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Me gusta sentirme mujer y ser penetrada

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Me gusta sentirme mujer y ser penetrada por un macho

¡Sí, señoras y señores, sí! Que le voy a hacer si creo que las emociones sexuales son infinitamente más gratas, excitantes y placenteras en las mujeres que en los hombres. No soy mujer, por lo tanto esto que digo, no es que lo pueda asegurar porque lo haya sentido, materialmente es imposible, pero si lo siento psíquicamente, ya que los cerebros son exactamente iguales.

Cuando me siento mujer, sé que estoy sintiendo lo mismo que ellas, porque mi mente se transforma de tal forma, que vivo ese rol exactamente igual que una hembra. Y aunque mi cuerpo es el mismo, mi cerebro llega a identificarme como la mujer más femenina del mundo, y experimento las mismas sensaciones. Sensaciones virtuales ¡de acuerdo! Pero las vivo tan reales que me hacer sentir lo maravilloso que es ser mujer.

Cuando "estoy en celo", necesito un macho urgentemente, mi culo me pide polla de una forma desesperada; y como tengo varios novietes que les gusto cantidad, les llamo para que apaguen el furor de mi ano. (A partir de ahora, mi coño)

El que más me gusta, se llama Enrique; y no porque sea el más guapo ni el más "macho"; me gusta porque es que mejor me comprende, y me trata con la delicadeza que nos gustan a las "mujeres sensible". ¿Verdad que nos gusta que el hombre nos trate con dulzura?

Cuando nos vemos en su apartamento, lo primero que hace nada más traspasa el umbral de la puerta, es abrazarme y darme un beso que me deja mareada. Enrique es unos diez centímetros más alto que yo; ese es otro de los aspectos que me hacen sentirme más mujer a su lado. Hacer el amor con un hombre más bajito, no es que me importe mucho, pero no me transmite esa emoción que sentimos "las mujeres" cuando el macho más alto que "nosotras", nos abraza y tenemos que alzar la boca para ofrecérsela a la suya. ¿A que sí, chicas?

-Hola mi amor. –Me dice inmediatamente después de besarme, como él sabe hacerlo.

-Hoy te veo más bella que nunca.

-Ya sabes cariño –Le respondo yo "muy coqueta" . -que cuando nos vemos, toda la mujer que llevo dentro de mí explota de emoción, y me entrego a tus caprichos con devoción para darte los mayores placeres.

-Pero que "putita" eres Silvia. ¡Ah! Se me olvidaba decir que mi nombre de mujer es Silvia. –Cada día me gustas más. –Y vuelve a darme otro beso de tornillo y lengua que hace que las piernas me tiemblen.

La tarde, o algunas veces noches que las paso con Enrique, me sumo en mi papel de hembra de tal manera, que llega un momento en que pierdo mi verdadera identidad. Tiene Enrique esa virtud. Virtud de hacerme sentir lo que más deseo en este mundo: haber nacido mujer; por eso estoy "tan enamorada" de él.

En los preludios del amor, que duran más de una hora, y a veces dos, antes de irnos a la cama me seduce de tal forma, que confieso sin pudor que ardo en deseos que me la meta, pero el "muy cabrón", me lo hace desear de una forma que me "vuelve loca" porque esa demora, potencia más aún si cabe, mi rol de mujer.

-¿Qué música prefieres? -Me pregunta muy dulcemente. ¡No espera, voy a sorprenderte!

Sabe que el Canon de Pachelbel me vuelve "loca" , y aunque no sea lo más indicado para follar al compás de sus acordes, para los prolegómenos del amor, a "una servidora" le prepara de tal forma sus notas, que cuando acaba la obra, me siento mucho "más receptiva" ante "mi macho".

Nos sentamos en el sofá, "mi novio" a mi derecha, ya que tengo falta de audición en el oído izquierdo.

Debo decir, que el apartamento de Enrique guardo bastante ropa femenina, sobre todo lencería fina. ¡Qué por cierto es carísima! Y antes de amarnos, me transformo con la ropa adecuada. Me pinto los labios, los ojos, me doy colorete y me pongo una peluca rubia que le llega por debajo de los hombros. Ese día me puse una falda negra de raso, y una blusa de seda color azul celeste. El liguero negro que tanto le gusta a Enrique, y unas braguitas de color malva.

