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Tres horas con Lourdes

en MicroRelatos

Tres horas con Lourdes

Seguramente los chicos de hoy no sentirán las emociones que sentíamos los de hace 50 años cuando subíamos las escaleras que conducían al piso donde íbamos a echar el "quiqui".

Ya he dicho, que aquellos años, el follar fuera del matrimonio con una chica decente, era un milagro. Aquella sociedad machista, a las que se quedaban embarazadas por culpa de un mal hombre, no las consideraban decorosas; eran repudiadas, y si vivían en un pueblo pequeño, tenían que irse a una capital a servir o a prostituirse.

Esta feo que lo diga, pero uno tuvo unos veinte años primorosos. Hoy pasaría como un mozo más, pero en aquellos años el medir 1.82 metros, el pelo moreno y ondulado, molaba cantidad. Por eso tuve el privilegio de enamorar a más de una moza que se "mojaba las braguitas" con sólo pensar en mi.

Mi problema residía en la moral. Jamás premedité un engaño ni hice promesas a moza par lograr sus favores. ¡Lo juro! por lo que me era muy difícil llevarlas al catre sino era con promesas de matrimonio; mi conciencia me lo prohibía, por lo que con las que ligaba el sábado les decía muy claro, que de noviazgos nada. ¡Y claro! Así era casi imposible "meter", y el lunes se acaba el ligue. Lo triste es, que ellas lo deseaban tanto o más que tú, ¡Pero amigo...! Estaban muy bien aleccionadas por sus madres...

-Hija.. "La peseteja" bien guardada entre las bragas hasta la noche de bodas.

Como era un mocito bastante escrupuloso y selectivo, eso de ir con putas de 25 pesetas el "polvete" no me "molaba". Y como no disponía de las quinientas o mil pesetas que te costaba una puta de lujo de "Chicote" o "El Abra", ¡Pajas a diestro y siniestro!

Pero un día, conocí a la que fue mi novia durante casi tres años, Lourde se llama, (y me figuro que se seguirá llamando). Me enamoré como un cadete y bebía los vientos por ella; nuestros contactos sexuales se limitaban a lo besos y tocamientos por debajo de la braguita, y por detrás de la bragueta; nada más.

Al año de novios, fue Lourdes la que me propuso que hiciéramos el amor. Un servidor que se creía conocedor del alma femenina ¡Sí..sí! dejaba para después del altar el hacer el amor. Debo decir, aunque hoy no se comprenda, que para un joven de aquellos años, el desvirgar a la novia en la noche de bodas, era un rito sacro santo. Y aunque te la hubieras desvirgado un día antes de la boda, ya no era lo mismo. ¡Pero que gilipollas éramos! ¿Verdad?

Anduve varios días buscando una habitación, porque en un hotel imposible, exigían el libro de familia, y en un hostal o pensión asquerosa no me apetecía. El marco es tan importante que el cuadro, follarme a Lourdes en una pensión dedicada a recibir parejas no me seducía.

Pero un buen día surgió la solución. Un cliente con el que tenía cierta confianza, al comentarle mi problema, me dio el teléfono de una señora viuda que vivía en la avenida de Donostiarra de Madrid, y que por motivos económicos cedía sólo por las tardes una de sus habitaciones a personas recomendadas o de mucha amistad.

El llamó a la señora, porque a mi me temblaba la voz y los nervios no me dejaban articular palabra. Me concertó la habitación a las seis de la tarde de un día laborable, y podía disponer de su uso hasta las nueve de la noche. ¡Tres horas, madre mía! ¡Tres horas con mi amada Lourdes en la cama...! No me lo podía creer.

Recuerdo que era un tercer piso y el ascensor no funcionaba. Era la primera vez que me iba a la cama con la mujer que amaba intensamente, y la emoción era tan enorme, que hoy al rememorar, me sigo emocionando.

Nos dijo la señora, que no entráramos juntos, para no despertar sospechas en los vecinos, pero Lourdes me pidió que no subiera muy lejos de ella, que le daba como cosa subir sola.

Subía a unos tres o cuatro pasos detrás de ella por aquellas escaleras. Y aunque nos conocíamos desde hace más de un año, me parecía que le había conocido esa misma tarde. Nunca había reparado en su culo de esta forma tan intensa como estaba reparando en ese momento. Llevaba una falda, creo que se llamaban de tubo, y una blusa; era un me de Junio. La redondez de su tafanario me impresionó como nunca. ¡Bueno! La verdad es que nunca había reparado en aquellas caderas tan exultantes, porque mis ojos siempre se posaban en los suyos o en sus labios.

Las nalgas de Lourdes marcadas a través de su falda, y acentuadas por los movimientos ascendentes de sus piernas, me impresionaron tanto, que sólo pensar que dentro de unos minutos podría repicar en ellas "mi badajo" como el de la torre de una Iglesia en la campana, el corazón me hacía... ¡Pom...pom...pom...!

Sus piernas si que las conocía muy bien, sobre todo sus rodillas; ya que sentada con las dos juntas, se semejaban a dos columnas del Ollympo. y de pie, a una autopista llena de curvas Eran (y seguirán siendo) piernas de locura.

