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Historia de un transexual

en Grandes Relatos

Continuación

 

Capítulo 4º  Año 1976

Para conseguir la plena identidad fiscal como mujer, tuve que nacionalizarme francesa, puesto que llevaba más de cinco años de residencia en el País, y con domicilio y trabajo fijo. Pierre me facilitó el puesto de secretaria del Archivero de la  Academia Francesa a través de sus contactos; y porque mi francés e inglés son perfectos, amén de estar licenciada en Filosofía y letras por la Universidad Complutense de Madrid y licenciada en Arte Moderno por la de París.

Habían pasado seis años de mi transformación de hombre y mujer; ya estaba totalmente identificada con mi nuevo sexo, pero echaba de menos el poder menstruar.

--Pero mira que eres tonta, me decía Jocelyne. Lo engorroso que es tener la regla; tres o cuatro días con molestias, que si los tampones o las compresas... No sabes lo que te quitas de encima.

--Ya, ya... Pero es el signo más evidente de la feminidad, yo daría por tenerla aunque fueran cuatro días de dolor intenso todos los meses.

Mi amistad con Pierre y con Jocelyne había quedado grabada en mi corazón, y aunque las relaciones se habían distanciado, ni mucho menos se habían deteriorado. No pasaban dos semanas sin que nos llamáramos por teléfono para saber de nosotros.

Pierre se echó un novio muy majo, creo que armenio, y vivían juntos. Jocelyne tenía novia desde hace un año aproximadamente; un bellezón de niña, creo que fue miss Lyón 1974.

Yo ganaba lo suficiente para vivir holgadamente y devolver a Pierre la cantidad que me prestó para la operación, en cantidades mensuales,

Habían pasado casi seis años de mi transformación, y el amor todavía no había tocado a mi puerta; me había vuelto una mujer muy exigente, y algo puritana ¡qué cosas! ¿Verdad? Pero me había tomado tan en serio mi feminidad, que mi alma buscaba el amor puro y verdadero de un hombre que me llenara de dicha.

Pero como no quiero mentir, si os diré que había follado en este tiempo con bastantes hombres; con la mayoría por puro placer, porque gracias a la maravillosa operación a que fui sometida en el cambio de sexo, el glande, como dije antes, hacía las funciones del clítoris; y cómo seguía conectado al sistema nervioso central, obtenía orgasmos muy satisfactorios.

En mi querida, pero ingrata España, los cambios sociales se habían producido de una manera vertiginosa: de una brutal represión sexual, a una permisividad casi total; por lo que decidí regresar para vivir mi sexualidad plenamente en mi Patria.

Mi identidad fiscal era la francesa, pero en España mantenía la identidad fiscal masculina. No me supuso un gran inconveniente a pesar de que España todavía no era miembro de la Comunidad Europea; porque vine como Delegada de Turismo a la Embajada de Francia en Madrid, por lo tanto nada que alegar por las autoridades españolas. De hecho, era una ciudadana francesa.

A pesar de ser todo facilidades, no podía vivir a mi libre albedrío, ya que mi cargo, no me permitía hacer una vida licenciosa, o dicho de otra forma: no debía frecuentar los "bajos fondos" de Madrid, en donde el vicio era su máximo exponente.

Ni que decir tiene, que, la despedida con Jocelyne y Pierre fue tan emotiva, que a los tres se nos humedecieron los ojos; pero quedamos de una forma firme, que por lo menos haríamos dos viajes al año. Por mi parte no había problemas, ya que al depender de Paris, se suponía que haría viajes con relativa frecuencia.

A mis 36 años era una dama esplendorosa, y muy pocos sabían de mi vida pasada. Mi padre había fallecido, y mi madre de 67 años no daba crédito a ni nueva identidad; la pobre se fue de este mundo sin asumir mi nuevo estado.