-Hoy estás más guapa que nunca Silví. –Él me llama así. Y a "una servidora" "el chochito" se le empieza a hacer "Pepsi-Cola". Sus brazos rodean mi cuello, y me da otro beso de desmayo.

-Sabes mi amor, que para ti siempre me pongo lo "más guapa" que puedo.

Con suma delicadeza lleva mi mano izquierda hacia su polla, que ya la tiene en ristre, y me dice suavemente:

-Cariño, hazme una de esas mamadas que sólo tú sabes hacer.

-Si, pero no te corras, ya sabes que me vuelve loca, sentir "tu leche" en mis entrañas.

-No te preocupes mi vida. Que si me corro, tengo "más leche" para llenar tu coñito a tope.

Cierto que soy una "mamadora" excelente, ya que sé exactamente donde se halla el punto más sensible de la polla.

Enrique se retuerce de placer. Mis labios succionan su glande de tan forma, que noto su espasmos.

-¡Ahhhhh! Sigue mamando sigue... ¡Ahhhhhh! Pero que bien me la chupas. ¡Ahhhhhhh!

Al momento, un chorro "de leche calentita" emana de la polla de Enrique, entre convulsiones y jadeos. Mi boca se llena de su semen, que degusto como el licor más espirituoso.

Me encanta sentir "la leche" de Enrique en mi boca, pero más me gusta sentirla en "mi coño". Por eso ahora, tengo que esperar un buen rato a que se vuelva a poner dura. Pero no me importa, ya que Enrique sabe muy bien como llenar ese espacio.

-¿Qué braguitas te has puesto hoy, mi amor? –Me pregunta con los ojillos vivarachos.

-Las que más te gustan, mi cielo.

-¡Las malvitas!

-Esas, esas... que son las que te gustan más.

Mete su mano derecha por debajo de mi faldita de raso; me abro de piernas para que pueda maniobrar mejor. Abre la boquilla de la braga, y con su dedo medio, empieza a circundar "mi coño" . Me abro más de piernas, echo el culo para adelante, y lo introduce hasta la última falange.

-¡Uff! El placer ve creciendo de forma alarmante; saca y mete el dedo de una forma tan ágil, que le tengo que decir...

-¡Para... para...! que me corro. Prefiero eso en la cama. Ahora bésame con la pasión y el deseo que conllevan tus labios.

Me besa con tal pasión mi Enrique, que veo las estrellas y todas las galaxias del Universo. Llego al grado máximo de sentirme mujer. No creo que exista más cerebro de hembra que el mío en esos momentos. Me olvido por completo que nací hombre, y me lleno el alma de las ambrosías femeninas. ¡Soy mujer! ¡Muy mujer! En sus brazos.

Lo que hacemos después en la cama, todos más o menos os lo imagináis; pero voy a relatar los dos momentos más emocionantes, cuando me da por el culo.

El primero; es cuando me coloca una almohada en los riñones, de forma que me culete quede bien alto; ya que le gusta follarme cara a cara, mirándome a los ojos. Por lo tanto, me tumbo boca arriba, me abro bien de piernas, y me coloco de tal forma, que la hermosa polla de 20 centímetros de Enrique, apuntan directamente a mi recto.

El sabe, que me gusta sentirla como entra, por lo que me la mete muy despacito, muy despacito, de manera que siento por mi recto lubrificado, como se va deslizado milímetro a milímetro. Son unos segundos que me hacen sentir la verdadera locura del sexo, hasta que siento sus testículos como repican en mis nalgas por el vaivén que producen sus empujones.

El segundo; es cuando me la saca. Lo hace igual, muy lentamente; el efecto es maravilloso, siento como su pene sale "gimiendo y llorando" y se despide de mi ano con honda tristeza. El placer es inmenso: esa polla que ha perforado mi culo durante unos minutos, que me he llegado a las entrañas, y que me ha hecho sentir los prodigios de ser una mujer penetrada, dominada y sumisa al macho.

El beso de Enrique después de depositar en el hondo de mis profundidades su caliente liquido seminal que me quema; y me lleva a las delicias del séptimo cielo, con mis labios prácticamente "comidos" por los suyos; mis braguitas mojadas, y mi liguero negro tirado en la alfombra de la alcoba, es el paroxismo del placer. ¡Qué extraordinario es ser mujer!

FIN DEL RELATO

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Manolita. Cap. 64-65-66

Manolita: Cap. 61-62-63

Manolita. Cap. 58-59-60

Manolita. Cap. 55-56-57

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