Cada peldaño que subía, una de sus caderas se elevaba sobre la otra, dando a su precioso culo, una dimensión para mi desconocida...

Parte segunda

El momento más emocionante. Tres horas con Lourdes

Cada peldaño de la escalera que conducía al tálamo del amor, magnificaban las nalgas de Lourdes a estados por mi desconocidos.

-¡Joder! Pero que pedazo de culo tiene mi novia, y yo sin enterarme hasta hoy.

La emoción aumentaba en mis entrañas en tal cantidad, que temía que colapsara en el momento de la verdad todas mis funciones viriles. Esa duda me asaltó, ya que la contemplación de las cachas de Lourdes tenía que ser motivo suficiente para "empalmarme" a tope. ¡Pero no! No me la sentía entre las piernas.

-¡Pero leche! Que me pasa. –Será la emoción del momento la que paraliza mi sangre.

Llegamos al tercer piso, y juro, que los segundos que tardamos en subir todos los peldaños, fueron tan emocionantes, que hoy, al cabo de más de cuarenta años, no recuerdo haber sentido tan intensa conmoción. Echar un "polvete" a la mujer de tus sueños en aquel entonces, era una emoción que jamás sentirán los jóvenes de hoy. ¡Eso que se pierden!

Llamó ella a la puerta, mientras yo estaba fuera del rellano, tal como nos indicó la señora. Lourdes entró, esperé como un minuto (que me pareció una eternidad) y entré.

La puerta había quedado entre abierta para no tener que volver llamar al timbre otra vez.

Era un piso muy acogedor, amueblado con sencillez, pero con mucho gusto.

-Su novia le espera. Es la habitación del final del pasillo. –Me dijo la señora, una dama, parecía una gran señora. Ese detalle tanto me satisfizo, el creer que Lourdes y yo, estábamos en buenas manos.

-Le importa caballero.. ¡Me llamó caballero! Abonarme ahora, son cien pesetas –Me dijo con mucho tacto y delicadeza.

-¡Cómo no señora! Le di ciento veinticinco pesetas, para que viera que aunque pobre, era un hombre rumboso.

-Gracias y que disfrutéis. Ya saben que a las nueve ha de quedar libre la alcoba.

-Seguro señora. A esa hora nos marcharemos.

Recorrí aquellos diez metros de pasillo que terminaban en la habitación donde me esperaba mi amor, y abrí la puerta con mucha delicadeza, pero con tanta emoción que me sentía más que en la Tierra, en el Cielo. Daría parte de mi vida por volver a sentir aquellas emociones que embargaron mi alma.

Allí estaba mi diosa,

sentada en el lecho.

¡Qué hermosa rosa!

¡Dios! que he hecho

para merecer tal cosa.

Lourdes me miró con carita asustada, temblaba, como si se diera cuenta en ese momento que estaba cometiendo un pecado terrible.

-Tranquila mi amor. – Le dije acariciando sus cabellos rubios. Es tan grande nuestro amor, que hoy será confirmado por Dios. No se de donde me salieron aquellas palabras, ya que un servidor nunca ha sido un hombre de fe.

-Lo que vamos a hacer no es pecado, cariño. –Mira como nos sonríe el Cristo de la cabecera. -Sabe muy bien que lo nuestro no es lujuria ni bajas pasiones; es la validación de un amor puro y casto como el nuestro.

Lourdes quedó convencida, ya no temblaba. Tomé la iniciativa armándome de valor, ya que era la primera vez que me hallaba en tal excepcionales circunstancias.

La besé en los labios a la vez que delicadamente la tumbaba boca arriba en el lecho. Ella rodeo mi nunca con sus manos, y me ofreció su lengua para que la succionara. Cosa que hice con delicada pasión, y al límite del paroxismo.

Lo que sucedió inmediatamente después, permitan que no lo narre. Fue algo maravilloso, celestial, seráfico... Por lo tanto dejo a la imaginación del lector que recree la escena. Porque si lo narrara yo, quizás no podría soportar el revivir aquellos momentos, que todavía quedan remembranzas en mi corazón.

Lamento decepcionaros

aunque los ojos se os enturbie

y el espectáculo aguaros,

puse el cartel: "do not disturb".

Pero podéis fácilmente imaginaros

aquella imagen, aunque os turbe.

Pero si os diré que fue maravillosa.

tarde que nunca se olvidará en la vida.

Cuando el amor supera todas las cosas

el alma queda por siempre ungida

tañendo las campanas gestas gloriosas

en honor de aquella sobrevenida.

Queda pues todo dicho

de lo que se supone hecho;

y si alguno tiene el capricho

de saber que se hizo en el lecho,

todo está ya sobredicho:

sólo diré que tembló el techo.

Lourdes. No creo que leas esta relato, han pasado 43 años, y sé que estás casada, pero si por un casual, llegara a tus ojos, eres parte y testigo, de la realidad de lo que digo.

¡Ah! A los pocos meses, Lourdes me dejó, por el que hoy es su marido, simplemente me dijo, que había dejado de quererme.

¡Qué te vaya bonito!

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