saber como son.

-Bueno, si sólo es eso, mira.

Ver este himen fue más fácil, ya que Lola lo tenía depilado casi en su totalidad, sólo se habia dejado una matita de vellos en el pubis, y ambos lados del chumino totalmente afeitados. Se abrió de piernas todo lo que pudo y sólo me dijo.

-Anda mira, y satisface tu curiosidad.

Aquella actitud no dejaba lugar para la duda de que era verdad su virginidad, de lo contrario habría se hubiera negado.

Con los dedos pulgares de ambas manos separé los labios mayores, que por cierto no le sobresalían como a Estíbaliz (Pagina 117). Exteriormente parecía el chichi de una niña, sólo se le veía la rajita. Los labios mayores, ninfas y clítoris estan inmersos.

Acerqué mis ojos para contemplar el espectáculo que me consta que muchos hombres no han contemplado en sus vidas.

Efectivamente, la vagina de Lola estaba tabicada por esa telita rosácea que le llaman vulgarmente virgo.

-Ves como no te mentía, Félix.

-¡Coño Lola! que te he creído desde un principio. Ya te dije que era pura curiosidad.

-¿Y que te ha parecido?

-Muy rico, lo que me da rabia no ser yo el que te desvirgue.

-Lo siento Félix, pero eso queda reservado para el que me lleve al altar.

-¿Y si no te casas?

-Si así sucediera, ya vería en su momento que decisión tomaría al respecto. Pero si te apetece me puedes desvirgar por atrás.

¡Hostias! Con esto si que no contaba.

Habían pasado como una hora desde que hicimos el sesenta y nueve; que por cierto me corri en su boca, cosa que me causó un poco de extrañeza que no me avisara o retirara la suya al ver "que me venía", por lo que le pregunté.

-¿A que sabe mi semen?

-Como verás no me lo ha tragado, lo he escupido en el lavabo.

-Sí, ya lo he visto, pero el sabor si que lo habrás notado.

-No sé como explicarte, entre un sabor dulzón y amargo.

En esto de dio la vuelta, se puso con el culo en pompa a la vez que me decía. -Por aquí si que me la puede meter. Se notaba que quería cambiar de tema, y tenía los ojillos chispeantes y con ganas de más juerga.

Debería ser verdad que también era virgen por esa parte, ya que se veía perfectante los pliegues como cerraban completamente el ano. Y como estaba otra vez empalmado a tope, me dispuso a darle por el culo.

Pero me fue imposible, ya que los flujos naturales de mi polla y los de su coño, no fueron suficientes para que pudiera entrar con facilidad y sin dolor. Al primer empujón pegó un grito y quitó "el ojete" de la posión que estaba a toda prisa.

-¡Uffff! cómo duele!

-Es que sin vaselina no creo que pueda entrar.

-Entonces lo dejamos para otro día. -¡Ay! que escozor. Me dijo poniendo una carita de dolor.

Me hizo otra "mamada", esta vez si reciprocidad en la caricia. (no tenía ganas de "comer más coño")

Y nos quedamos dormidos hasta la nueve de la mañama de aquel domingo. Y entre baño y baño y algún achuchón dentro del agua del Pantano de San Juán, después de comer una paella en un chiringuito, nos volvimos para Madrid.

 

Mi aventura con Pepa, la hermana menor de Lola.

 

Pepa, es algo mayor que su hermana Lola, por lo menos cinco años. Y bastante más atractiva, sin que fuera fea Lola, pero Pepa era un  bombón de mujer. Si yo tenía 25 años a la sazón, ella tendría unos 20 o 21. Lola me confesó tener 26 años, uno más que yo.

Aunque yo vivía en casa de mis padres, en la calle de Marcelino Alvarez, entre Carmen y Quintana de la calle de Alcalá, pasaba mucho tiempo en casa de mi hermano, ya que allí hice una pandilla de amiguetes y jugámos a la cartas en el bar de Paulino, o al fútbol en un descampado que existía cerca de su casa, en la Avenida de Oporto.

Nunca sabré si Lola le contó a su hermana la aventura que tuvo conmigo en San Martín de Valdeiglesias, porque ni se lo pregunté ni nada me comentó Pepa. El caso que un día le propuse salir con ella y aceptó a las primeras de cambio.

Trabaja en Valdivielso, S.A.  por lo que tenía un Citröen 2CV de la Casa a mi disposición para las tareas comerciales que tenía asignadas. Y en el "dos caballos" en un descampado en las cercanías del barrio, allí hicimos mil y una (como dice Chiquito de la Calzada) "guarreridas españolas".

Con Pepa, descubrí la diferencia de los aromas del coño y culo de las mujeres, que aunque me figuro que no todos olerán igual, "la fórmula· será la misma; ya que ambos "perfumes" son genuinos en todos "los fondillos" de las damas.

En el asiento de atrás del coche es donde hacíamos las orgías. Lo que más me gustaba era aquella bendita incomodidad que en aquel estrecho habitáculo poder maniobrar. Pero era tan grande la emoción que sentías, que, parecía que estaba en la mejor habitación del hotel Ritz. Y al final la mano la metías hasta el corvejón.

Como su hermana Lola, no consintió la penetración vaginal, me dijo lo mismo: que "eso" estaba destinado para el hombre que la llevara al altar. Pero las "mamadas" que me hizo fueron de antología. Lo malo, es que un servidor debido a la posición obligada del asiento, no pude "comerla el potorro" como Dios manda; pero olerlo y sobarlo todo lo que quise. Pero me qudé con las ganas de degustar aquel coñito que olía a hembra en celo.

Digo que aquí descubrí que las fragancias de chichi y culo de dama difieren, pero las dos son igual de excitantes. Resulta que después de una de las sesiones de magreo, y dejar a Pepa en su casa, tomé el volante del "dos caballos" con dirección a mi casa; y al picarme la nariz en un momento y rascarme con uno de los dedos, me sobrevino el olorcillo de Pepa, lo que la pasa que no sabía si era del ojete o del chichi. Me olí el otro dedo y olía igual de excitante pero con otra "esencia".

-¡Vaya! cual será el aroma correspondiente a cada "frasquito". Me pregunté.

Me figuraba que todos los ojetes deben oler de forma similar, (pues la verdad, un servidor no se dedica ni se dedicaba a ir oliendo culos por ahí) y como obviamente yo no tengo coño; ahuequé un poco el mío, y con un dedo de la otra mano anduve entre las costuras de mi pantalón colindantes a mi oroficio anal, para extraer las misturas allí depositadas.

Por esa pista pude saber cual de mis dedos había manipulado el ano de Pepa. Lo que se deduce que es el cerebro el que controla todas las reacciones del ser humano; porque aunque el dedo que rascó mi culo olía muy parecido al que rascó el de Pepa, no me producía la mismas emociones.

 Total, que no recuerdo los motivos, pero dejé de salir con las dos hermanas manchegas que tantas satisfacciones dieron a mi cuerpo. Porque la verdad, a mi alma no le dieron ninguna.

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