En una recepción, conocí a Richard, agregado en la embajada de los Estados Unidos en Madrid. De 40 años, divorciado sin hijos, y enseguida conectamos en lo personal, creo que fue el clásico flechazo. Vi en él la posibilidad de llegar a una relación que se consolidara en el tiempo, ya que su actitud era la de un verdadero caballero; hasta el extremo que después de dos meses de comer juntos casi a diario, y salir de fiesta los fines de semana que los dos estábamos en Madrid, ni me había insinuado una relación. Por eso le dije una noche después de cenar en Casa Lucio.

--¿Qué significo para ti, Richard?

Se me quedó mirando fijamente a los ojos, me tomó de la mano y me dijo.

--Sonia, para mi significas mucho más que una relación de cama en una noche de desenfreno; quiero que signifiques mi futuro, por eso estoy dando tiempo al tiempo, no quiero tener otro fracaso amoroso.

--Pero cariño, ¿no crees que una relación te... bueno, nos podría aclarar muchas dudas sobre nuestro futuro?

No sabía absolutamente nada de mi vida anterior, ni tampoco él parecía muy interesado en saberlo, ya que nunca me preguntó nada al respecto. Por lo tanto no pensaba decirle nada, Y lo mejor, que era tan femenino mi aspecto, que jamás le vi una sombra de duda de que yo no fuera genéticamente una mujer.

--Creo que tienes razón Sonia, un relación sexual entre los dos podría ser muy beneficiosa para ver la verdad de lo que sentimos el uno por el otro.

--Y en el peor de los casos, añadí yo. nunca dañaría nuestra relación de amistad. Ya sabes que la moda de tener amigos "con derecho a roce" se está implantado en España de una forma acelerada.

Estuvimos bailando en un club sólo para parejas de los muchos que hay en los aledaños de la Plaza de Santo Domingo, uno de la calle de Leganitos concretamente. Estábamos en un reservado los dos solos.

Bailamos al son de un bolero muy pegaditos, y sentí en mi vientre la turgencia de su miembro viril.

--¿Lo notas, cariño? me dijo separando sus labios y lengua de los míos.

Era la primera vez que bailaba enamorada, porque ya no me cabía ninguna duda que lo estaba, y me sentía tan mujer, que explotaba por dentro.

--Ya lo creo que lo noto, Richard, y parece de gran calibre.

--Normalito, de 18 centímetros. Me figuro que los habrás visto más hermosos.

No me gustó esa respuesta, ya que como digo tan en serio me tomaba mi feminidad, que, quería ser una mujer muy decente. Pero le seguí la broma.

--Bueno, conocí a uno que tenía 25 centímetros...

--¡Hala, que bestia! ¿Y no te hizo daño?

--No me hizo daño porque nunca me la metió.

--¡Coño! ¿Y eso?

--Porque era un hermano, y murió hace seis años.

--Vaya, lo siento mujer. ¿Y cómo murió?

--En un quirófano. Estuve a punto de decirle la verdad, que lo que se quedó en aquel quirófano fueron mis 25 centímetros de polla, pero me contuve; quizás no era el momento.

--¡Qué pena! Lo que yo daría por tener 25 centímetros metidos en mi culo...

Me quedé de piedra, anonadada, agilipollada... Sólo pude decir asombrada.

--¿Es que eres gay, Richard?

--¡Tonta! ¿Pero es que te los has creído? Ha sido una salida grotesca. A mí lo que me gusta es dar por el culo, no que me den.

--¿A hombres? Volví a preguntar otra vez desconcertada.

--Nada de culos de tíos, ¡qué asco! un culito femenino, por ejemplo como el tuyo.

--Pero si mi culo nunca lo has visto.

--Pero te lo estoy tocando ahora, y lo tienes más apretado que "los tornillos de un submarino".

Estaba tan absorta en sus palabras, que no había reparado que me tenía asida por debajo de la falda por ambos glúteos.

--¿Te gusta que te sodomicen, Sonia?

Me vino de perilla el tema, por lo que poniendo carita de monjita de clausura, le dije muy circunspecta.

--He de decirte una cosa, Richard.

--¿Qué cosa?

--Que soy virgen.

Casi se traga el cigarrillo que estaba fumando.

--¿Quéeeeeee?

--Lo que has oído.

--Y por atrás... ¿También eres virgen?

--No, por ahí no. El ano lo tengo bien abierto.

--Pues no lo entiendo Sonia, que a tus 36 años sigas con el himen.

--Ya ves, prejuicios de mojigata. Por delante sólo me la meterá el que me lleve al altar. Quizás algún día te explicaré los motivos.

--De verdad Sonia, me cuesta creerte, pero si tú lo dices... Richard seguía empalmado y con unas ganas terribles de follar.

--Vamos al reservado cariño, que me muero por "cogerte".

Nos sentamos en el sofá que había para que las parejas pudieran hacer el amor, o simplemente estar sentadas cómodamente. Le dije:

--Si que has tardado tiempo en quererme "coger", ya pensaba que no te gustaba, o que no te atraía.

--No cariño, te he deseado desde el primer momento que te vi; eres la mujer más hermosa y femenina que he conocido. Pero me contuve porque quería que vieras en mí, algo más importante que una simple relación de fin de semana.

Las palabras de Richard me emocionaron, y me sentí más mujer que nunca, y me confirmaba que no había quedado ninguna señal física de mi pasado masculino.

--Yo también te deseo Richard, pero con amor y pasión, no con lujuria.

--Lo que me tiene intrigado, y no te molestes, es que sigas siendo virgen, me parece insólito.

Me abrí bien de piernas en aquel sofá, me bajé las bragas y le dije a la vez que con  los dedos índice y corazón, me abría bien la vulva, a la vez que le decía:

--Mira cariño.

Richard un tanto extrañado por mi insólita actitud, sólo dijo:

--Bueno Sonia, me basta conque me lo digas para creerte.

Pero no me abrí de piernas para que me viera el himen, era para ver si notaba la diferencia entre un coño de verdad, y el mío.

--Bueno, ya que estás en posición, voy a echar una miradita.

Como la estancia estaba en penumbras, encendió el mechero y situó sus ojos a escasos 20 centímetros de mi entrepierna. Yo seguía con los dedos mantenidos en ambos laterales de la vulva, y al acercarse, lo abrí todo lo que daban de si mis labios artificiales.

--Mira. Le volví a insistir.

Richard situó su nariz casi pegada a mi sexo, y exclamó:

--¡Andá! pero si es verdad, tienes tabicado el coño.

--Lo ves cariño, sólo "me lo romperá" el hombre que me lleve la altar.

Se había empalmado de tal manera que me dijo mientras mi mano derecha se la llevaba a su miembro.

--¿Y ahora a mí, quien "me rompe" esto?

--Yo cariño. Le dije a la vez que me daba la vuelta y le ofrecía mi orondo culo. Por aquí la puedes meter.

--Esperaba que su falo horadara mis entrañas con inusitada emoción, pero lo que sentí, fue algo viscoso que circundada por mi ano, eran los lengüetazos de Richard que de una manera asombrosa me electrizaba; los efectos de sus lametones me recorrían la espina dorsal, y me llegaban hasta el cerebro. 

 --¡Ufff! cariño, pero que bien me lo lames. Le dije a la vez que acompasaba mis nalgas a los movimiento de su lengua.

Así estuvo durante un rato, no sé cuanto, porque el placer que sentía por mi ano, era indescriptible y me hacía perder la noción del tiempo.

--¿Comerte el coño, si puedo, verdad cariño?

--Si mi amor, con la lengüita si puedes.

Cuando empezó a lamerme "el capullo" en forma de clítoris, me derretía, hasta el punto que el líquido prostático se derramaba por la uretra, que había sido canalizada a través de la vulva, y salía por la misma a chorros, dando la impresión por su viscosidad y textura, al flujo femenino.

--¡Cómo te escurres, Sonia! Me dijo separando su boca.

--De lo cachonda que me pones amor.

--Date otra vez la vuelta cariño, que ya no aguanto más.

Ahora sí, sentí como toda "la tranca" entraba por mi recto hasta sus mismísimos huevos, hasta que los vació en mis entrañas.

Continuará

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